¿Libertad intelectual o cautiverio al Cristo?
ALREDEDOR del mundo hoy en día hay el clamor de más y aun más libertad: libertad de pensamiento, de palabra y de acción. En las escuelas y en las universidades las filosofías humanas que se han expuesto durante los pasados cincuenta años están segando una cosecha de pensadores ateos. Y los efectos de todo este énfasis dado a la autodeterminación individual se notan en las demandas fuertes de independencia por toda clase de grupos divididos, sociales y políticos. La disciplina y el respeto a la autoridad están disminuyendo. Abunda el descontento. La paz ha sido tomada de la Tierra.
Habiendo permitido que los jóvenes sean doctrinados con la idea de que el modo de pensar humano no debe ser restringido por una creencia en un Dios Supremo, ahora las autoridades gubernamentales se enfrentan a una generación rebelde que está desafiando los principios sociales y morales y que insiste en decidir por sí misma entre lo correcto y lo incorrecto. Hombres y mujeres jóvenes, adolescentes que frecuentemente no tienen más que conocimiento superficial de los puntos en cuestión implicados, participan en huelgas y marchas de protesta como si hubiesen examinado plenamente todos los hechos y hubiesen llegado a una decisión madura. La rebelión declarada contra el gobierno de los adultos es, de hecho, muy patente en nuestros tiempos.
¡Cuán diferente todo esto de la enseñanza de la Biblia y de las palabras de Jesucristo! Es verdad, Jesús declaró: “Conocerán la verdad, y la verdad los libertará.” (Juan 8:32) Pero, ¿libertarlos de qué y para qué? ¡Ciertamente tiene que aclararse que él no estaba animando a la gente a que se hiciera una ley para sí misma! Él la libertaría de los dogmas y supersticiones de los caudillos religiosos, pero al mismo tiempo invitó: “Tomen mi yugo sobre ustedes y háganse mis discípulos.” (Mat. 11:29) Los que venían a él tenían que quedar bajo su disciplina, tenían que escuchar y obedecer. El no ceder a tal sumisión a Aquel que envió Dios sería evidencia principal de que las mentes de tales personas todavía se hallaban en cautiverio a la influencia mala que mencionó el apóstol Pablo: “El Dios de este sistema de cosas ha cegado las mentes de los incrédulos, para que la iluminación de las gloriosas buenas nuevas acerca del Cristo . . . no resplandezca a través a ellos.”—2 Cor. 4:4.
No se equivoque. Los que insisten en ejercer libertad mental sin trabas tarde o temprano se hallan en oposición a Dios y su Palabra, la Biblia. Idolatradamente colocan al intelecto humano adelante del gran Creador, y por eso, porque ‘rinden servicio sagrado a la creación más bien que a Aquel que creó,’ Dios ‘los entrega a un estado mental desaprobado, para que hagan las cosas que no son apropiadas.’ (Rom. 1:25, 28) El orgullo los ciega al hecho de que hoy en día los humanos imperfectos tienen que escoger entre dos amos. Tienen que ser esclavos o de la justicia o del pecado.—Romanos, cap. 6.
El apóstol Pablo hasta predijo las evidencias multiplicadoras de hoy en día de la esclavitud al pecado, pues él escribió: “En los últimos días se presentarán tiempos críticos, difíciles de manejar. Porque los hombres serán amadores de sí mismos, amadores del dinero, . . . blasfemos, desobedientes a los padres, . . . no dispuestos a ningún acuerdo, calumniadores, sin gobierno de sí mismos, feroces, sin amor de la bondad, traicioneros, testarudos, hinchados de orgullo, amadores de placeres más bien que amadores de Dios.” (2 Tim. 3:1-5) De modo que multitudes han perdido “sus sentidos propios” y han sido atrapadas en el “lazo del Diablo,” que las utiliza en sus propósitos malos.—2 Tim. 2:26.
Los cristianos verdaderos, por otra parte, han sido librados mediante conocimiento exacto de la Biblia, y, no contentos con disfrutar de tal libertad del modo de pensar erróneo solo para sí mismos, participan en una guerra espiritual para librar a otras mentes cautivas, para combatir contra ideas que han sido levantadas contra el conocimiento de Dios. El apóstol Pablo describe esta guerra, declarando: “Aunque andamos en la carne, no guerreamos según lo que somos en la carne. Porque las armas de nuestro guerrear no son carnales, sino poderosas por Dios para derrumbar cosas fuertemente atrincheradas. Porque estamos derrumbando razonamientos y toda cosa encumbrada levantada contra el conocimiento de Dios; y estamos haciendo cautivo todo pensamiento para hacerlo obediente al Cristo.”—2 Cor. 10:3-5.
Parece que algunos que estaban asociados con la congregación cristiana primitiva en Corinto estaban haciendo caso omiso de la autoridad de Pablo, considerándolo según lo que parecía ser en la carne, y descuidando el tener en cuenta su comisión especial de parte de Cristo. Hoy, también, hay aquellos que, por su modo de pensar independiente, ponen en tela de juicio la habilidad de Cristo para tener y usar en la Tierra una junta administrativa, nombrada especialmente, de humanos imperfectos, a la que le ha confiado todos los intereses del Reino o “lo suyo” en la Tierra. (Mat. 24:45-47) Cuando tales pensadores independientes reciben consejo y dirección que se basan en la Biblia, se inclinan a pensar: ‘Esto solo proviene de hombres carnales, de modo que me toca a mí decidir si lo acepto o no.’
Sobre este mismísimo tema, E. A. Dunlap, registrador de la Escuela Bíblica de Galaad de la Watchtower, hablando a una clase de estudiantes misionales, preguntó recientemente: “¿Lo consideran así?” Entonces continuó: “Si es que sí, entonces ustedes están siendo infectados por aquel espíritu de independencia con el cual Satanás está infectando a todo el mundo. Por eso, para vencer esta actitud, lo que hay que hacer, como insinúa el apóstol Pablo, es pensar: ‘Ahora bien, ¿estoy “haciendo cautivo todo pensamiento para hacerlo obediente al Cristo”?’”
Si se sigue este derrotero apropiado, el cristiano rehusará abrigar cualesquier pensamientos que no armonicen con la verdad que ha aprendido de la enseñanza de Cristo. Apreciará profundamente que le aplica a él mismo el recordatorio del apóstol Pablo: “Ustedes no se pertenecen a sí mismos, porque fueron comprados por precio. Sin falta, glorifiquen a Dios en el cuerpo de ustedes en conjunto.” (1 Cor. 6:19, 20) Otra vez, tendrá presente la exhortación fervorosa del apóstol Pedro: “Sean como personas libres, y sin embargo teniendo su libertad, no como disfraz para la maldad moral, sino como esclavos de Dios.” (1 Ped. 2:16) El insistir egoístamente en la libertad intelectual lo conduce a uno a esclavitud al pecado. El estar en cautiverio al Cristo significa paz con Dios, seguridad y dirección sabia para nuestra vida.