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El auge del juego de azar... ¿cómo lo considera usted?La Atalaya 1975 | 1 de junio
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parcialmente a la actitud tolerante de la sociedad en general; lo mismo que el alcohol, marihuana y libertad sexual, la institución del juego de azar está perdiendo constantemente su valor de escandalizar y se está aceptando como parte de la vida moderna.”
Algunos legisladores han promovido con ahínco su legalización. Arguyen que el juego de azar es divertido, y que los gobiernos, en vez de los criminales, deberían estar recibiendo el dinero que la gente pierde en pago por esta diversión. Las religiones principales evidentemente estarían de acuerdo, como hace notar el sacerdote episcopal William S. Van Meter que dijo: “Oficialmente, los episcopales, judíos y católicos romanos no creen que el juego de azar sea inmoral.”
Pero ¿qué piensa usted? ¿Es realmente cristiano, es consistente con la Biblia, el estimular una actividad que ha causado problemas a tantas personas? A algunas evidentemente les parece que la legalización está justificada. Esperan que, al legalizar el juego de azar, las operaciones ilegales se verán obligadas a cerrar sus establecimientos.
¿Ha estado aconteciendo esto?
¿ESTÁ PERJUDICANDO AL JUEGO ILEGAL?
No hace mucho tiempo un informe de la Fundación de la Ciencia Nacional hizo notar: “Las loterías estatales han tenido impacto muy limitado sobre el juego de azar ilegal . . . El juego de azar legal no les es suficientemente atractivo a los jugadores del juego de azar ilegal para alejarlos de éste.”
Los jugadores informados saben que las loterías estatales solo pagan de vuelta una pequeña utilidad sobre cada dólar apostado en comparación con la utilidad sobre el dólar apostado ilegalmente. Aun el OTB de Nueva York ha quitado muy poco negocio importante de los corredores de apuestas ilegales. Los apostadores principales han permanecido con ellos debido a las ventajas que ofrecen. Por ejemplo, las ganancias están libres de impuestos, los corredores de apuestas suministran créditos y hay clases de apuestas, como párolis, combinaciones numéricas, etcétera, que las operaciones legales no ofrecen.
También, sorprendente quizás para muchos, por mucho la mayor parte del juego de azar ilegal es sobre fútbol, baloncesto y otros deportes. Y, no hay apostar legal en estas actividades. Como resultado, la legalización de las loterías y del OTB ha tenido el efecto de estimular la gente a buscar estas atracciones de juego de azar ilegal. Este fue lo que un estudio reciente efectuado por el Departamento de Policía de Nueva York puso de manifiesto.
Este estudio calculó que el juego de azar ilegal aumentó 62 por ciento en 1972. El jefe Paul F. Delise explicó: “Se ha creado la atmósfera para el juego de azar. Porque ahora es posible apostar legalmente a los caballos, millares de personas que jamás habrían pensado en apostar en el fútbol o baloncesto o béisbol ahora están apostando con los corredores de apuestas.”
UN AUGE VERDADERO
Ahora unas 200.000 personas apuestan diariamente en las más de 120 salas nuevas del OTB de la ciudad de Nueva York. Aproximadamente 23 por ciento de los adultos de la ciudad apuestan allí. En 1973 apostaron unos 691 millones de dólares, con un cálculo proyectado de 800 millones de dólares para 1974. Sin embargo, ¡aproximadamente el doble de esta cantidad se apuesta en la ciudad ilegalmente! Algunos cronistas deportivos calculan que más de la mitad de los aficionados al fútbol apuestan en los juegos.
“El apostar ha llegado a ser tan común que es la regla, no la excepción,” lamenta Ruth Spirito del Consejo de la Comunidad Nordeste del Bronx de Nueva York. Es similar en otros países donde el juego de azar ha sido legalizado. “El juego de azar,” hace notar el Daily Mail de Londres, “ha alcanzado un nivel tan elevado ahora que constituye una amenaza social.”
¿Es el juego de azar realmente una amenaza? ¿Cuáles son sus consecuencias?
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Cómo afecta a la gente el juego de azarLa Atalaya 1975 | 1 de junio
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Cómo afecta a la gente el juego de azar
CIERTO obrero postal neoyorquino jamás había hecho una apuesta antes. Entonces se abrió en su vecindario una sala para Apostar Fuera del Hipódromo. Una apuesta condujo a otra. Recientemente cuando su esposa telefoneó a Jugadores Anónimos el hombre debía 5.000 dólares, y acababa de salir corriendo a apostar sus últimos 16 dólares, dejando un refrigerador vacío y dos hijos hambrientos.
A menudo las experiencias son extrañas. El dueño de una próspera compañía de ropa consultó a un psiquíatra debido a su compulsión a jugar. Para entender a fondo el caso, el psiquíatra acompañó a este hombre al hipódromo. Fascinado observó a este hombre ganar dinero en siete de nueve carreras. Intrigado, el psiquíatra decidió probar. Pronto él, también, llegó a ser jugador compulsivo y, con el tiempo, perdió su clientela.
“Increíble,” ¿dice usted? “Típico,” contestó un ex-jugador al enterarse de esta experiencia. “He visto muchos casos como ése.”
UNA COMPULSIÓN INSIDIOSA
Esta compulsión a jugar comienza de manera aparentemente inocente. “Veo entrar a las mujeres,” explicó un vendedor de boletos en una sala del OTB. “Al principio apuestan 2 ó 4 dólares. Luego son veintes y treintas. Después de unos meses están apostando 50 y 60 dólares en una carrera. ¿A cuántas he visto que han hecho eso? Tan solo en mi tienda... por lo menos a 20.”
La cantidad de personas que llegan a estar intensamente envueltas en apostar es asombrosa. “La mitad de los clientes [del OTB] están apostando seis días a la semana,” alega un miembro de Jugadores Anónimos. Muchos han perdido el control de sí mismos, y les pesa el haber empezado. Un ama de casa de Brooklyn exclamó: “Desearía no ser una apostadora regular.” Y un jovencito se lamentó: “He estado perdiendo tanto recientemente . . . Pero no puedo parar, pues, está en mi sangre.”
Muchos hombres de negocios prominentes, también, han llegado a ser jugadores compulsivos. En su artículo “El vicio oculto del ejecutivo,” Dun’s Review concluyó que el juego de azar es “una de las más serias amenazas de los EE. UU.... aun más que el alcoholismo y la afición a las drogas.”
Cierto, no todos los que empiezan se convierten en jugadores compulsivos. De hecho, muchos consideran el juego de azar ‘diversión inofensiva.’ Pero ¿lo es realmente? ¿A qué lleva tan a menudo esta “diversión”? Quizás se sorprenda usted al saber cuántos hogares son afectados por las consecuencias tristes.
Según cálculos del Instituto Nacional sobre la Salud Mental, ¡tan solo en los Estados Unidos hay 10 millones de jugadores compulsivos! Estas personas juegan al grado de serias dificultades financieras y personales, causando sufrimiento incalculable a sus familias. Como los aficionados a las drogas y los alcohólicos, parece que estos jugadores no pueden desistir, sin importar cuántas veces prometan solemnemente hacerlo. “No hay duda de que produce afición,” dice un fiscal auxiliar familiarizado con el juego de azar.
A los no jugadores quizás se les haga difícil entender esta afición, o compulsión. Sin embargo es verdadera. El Dr. Robert Custer, jefe de personal de la División Brecksville del Hospital V.A. de Cleveland, ha tratado a muchos de estos jugadores. “Son hombres muy desesperados cuando ingresan,” hace notar. “Cuando el JC [jugador compulsivo] pide ayuda, está tan asustado y desorientado que casi está en un estado de pánico. Cuando inicialmente deja de jugar, está tan desesperado que uno pensaría que su vida estuviera en peligro.”
¿Qué hace que las personas desarrollen este impulso irrefrenable para jugar?
UN DESEO DESMORALIZADOR
El deseo de dinero adquirido fácilmente es, sin duda, un factor principal. Por supuesto, nadie quiere ser pobre; todos deseamos suficiencia. Pero en el juego de azar se ofrecen enormes remuneraciones sin trabajar... simplemente por casualidad o ‘buena suerte’ existe la posibilidad de enriquecerse rápidamente. La expectativa es tentadora. Y por eso a menudo lo que entrampa a un jugador es la llamada “suerte de principiante.”
Por lo tanto en una experiencia típica un hombre de Ontario, Canadá, tuvo una notable racha en su primera visita a un hipódromo, convirtiendo unos 4 dólares en 1.000 dólares. “Debería haberse detenido allí,” dijo su esposa. “Pero no pudo.” ¿Por qué no?
Porque el juego de azar parecía una manera tan fácil de ganar dinero. La ganancia lo tentó a seguir, incitando en él el deseo de más. ¿El resultado? “Empezó a cambiar,” dijo su esposa. “Parecía que era dos personas diferentes.” Con el tiempo perdió 60.000 dólares jugando, y arruinó su vida de familia.
Una vez que se arraiga el deseo, una ganancia grande raramente lo satisface. Como polillas atraídas por una bombilla, los jugadores son provocados por la expectativa de lograr un triunfo aun más grande. De consiguiente un maestro acercándose a los cuarenta años de edad acumuló deudas de juego por la cantidad de 20.000 dólares. Pero en una extraordinaria racha de cuatro días ganó 25.000 dólares. ¿Pagó sus deudas? Confiesa: “Me puse a pensar cuán fácilmente podría duplicar los 25.000 dólares. Empecé a apostar a los caballos el lunes, y para el fin de la semana todo se había ido.”
De manera insidiosa el juego de azar puede tener este efecto, destruyendo la fibra moral del individuo. Casi invariablemente, los jugadores compulsivos, con el tiempo, se hacen descarriados y faltos de escrúpulos. Recientemente un hombre escogió cuatro caballos en lo que se conoce como una apuesta “superfecta,” y ganó 111.000 dólares con una apuesta de 3 dólares. Sin embargo, rehusó venir a la oficina de Jerome T. Paul, un oficial del OTB, para que se le tomara su fotografía. ¿Por qué? “Debía más de los 111.000 dólares,” explicó Paul, “y no tenía intenciones de pagar.”
Gente de todo ramo de actividad es afectada. Un rabino ortodoxo, que había contraído deudas de juego que ascendían a 100.000 dólares, explicó: “No tenía sentido de responsabilidad para con mi familia o mi congregación. Ponía en mi horario un funeral temprano, para poder llegar al hipódromo. Hacía notas para mi sermón entre las carreras.”
Sí, el juego de azar afecta así a la gente... tan a menudo las hace avarientas, faltas de honradez y casi increíblemente inconsideradas de otros. También destruye el gobierno de uno mismo. De modo que el juego de azar claramente choca con los preceptos bíblicos básicos, que condenan a los “avarientos,” e instan al gobierno de uno mismo y al amor al prójimo.—1 Cor. 6:9, 10; Gál. 5:22, 23; Mat. 22:39.
OTRO FACTOR QUE PRODUCE AFICIÓN
Pero evidentemente más está envuelto en hacer que se juegue por impulso irrefrenable. Los doctores que han investigado el problema lo encuentran complejo, y admiten que realmente no lo entienden. Sin embargo, algunos creen que la acción muy emocionante y la excitación envueltas en el juego de azar contribuyen a la afición.
Por lo tanto el Dr. William H. Boyd, que ha pasado nueve años estudiando el problema, concluyó: “El ingrediente en el alcoholismo es el alcohol y el ingrediente en la afición a las drogas es las drogas. Pero el ingrediente en el juego de azar es la excitación.” El Dr. Robert Custer evidentemente conviene. “La ‘droga’ que buscan,” dice él, “es estar en acción.”
La acción comienza con la apuesta y continúa hasta su resultado. Hay gozo en el ganar e inquietud en el perder, y excitación durante todo el procedimiento. Luego, como hace notar el Dr. Boyd: “El jugador tiene que regresar y volver a empezar para tener la excitación.” Y es un hecho que el anhelo de la acción es tan grande que uno oirá decir a los jugadores: “No es el dinero que uno debe lo que lo hace desesperado, sino la idea de despertar y no tener dinero para apostar.”
Cierto, quizás sea difícil ver cómo algo sin ningún ingrediente tangible— tal como la heroína del aficionado a las drogas— puede causar afición. Pero aun en la afición a las drogas hay más envuelto que solo una afición física a alguna sustancia química. La mente también es afectada de alguna manera, produciendo afición mental. Esto es evidente, puesto que la afición a las drogas continúa aun después que la droga misma ha desaparecido del cuerpo del aficionado. Por eso, al considerar el juego de azar, el Dr. Custer traza este paralelo: “La demanda psicológica es la esencia del alcoholismo y de la afición a las drogas tal como sucede con el juego de azar compulsivo.”
Pero de cualquier manera que sea que el juego de azar obre para desmoralizar a la gente, sea por amor al dinero o la excitación concomitante al juego de azar, el hecho que hay que recordar es que se apodera insidiosamente de la gente. ¡Qué prudente, por lo tanto, evitar el juego de azar! No sea tentado a probarlo solo porque la sociedad tolerante de hoy lo ha legalizado. Muchas personas empezaron jugando solo un poco —solo por ‘la diversión’— pero pronto fueron ‘atrampadas,’ a menudo con resultados trágicos.
ESFUERZOS POR HACERLE FRENTE
Ahora se están haciendo verdaderos esfuerzos por ayudar a los jugadores compulsivos a desistir de ello. Los Jugadores Anónimos es una organización mundial establecida con ese propósito, con algunas 200 sucursales y 3.000 miembros tan solo en los Estados Unidos. Se esfuerza por suministrar a las personas suficiente motivación para librarse del hábito. Pero a menudo falla. Esto se patentiza por las confesiones de un taxista llamado Victor en una reunión de los Jugadores Anónimos en Nueva York.
“Me puse de pie y confesé que no podía dejar de apostar,” dijo, “y trabajaba dos turnos al día para sostener mi hábito. Les dije que era yo tan degenerado que tan pronto como saliera de la reunión, probablemente manejaría cuatro horas hasta Bowie en Maryland para apostar a los caballos. Cuando terminé, tres miembros me esperaban. ‘¡Oiga!, Vic,’ dijeron, ‘¿hay lugar para nosotros en el automóvil?’”
El simplemente darse cuenta de su degeneración, y hasta desear evitar el dolor y consecuencias que esto trae, a menudo no son suficiente motivación para vencer el impulso irrefrenable de jugar. Pero hay un modo de librarse del hábito. Dejemos que uno que había bajado hasta las profundidades del juego compulsivo, pero que luego se recuperó, nos cuente acerca de ello.
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Fui un jugador compulsivoLa Atalaya 1975 | 1 de junio
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Fui un jugador compulsivo
La historia de cómo un hombre luchó con buen éxito para librarse, después de ser jugador compulsivo por diecisiete años
TODAVÍA siento el impulso de jugar a veces, como cuando paso caminando por una sala de Apostar Fuera del Hipódromo. Algunas veces hay tanta gente que no caben adentro y forman fila en la calle, con formularios de carreras en la mano. Antes de darme cuenta de ello, pienso: “Quisiera saber si todavía puedo escoger ganadores.” El pensamiento parece simplemente saltar a la mente. Lucho contra él... mirando al otro lado y apresurando el paso.
Por más de diecisiete años fui jugador compulsivo. El apostar controlaba mi vida. Simplemente tenía que apostar. Era más importante para mí que el comer, beber, dormir, el sexo... ¡todo!
CÓMO ERA LA VIDA
Durante esos años pasaba noches sin dormir “estudiando” los caballos... escogiendo aquellos sobre los cuales apostar al día siguiente. O trabajaba de noche a fin de estar libre para pasar días en el hipódromo. Mendigaba, pedía prestado y robaba dinero para jugar. Todo lo que teníamos de valor estaba en alguna casa de empeño.
Después de recibir mi sueldo, iba al hipódromo. “Apostaré 10 dólares y veré si puedo aumentarlos,” me decía a mí mismo. El caballo perdía, y decía yo: “Tengo que recuperar mi dinero; tengo que salir con lo mismo que vine.” Vez tras vez perdía mi sueldo de este modo.
Eso quería decir que no había dinero para comida, ropa o renta. Muchas veces pasé hambre, pero también mi esposa y mis dos hijas. Teníamos poco que ponernos, y a menudo éramos desahuciados por arrendadores por no pagar la renta. O nos mudábamos para evitar a los usureros.
Casi todo jugador que yo conocía estaba pagándole a un usurero... a menudo a varios de ellos. Los acreedores legítimos no prestan a las personas que están muy endeudadas. Pero estos prestamistas del hampa sí.
Solía ir a un usurero y obtener quizás 25 dólares. Por un préstamo de 25 dólares una persona tenía que pagar de vuelta 30 dólares. Los pagos podrían ser de 6 dólares a la semana durante cinco semanas. Si una persona no podía pagar durante cierta semana, daba lo que se llamaba interés sobre dinero para apuestas, aproximadamente 2 dólares en un préstamo de 25 dólares. Pero estos 2 dólares no se descontaban de la deuda. Una persona podía pagar 2 dólares de interés a la semana indefinidamente, y todavía deber la deuda restante. Por supuesto, quizás 2 dólares parezcan como nada ahora, pero lo eran entonces en los años veinte y treinta.
Esos usureros podían ser toscos. Tenían sus hombres que empleaban la fuerza. Me acuerdo de un amigo mío que fue golpeado terriblemente porque no pudo pagar. De modo que a menudo vivía yo atemorizado. Cuando las cosas realmente se hacían desesperadas, empacaba y me iba. Afortunadamente, nadie de mi familia ni yo jamás sufrimos daño físico.
JUEGO DE AZAR EN TODAS PARTES
Quizás le sea difícil a usted creer cuánto juego de azar se lleva a cabo. Dondequiera que trabajaba, que por lo general era en restaurantes y cantinas, todo lo que oía uno era “los caballos.” Pero también se llevaba a cabo otro juego de azar.
Había lugares lujosos del hampa en todo Nueva York. Pero uno necesitaba conexiones y “aprobación” para entrar. Tenían ruleta, póquer, juegos de dados... toda clase de juego de azar. Visitaba éstos. Pero la mayor parte de mis apuestas era a los caballos.
A menudo iba al hipódromo, pero apostaba aún más con los corredores de apuestas locales. Esto era más emocionante, pues uno puede obtener mayor acción. Lo que quiero decir es que los corredores de apuestas ofrecen toda clase de posibilidades complicadas para apostar a los caballos; el apostar a los caballos en varios hipódromos en párolis, espalda con espalda, en rueda, combinaciones numéricas, etcétera. Las operaciones legales no ofrecen éstas. Esta es una razón por la que no son tan atractivas a los jugadores sofisticados.
El apostar a combinaciones numéricas es una atracción especialmente grande. Yo les apostaba seis días a la semana. Los números para cada día se componían de tres dígitos, por ejemplo, 8-3-9. El primer dígito se obtenía tomando el último dólar-dígito del total de pagos de una apuesta mutua después de las primeras tres carreras del día. Si el pago era de 359,73 dólares después de esas carreras, el primer dígito era 9. Luego después de la quinta y séptima carreras el total de los pagos de la apuesta mutua se usaba de la misma manera para obtener los últimos dos dígitos.
A menudo hacía mis apuestas con un intermediario que trabajaba para un corredor de apuestas. Por largo tiempo mi intermediario constante para las combinaciones de números era nuestro lechero. Por lo general yo apostaba cincuenta centavos de dólar, cada mañana dándole el dinero y la hoja de los números. Me acuerdo que una vez acerté a todo el número directamente 8-3-9, ¡para un pago de 300 dólares... mucho dinero por cincuenta centavos!
LA CLASE DE ASOCIADOS
Nosotros, los jugadores, hablábamos el mismo lenguaje, teniendo el mismo interés predominante, con su excitación y dificultades concomitantes. Pero faltaba tristemente el interés genuino mutuo. Considere como ejemplo a aquel lechero.
Confiaba en él, puesto que lo había conocido por largo tiempo y siempre me pagaba cuando escogía ganadores. De modo que después de haber ganado esos 300 dólares no desconfié cuando me invitó a su casa para un gran juego de dados. No fue sino hasta que había perdido la mayor parte de mi dinero que me di cuenta de que el juego era fraudulento. Había sido yo estafado. Pero no hay mucho que uno puede hacer... es difícil probarlo.
Sin embargo, eso estuvo lejos de ser la única vez que “amigos” me defraudaron. Una vez di dinero y una lista de caballos a los cuales apostar a un compañero de trabajo. Él trabajaba en un turno dividido, e iba a ver al corredor de apuestas esa tarde. Más tarde me enteré de los resultados de las carreras y ¡quedé asombrado por haber escogido cuatro ganadores! Por supuesto, cuando mi “amigo” vino esa noche estaba yo excitado y quería mis ganancias. Pero se excusó en cuanto a por qué no había hecho las apuestas. No podía probarlo, pero estoy seguro de que él se había embolsado las ganancias.
¡Los jugadores realmente son una muchedumbre fraudulenta! Muchos corredores de apuestas en escala pequeña se fueron con dinero que yo había ganado. Pero sea dicha la verdad: Yo no era mejor. A menudo pedía prestado y nunca pagaba de vuelta, y a veces realmente robaba dinero. Cuando reflexiono en algunas de esas experiencias, me entristezco.
TENTACIÓN Y EXCITACIÓN
Me daba cuenta de que las cosas que estaba haciendo eran incorrectas. Pero estaba esclavizado por el hábito, especialmente siendo cautivado por la tentación del dinero adquirido fácilmente. Eso es realmente lo que me hizo comenzar en primer lugar a apostar a los caballos.
Había jugado antes, pues de jovencito jugaba dados en las calles de Filadelfia, y, más tarde, póquer a bordo de un barco cuando huí al mar a los diecisiete años de edad. Pero no fue sino hasta 1928, el año en que me casé, que me interesé en los caballos.
En ese tiempo trabajaba en el departamento de refrigerios de una farmacia en la calle 49 y la avenida Lexington en Nueva York. Estaba fascinado por el júbilo de los apostadores a los caballos a causa de sus ganancias. Más tarde me enteré de que nunca mencionan sus pérdidas. “Será mejor que obtenga algo de este dinero que se adquiere tan fácilmente,” me imaginé.
Notaba que los jugadores obtenían su información sobre los caballos en el Daily Mirror. De modo que un día escogí dos caballos de allí y les aposté. Todavía me acuerdo de sus nombres: Buck Hero y Sunflower. ¡Con “suerte de principiante,” gané en los dos!
Ahora tenía ganadores, y por eso podía hablar con conocimiento con los otros apostadores a los caballos. “Qué lástima que no tenías un pároli,” dijo uno, “realmente habrías logrado un triunfo tremendo.” Pronto estuve intentando toda posibilidad de apostar. Realmente estudiaba los caballos, y empecé mi propia selección.
De vez en cuando iba al hipódromo y ganaba mucho dinero. Realmente me sentía excitado y orgulloso. Quizás pagaba unas cuantas deudas, pero al día siguiente regresaba al hipódromo ‘para verdaderamente lograr un triunfo grande’... y por lo general perdía todo.
Y sin embargo seguíamos jugando, siempre imaginándonos que acertaríamos a aquel gran pago. Fui criado en un orfanatorio católico donde aprendí a orar. De modo que a menudo oraba por ganadores... desesperado en ocasiones hasta oraba al Diablo.
Parte de la tentación fascinante del juego de azar, creo yo, está en la tremenda expectación del resultado. Para prolongar el suspenso excitante a menudo hacía que alguien examinara los resultados de las carreras en el periódico, y luego le hacía a la persona preguntas como: “¿Tenía diez letras en su nombre el ganador de la segunda carrera? ¿Cuánto peso llevaba? ¿Cuánto pagó? ¿Quién lo montaba?”
Después de la primera o segunda pregunta sabía por las respuestas cuándo estaba yo creando la atmósfera por un ganador. Entonces finalmente preguntaba si Fulano —el caballo al que le había apostado— había ganado. Mi júbilo era tremendo al oír que sí.
ESFUERZOS POR ESCOGER GANADORES
El seleccionar caballos era un procedimiento complicado. A veces necesitaba horas para escoger un buen caballo al cual apostar. A menudo decidía que una carrera no tenía buena posibilidad para apostar. Pero entonces ¿qué sucedía?
Esa noche soñaba que un caballo en particular ganaba, y le apostaba al día siguiente. O iba al hipódromo, y notaba que Straw Hat (Sombrero de Paja) corría y que, inconscientemente, me había puesto un sombrero de paja. De modo que, por supuesto, le apostaba a Straw Hat. Me acuerdo que una vez una lata de piña se cayó de un anaquel y le pegó a mi hermano en la cabeza. Al examinar las anotaciones de ese día, notó a un caballo de nombre Pineapple (Piña) que corría; ¡le apostó y ganó! Los jugadores son así. Son muy supersticiosos. Y por eso en vez de adherirse a sus selecciones estudiadas, apuestan por corazonadas.
Estoy seguro de que la Iglesia Católica se da cuenta de esta característica de los jugadores. Pues las monjas siempre estaban cerca del hipódromo con sus cajas de colecta. ¿Cómo podría un católico, como muchos de nosotros éramos, pasar por alto a una “hermana” y esperar tener algún éxito apostando a los caballos? De modo que contribuíamos. Y si ganábamos ese día entonces éramos especialmente generosos, esperando que esto trajera éxito continuo.
¿Sabe usted por qué jugaba yo tanto el número 839... el que ganó y me pagó 300 dólares? Porque yo nací en el 8o mes, mi hija mayor en el 3er mes y mi esposa en el 9o mes. Simplemente era superstición. Yo consideraba a ése mi número de la suerte... y sí ganó unas cuantas veces.
Pero sea dicha la verdad: perdía más de lo que ganaba, y la vida era desdichada,
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