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  • Rechazaron el nazismo... ¿quiénes?
    ¡Despertad! 1985 | 8 de junio
    • ideológica de aquellos días y no desplegó mayor valor para luchar por la verdad y la justicia’”.

      Los hechos prueban que solo una pequeña minoría de clérigos declaró su rechazo del régimen de Hitler. Y aun los que hicieron eso fueron movidos generalmente por la desilusión o por la política eclesiástica más bien que por razones puramente bíblicas. La verdad es que la mayoría de ellos no vieron nada contradictorio en tratar de adherirse al Mesiazgo de Jesucristo por un lado, y por otro lado gritar “Heil” a un falso mesías político y su “reinado de mil años”. El ejemplo despreciable, impío y antibíblico de ellos lo siguieron sus feligreses... para su pesar en común. (Compárese con Mateo 15:14.)

      Los que no transigieron

      Sin embargo, en Alemania hubo un grupo de personas que defendieron valerosamente los principios cristianos. Ese grupo fue los testigos de Jehová. A diferencia del clero y sus seguidores, los Testigos rehusaron transigir ante Hitler y los nazis. Rehusaron violar los mandamientos de Dios. No quebrantarían su neutralidad cristiana respecto a asuntos políticos. (Véase Isaías 2:2-4; Juan 17:16; Santiago 4:4.) No atribuyeron Heil, o salvación, a Hitler, como lo hizo la abrumadora mayoría de los clérigos y sus feligreses.

      En lugar de hacer eso, los testigos de Jehová se unieron al apóstol Pedro al decir acerca de Jesucristo: “No hay salvación en ningún otro, porque no hay otro nombre debajo del cielo que se haya dado entre los hombres mediante el cual tengamos que ser salvos”. (Hechos 4:12; véase también Salmo 118:8, 9; 146:3.) Ninguno de ellos se manchó de sangre las manos en actividades militares a favor de Hitler, pues rehusaron servir en las fuerzas armadas de él. (Juan 13:35; 1 Juan 3:10-12.)

      Debido a su intransigente posición en contra de Hitler y el nazismo, los testigos de Jehová fueron perseguidos y luego enviados por millares a campos de concentración. La socióloga polaca Anna Pawełczyńska, quien sobrevivió al infame campo de exterminio de Auschwitz, comenta acerca de la fe firme y la integridad de ellos ante la crueldad inhumana. En su libro Values and Violence in Auschwitz, ella declaró que los testigos de Jehová eran “una firme fuerza ideológica y ganaron su batalla contra el nazismo”. Los calificó de “isla de incansable resistencia que existía en el corazón de una nación aterrorizada”. Y añadió: “Con ese mismo espíritu impávido desempeñaron su función en el campo de Auschwitz. Se las arreglaron para ganarse el respeto de sus compañeros de prisión [...], de los funcionarios de la prisión, y hasta de los oficiales de la SS. Todo el mundo sabía que ningún testigo de Jehová ejecutaría un mandato que estuviera en contra de sus creencias y convicciones religiosas”. Ella concluyó: “Los testigos de Jehová emprendieron una resistencia pasiva por su creencia, que iba en contra de toda guerra y violencia”.

      No, los testigos de Jehová no transigieron ante Hitler y su Tercer Reich. No cifraron su confianza y esperanza en el nazismo ni en ningún otro sistema político de este mundo. Rechazaron la gobernación humana por algo mejor. Así, a diferencia del clero y sus seguidores, los Testigos no llegaron a ser las víctimas espirituales del nazismo.

      Algo mucho mejor

      De la misma manera hoy día, los testigos de Jehová no cifran su confianza y esperanza en ideologías políticas de ninguna clase. Rechazan esas ideologías por algo mucho mejor que Dios ha prometido: un gobierno que Él ha formado y que introducirá un justo nuevo sistema, uno que resolverá todos los problemas de la humanidad. Este único gobierno para toda la Tierra es el Reino de Dios, ya establecido en los cielos bajo su Mesías, Cristo Jesús. (Mateo 6:9, 10; 2 Pedro 3:13.)

      El 1 de febrero de 1933, Hitler pronunció su primer discurso por radio. Después de jactarse de cómo cambiaría él a Alemania, concluyó pidiendo a sus oyentes que les dieran tiempo a él y su partido, y luego los juzgaran según los resultados. Doce años más tarde, su “reinado de mil años” terminó en desgracia. Se pronunció la sentencia contra su gobernación: Fue un desastre, pues hacia fines de la guerra había dejado a su pueblo, su país y al mundo casi irreconocibles, con cicatrices profundas.

      ¡Qué diferente al Reinado de Mil Años del Mesías bíblico, Cristo Jesús! Al final de este reinado, los humanos y la Tierra —al compararlos con su estado degenerado de hoy día— serán difíciles de reconocer. Sírvase leer la descripción que de él da la Biblia en Revelación 21:4, 5. ¡Luego imagínese a personas perfectas disfrutando de la vida a plenitud en una Tierra paradisíaca, completamente libres de cualquier ataque terrorista, guerra, ideología perjudicial, o cualquier otra cosa que pudiera estropear su felicidad! ¡Entonces dése cuenta de que usted, también, puede hallarse entre los que estén en esa maravillosa escena! (Isaías 35:1-7; 65:17-25; 1 Juan 2:17.)

  • Lo que significó el nazismo
    ¡Despertad! 1985 | 8 de junio
    • Lo que significó el nazismo

      En el libro The Rise and Fall of the Third Reich William L. Shirer muestra lo que significó el nazismo para los países conquistados: saqueo, explotación... y algo peor. Entre otras cosas, Shirer declaró: “Los judíos y los eslavos eran los Untermenschen... humanos inferiores. Para Hitler, ellos no tenían derecho a vivir, excepto que algunos de ellos, entre los eslavos, pudieran hacer falta para trabajar duro en los campos y las minas como esclavos [...] La cultura de los rusos y los polacos y otros eslavos había de ser extirpada, y a ellos se les había de negar la educación formal”.

      Después de mencionar el enorme saqueo material que los nazis tomaron de los países ocupados, Shirer comentó que “fue [por] el saqueo, no de bienes materiales, sino de vidas humanas” por lo cual el misericordiosamente breve régimen nazi sería recordado por más tiempo. Dijo: “Aquí la degradación nazi descendió a un nivel rara vez experimentado por el hombre durante todo su tiempo en la Tierra. Millones de hombres y mujeres decentes e inocentes fueron empujados a hacer trabajo obligatorio, otros millones fueron torturados y atormentados en los campos de concentración y todavía otros millones [...] fueron masacrados a sangre fría o deliberadamente se les mató de hambre”. Shirer concluye: “Esta increíble historia de horror no se podría creer si no estuviera plenamente documentada y atestiguada por los perpetradores mismos”. Por supuesto, las víctimas, también, han documentado y atestiguado plenamente los horrores.

      La Biblia describe correctamente la gobernación humana al decir: “El hombre ha dominado al hombre para perjuicio suyo”. Además: “No le pertenece al hombre que está andando siquiera dirigir su paso. Corrígeme, oh Jehová”. De modo que la Biblia aconseja: “No cifren su confianza en nobles, ni en el hijo del hombre terrestre, a quien no pertenece salvación alguna”. (Eclesiastés 8:9; Jeremías 10:23, 24; Salmo 146:3.)

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