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Alemania (Parte 1)Anuario de los testigos de Jehová para 1974
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fue añadido entonces a la lista de la literatura que las congregaciones habían de distribuir, y éstas, desconociendo las verdaderas circunstancias, lo pidieron, lo cual significó para el hermano Balzereit considerable ganancia financiera. También hizo que se edificara una cancha de tenis en Betel en cierta ocasión, no tanto para beneficio de la familia entera como para su propio uso.
En un intento por terminar a tiempo el nuevo edificio para ceremonias de dedicación durante la visita del hermano Rutherford, el hermano Balzereit había aumentado el número de trabajadores en Betel de 165 al fin de diciembre de 1930 a 230 personas, pero no fue honrado acerca de esto. Temiendo que el hermano Rutherford no aprobara el número de trabajadores, Balzereit hizo arreglos para que cincuenta hermanos fueran enviados afuera en un “viaje de predicación” que los mantuviera fuera de vista. A su regreso se les preguntó si preferían volver a casa o emprender el servicio de precursor. Varios de los hermanos, dándose cuenta de que era la obra de Jehová lo que estaba envuelto en la situación y no un asunto de personalidades humanas, aprovecharon esta oportunidad para comenzar a servir de precursores, mientras que otros se fueron amargados.
AUMENTA LA PERSECUCIÓN
En 1931, de nuevo fueron los funcionarios de Baviera quienes tomaron la iniciativa en la pelea contra el pueblo de Dios. Aplicando mal el reglamento de emergencia del 28 de marzo de 1931, que tenía que ver con disturbios políticos, súbitamente vieron una oportunidad de proscribir la literatura de los Estudiantes de la Biblia. En Munich, el 14 de noviembre de 1931, nuestros libros fueron confiscados. Cuatro días más tarde los funcionarios policíacos de Munich hicieron una declaración, aplicable por toda Baviera, imponiendo una proscripción a toda la literatura que producían los Estudiantes de la Biblia.
Naturalmente los hermanos inmediatamente entraron en acción para apelar. En febrero de 1932 el gobierno de la Baviera Superior sostuvo esta proscripción. Inmediatamente se apeló de esto al Ministerio de lo Interior bávaro, que rechazó la apelación el 12 de marzo de 1932 diciendo que era “sin fundamento.”
Ante esa decisión judicial, el presidente de la policía de Magdeburgo salió en defensa nuestra el 14 de septiembre de 1932, diciendo: “Por la presente verificamos que la Asociación Internacional de Estudiantes de la Biblia está únicamente envuelta en asuntos bíblicos y religiosos. No ha estado activa políticamente hasta este tiempo. No se han visto tendencias que indiquen enemistad contra el Estado.”
Pero mes tras mes las dificultades continuaron aumentando, hasta en otros estados alemanes. Paul Köcher había venido a Simmern con seis precursores especiales para exhibir allí en dos noches el Foto-Drama abreviado. No obstante, se vio obligado a interrumpir la exhibición, porque cuando se mostró a David con su arpa y se citó uno de sus salmos el auditorio entero se puso frenético. Rápidamente se descubrió que casi todos los concurrentes pertenecían a la SA, las tropas de asalto de Hitler.
En el Sarre hubo experiencias semejantes. En diciembre de 1931 se apeló al gobierno para que diera instrucciones a los oficiales de la policía de aquel lugar para que no estorbaran la obra. La instrucción se emitió, pero enfureció tanto al clero que semanalmente se dieron advertencias contra los Estudiantes de la Biblia desde el púlpito. Las hostilidades aumentaban continuamente, y para el fin de 1932 no había menos de 2.335 casos de tribunal pendientes. A pesar de esto, 1932 resultó ser el mejor año hasta entonces en cuanto a la publicación de literatura.
El 30 de enero de 1933 Hitler entró en el puesto de canciller del Reich. El 4 de febrero emitió un decreto permitiendo que la policía confiscara literatura ‘que pusiera en peligro el orden y la seguridad del público.’ Este decreto también restringía las libertades de asamblea y prensa.
PERÍODO DE TESTIMONIO DE ACCIÓN DE GRACIAS DEL RESTO
El Memorial cayó el 9 de abril de aquel año y con relación a él se planeó el “Período de testimonio de acción de gracias del resto” para los días 8 a 16 de abril. Se había de dar un testimonio mundial utilizando el folleto La Crisis.
En Alemania los hermanos no pudieron terminar este período de testimonio de ocho días en paz, sin embargo. La campaña con el folleto La Crisis terminó con una proscripción en Baviera el 13 de abril. Tras esto vinieron proscripciones en Sajonia el 18 de abril, en Turingia el 26 de abril, y en Baden el 15 de mayo. Otros estados alemanes hicieron lo mismo más tarde. El hermano Franke, de precursor en Maguncia en aquel tiempo, informa que la congregación de más de 60 publicadores allí tenía 10.000 folletos para distribuirlos. Los hermanos se dieron cuenta de que tenían que actuar rápidamente para distribuirlos. Habían organizado su tiempo de tal manera que 6.000 de los folletos ya habían sido distribuidos dentro de los primeros tres días de la campaña. Pero el cuarto día varios hermanos fueron arrestados y sus hogares fueron registrados. Sin embargo, la policía pudo encontrar solo unos cuantos ejemplares del folleto, puesto que los hermanos habían esperado esta acción y habían escondido los otros 4.000 folletos en un lugar seguro.
Todos los hermanos arrestados fueron puestos en libertad el mismo día. Inmediatamente hicieron arreglos para una campaña por la cual se distribuirían los 4.000 folletos entre todos los hermanos de la congregación que pudieran participar. Aquella noche fueron en sus bicicletas a Bad Kreuznach, una ciudad a unos cuarenta kilómetros de distancia, donde distribuyeron el resto de los folletos entre la población, dando algunos gratis. El día siguiente hubo prueba de que fue correcto hacer esto, porque mientras tanto la Gestapo había registrado los hogares de todas las personas de las cuales se sabía que eran Estudiantes de la Biblia. Pero los 10.000 folletos habían sido distribuidos.
En Magdeburgo, funcionarios gubernamentales le habían notificado a la oficina que el cuadro de la página del título (un guerrero que tenía una espada de la cual goteaba sangre) no era aceptable y habían exigido que fuera removido. El hermano Balzereit, que repetidamente había mostrado que estaba dispuesto a transigir, dio instrucciones inmediatas de remover de los folletos las cubiertas en colores.
Fue una semana de testimonio llena de agitación por lo que pudiera acontecer. El enemigo reveló diariamente con mayor claridad su resolución de atacar con fuerza tenaz. Eso hizo que fuera más animador, cuando se compiló el informe, hallar que 24.843 personas habían asistido a la celebración del Memorial, en comparación con 14.453 el año antes. El número de publicadores activos durante el período de testimonio fue también causa de regocijo: 19.268, en contraste con 12.484 durante la campaña con el folleto El Reino un año antes. Durante los ocho días de la campaña se distribuyeron 2.259.983 ejemplares del folleto La Crisis.
LA GESTAPO REGISTRA EL HOGAR BETEL
Los nazis esperaban hallar alguna clase de material que nos conectara con el comunismo cuando ocuparon la oficina y la fábrica de la Sociedad el 24 de abril. En tal caso pudieran haber aplicado una nueva ley y confiscado toda la propiedad y haberla dado al Estado, algo que ya se había hecho con los edificios que le pertenecían a los comunistas. Después de registrar el edificio la policía llamó a funcionarios gubernamentales cierta noche y les dijo que no habían hallado nada que incriminara. El mandato fue: “¡Tienen que hallar algo!” Pero su atentado fracasó y la propiedad tuvo que ser devuelta a los hermanos el 29 de abril. La oficina de Brooklyn había protestado contra la acción ilegal de apoderarse de la propiedad (posesión de una corporación estadounidense) a través del gobierno estadounidense aquel mismo día.
ASAMBLEA DE BERLÍN EL 25 DE JUNIO DE 1933
Para el verano de 1933 la obra de los testigos de Jehová había sido proscrita en la mayoría de los estados alemanes. Los hogares de los hermanos estaban siendo registrados con regularidad y muchos hermanos habían sido arrestados. El fluir del alimento espiritual fue parcialmente estorbado, aunque solo por algún tiempo; todavía muchos hermanos preguntaban por cuánto tiempo sería posible continuar la obra. En esa situación se invitó a las congregaciones, con muy poco tiempo, a una asamblea que se celebraría en Berlín el 25 de junio. Puesto que se esperaba que muchos no podrían asistir debido a las varias proscripciones, se animó a las congregaciones a enviar por lo menos uno o varios delegados. Pero resultó que 7.000 hermanos se presentaron. Para muchos de ellos el llegar allí les tomó tres días, pues algunos viajaron en bicicleta toda la distancia, mientras que otros fueron por camión, puesto que las compañías de autobuses rehusaron alquilar vehículos a una organización proscrita.
El hermano Rutherford, que había venido con el hermano Knorr a Alemania solo unos días antes para ver lo que se podía hacer para asegurar la seguridad de la propiedad de la Sociedad, había preparado una declaración con el hermano Balzereit para que fuera presentada a los delegados de la asamblea para adopción. Era una protesta contra el entremetimiento del gobierno de Hitler con la predicación que estábamos haciendo. Todos los funcionarios encumbrados del gobierno, desde el presidente del Reich hacia abajo, habían de recibir un ejemplar de la declaración, si era posible, por correo registrado. Varios días antes que comenzara la asamblea, el hermano Rutherford regresó a los Estados Unidos.
Muchos concurrentes se desilusionaron por la “declaración,” puesto que en muchos puntos no era tan fuerte como los hermanos habían esperado. El hermano Mütze, de Dresde, que había trabajado en estrecha asociación con el hermano Balzereit hasta aquel tiempo, lo acusó más tarde de haber debilitado el texto original. No era la primera vez que el hermano Balzereit le había restado fuerza al lenguaje claro e inequívoco de las publicaciones de la Sociedad para evitar dificultades con agencias gubernamentales.
Una gran cantidad de hermanos rehusó adoptarla solo por esta razón. De hecho, un hermano que había sido peregrino, por nombre Kipper, rehusó ofrecerla para adopción y otro hermano sustituyó. No se podía decir correctamente que la declaración hubiera sido adoptada unánimemente, aunque más tarde el hermano Balzereit le notificó al hermano Rutherford que así había sido.
Los delegados a la asamblea regresaron a sus casas cansados y muchos estaban desilusionados. No obstante, llevaron consigo 2.100.000 ejemplares de la “declaración” y rápidamente los distribuyeron y los enviaron a muchas personas en puestos de responsabilidad. El ejemplar que se le envió a Hitler estuvo acompañado de una carta que, en parte, decía:
“La presidencia de Brooklyn de la Sociedad Watch Tower es y siempre ha sido muy amigable con Alemania. En 1918 el presidente de esta Sociedad y siete miembros de la Junta de Directores en los Estados Unidos fueron sentenciados a 80 años de prisión debido a que el presidente rehusó dejar que dos revistas que él publicaba, en los Estados Unidos, se usaran en propaganda de guerra contra Alemania.”
Aunque la declaración había sido debilitada y muchos de los hermanos no pudieron concordar de todo corazón con su adopción, sin embargo el gobierno se enfureció y comenzó una ola de persecución contra los que la habían distribuido.
OFICINA DE MAGDEBURGO OCUPADA DE NUEVO
La distribución en toda Alemania de la declaración que se adoptó en Berlín solo un día después que la obra había sido proscrita en Prusia fue una señal para que la policía de Hitler entrara en acción. El 27 de junio todos los oficiales de la policía recibieron la orden de ‘hacer un registro inmediato de todos los grupos locales y lugares de negocio y confiscar cualquier material hostil al Estado.’ Un día más tarde, el 28 de junio, el edificio de Magdeburgo fue ocupado por treinta hombres de la SA, que cerraron la fábrica y levantaron la svástica sobre el edificio. Según el decreto oficial de los oficiales de la policía, hasta se prohibía estudiar la Biblia y orar en la propiedad de la Sociedad. El 29 de junio se le informó acerca de esta acción a toda la nación alemana por la radio.
A pesar de que el hermano Harbeck, superintendente de sucursal de Suiza, hizo intentos enérgicos para evitarlo, libros, Biblias y cuadros que pesaban un total de 65.189 kilogramos fueron sacados de la fábrica de la Sociedad el 21, 23 y 24 de agosto, puestos en veinticinco camiones y entonces quemados públicamente al borde de Magdeburgo. Los costos de imprenta por el material ascendían a unos 92.719,50 marcos. Además, se confiscaron varias publicaciones y entonces fueron quemadas o destruidas de otros modos en las varias congregaciones, como, por ejemplo, en Colonia, donde se destruyeron publicaciones por valor de por lo menos 30.000 marcos. The Golden Age, en su número del 1 de junio de 1934, informó que el valor total de propiedad destruida (muebles, literatura, etc.) estaba probablemente entre dos y tres millones de marcos.
La pérdida hubiera sido aun mayor si no se hubieran dado pasos para sacar la mayor parte de la literatura de Magdeburgo, en algunos casos por barco, y para almacenarla en otros lugares apropiados. De esta manera fue posible hacer que grandes cantidades de literatura quedaran escondidas de los ojos y manos de la policía secreta por muchos años. Mucho de esto se usó en la predicación clandestina durante los años siguientes.
Como resultado de la intervención del gobierno americano, el edificio de la Sociedad en Magdeburgo fue devuelto a la Sociedad en octubre. El documento de devolución, fechado 7 de octubre de 1933, decía que ‘la propiedad de la Sociedad se dejaba libre y devolvía enteramente para ser usada con libertad, aunque todavía se prohibía efectuar toda actividad allí, imprimir literatura o celebrar reuniones.’
“AMISTAD CON EL MUNDO”
El clero de la cristiandad no se avergonzó de mostrar francamente que apoyaba a Hitler y el esfuerzo de ése por perseguir a los testigos de Jehová. Según se informó en el Oschatzer Gemeinnützige del 21 de abril de 1933, el ministro luterano Otto, en un discurso transmitido por radio el 20 de abril, en honor del cumpleaños de Hitler, dijo:
“La Iglesia Luterana Alemana del Estado de Sajonia ha tratado con conocimiento con la nueva situación e intentará de nuevo, en la más estrecha cooperación con los líderes políticos de nuestro pueblo, hacer disponible a la entera nación la fortaleza del antiguo evangelio de Jesucristo. Los primeros resultados de esta cooperación ya se pueden informar por la proscripción que hoy se impuso a la Asociación Internacional de Estudiantes Sinceros de la Biblia y sus subdivisiones en Sajonia. Sí, ¡qué punto de viraje por la dirección de Dios! Hasta ahora Dios ha estado con nosotros.”
COMIENZA LA ACTIVIDAD CLANDESTINA
Aunque en el primer año de la entrada de los nazis al poder la actividad clandestina de testificar estuvo casi sin organización y las reuniones en grupitos no se celebraron en todas partes, la Gestapo halló nuevas razones para arrestar a los hermanos.
Poco después que los primeros hermanos habían sido arrestados y sus hogares registrados, los de pensar objetivo comenzaron a darse cuenta de que estas medidas eran sencillamente el principio de una campaña de persecución más intensa. Sabían que sería completamente insensato el tratar de resolver estas cuestiones en la mesa de conferencias. El único proceder propio era pelear por la verdad.
Pero una gran cantidad de hermanos vacilaba, pensando que lo mejor era esperar, porque Jehová ciertamente haría algo para evitar que se persiguiera así a su pueblo. Mientras este grupo perdía tiempo en su vacilación, y tratando ansiosamente de no empeorar la situación por ninguna acción de su parte, los otros publicadores estaban resueltos a continuar la obra. Hermanos valerosos pronto comenzaron a celebrar reuniones en grupitos en sus hogares, aunque sabían que esto pudiera hacer que fueran arrestados y sufrieran persecución severa.
En algunos lugares los hermanos comenzaron a mimeografiar copias de artículos de La Atalaya, algunos ejemplares de la cual siempre se pasaban clandestinamente desde países vecinos. Karl Kreis, de Chemnitz, fue uno de los primeros que hizo arreglos para hacer esto. Después de preparar los papeles de mimeógrafo los llevaba al hermano Boschan en Schwarzenberg, donde hacían ejemplares mimeografiados. Entre los que estuvieron especialmente activos en aquel tiempo estuvieron Hildegard Hiegel e Ilse Unterdörfer. Tan pronto como se emitió la proscripción se resolvieron a no dejar que nada evitara que cumplieran la comisión que Dios les había dado. La hermana Unterdörfer se compró una motocicleta y viajaba de ida y vuelta entre Chemnitz y Olbernhau llevando a los hermanos los ejemplares mimeografiados de La Atalaya. A los que vivían más cerca los visitaba en su bicicleta para no atraer indebida atención.
El hermano Johann Kölbl hizo arreglos para que en Munich se hicieran 500 ejemplares mimeografiados de La Atalaya y éstos eran entonces distribuidos entre los hermanos de aquel lugar así como en los territorios distantes de la selva de Baviera.
En Hamburgo fue el hermano Niedersberg quien inmediatamente tomó la iniciativa. Había sido peregrino por varios años antes de enfermar de esclerosis múltiple. A pesar de esta desventaja había hecho lo que podía. Ahora durante ese tiempo de prueba a los hermanos les gustaba visitarlo, porque siempre resultaba en fortalecimiento para la fe de ellos. Su amor a los hermanos pronto lo impulsó a dar pasos para asegurarse de que recibieran con regularidad alimento espiritual de nuevo. Comenzó a mimeografiar La Atalaya en su hogar. Le enseñó a Helmut Brembach a preparar los papeles de mimeógrafo y le mostró cómo operar el mimeógrafo. Entonces, viendo que la obra se podía hacer sin él, avisó a los otros que pensaba hacer un viaje para visitar a las congregaciones de la costa occidental de Schleswig-Holstein para animarlas y hacer arreglos para que les llegara La Atalaya. De nuevo consideró cuidadosamente con los hermanos cómo se podían enviar las revistas y preparó con ellos una clave por la cual sabrían por lo que él escribiera cuántos ejemplares enviar a cada congregación.
Fue el 6 de enero de 1934 que el hermano Niedersberg, a pesar de su mala salud, partió de su hogar. Solamente podía caminar con el mayor esfuerzo y con la ayuda de un bastón, pero salió confiando en Jehová. Después de visitar varias congregaciones sus primeros mensajes en clave llegaron a Hamburgo y se comenzó el envío de los primeros ejemplares de La Atalaya. Llegó a la vecindad de Meldorf precisamente cuando un hermano bien conocido en la comunidad murió. Puesto que muchos hermanos de congregaciones vecinas estarían presentes en el funeral, se le pidió al hermano Niedersberg que pronunciara el discurso del funeral. Él aprovechó esta oportunidad para pronunciar un vigoroso discurso, con el propósito de fortalecer a los hermanos presentes, que no habían podido asistir a ninguna reunión por meses. Como se esperaba, muchos hermanos asistieron y regresaron a sus territorios asignados muy animados por lo que habían oído.
Por supuesto, había otras personas en la concurrencia, hasta oficiales de la Gestapo. Después del discurso del hermano Niedersberg, pidieron su nombre y dirección, pero no lo arrestaron, evidentemente no atreviéndose a hacerlo debido a la ocasión. De modo que él pudo continuar su viaje, que se le estaba haciendo cada vez más difícil. Al llegar al lugar del hermano Thode en Hennstedt, súbitamente le dio un fuerte dolor de cabeza y murió poco después de un ataque. De modo que sus últimas fuerzas las había usado haciendo arreglos para que a los hermanos se les suministrara edificante alimento espiritual. Dos semanas más tarde la Gestapo se presentó en su hogar en Hamburgo-Altona para arrestarlo.
Además de ejemplares mimeografiados de La Atalaya producidos en Alemania, algunos eran enviados a Alemania desde Suiza, Francia, Checoslovaquia, sí, hasta desde Polonia, y aparecían en varias formas, a menudo en tamaños diferentes. Al principio muchos artículos de La Atalaya se enviaron de Zurich, Suiza, con el título “El Jonadab.” Después que la Gestapo descubrió este método, a todas las oficinas postales de Alemania se les dio la instrucción de confiscar todos los sobres que llevaran este título y tomar acción apropiada contra los destinatarios. En la mayoría de los casos esto llevó a que se les arrestara.
Más tarde el título y también la manera de envolver La Atalaya se cambiaban con casi cada número. En la mayoría de los casos se utilizaba el título del artículo de La Atalaya, y esto por lo general aparecía una sola vez, como, por ejemplo, “Las tres fiestas,” “Abdías,” “El combatiente,” “El tiempo,” “Cantores del templo,” y así por el estilo. Pero hasta algunos de estos ejemplares caían en manos de la Gestapo, y en este caso la Gestapo enviaba una carta circular a todo cuartel de la policía en Alemania informándoles que esta revista en particular estaba proscrita. Pero en la mayoría de los casos esta información llegaba demasiado tarde, porque para entonces ya había salido otro artículo de La Atalaya con una apariencia completamente diferente y un título completamente diferente. La Gestapo pronto tuvo que admitir con amarga cólera que los testigos de Jehová le llevaban la delantera en estrategia bélica.
Lo mismo sucedió con The Golden Age en alemán. Por algún tiempo no estuvo en la lista de las revistas proscritas. Más tarde, después que había sido oficialmente proscrita, por lo general hermanos que estaban en países extranjeros la enviaban particularmente a hermanos alemanes, especialmente desde Suiza. Los que enviaban las revistas siempre se aseguraban de que la dirección estuviera escrita a mano y que la escribiera una persona diferente cada vez.
Mientras menos éxito lograban los de la Gestapo en sus esfuerzos por eliminar estas fuentes del suministro, más brutales se hacían al tratar con los hermanos. Por lo general los arrestaban después de hacer un registro en sus hogares, aunque a menudo sin razón alguna. En la comisaría de la policía generalmente se trataba con crueldad a los hermanos en un esfuerzo por sacar de ellos alguna clase de admisión de culpa.
ELECCIONES “LIBRES”
Otra arma que se usaba para intimidar a la población, y especialmente dirigida contra los testigos de Jehová para obligarlos a transigir, eran las llamadas elecciones “libres.” A los que rehusaban permitir que los obligaran a votar se les denunciaba como “judíos,” “traidores a la Patria” y “bribones.”
Max Schubert, de Oschatz (Sajonia) fue visitado cinco veces por personas que trabajaban en las elecciones y querían llevarlo a las urnas el día de las elecciones. Su esposa fue visitada por mujeres que tenían la misma intención. El hermano Schubert dijo a sus visitantes cada vez, sin embargo, que era testigo de Jehová y había votado por Jehová, lo cual era suficiente y hacía innecesario votar de nuevo por otra persona.
El día siguiente le hicieron pasar un tiempo difícil. Él era agente de billetes o boletos para el ferrocarril y continuamente trataba con la gente. Aquel día la gente se esmeró en saludarlo con “Heil Hitler.” Él devolvió los saludos con “Buenos días” o algo parecido. Sin embargo, tuvo la sensación de que había algo “en la atmósfera,” y lo consideró con su esposa a la hora del almuerzo, diciéndole que se preparara para cualquier cosa que sucediera. Después de terminar su servicio aquella tarde un policía vino a buscarlo a las cinco y lo llevó al hogar del director local del Partido Nacional Socialista. Había una carreta pequeña tirada por dos caballos delante de la puerta. Obligaron al hermano Schubert a estar de pie en el medio, con varios miembros de la SA sentados alrededor de él, cada uno con una antorcha ardiente en la mano. Al frente estaba uno con un cuerno y detrás uno con un tambor, y por turno hacían sonar la alarma de modo que toda persona asomara la cabeza para ver la procesión. Dos hombres de la SA en la carreta llevaban un letrero grande que decía: “Soy un bribón y un traidor a la Patria, porque no voté.” Pronto alguien detrás de la procesión había formado un grupo que se puso a repetir en sonsonete las palabras del letrero. Al fin de la oración preguntaban: “¿A dónde debe ir?” y los niñitos de la muchedumbre gritaban al unísono: “¡A un campo de concentración!” El hermano Schubert fue llevado por dos horas y media por las calles de aquella ciudad de unos 15.000 habitantes. La radioemisora de Luxemburgo informó esto el día siguiente.
Algunos hermanos estaban empleados en trabajo del servicio civil. Puesto que no daban “el saludo alemán” ni participaban en elecciones ni manifestaciones políticas, el gobierno había estado haciendo planes desde el verano de 1934 para aprobar una ley que proscribiera nacionalmente a los Estudiantes de la Biblia, de modo que pudieran ser expulsados del trabajo del servicio civil. Esto exigía una ley nacional que proscribiera su actividad, más bien que solo leyes de los estados locales. Esa ley fue aprobada el 1 de abril de 1935. Pero individualmente algunas oficinas habían obrado ya por su propia autoridad.
Ludwig Stickel era tenedor de libros municipal en Pforzheim. El 29 de marzo de 1934 recibió del alcalde una carta que decía: “Estoy instituyendo procedimientos criminales contra usted con el propósito de despedirlo de su puesto. Se le acusa de haber rehusado votar en las elecciones del Reichstag el 12 de noviembre de 1933. . . .” En una larga carta el hermano Stickel explicó su posición, pero puesto que en realidad ya se le había celebrado juicio, se le notificó que había sido despedido el 20 de agosto.
La meta que tenían era la de privar a los testigos de Jehová de sus medios de sustento... despidiéndolos de sus empleos, echándolos de sus lugares de trabajo, cerrando sus negocios y prohibiéndoles ejercer sus profesiones.
Gertrud Franke, de Maguncia, descubrió esto después que su esposo había sido arrestado por quinta vez en 1936 y la policía secreta le había asegurado a ella que no tenían intención de ponerlo en libertad jamás. Después que la hermana Franke fue puesta en libertad —había sido encarcelada por unos cinco meses— fue a su agencia de empleos para hallar trabajo. No obstante, descubrió que por haber estado en prisión nadie quería darle empleo. Finalmente una fábrica de cemento fue obligada a aceptarla. Dos semanas más tarde ella tuvo su siguiente sorpresa cuando descubrió que sin su consentimiento había sido alistada en el Frente Obrero Alemán y que las cuotas le habían sido retenidas de su cheque. Reconociendo los objetivos políticos de esta organización, inmediatamente fue a la oficina y se quejó de que se le hubiera retenido dinero de su cheque para una organización que ella no reconocía de ninguna manera, y solicitó que se diera atención a este asunto. Esto resultó en que fuera despedida inmediatamente. Al presentarse en la oficina de empleos de nuevo se le dijo que la agencia de empleos ni le buscaría trabajo ni le daría ninguna clase de ayuda por desempleo. Si rehusaba unirse al Frente Obrero, el problema de cómo arreglárselas era solo de ella.
JÓVENES SE ENCARAN A PRUEBAS
En muchos casos a los hijos de los testigos de Jehová los privaron de la oportunidad de obtener una educación. Que Helmut Knöller cuente su experiencia en sus propias palabras:
“¡Al mismo tiempo que la actividad de los testigos de Jehová fue proscrita en Alemania, mis padres fueron bautizados en símbolo de su dedicación a Jehová! Para mí el tiempo de hacer una decisión vino cuando tenía trece años de edad y se anunció la proscripción. En la escuela muchas veces tuve que tomar decisiones con relación al saludo a la bandera, y en aquellas ocasiones decidí a favor de la fidelidad y la dedicación a Jehová. En medio de estas circunstancias, el seguir adelante para obtener una educación superior no se podía considerar, y por eso empecé a aprender el oficio de mercader como aprendiz en Stuttgart; esto incluía asistir dos veces por semana a una escuela comercial donde diariamente se celebraban ceremonias de izar la bandera. Puesto que yo era más alto que todos mis compañeros de clase, por supuesto atraje indebida atención cuando rehusé saludar la bandera.
“Cuando el maestro entraba en el salón se exigía que los estudiantes se pusieran de pie, saludaran con las palabras ‘Heil Hitler’ y levantaran la mano derecha. Yo no hacía eso. El maestro naturalmente dirigía su atención solamente a mí y a menudo hubo escenas como la siguiente: ‘Knöller, ¡venga acá! ¿Por qué no saluda con “Heil Hitler?”’ ‘Eso va contra mi conciencia, señor.’ ‘¿Qué? ¡Cerdo! Apártese de mí —usted hiede— más lejos. ¡Qué vergüenza! ¡Un traidor!’ etc. Entonces fui transferido a otra clase. Mi padre le habló al principal y recibió la siguiente explicación característica: ‘¿Puede darles siquiera un pedazo de pan el Dios en quien ustedes confían? Adolfo Hitler puede, y lo ha probado.’ Esto significaba que la gente debería honrarlo y saludarlo con las palabras ‘Heil Hitler.’”
Después que había terminado su aprendizaje, estalló la II Guerra Mundial y el hermano Knöller fue llamado para el servicio militar. Él informa lo siguiente acerca de esto:
“El 17 de marzo de 1940 me llamaron para el servicio militar. Por mucho tiempo yo había pensado en lo que sucedería. Calculé que al presentarme al centro de reclutamiento pero entonces rehusar tomar el juramento me llevarían a un tribunal de guerra y me fusilarían. De hecho, ¡prefería esto a que me encerraran en un campo de concentración! Pero no resultó así. No me sometieron a juicio delante de un tribunal militar, sino que me encarcelaron con raciones de pan y agua. Cinco días más tarde la Gestapo vino y me llevó a una audiencia que duró varias horas, donde me hicieron toda suerte de amenazas. Aquella noche me devolvieron a la prisión. Yo estaba muy contento; ya no había rastro alguno de temor, sino solo de gozo y de la expectativa de lo que el futuro traería y de que Jehová me ayudaría de nuevo. Tres semanas más tarde agentes prominentes de la Gestapo me leyeron una orden que decía que debido a mi actitud de enemistad al Estado y el peligro de que estuviera activo a favor de los Estudiantes Internacionales de la Biblia, que estaban proscritos, tenía que permanecer en detención protectoria. Eso significaba ‘campo de concentración.’ De modo que sucedió exactamente lo contrario de lo que yo había esperado. Junto con otros prisioneros, me arrojaron en el campo de concentración de Dachau el 1 de junio.”
El hermano Knöller no solo llegó a saber lo que era la vida en Dachau, sino también en Sachsenhausen. Más tarde fue transferido, junto con varios otros prisioneros, a la isla de Alderney, en el canal de La Mancha. Un viaje dramático lo llevó a Steyr, Austria, donde él y los que estaban con él fueron finalmente puestos en libertad el 5 de mayo de 1945. La turbulencia de aquellos años se puede ver en el hecho de que el hermano Knöller, que había sido objeto de tanta persecución, todavía no había tenido una oportunidad de simbolizar su dedicación a Jehová por medio de bautismo en agua, aunque sus años de fidelidad en medio de las más difíciles de las circunstancias eran prueba de que estaba dedicado. En el grupito de sobrevivientes con los cuales regresó a casa había otros nueve hermanos, todos los cuales habían aguantado con fidelidad entre cuatro y ocho años en campos de concentración y que ahora aprovecharon con gratitud la oportunidad de bautizarse en Passau.
NIÑOS ARRANCADOS DE SUS PADRES
El hermano Strenge y su esposa supieron por experiencia de la poca oportunidad que tenían los testigos de Jehová durante aquellos años turbulentos en cuanto a recibir sus derechos legales. El hermano Strenge fue arrestado y sentenciado a tres años de prisión, de modo que la hermana Strenge, que ahora había quedado sola con sus hijos, fue sumida en una situación que demandaba cuantas fuerzas podía acopiar. Informa lo siguiente:
“En la escuela mi hijo había de aprender una canción patriótica y un poema patriótico de memoria. Puesto que no podía armonizar esto con sus convicciones religiosas, rehusó hacerlo. Su maestro hizo que dos muchachos lo llevaran como un prisionero al director, cierto Sr. Hanneberg, quien le dijo que le golpearían su dedo hasta que estuviera tan sangriento e hinchado y negro que ‘no pudiera introducirlo más por su [recto].’ Continuó amenazándolo y le dijo que jamás vería a su padre de nuevo. Finalmente le preguntó a este jovencito de diez años si rehusaría rendir servicio militar. Günter se refirió a la Biblia y dijo: ‘El que toma la espada perece por la espada,’ por lo cual el director le dio al maestro de Günter la instrucción de ‘castigarlo como se acostumbra.’ Después el director lo envió a casa, diciendo que le diría a la policía que lo recogieran en casa cinco minutos más tarde para ponerlo en un reformatorio. Mi hijo apenas había llegado a casa cuando la policía se presentó frente a nuestra casa en un automóvil grande. Varios agentes exigieron ruidosamente entrada, pero yo me negué a abrir la puerta. Después de un rato la policía se retiró a la casa de mi vecina, y le exigió evidencia incriminadora contra mí. Ella no pudo ofrecer ninguna evidencia incriminadora como la que querían, pero fue sometida a presión por tanto tiempo que finalmente admitió que nos oía cantar una canción y orar cada mañana. Entonces la policía se fue.
“La mañana siguiente como a las 10:30 la policía regresó. Puesto que yo no estaba dispuesta a abrir la puerta, los oficiales de la Gestapo gritaron: ‘¡Maldita Estudiante de la Biblia! ¡Abra!’ Entonces fueron a buscar a un cerrajero que vivía cerca y le hicieron forzar la cerradura.
“Poniéndome un revólver al pecho, uno de los agentes de la Gestapo gritó: ‘Dénos los niños.’ Pero yo los apreté a mí mientras ellos se apegaban a mí en busca de protección. Por temor de que nos separaran a la fuerza, gritábamos por ayuda a voz en cuello.
“La ventana estaba abierta y un gran número de personas se reunió enfrente de la casa y oyó mis alaridos de desesperación: ‘Yo di a luz mis hijos con grandes dolores de parto y nunca se los entregaré. Primero tendrán que matarme a golpes.’ Entonces, vencida por la agitación, me desmayé. Después que recobré el sentido la Gestapo me interrogó por tres horas. Trataron de conseguir que incriminara a mi esposo. El interrogatorio fue interrumpido varias veces por mis desmayos. Mientras tanto, la muchedumbre que siguió creciendo enfrente de la casa comenzó a indicar cada vez más claramente por su ruido que no concordaba con lo que estaba pasando. Finalmente la Gestapo se retiró una vez más, sin haber logrado lo que había venido a hacer. Ahora se pusieron a tratar de llevarse a los niños secretamente. Aparentemente según este plan se me solicitó que compareciera ante un tribunal especial en Elbing unos días después. El mismo día mis hijos habían de presentarse ante el tutor que había sido nombrado para ellos. Yo me sospechaba lo peor y visité al tutor con ambos niños el día antes. Él dijo que mi hija de quince años sería puesta en un campamento de trabajo y Günter, de diez años, sería dado a una familia que lo entrenaría a la manera nacional socialista. Si rehusaban, ambos serían colocados en un reformatorio. En mi excitación, pregunté: ‘Dígame, ¿estamos ya viviendo en Rusia, o estamos todavía en Alemania?’ a lo cual respondió: ‘Sra. Strenge, voy a pasar por alto lo que acaba de decir. Yo también vengo de una familia religiosa; ¡mi padre es ministro!’ Cuando solicité que por lo menos se le permitiera a mi hija aceptar un aprendizaje en algún lugar, este procurador replicó: ‘No quiero dificultades con ustedes. Preferiría tratar con veinte jóvenes de otra clase que con un solo Estudiante de la Biblia.’
“Llegó el sábado, el día en que había de ir al tribunal en Elbing para defender mi fe en Jehová y sus promesas. Para fortalecerme y para desahogar una vez más mi corazón, visité a mi esposo en la prisión antes de ir. Cuando lo trajeron, me desplomé llorando en sus brazos. Toda la angustia y todos los terribles acontecimientos de los últimos días una vez más me vinieron a la mente: mi esposo sentenciado a tres años de prisión, los hijos arrancados de mí y separados el uno del otro. Estaba quebrantada de espíritu y al extremo de lo que podía aguantar. Pero como palabras de ángeles fueron las palabras de mi esposo, quien me consoló pintándome las experiencias de Job y sus sufrimientos y sin embargo su fidelidad inquebrantable a Dios, de manera que hasta después de haber perdido todo, no acusó a Dios de hacer mal. Relató que él también había sido abundantemente bendecido por Jehová después de la prueba severa que le produjeron las muchas audiencias y el juicio. Esto me dio nuevas fuerzas. Ahora fui a la audiencia con la cabeza en alto para oír con orgullo acerca del celo con que mis hijos habían dado testimonio acerca de Jehová y su Reino y de su fe delante de sus maestros y otros funcionarios encumbrados. El ‘tribunal alemán’ dio este fallo: Por no haber criado a mis hijos en el sentido del nacionalsocialismo, y por haber cantado canciones de alabanza a Jehová con ellos, tendría que ser sentenciada a ocho meses de prisión.”
OSTRACISMO POR COMPAÑEROS DE CLASE
El hermano Willi Seitz, de Carlsruhe, cuando tenía doce años de edad tuvo una clase diferente de experiencia. Él mismo informa lo siguiente:
“Difícilmente puedo describir lo que he tenido que aguantar hasta ahora. Mis compañeros de estudios en la escuela me han golpeado; cuando vamos en caminatas, tengo que ir solo, si siquiera se me permite ir, y no puedo hablar a mis amigos de la escuela, los que todavía tengo. En otras palabras: ‘Me odian y se burlan de mí como de un perro sarnoso.’ Mi único consuelo ha sido que el reino de Dios pronto vendrá. . . .”
El 22 de enero de 1937 Willi fue expulsado de la escuela “porque rehúsa dar el saludo alemán, cantar canciones patrióticas y participar en las celebraciones escolares.”
CONDENADO POR ORAR Y CANTAR
Max Ruef, de Pocking, también descubrió que se hicieron atentados sistemáticos por obligar a los testigos de Jehová a quebrantar su integridad. Le arruinaron completamente su medio de ganarse el sustento. Una hipoteca que había sacado con el propósito de hacer unos cambios de construcción fue cancelada. Al no poder pagar la hipoteca inmediatamente, toda su propiedad fue puesta en subasta en mayo de 1934.
“La persecución no se detuvo con eso,” relata el hermano Ruef. “Al contrario, por instigación del liderato político fui acusado falsamente y llevado al tribunal. Puesto que no había nada de lo cual pudieran acusarme, fui sentenciado a seis meses de prisión por un tribunal especial en Munich por haber participado en orar y cantar proscritos en mi hogar. Comencé a cumplir mi sentencia el 31 de diciembre de 1936. Mi esposa, que esperaba su tercer hijo, no recibió, aparte de un alquiler de 12 marcos del Reich, ninguna clase de sostén para ella y los dos niños de nueve y diez años de edad. Llegó el tiempo en que iba a dar a luz. Los dos solicitamos una interrupción en mi cumplimiento de la sentencia por unas cuantas semanas de modo que yo pudiera atender ciertas cosas necesarias. Una semana antes del tiempo en que el niño había de nacer nuestra petición nos fue negada con el comentario de que ‘no era apropiada.’
“El 27 de marzo se me notificó que mi esposa había muerto y que me dejarían libre por tres días para que me encargara de los asuntos necesarios. Inmediatamente fui a la clínica donde habían llevado a mi esposa después de haber dado a luz, aunque ella había muerto antes de llegar allí. El doctor y una de las enfermeras, que todavía no sabían que yo era testigo de Jehová, me instaron firmemente a ‘denunciar al doctor y a la partera, porque su esposa estaba saludable y no tenía nada malo,’ pero solo respondí agotado: ‘Entonces tendría mucho que hacer.’ En casa, con el niñito muerto que yacía en el dormitorio, hallé a los otros dos niños, de nueve y diez años de edad, en la condición mental que uno pudiera fácilmente imaginarse. ¿Debería dejarlos solos ahora sin nadie que los atendiera, quizás para nunca más verlos de nuevo?”
Los suegros del hermano Ruef solicitaron que el cadáver de su esposa fuera enviado a Pocking, donde no se permitió que nadie que no fuera de la familia cercana hablara al lado de la tumba. Así fue que el hermano Ruef mismo pronunció el discurso de funeral de su esposa, y Jehová lo fortaleció para hacerlo.
Al hermano Ruef se le hizo imposible soportar el pensamiento de tener que dejar ahora solos a sus dos hijos sin que hubiera quien los atendiera. Quedándole solo unas cuantas horas más antes de tener que volver a prisión, llevó a uno de sus dos hijos a sus suegros, aunque éstos no eran testigos de Jehová, y el otro lo llevó a hermanos que vivían cerca de la frontera suiza. Finalmente, escapó dramáticamente a través de la frontera a Suiza donde recibió asilo con su hijo.
PRIMERO CASTIGO, ENTONCES “AMIGABILIDAD,” PARA QUEBRANTAR LA INTEGRIDAD
Hubo casos en que los niños que fueron separados de sus padres se debilitaron en la fe por un tiempo y de hecho estuvieron en peligro de ser atraídos al campamento de los nazis, tal como calculaban que sucedería los líderes de aquel movimiento. Considere, por ejemplo, a Horst Henschel, de Meissen, quien, en 1943, fue bautizado a los doce años de edad con su padre. Él escribe:
“Mi niñez estuvo llena de triunfos y fracasos. Me aparte de la Juventud de Hitler —por lo menos hasta donde era posible— y me sentí contento y fuerte. Cuando rehusaba dar el saludo de Hitler, que se requería diariamente en la escuela, me golpeaban pero me regocijaba al saber, fortalecido por mis padres, que había permanecido fiel. Pero hubo ocasiones en que debido al castigo físico o por temor a la situación decía ‘Heil Hitler.’ Recuerdo que entonces iba a casa con los ojos llenos de lágrimas y que orábamos juntos a Jehová y que de nuevo recibía valor para resistir los ataques del enemigo la siguiente vez. Entonces lo mismo sucedía de nuevo.
“Cierto día la Gestapo vino y registró nuestra casa. ‘¿Es usted testigo de Jehová?’ preguntó uno de los hombres de hombros anchos de la SS a mi madre. Como si fuera hoy, la puedo ver apoyándose contra el marco de la puerta y diciendo firmemente ‘Sí,’ aunque sabía que esto significaba que tarde o temprano la arrestarían. La arrestaron, dos semanas después.
“Ella estaba ocupada atendiendo a mi hermanita, que tendría un año de edad el día siguiente, cuando la policía vino con una orden de arresto contra ella. . . . Puesto que mi padre estaba en casa en aquel tiempo permanecimos bajo su jurisdicción. . . . Dos semanas más tarde mi padre fue arrestado también. Todavía lo puedo ver de cuclillas frente al hornillo de la cocina con la mirada puesta en el fuego. Antes de salir para la escuela lo había abrazado tan fuertemente como podía, pero él no se había vuelto para mirarme. Frecuentemente he pensado en la dura pelea que tuvo y agradezco a Jehová hasta este día el que Dios le suministrara la fuerza necesaria para darme tan buen ejemplo. Vine a casa y descubrí que estaba solo. A mi padre le habían ordenado rendir servicio militar y él había ido a la junta de reclutamiento del pueblo a explicar por qué rehusaba. Fue arrestado inmediatamente. Mis abuelos y nuestros otros parientes —todos los cuales se oponían a los testigos de Jehová y algunos de los cuales eran miembros del partido nazi— habían dado pasos para adquirir custodia de mí y mi hermanita de un año de edad para que no se nos pusiera en un hogar juvenil o quizás hasta en una escuela reformatoria. Una segunda hermana mía, que ya tenía veintiún años de edad, fue arrestada solo dos semanas después de mi padre, y murió tres semanas más tarde en prisión de difteria y escarlatina.
“Ahora mi hermanita y yo estábamos con nuestros abuelos. Recuerdo que me arrodillaba a lado de la cama de mi hermanita para orar. No se me permitía leer la Biblia, pero después de obtener una secretamente de una vecina, lo hacía.
“Mi abuelo, que no estaba en la verdad, visitó una vez a mi padre en prisión. Regresó a casa muy indignado y terriblemente encolerizado. ‘¡Este criminal, este inútil! ¿Cómo puede abandonar a sus propios hijos?’ Encadenado de manos y pies, mi padre fue llevado ante mi abuelo, quien, junto con los otros, trató de convencerlo para que rindiera servicio militar por consideración a los hijos. Pero él continuó fiel y rechazó firmemente la sugerencia; viendo esto, un agente le dijo a mi abuelo: ‘Aunque este hombre tuviera diez hijos, no haría nada diferente.’ Aunque a mi abuelo le fue terrible oír aquello, para mí era prueba de que mi padre permanecía fiel y de que Jehová lo estaba ayudando.
“Algún tiempo después recibí una carta de él. Fue su última carta. Puesto que no sabía dónde estaba aprisionada mi madre, me escribió a mí. Subí a mi cuarto en la buhardilla y leí las primeras palabras: ‘Regocíjate cuando recibas esta carta, porque he perseverado. En dos horas mi sentencia será ejecutada. . . .’ Me entristecí y lloré, aunque entonces no entendí la profundidad del asunto como lo hago hoy día.
“Ante todos estos acontecimientos decisivos permanecí relativamente fuerte. No hay duda de que Jehová me dio la fuerza necesaria para resolver mis problemas. Pero Satanás tiene muchas maneras de atraer a uno a su trampa y pronto iba a tener experiencia de esto. Uno de mis parientes habló a mis maestros pidiéndoles que fueran pacientes conmigo. Súbitamente todos se hicieron muy, muy amigables conmigo. Los maestros no me castigaban, aun cuando no los saludaba con ‘Heil Hitler,’ y mis parientes se hicieron especialmente amigables y buenos conmigo. Entonces sucedió.
“Por mi propia iniciativa volví a unirme a la Juventud de Hitler, aunque nadie trató de obligarme a hacerlo, y aunque solo fue unos cuantos meses antes del fin de la II Guerra Mundial. Lo que Satanás no había logrado con el rigor, lo pudo lograr con lisonjas y astucia. Hoy puedo decir que la persecución severa desde el exterior puede someter a prueba nuestra lealtad, pero que los ataques sutiles de Satanás desde otros ángulos no son menos peligrosos que los ataques brutales. Hoy me doy cuenta de lo difíciles que fueron las pruebas de fe que mi madre tuvo que soportar mientras estuvo en prisión. Yo había recibido la última carta de mi padre en confirmación de su fidelidad y dedicación hasta la muerte y esto me fortaleció inmensamente. Ella, por otra parte, recibió la ropa y los trajes de él, en los cuales todavía se veían claramente manchas de sangre, testigos silenciosos de los hostigamientos de su muerte. Mi madre me dijo más tarde que se le había hecho muy difícil soportar todas estas cosas, pero que su prueba más difícil durante este tiempo fueron mis cartas que indicaban que yo había dejado de servir a Jehová.
“La guerra terminó pronto. Mi madre vino a casa y me ayudó a volver al camino de la dedicación. Continuó criándome en el amor de Jehová y en dedicación a él. Mirando al pasado, veo que en aquel tiempo tuve muchos de los mismos problemas que muchos de nuestros hermanos jóvenes tienen hoy. Pero mi madre jamás dejó de luchar por ayudarme a mantenerme en la senda de la dedicación. Debido a la bondad inmerecida de Jehová ahora he tenido el privilegio de estar en el servicio de tiempo cabal por veintidós años, y por seis años y cuatro meses de este tiempo estuve en prisión en la Alemania Oriental, aprisionado tal como lo estuvieron mis padres.
“Muchas veces me he preguntado qué hice para merecer el haber sido tan abundantemente bendecido por Jehová en el pasado. Hoy creo que las oraciones de mi padre y mi madre han sido responsables de esto. No pudieron haber dado mejor ejemplo de conducta cristiana de lo que hicieron por medio de su propio proceder.”
Hay unos 860 casos conocidos de niños que les fueron quitados a sus padres, aunque el número exacto pudiera ser mucho más grande. En vista de tanta crueldad, no es extraño que con el transcurso del tiempo las autoridades llegaran hasta el grado de hacer imposible tener hijos por medio de sencillamente declarar que uno de los padres tenía una “enfermedad hereditaria.” Entonces podía ser esterilizado bajo las estipulaciones de la ley.
MÉTODOS EN LAS AUDIENCIAS
Una de las crueles tácticas que se empleaban era dejar que el cónyuge y los otros miembros de la familia supieran de los tormentos que tenían que sufrir sus amados mientras se les interrogaba. Emil Wilde describe la crueldad de esto, pues él se vio obligado a escuchar desde su celda mientras literalmente se torturaba a muerte a su esposa.
“El 15 de septiembre de 1937,” comienza él, “temprano en la mañana como a las cinco, dos oficiales de la Gestapo vinieron e hicieron un registro en nuestra casa, después de someter primero a interrogatorio a mis hijos. Después de esto, mi esposa y yo fuimos llevados a la comisaría de policía e inmediatamente encerrados en celdas de prisión. Nuestra primera audiencia aconteció unos diez días después. Se me dijo que mi esposa también tendría su primera audiencia aquel mismo día, y así fue.
“Desde el mediodía en adelante, como a la una, oí los gritos fuertes de una mujer. La estaban golpeando, y a medida que los gritos continuaron haciéndose más fuertes y pude oír más claramente, reconocí que eran de mi esposa. Toqué el timbre y pregunté por qué estaba siendo golpeada la mujer, mi esposa; se me dijo que no era mi esposa, sino otra mujer, que merecía los golpes debido a que no se había comportado bien. Algún tiempo después aquella tarde los gritos comenzaron de nuevo y se hicieron tan intensos que una vez más toque el timbre para quejarme de la manera en que estaban tratando a mi esposa. La Gestapo continuó negando que era mi esposa. Para la una aquella noche ya no pude resistir más y toqué el timbre de nuevo, y esta vez el resultado fue que el oficial de la policía, cuyo nombre no conozco, dijo: ‘¡Si toca el timbre una sola vez más, le haremos a usted lo mismo que le hemos hecho a su esposa!’ Después hubo silencio por toda la prisión, porque mientras tanto habían llevado a mi esposa a la clínica de casos nerviosos. Temprano en la mañana del 3 de octubre el jefe de la guardia de la Gestapo, Classin, vino a mi celda y me dijo que mi esposa había muerto en la clínica de casos nerviosos. Le dije a su misma cara que ellos tenían la culpa por la muerte de mi esposa, y el día del funeral de ella levanté cargos de asesinato contra la Gestapo. Esto resultó en que la Gestapo levantara contra mí cargos de difamación.
“Esto quería decir que habría otro juicio además del primero que tuve. Cuando se celebró, dos hermanas se levantaron durante la audiencia especial del tribunal y testificaron así: ‘Oímos a la señora Wilde gritar: “Diablos, me están matando a golpes.”’ El juez respondió: ‘Pero ellas no lo vieron, solo lo oyeron. Lo sentencio a un mes de prisión.’ Varias hermanas, que vieron a mi esposa después de su muerte, confirmaron que estaba terriblemente desfigurada con ronchas grandes alrededor de la garganta y cruzándole el rostro. Me negaron permiso para asistir al funeral.”
En otros casos se hicieron intentos por hipnotizar a los hermanos. Algunos de ellos recibieron alimento con drogas, de modo que por algún tiempo perdieron control de lo que decían. En un esfuerzo por obligar a otros a confesar, sus manos y pies les fueron atados a sus espaldas durante toda la noche. Puesto que algunos no pudieron mantenerse firmes bajo tan terribles formas de tortura, la Gestapo pudo obtener información acerca de cómo estaba organizada la obra de los testigos de Jehová y cómo se efectuaba.
OFICIALES Y EMPLEADOS AMIGABLES
Aunque los oficiales usaban el ‘nuevo lenguaje poderoso y fuerte,’ que caracterizaba especialmente a todos los líderes del nuevo estado, basado como estaba en el llamado ‘principio del führer,’ sin embargo fue agradable ver que en un lugar y otro algunos oficiales de la policía, en sus tratos con los testigos de Jehová tanto fuera como dentro de las prisiones, mostraron que todavía podían tener compasión de sus semejantes.
Carl Göhring, debido a que rehusó dar el “saludo alemán” y unirse a la Organización del Frente Obrero, fue despedido de su empleo con la compañía particular de ferrocarril de la Empresa Leuna de Merseburgo. La agencia de empleos rehusó buscarle trabajo y la oficina de bienestar público rehusó suministrarle sostén de clase alguna. Pero Jehová, que sabe lo que su pueblo necesita, dirigió el asunto de manera que el hermano Göhring pronto hallara empleo en la fábrica de papel de Weissenfels. El director de ésta, el Sr. Kornelius, aceptó a todos los hermanos de la vecindad que habían sido despedidos de sus empleos y no les exigió nada que hubiera estado en conflicto con la conciencia de ellos.
Más tarde se vio que hubo otros patronos como éste también, aunque no muchos. De ese modo muchos hermanos fueron salvados de las garras de la Gestapo.
Hubo también individualmente jueces que en el fondo no estaban de ningún modo de acuerdo con los métodos violentos que usaba el gobierno de Hitler. Especialmente al principio, varios jueces pusieron ante los hermanos un papel inofensivo para que lo firmaran, uno que sencillamente declaraba que se abstendrían de participar en toda actividad política. Puesto que los hermanos podían firmar esto sin reserva alguna, esto salvó a muchos de ellos de perder su libertad.
Muchas veces cuando se efectuaban registros de casas había indicación de que no todos los funcionarios odiaban a los testigos de Jehová como pudiera parecer externamente. El hermano Poddig y su esposa experimentaron esto cuando su hogar fue sometido a un registro. Acababan de recibir correspondencia, incluso ejemplares de La Atalaya junto con otras publicaciones, de la hermana carnal de la hermana Poddig, quien vivía en Holanda. Sin embargo, antes que pudieran leer nada, de repente el timbre de la puerta comenzó a sonar.
“Pronto,” exclamó la hermana Poddig, “mete todo en la despensa y cierra la puerta.” Puesto que esto pudiera haber atraído atención, sin embargo, al último instante decidió dejar la puerta abierta. Mientras tanto, el agente de la Gestapo, acompañado por un hombre de la SA, había entrado en la casa. “Bueno,” comenzó él, “empecemos aquí mismo.” Con eso quería decir la despensa con su puerta abierta. Súbitamente, el hijito del hermano Poddig dijo: “Se puede buscar por mucho tiempo antes de encontrar algo en la despensa,” lo que hizo que el agente se echara a reír y respondiera: “Bueno, pues, entremos en el otro cuarto.” Toda la búsqueda fue inútil. De hecho, el hermano Poddig y su familia se quedaron con la impresión de que ellos —por lo menos el agente de la Gestapo— no querían hallar nada. Se vio que el hombre de la SA no pensaba que la búsqueda se hubiera ejecutado con todo cuidado y quería continuar el registro. Pero el agente de la Gestapo lo reprendió y le prohibió seguir registrando. Al salir, súbitamente regresó solo y le susurró a la hermana Poddig: “Sra. Poddig, escuche lo que le digo. Le van a quitar sus hijos porque no están en la Juventud de Hitler. Haga el favor de enviar a sus hijos, aunque sea solo por las apariencias.” “Entonces ambos partieron y pudimos leer nuestra correspondencia de Holanda en paz,” escribe el hermano Poddig. “Dimos gracias a Jehová por las muchas cosas nuevas y por La Atalaya que de nuevo había sido incluida.”
BURLADOS
Por supuesto, hay muchos casos en que los oficiales de la Gestapo aparentemente fueron heridos con ceguera cuando efectuaban sus registros y en que frecuentemente quedaron burlados por las muy rápidas acciones de los hermanos, en manifestación clara de la protección de Jehová y la ayuda angelical.
La hermana Kornelius, de Marktredwitz, cuenta esta experiencia: “Un día otro policía se presentó para efectuar un registro. Teníamos varias publicaciones en la casa, incluso varias Atalayas mimeografiadas. Al momento, no vi ninguna otra posibilidad sino la de meterlas todas en una cafetera vacía, que por casualidad estaba sobre la mesa. Después que ellos buscaran en todas partes, bastaba solo esperar hasta que descubrieran el escondite. Precisamente en ese momento, y sin que yo la esperara, mi hermana carnal vino al apartamento. Sin preliminares, le dije: ‘Toma, llévate tu café.’ Al principio ella se sorprendió un poco, sin embargo entendió lo que quise decir, y se fue inmediatamente, llevándose la cafetera. La literatura quedó fuera de peligro y los oficiales no habían notado que habían sido burlados.”
Divertida es la historia que cuentan el hermano Kornelius y su esposa acerca de su hijito de cinco años de edad, Siegfried, quien en aquel tiempo no tenía dificultades con el “saludo alemán” y cosas semejantes porque todavía no era de edad escolar. Pero puesto que sus padres lo estaban criando en la verdad, sabía que la literatura de sus padres, que ellos siempre escondían después de leerla, era muy importante y que no se había de permitir que la Gestapo la hallara. Cierto día cuando vio que dos oficiales cruzaban el patio de la casa de sus padres, inmediatamente se dio cuenta de que buscarían la literatura escondida y al punto supo lo que tenía que hacer para evitar que hallaran algo. Aunque todavía no era de edad escolar, se apoderó del cartapacio de su hermano mayor, lo vació por completo y lo llenó con toda la literatura. Se colgó el cartapacio en la espalda y salió a la calle con él. Allí esperó hasta que los oficiales se fueron, después de hacer un registro infructífero. Después de eso regresó a la casa y volvió a esconder la literatura donde la había encontrado.
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Alemania (Parte 2)Anuario de los testigos de Jehová para 1974
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Alemania (Parte 2)
SE ENCUENTRAN “OVEJAS” EN LA PRISIÓN
Mientras estaban en prisión los hermanos se pusieron en comunicación con personas de toda clase y, naturalmente, hasta donde fue posible, les hablaron acerca de su esperanza. ¡Qué grande fue su gozo cuando uno de sus compañeros de prisión aceptaba la verdad! Willi Lehmbecker nos cuenta una experiencia de esta índole. Él estaba encarcelado con varios prisioneros en un cuarto donde se permitía fumar:
“Mi litera estaba arriba, pero el prisionero que dormía debajo de mí fumaba tanto que yo casi no podía respirar. Mientras todos los demás dormían yo pude testificarle con la Biblia acerca del propósito de Dios para la humanidad. Descubrí que escuchaba atentamente. Este joven estaba activo en la política y había sido detenido por distribuir revistas ilegales. Nos prometimos que, una vez que obtuviéramos la libertad de nuevo, si todavía estábamos vivos, trataríamos de visitarnos. Pero lo que sucedió fue diferente. En 1948 lo encontré de nuevo en una de nuestras asambleas de circuito. Él me reconoció inmediatamente, me saludó gozosamente y entonces me contó su historia. Después de haber cumplido su tiempo y haber sido puesto en libertad, había sido reclutado para el servicio militar y había servido en el frente de Rusia. Allí tuvo una oportunidad de meditar en todas las cosas que yo le había dicho. . . . Finalmente me dijo: ‘Hoy he llegado a ser tu hermano.’ ¿Puede usted imaginarse lo mucho que me emocionó esto y lo alegre que me sentí?”
Hermann Schlömer tuvo una experiencia parecida a ésta. También fue en una asamblea de circuito que un hermano se le acercó y le preguntó: “¿Me reconoce?” El hermano Schlömer respondió: “Me parece que lo he visto, pero no sé quién es.” El hermano entonces se presentó diciendo que era el guarda de la prisión a cargo del hermano Schlömer en la prisión de Francfort-Preungesheim durante el término de cinco años de prisión de éste allí. El hermano Schlömer le había contado al guarda muchas cosas acerca de la verdad. También le había pedido una Biblia, que le había sido negada por el clérigo de la prisión. El guarda de la prisión era humanitario y obtuvo una Biblia para el hermano Schlömer.
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