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Los Juegos Olímpicos... ¿en qué pararán?¡Despertad! 1977 | 8 de julio
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país tiene que alquilar a jugadores profesionales si quiere ganar en los deportes de aficionados.”
Un futuro turbio
Debido a los muchos problemas que siguen creciendo, muchos observadores declaran francamente que hay dudas acerca del futuro de los Juegos. Un periódico de Montreal se refirió al ambiente de “desencanto y desilusión” que acompañó al suceso. Comentó sobre el “desmoronamiento de principios” y un “deterioro de espíritu.”
El príncipe Philip de Inglaterra dijo: “Me parece que una vez que la gente cree que es importante que la nación tenga muchas medallas o lo que sea, creo que yo preferiría olvidar las competencias... son inútiles.” Llamó “deplorables” los informes de que un gobierno iba a investigar por qué sus atletas no ganaron suficientes medallas.
Un pugilista desilusionado del Canadá dijo: “No volvería a participar en las Olimpiadas si me dieran un millón de dólares. No vale la pena hacer los sacrificios porque simplemente hay demasiada política envuelta en ello. Estos países grandes participan en los juegos a expensas del atleta.”
Entre las preguntas que hicieron algunos que meditaron sobre los Juegos estuvieron éstas: “¿Cuántos otros principios pueden transigirse? ¿Cuántas más de estas trampas notorias, drogas, y riñas políticas pueden soportar los Juegos? ¿Cuánto más dinero hay que gastar? ¿Cuánto bombo tendrá que darle al suceso el mercantilismo para mantenerlo en un estado ilusorio ajeno a la realidad?”
En realidad, las preguntas giran alrededor de este punto: ¿Están muertos los Juegos en la forma en que se realizaron aquí en Montreal? Se obtendrá la respuesta en Moscú en 1980, si acaso no antes.
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La hechura de un dios¡Despertad! 1977 | 8 de julio
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La hechura de un dios
● Hace siglos que Horacio, célebre escritor satírico y poeta romano del primer siglo antes de la era común, le asestó un golpe notable a la idolatría. Traducidas del latín, las palabras de dicho literato dicen: “Antes yo era el tocón de una higuera, un leño que para nada servía; cuando el carpintero, después de vacilar en cuanto a hacer de mí un dios o un banquillo, por fin se determinó a hacer de mí un dios. ¡Así llegué a ser un dios!”—Clarke’s Commentary, Tomo IV, pág. 175.
● Pero mucho antes de eso, el profeta Isaías, que representó al Dios verdadero, Jehová, durante el siglo octavo antes de la era común, había mostrado aún más dramáticamente lo absurdo de las imágenes. Escribió, en parte: “Hay uno cuyo negocio es cortar cedros; y él toma cierta especie de árbol, . . . De manera que toma parte de él para calentarse. De hecho hace un fuego y realmente cuece pan. También se pone a trabajar en un dios ante el cual pueda inclinarse. Lo ha hecho una imagen tallada, y se prosterna ante ella. La mitad de él realmente la quema en un fuego. Sobre la mitad de él asa bien la carne que come, y queda satisfecho. También se calienta él y dice: ‘¡Ajá! Me he calentado. He visto la lumbre.’ Pero de lo restante de él realmente hace un dios mismo, su imagen tallada. Se prosterna ante ella y se inclina y le ora y dice: ‘Líbrame, porque tú eres mi dios.’ . . . Y nadie hace recordar a su corazón ni tiene conocimiento ni entendimiento, diciendo: ‘La mitad de él he quemado en un fuego, y sobre sus brasas también he cocido pan; aso carne y como. ¿Pero de lo que queda de él haré una mera cosa detestable? ¿Ante la madera reseca de un árbol he de prosternarme?’ Está alimentándose de cenizas. Su propio corazón con el cual se ha jugado lo ha extraviado. Y él no libra su alma, ni dice: ‘¿No hay una falsedad en mi diestra?’”—Isa. 44:14-20.
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