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  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1980
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1980
w80 15/4 págs. 3-8

Neutralidad en un mundo confuso

HAN transcurrido poco más de 40 años desde el 1 de noviembre de 1939. En esa fecha, en la edición en inglés de La Atalaya se publicó un artículo de fondo intitulado “Neutralidad” (En español, vea La Atalaya de marzo de 1940.). ¡Qué oportuna resultó ser aquella información!

Precisamente dos meses antes, el 1 de septiembre, el monstruoso y destructivo sistema nazi había lanzado un ataque no provocado sobre Polonia. En el espacio de cinco semanas, y con la ayuda de la invasión que hicieron los soviéticos desde el este, Alemania había aplastado aquel país. Mientras tanto, Gran Bretaña, Canadá, Australia, Nueva Zelanda, India, África del Sur y Francia habían declarado la guerra a Alemania. Pero por siete meses se mantuvo la calma en el frente de batalla, y hubo poca acción militar. Aquello se llegó a llamar la “guerra falsa.”

Fue durante ese período que muchos jóvenes prestaron cuidadosa atención a la Biblia y al material que se presentó en el artículo de La Atalaya sobre “Neutralidad.” En vista del aspecto inquietante de la II Guerra Mundial, ¿qué posición deberían tomar los cristianos? ¿Deberían los jóvenes cristianos que estuviesen en un lado u otro de las líneas de batalla salir a matar a los del otro lado, aunque los clérigos de ambos lados, tanto católicos como protestantes, declaraban que el hacerlo era un deber personal ante Dios? Si el mundo fuese a la guerra, ¿estaban aquellos jóvenes obligados por el deber a participar en el derramamiento de sangre en cualquiera que fuese el lado en que vivieran? Muchos de ellos recordaban palabras que Jesús había dicho, como éstas: “Estas cosas les mando: que se amen unos a otros. . . . Ustedes no son parte del mundo, sino que yo los he escogido del mundo.”—Juan 15:17-19; 17:14, 16; 18:36.

Como resultado de un estudio diligente de la Palabra de Dios, aquellos jóvenes cristianos pudieron tomar una decisión. Nadie tomó aquella decisión por ellos. Pudieron tomarla individualmente, sobre la base de la conciencia bíblicamente entrenada de cada uno de ellos. La decisión de ellos fue de abstenerse de actos de odio y violencia contra sus semejantes de otras naciones. Sí, ellos creían en el cumplimiento de la muy conocida profecía de Isaías: “Tendrán que batir sus espadas en rejas de arado y sus lanzas en podaderas. No alzará espada nación contra nación, ni aprenderán más la guerra” (Isa. 2:4), y deseaban tener parte en ese cumplimiento. Eso fue precisamente lo que hicieron aquellos jóvenes de todas las naciones.

LOS FRUTOS DE LA NEUTRALIDAD

Así fue como, durante aquellos seis agitados años que siguieron, ni un testigo de Jehová de ninguna nación mató jamás a su hermano cristiano de otra nación. Muchos protestantes fueron muertos por protestantes, y muchos católicos por católicos, pero ninguna persona desconsolada porque se hubiese dado muerte a su esposo o hijo podría culpar a un testigo de Jehová por ello. ¡Imagínese el resultado que hubiese habido por todo el mundo si todos los católicos, protestantes, sí, y judíos, hubiesen adoptado una posición semejante! Sencillamente no hubiese habido guerra. Y si el papa Pío XII hubiese excomulgado a Hitler, que era católico, tal como se le había instado a hacer, ¡cuánto derramamiento de sangre y pesar se hubiese podido evitar en el mundo! Es decir, si eso hubiese detenido a Hitler y sus colaboradores militares.

Sin embargo, la II Guerra Mundial continuó su curso. Y, ¿con qué resultados? The World Book Encyclopedia nos dice: “La II Guerra Mundial mató a más personas, costó más dinero, causó daño a más propiedad, afligió a más personas, y probablemente causó más cambios de largo alcance que cualquier otra guerra de la historia. Abrió el camino a la Era Atómica, y trajo grandes cambios en el guerrear.” Como resultado de la guerra murieron unos 16 millones de soldados y dos veces y media esa cantidad de civiles. La guerra “costó más de $1,150,000,000,000 [dólares, E.U.A.]. Más de 50 países participaron en la guerra, y todo el mundo sintió sus efectos.”

Ciertamente fue una guerra mundial, y el mundo segó una angustiosa cosecha. Pero, ¿qué pasó con los que siguieron la amonestación de Jesús de ‘no ser parte del mundo’? En realidad, hubo modos en que la situación fue más difícil para éstos que para los que siguieron el proceder del mundo. Una cosa es mostrar valentía en una trinchera, en el calor de la batalla; otra cosa, muy diferente, es apoyarse valerosamente en la conciencia propia, entrenada en armonía con la Biblia, a pesar de que esto le ocasione oprobio y ridículo a uno, mientras se sobrevive en celdas de prisiones frecuentemente infestadas de sabandijas, y a veces mientras uno se encuentra a la sombra de un pelotón de fusilamiento o de la guillotina. Aquellos individuos neutrales de la II Guerra Mundial no eran pacifistas. Eran guerreros en sentido espiritual, bien entrenados en el uso de “la espada del espíritu, es decir, la palabra de Dios.” (Efe. 6:17) Eran mantenedores de integridad. Y con frecuencia sellaban su derrotero de integridad con su sangre vital. No temían morir a favor de una causa justa.

Eso se confirmó en el caso de muchos jóvenes cristianos a quienes Hitler y sus secuaces quitaron la vida. Como informó el Anuario de los testigos de Jehová para 1974: “Las muchas ejecuciones que se efectuaron [en Alemania] durante el Tercer Reich ocuparon un lugar especial en la historia de la persecución. Por lo menos 203 hermanos y hermanas, según informes incompletos, fueron o decapitados o fusilados. Esta cifra no incluye a los que murieron de hambre, enfermedad y tratamiento brutal de otra índole.” Todo esto estuvo en armonía con las palabras de Jesús: “Si ustedes fueran parte del mundo, el mundo le tendría afecto a lo que es suyo. Ahora bien, porque ustedes no son parte del mundo, sino que yo los he escogido del mundo, a causa de esto el mundo les odia. . . . Si ellos me han perseguido a mí, a ustedes también los perseguirán.”—Juan 15:18-20.

Observe los siguientes informes respecto a cristianos que mantuvieron su integridad:

Poco antes de su ejecución el 9 de noviembre de 1940, un joven escribió a su padre: “Ahora yo, también, he recibido una oportunidad de probar mi fidelidad al Señor hasta la muerte, sí, en fidelidad no solo hasta la muerte, sino hasta dentro de la muerte. Ya ha sido anunciada mi sentencia de muerte y estoy encadenado noche y día —las marcas (en el papel) son de las esposas— pero todavía no he vencido hasta el grado de la plenitud. El permanecer fiel no se le facilita al testigo de Jehová. . . . Mi querido padre, en espíritu te pido que permanezcas fiel, como yo he tratado de permanecer fiel, y entonces nos veremos el uno al otro de nuevo. Estaré pensando en ti hasta lo último.—Tu hijo Johannes. ¡Auf Wiedersehen!”

Una esposa cristiana describió la culminación de meses de penosa prueba con las siguientes palabras: “El 11 de octubre de 1941 mi esposo fue decapitado. En su última carta, que se le permitió escribir pocas horas antes de su ejecución, dijo: ‘Cuando reciban esta carta, mi amada María y mis cuatro hijos, Christa, Walter, Waltraud y Wolfgang, todo habrá pasado ya y habré ganado la victoria por medio de Jesucristo y mi esperanza es que habré sido vencedor. Desde el corazón les deseo una bendita entrada en el reino de Jehová. ¡Permanezcan fieles! Tres jóvenes, que irán por el mismo camino que yo mañana por la mañana, están aquí al lado mío. ¡Sus ojos están fulgurantes!’”

Y hay documentación que da prueba de muchos otros ejemplos semejantes.

CIERTAMENTE “NO SON PARTE DEL MUNDO”

Al describir la posición que tomaron los testigos de Jehová en los campos de concentración nazi, la socióloga polaca Anna Pawelczynska escribió las siguientes palabras en su libro Values and Violence in Auschwitz, publicado originalmente en 1973:

“Ese grupito de prisioneros era una fuerza ideológica sólida y ganó su batalla contra el nazismo. El grupo alemán de esta secta había sido una islita de resistencia incesante que existía en el seno de una nación aterrorizada, y con ese mismo espíritu de intrepidez funcionaron en el campo de Auschwitz. Se las arreglaron para ganarse el respeto de sus compañeros de prisión . . . , de los funcionarios de la prisión, y hasta de los oficiales de la SS. Todo el mundo sabía que ningún testigo de Jehová llevaría a cabo una orden que fuera contraria a su creencia y convicciones religiosas ni acción alguna que se dirigiera contra otra persona, aunque la persona fuera un asesino y un oficial de la SS. Por el contrario, haría cualquier otro trabajo, incluso el más desagradable, del mejor modo que pudiera, si para él, éste fuera neutral en sentido moral. Los prisioneros políticos luchaban activamente en el campo y organizaban resistencia y luchaban por la supervivencia de sus compañeros de prisión. Los testigos de Jehová llevaban a cabo una resistencia pasiva en pro de sus creencias, las cuales se oponían a toda guerra y violencia.” (Cursivas añadidas)

Sin embargo, los testigos de Jehová se mantuvieron unidos en poner el mandamiento de Dios de “amar a tu prójimo” en posición más alta que la demanda del mundo de que se odiara al semejante, no solo en Alemania, sino en todas las naciones en guerra alrededor del mundo. (Mat. 22:39; Hech. 5:29) Según el país donde vivían, el castigo que se les imponía podía variar desde la pena de muerte a meses, y hasta años, de prisión. En una prisión, un hombre que estaba cumpliendo cadena perpetua dijo a un Testigo: “Yo estoy ‘dentro’ por matar a un policía, y ustedes están ‘dentro’ porque rehúsan matar. ¡Qué extraño! ¿verdad?” Pero fuese que a la vista de otros pareciese “extraño” aquello o no, los testigos de Jehová seguían el proceder basado en la Biblia de ‘no ser parte del mundo’ ni de la orgía de derramamiento de sangre de éste.

EVITANDO CULPA POR DERRAMAMIENTO HOMICIDA DE SANGRE

En su muy conocido Sermón del Monte, el Caudillo de los testigos de Jehová, a saber, Jesucristo, dijo entre otras cosas: “Felices son los pacíficos, puesto que ellos serán llamados ‘hijos de Dios.’ . . . Oyeron que se dijo a los de la antigüedad: ‘No debes asesinar; pero quienquiera que cometa un asesinato será responsable al tribunal de justicia.’ Sin embargo, yo les digo que todo el que continúe airado con su hermano será responsable al tribunal de justicia; pero quienquiera que se dirija a su hermano con una palabra execrable de desdén será responsable al Tribunal Supremo; mientras que quienquiera que diga: ‘¡Despreciable necio!’ estará expuesto al Gehena ardiente.” El Gehena es una representación figurativa de la destrucción eterna, pues más adelante Jesús dijo a sus discípulos: “No se hagan temerosos de los que matan el cuerpo mas no pueden matar el alma; sino, más bien, teman al que puede destruir tanto el alma como el cuerpo en el Gehena.” (Mat. 5:9, 21, 22; 10:28) En consecuencia, los testigos de Jehová siempre han procurado ser pacíficos en medio de un mundo confuso y siempre han evitado las tendencias asesinas hasta en expresiones como las de ira y habla violenta.

Así que el guerrear de ellos ha sido de índole espiritual y no perturba la apacibilidad, pues el apóstol Pablo dijo a sus compañeros cristianos del primer siglo: “Porque las armas de nuestro guerrear no son carnales, sino poderosas por Dios para derrumbar cosas fuertemente atrincheradas. Porque estamos derrumbando razonamientos y toda cosa encumbrada levantada contra el conocimiento de Dios; y estamos haciendo cautivo todo pensamiento para hacerlo obediente al Cristo.” (2 Cor. 10:4, 5) De este modo los testigos de Jehová han evitado culpa por derramamiento homicida de sangre.

La culpa por derramamiento de sangre contribuyó a la ruina del antiguo Israel, y a este respecto es interesante notar el derrotero que siguió el rey Manasés. Acerca de él, está escrito: “Y pasó a edificar altares a todo el ejército de los cielos en dos patios de la casa de Jehová. Y él mismo hizo pasar a sus propios hijos por el fuego [como sacrificios humanos] en el valle del hijo de Hinón, y practicó la magia y usó la adivinación y practicó la hechicería e hizo mediums espiritistas y pronosticadores profesionales de sucesos. Hizo en gran escala lo que era malo a los ojos de Jehová, para ofenderlo.” (2 Cró. 33:5, 6) Más tarde durante su reinado de 55 años, Manasés se arrepintió de su derrotero malo y dio pasos para remover de Jerusalén la adoración idólatra. Pero la culpa por derramamiento de sangre permaneció, pues “hubo también sangre inocente que Manasés derramó en grandísima cantidad, hasta que hubo llenado a Jerusalén de extremo a extremo.” (2 Rey. 21:16) Aquel derramamiento de sangre se había efectuado por voluntad personal de él. La sangre no se había derramado en un guerrear justo que Jehová hubiese mandado.

La culpa por derramamiento homicida de sangre en la cual incurrió Manasés no fue cancelada cuando aquel rey pasó del escenario de los acontecimientos. Permaneció como una mancha sobre Israel. La justicia no había sido satisfecha de modo que aquella culpa pudiera removerse. Por lo tanto, Jehová envió a Nabucodonosor, el rey de Babilonia, como ejecutor Suyo contra Jerusalén. “Fue solo por orden de Jehová que esto tuvo lugar contra Judá, para quitarlo de su vista por los pecados de Manasés, conforme a todo lo que había hecho; y también por la sangre inocente que él había derramado, de manera que llenó a Jerusalén de sangre inocente, y Jehová no consintió en conceder perdón.”—2 Rey. 24:1-4.

La correspondencia moderna de la Jerusalén sin fe es la cristiandad, en cuya esfera de operaciones brotaron las dos sangrientas guerras mundiales de nuestro siglo. Así la cristiandad, también, ha sacrificado incontables ‘hijos e hijas’ al dios de la guerra. (Jer. 7:31) ¡Cuánta culpa por derramamiento de sangre lleva la cristiandad, culpable de derramar la sangre de decenas de millones de almas! Si la culpa de sangre de Manasés no pudo ser perdonada, ¡cuánto menos la de la cristiandad! Las organizaciones religiosas que han apoyado la violencia de las dos guerras mundiales, y de otras guerras de este siglo, tienen que compartir esa culpa. La cristiandad forma gran parte de “Babilonia la Grande,” el imperio mundial de la religión falsa, y en la descripción del apóstol Juan se dice que ésta está “borracha con la sangre de los santos y con la sangre de los testigos de Jesús.” No es de extrañar que la “voz procedente del cielo” pregone a los amadores de justicia: “Sálganse de [Babilonia], pueblo mío, si no quieren participar con ella en sus pecados, y si no quieren recibir parte de sus plagas. Porque sus pecados se han amontonado hasta llegar al cielo, y Dios ha recordado sus actos de injusticia.”—Rev. 17:5, 6; 18:4, 5.

Aunque la cristiandad está condenada a destrucción, debido a su idolatría y por la sangre que ha derramado, cientos de miles de personas sinceras han salido de ese sistema, se han arrepentido de su pasada conexión con éste y han adquirido una posición limpia delante de Dios y de su Cordero, Cristo Jesús. (Rev. 7:9, 10) Entre éstas hay muchos miles de personas que han peleado como soldados en las guerras mundiales y otros conflictos de este siglo. Estos que se han arrepentido pueden confiar en que Dios perdonará su anterior derrotero. (1 Juan 1:9, 10; Isa. 1:14) Dios los bendecirá a medida que ahora prueban que son discípulos del “Príncipe de Paz,” quien dijo cuando a él mismo lo arrestaron y juzgaron: “Mi reino no es parte de este mundo. Si mi reino fuera parte de este mundo, mis servidores habrían peleado.” (Juan 18:36; Isa. 9:6, 7) En lo sucesivo, a ellos también les es preciso ‘no ser parte’ de este mundo culpable de derramamiento de sangre. Tienen que permanecer bajo la protección de Cristo.—Compare con Números 35:11, 32.

LA NEUTRALIDAD ES UNA PROTECCIÓN

Muchos testigos cristianos de Jehová en la Alemania nazi y otros lugares perdieron la vida por mantener la integridad. Al hacer frente a la muerte obtuvieron consuelo de las palabras de Jesús: “No se hagan temerosos de los que matan el cuerpo mas no pueden matar el alma; sino, más bien, teman al que puede destruir tanto el alma como el cuerpo en el Gehena [la muerte eterna].” (Mat. 10:28) La resurrección de ellos está asegurada. (1 Cor. 15:22, 23; Heb. 11:35) En el caso de otros, la neutralidad también les ha servido de protección, frecuentemente bajo circunstancias extraordinarias.

Tome por ejemplo a los testigos de Jehová de África. En las aldeas, éstos son gente hospitalaria, y han provisto comidas para cualquier individuo que haya llegado a su hogar como forastero. Sin embargo, no han pasado de eso a servir en alguna organización partidista o a favor de ésta. En una ocasión, cuando soldados guerrilleros convocaron una reunión para adoctrinamiento de los aldeanos de cierta localidad, los Testigos, por su neutralidad, rehusaron asistir. Por lo tanto, cuando las fuerzas opositoras irrumpieron en la reunión y ametrallaron a los concurrentes, el que los Testigos no estuvieran allí significó para ellos supervivencia. A medida que las hostilidades se intensificaron, la posición de los Testigos se hizo más difícil, pero siempre mostraron que “no son parte del mundo.”

Durante la venidera “guerra del gran día de Dios el Todopoderoso” en Har-Magedón, la neutralidad del pueblo de Jehová obrará para la salvación de ellos. (Rev. 16:14, 16) Puesto que “no son parte del mundo,” estarán libres de culpa por sangre derramada. Por otro lado, Dios ejecutará sobre la cristiandad culpable de derramamiento de sangre (y ciertamente sobre todo el mundo) la clase de juicio que le sobrevino a la antigua Jerusalén, del cual Ezequiel profetizó: “Esto es lo que ha dicho el Señor Soberano Jehová: ‘Oh ciudad que está derramando sangre en medio de sí hasta que su tiempo viene, y que ha hecho ídolos estercolizos dentro de sí para hacerse inmunda, por tu sangre que has derramado te has hecho culpable, y por tus ídolos estercolizos que has fabricado te has hecho inmunda. . . . ¡Mira! he golpeado mi mano . . . por tus actos de derramamiento de sangre que han resultado estar en medio de ti . . . , y ciertamente destruiré de ti tu inmundicia. Y . . . tendrás que saber que yo soy Jehová.’”—Eze. 22:3, 4, 13-16.

¡“El gran día de Jehová está cerca”! (Sof. 1:14) Muy pronto será destruido todo un mundo culpable de derramamiento homicida de sangre. Pero a los que intrépidamente “no son parte del mundo” Jehová extenderá la invitación: “Anda, pueblo mío, entra en tus cuartos interiores, y cierra tus puertas tras de ti. Escóndete por solo un momento hasta que pase la denunciación. Porque, ¡mira! Jehová está saliendo de su lugar para pedir cuenta del error del habitante de la tierra contra él, y la tierra ciertamente expondrá su derramamiento de sangre y ya no encubrirá a los de ella a quienes han matado.” (Isa. 26:20, 21) Después que Jehová ajuste cuentas con este mundo culpable de derramamiento homicida de sangre, su pueblo limpio emergerá del escondite que se le habrá provisto milagrosamente y disfrutará de paz eterna en una Tierra que nunca jamás será manchada con la sangre de las guerras y la violencia. (Sal. 46:8, 9) Entonces, los que ‘no hayan sido parte del mundo’ que habrá perecido permanecerán en el nuevo orden de Dios y harán Su voluntad para siempre. (1 Juan 2:17) Así que, por su parte, ellos habrán contribuido a una historia de neutralidad cristiana libre de derramamiento de sangre en un mundo confuso.

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