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  • El Corán—¿confirmatorio de Escritura previa?

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  • El Corán—¿confirmatorio de Escritura previa?
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1953
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1953
w53 15/11 págs. 680-683

El Corán—¿confirmatorio de Escritura previa?

EL Corán es el libro sagrado del islam, y de 250 a 300 millones de musulmanes a través del mundo lo consideran inspirado. Hace muchas referencias a personas e incidentes mencionados en la Biblia, tales como a Adán, Noé, Moisés, Jesús y el Diluvio. Compilado a mediados del siglo siete d. de J.C. por los socios de Mahoma que sobrevivieron a él, alega corroborar revelación divina dada previamente. “Y dimos [a Jesús] el Evangelio con su guía y luz, confirmatorio de la Ley anterior; una guía y amonestación a los que temen a Dios . . . Y a ti hemos enviado el Libro del [Korán] con verdad, confirmatorio de Escrituras previas, y su resguardo.”—Sura 5:50-52, Ródwell.

No puede haber duda acerca de ello. Dios es Dios, no de confusión, sino de razón y orden. Las revelaciones que él da a los hombres tienen que ser consistentes unas con otras si hemos de probar que Dios es veraz pero todos los hombres mentirosos. (1 Cor. 14:33; Isa. 1:18; Rom. 3:4) Y así encontramos que es el caso tocante a los escritos de las Escrituras hebreas y las Escrituras cristianas griegas. Los 39 libros de las Escrituras hebreas son armoniosos unos con otros aunque fueron escritos por más de treinta diferentes hombres por un período de muchos, muchos siglos. Y los 27 libros de las Escrituras cristianas griegas son tanto armoniosos unos con otros como confirmatorios de las Escrituras hebreas.

Por eso Cristo Jesús pudo decir a los caudillos religiosos de su día: “Ustedes están escudriñando las Escrituras, porque creen que por medio de ellas tendrán la vida eterna; y éstas son las mismas que dan testimonio de mí.” (Juan 5:39, NM) Y por eso los de Berea fueron alabados por examinar cuidadosamente las Escrituras para asegurarse de que lo que Pablo les decía verdaderamente era confirmatorio de Escrituras previas; y por eso Pablo aconsejó a Timoteo que fuera diligente en sus estudios de las Escrituras.—Hech. 17:11; 2 Tim. 2:15; 3:15-17.

Confirmándose y armonizándose de este modo, las Escrituras hebreas y las cristianas se apoyan unas a otras en su alegación de autenticidad. Por lo tanto deberíamos esperar que el Corán, dado que también alega ser de inspiración divina, fuera armonioso con y confirmatorio de la revelación previa. Pero ¿encontramos eso?—Veamos.

Al nombre de Jehová, peculiar del Dios de la Biblia, se le da el lugar de primera importancia a través de las Escrituras hebreas. (Vea Éxodo 6:3; 2 Samuel 7:23; Salmo 83:18, etc.) Cristo Jesús y sus seguidores también subrayaron la importancia de ese nombre. (Juan 17:4, 6; 18:37; Hech. 15:14) Y aunque ese nombre no aparece en la mayoría de las versiones de las Escrituras cristianas griegas, manuscritos antiguos de la versión griega de los Setenta manifiestan que los cristianos primitivos usaron el nombre Jehová.

Pero ¿qué hay de él en el Corán? Aunque en las Escrituras hebreas únicamente el nombre de Jehová aparece 6,823 veces, no encontramos una sola referencia a él en el Corán. Claramente el Corán no es confirmatorio de Escrituras previas en cuanto al nombre de Jehová. Su Alá es innominado.

Otro punto: las Escrituras hebreas enseñan que la pena del pecado es la muerte: “Porque polvo eres, y al polvo tornarás.” “Porque los vivos saben que han de morir; pero los muertos nada saben ya.” “El alma que pecare, ésa es la que morirá.” (Gén. 3:19; Ecl. 9:5, 10; Eze. 18:4) Las Escrituras cristianas griegas confirman esto diciéndonos que “El salario que paga el pecado es muerte.” (Rom. 6:23, NM) Textos que parecen indicar otra cosa resultan ser ilustraciones dadas por Jesús en sus parábolas o en el libro del Apocalipsis y no deben tomarse literalmente, así como no es literal el contexto circunstante.—Vea Lucas 16:19-31; Apocalipsis 20:14.

Pero el Corán, lejos de confirmar esto, notablemente no está de acuerdo con ello, amonestando de fuego del infierno, tormento eterno y castigo después de la muerte en el 75 por ciento de sus suras, literalmente cientos de veces. “A los que rechazan nuestras Señales, pronto los arrojaremos al Fuego: cuantas veces se tueste su piel de un lado a otro, la cambiaremos por piel fresca, para que prueben la Pena.” Y los que estén en el infierno rogarán por destrucción pero no la conseguirán. (Sura 2:206; 4:56; 25:13, 14, Alí) Dice un comentador musulmán (Alí): “Cualquier cosa—aniquilación total—sería mejor que la angustia que sufrirán. Pero no se les concederá ninguna aniquilación.” ¿Puede ser ese dios apropiadamente descrito como “el Compasivo, el Misericordioso,” como lo hace el Corán al principio de cada sura (salvo el noveno)?

CONCERNIENTE A CRISTO JESÚS

Las Escrituras hebreas citan al Dios verdadero diciendo: “Yo dije: Dioses sois, y todos vosotros hijos del Altísimo. Empero como hombres moriréis.” Y otra vez: “Mi Hijo eres tú, yo te he engendrado hoy.” E Isaías predijo: “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado; y el principado sobre su hombro: y llamaráse su nombre Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz.” (Sal. 82:6, 7; 2:7; Isa. 9:6, Va) Claramente estos textos indican que Jehová Dios tiene hijos que son llamados dioses, y que entre éstos hay uno que ocupa un puesto muy privilegiado.

Y las Escrituras cristianas griegas repetidamente confirman esto mediante citas directas e identificando a este Hijo de Dios en particular como el Mesías, Cristo Jesús. “Este es mi Hijo, el amado, a quien he aprobado.”—Mat. 3:17; 17:5; Juan 10:34; Heb. 1:5, NM.

Pero aquí tampoco confirma el Corán Escritura previa, porque, aunque reconoce que Jesús nació de una virgen, repetidamente insiste en que Dios no tiene prole: “¡Único hacedor de los Cielos y de la Tierra! ¿cómo, cuando no tiene Él ninguna consorte, ha de tener Él un hijo? ¡Él que creó todo, y Él lo sabe todo!” “No le cuadra a Dios engendrar un hijo. ¡Gloria sea a Él! cuando él decreta una cosa; Él sólo dice a ello, Sé, y Es.”—Sura 2:110; 6:101; 19:19-22, 36, 91-93; 72:3; 112:3, Ródwell.

Evidentemente la dificultad aquí yace en hacer una comparación demasiado literal de la Paternidad de Dios con la de criaturas humanas. Un hombre no puede tener un hijo sin una esposa con quien tenga relación sexual; ésa es la única manera en que él puede conferir vida a otro. Pero Dios no está limitado así. La Biblia habla de Adán como hijo de Dios; empero también nos dice que Dios hizo a Adán del polvo de la tierra.—Luc. 3:38; Gén. 2:7.

Dios es Dios de orden y ha escogido usar una organización para efectuar sus propósitos en el cielo así como ha usado y usa organizaciones de hombres sobre la tierra para efectuar sus propósitos. Repetidamente se hace referencia a estas organizaciones como a la esposa de Dios, lo cual, por supuesto, es en sentido figurado. Por medio de una organización tal él produjo criaturas espirituales, y puesto que éstas recibieron vida de Dios apropiadamente se hace mención de ellos como “hijos de Dios.”—Isa. 54:5; Apo. 12:1; Gén. 6:4: Job 38:7.

Las Escrituras hebreas también predijeron que el Mesías vendría, sufriría, sería clavado al madero de tormento y moriría por los pecados de otros. “Una turba de malhechores me ha cercado; horadaron mis manos y mis pies.” “Ciertamente él ha llevado nuestros padecimientos, y con nuestros dolores él se cargó; . . . Pero fué traspasado por nuestras transgresiones, . . . fué cortado de la tierra de los vivientes, por la transgresión de mi pueblo.”—Sal. 22:1-21; Isaías, capítulo 53.

Y las Escrituras cristianas confirman todo esto también, desde el principio hasta el fin, diciendo no sólo que Jesús sufrió sino que él también murió en el madero y eso por los pecados del hombre. “Porque les entregué a ustedes, entre las primeras cosas, lo que yo también acepté, que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras, y que fué enterrado, sí, que ha sido levantado al tercer día según las Escrituras.”—Mat. 27:31-36; Juan 1:29; 1 Cor. 15:3, 4; Gál. 3:13, NM.

Pero lejos de confirmar Escritura previa en estos asuntos el Corán declara: “Ellos dijeron (con jactancia): ‘Matamos a Cristo Jesús’ . . . Pero no le mataron, ni le crucificaron, sino que así se le hizo parecer a ellos . . . porque con certeza no le mataron.” (Sura 4:157, Alí) Una nota a lo que antecede dice (n. 663): “Las Iglesias cristianas ortodoxas hacen un punto cardinal de su doctrina de que su vida fué quitada sobre la Cruz, de que él murió y fué enterrado. . . . Esto es necesario para la doctrina teológica de sacrificio cruento y expiación vicaria por los pecados, la cual rechaza el islam.”

Al rechazar la doctrina de la expiación por el pecado sigue el Corán negando su pretensión de ser confirmatorio de Escritura previa. Desde el Génesis hasta el Apocalipsis la Biblia inequívocamente declara que la pena por el pecado es la muerte (como ya hemos visto) y que sólo un sacrificio puede cancelar la culpa. La necesidad de un sacrificio por los pecados se recalcó en los muchos sacrificios propiciatorios y sacrificios por los pecados y particularmente por los sacrificios hechos el día de la expiación, todos los cuales fueron una parte vital del arreglo de la Ley mosaica. (Levítico, capítulos 4-7, 16) Todos éstos establecieron el principio de que “a menos que se derrame sangre, ningún perdón se efectúa,” y tuvieron su cumplimiento en el sacrificio de Cristo Jesús.—Hebreos, capítulos 9 y 10, NM.

Luego también, según el Génesis 7:13 y 10:1 es evidente que Noé y sus hijos, todos ellos, así como sus esposas, fueron librados de destrucción. Esto lo confirma 2 Pedro 2:5, que dice que Noé y otros siete pasaron a través del diluvio. Pero según el Corán uno de los hijos de Noé fué destruído en el diluvio.—Sura 11:36-47, Alí.

Y al considerar los puestos relativos de los ángeles y el hombre las Escrituras cristianas griegas confirman las Escrituras hebreas en cuanto a que el hombre fué creado un poco menor que los ángeles, pero según el Corán, los ángeles son inferiores al hombre.—Sal. 8:5; Heb. 2:7, 9; Sura 2:30-34, Alí.

Podrían darse más ejemplos, pero esto basta para demostrar que el Corán no se conforma a su pretensión de ser confirmatorio de Escrituras anteriores.

¿LA BIBLIA CORROMPIDA?

Al tratar de explicar tales discrepancias como las que hemos notado en lo supracitado, los escritores musulmanes contienden que el Corán sí confirma las Escrituras previas como fueron dadas originalmente, pero que no podría esperarse que confirmara las versiones corrompidas que existen hoy. Pero ¿desde cuándo? Seguramente, en vista de los muchos antiguos manuscritos a la mano hoy no puede argüirse que las Escrituras fueron corrompidas desde el día de Mahoma. Si de alguna manera fueron corrompidas eso tiene que haberse hecho antes de su tiempo. Pero esto presenta otro problema: ¿Por qué decir que el Corán es confirmatorio de Escrituras previas cuando no había Escrituras particulares existentes en aquel tiempo por las cuales esta pretensión pudiera comprobarse?

La realidad es que ni siquiera el Corán enseña que las Escrituras hebreas y cristianas habían sido corrompidas en el día de Mahoma. Denota exactamente lo contrario, porque acusa a los judíos y cristianos de ser falsos a sus Escrituras, ya sea por citarlas erróneamente, ‘poner palabras fuera de lugar’ o no citarlas completamente, ‘volviéndoles las espaldas,’ por decirlo así.

“Y verdaderamente hay algunos entre ellos que tuercen las Escrituras con su lengua, a fin de que usted suponga que es de la Escritura, empero no es de la Escritura.” “Oh hijos de Israel, . . . no revistáis la verdad de falsedad, y no escondáis la verdad cuando la sepáis.” ¿Cómo podrían ser acusados de torcer las Escrituras con su lengua, si lo que tenían no era verdaderamente las Escrituras? Y ¿cómo podrían ser acusados de a sabiendas revestir la verdad de falsedad y de ocultarla, si sus Escrituras ya estaban corrompidas?—Vea Sura 2:38, 39, 70-73; 3:63, 64, 72; 4:50, 135; 5:16, 47, 50-52, 70, 72; 10:94, Ródwell.

En vista de todo lo susodicho de ninguna manera sorprende saber que ni los mismos comentadores musulmanes convienen en que las Escrituras hebreas y cristianas estén corrompidas. Arguyendo contra dicha corrupción está nada menos que Râzî mismo, uno de sus principales Imams, o caudillos religiosos. Según él: ‘el entremeterse con la Tourat [la Ley, Pentateuco o Libro de Moisés] y el Evangel [el evangelio de Cristo Jesús] era imposible, ya que ambos fueron transmitidos en una sucesión intacta y de amplia difusión.’

Sí, a pesar de los alegatos de escribas musulmanes y altos críticos “cristianos” modernos a lo contrario, todos los hechos de la historia arguyen contra el que la Biblia haya sido corrompida. Dondequiera que historiadores contemporáneos tratan ligeramente de incidentes registrados en la Biblia los corroboran, así como los escritores anticristianos del primero y segundo siglos d. de J.C.; así como el sinnúmero de descubrimientos arqueológicos y hallazgos geológicos lo han hecho. Según Albright, arqueólogo norteamericano de nota, ‘nada ha sido descubierto por la arqueología que debilite en lo más mínimo la fe del cristiano en la Biblia.’

Respecto a esto note también las palabras del afamado erudito sir Federico G. Kenyon, de Inglaterra: “Entonces el intervalo entre las fechas de la composición original y la más primitiva evidencia existente llega a ser tan pequeño como para en realidad ser insignificante, y el último fundamento para cualquier duda de que las Escrituras nos hayan llegado sustancialmente como fueron escritas ahora ha sido quitado. Tanto la autenticidad como la integridad general de los libros del Nuevo Testamento pueden ahora considerarse como firmemente establecidas. La integridad general, sin embargo, es una cosa, y certeza en cuanto a detalles es otra.”—The Bible and Archaeology (publicado en 1940), págs. 288, 289.

Y se sigue amontonando la evidencia de que lo mismo es cierto respecto a las Escrituras hebreas. Un caso notable a propósito es el del recientemente descubierto rollo de Isaías del mar Muerto, que aunque es unos siete siglos más antiguo que cualquier otra copia de Isaías, no reveló cambios notables que indicaran una corrupción del texto.

Los hechos son claros. Las Escrituras cristianas griegas confirman la revelación previa, las Escrituras hebreas; pero el Corán, aunque pretende confirmarlas, no lo hace; no confirma a ninguna. Y la culpa de que no sea “confirmatorio de escritura previa” no puede pasarse a una supuesta corrupción del texto bíblico, sino que yace en el Corán mismo.

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