-
Cantando la alabanza de Jehová en las MarshallLa Atalaya 1978 | 15 de febrero
-
-
testigos de Jehová en las Marshall realizaron un aumento del 3 por ciento en la cantidad de los que predican las “buenas nuevas” a otros, y 15 por ciento de ellos estuvieron en la obra de precursor de tiempo cabal. ¡Qué gozo ver a un Testigo por cada 130 personas en las islas y atolones extensos y remotos de las Marshall! Con el espíritu de Dios sobre ellos, los cristianos de las Marshall están aguantando en la adoración de Jehová, y celosamente ‘anunciando su alabanza’ en estos hermosos atolones del Pacífico.—Isa. 42:12.
-
-
Fin de una larga búsquedaLa Atalaya 1978 | 15 de febrero
-
-
Fin de una larga búsqueda
JESUCRISTO en una ocasión dijo: “Sigan buscando, y hallarán.” (Mat. 7:7) Por consiguiente, la persona que sincera y diligentemente trata de entrar en una relación aprobada con el Creador tendrá buen éxito en esto. sin embargo, a veces esto quizás requiera que se persevere mucho en no dejar de buscar la verdad.
Esto se ilustra en el caso de una señora que vive en un país predominantemente musulmán del Oriente Medio. De niñita, a Melek (Ángel) se le enseñó que Dios había suministrado cuatro libros para instruir a la humanidad acerca de su voluntad. Estos libros son el Tevrat (la Ley o cinco libros de Moisés), el Zebur (los profetas y los escritos sagrados), el Incil (el Nuevo Testamento o Escrituras Griegas Cristianas) y el Corán. Melek, con curiosidad en el Tevrat, el Zebur y el Incil por lo que había enseñado el instructor, le preguntó por qué solo se usaba el Corán aunque los otros tres libros también habían provenido de Dios. Él la animó a no preocuparse en cuanto a ellos, señalando que el Corán fue dado en último lugar y por lo tanto reemplazaba al Tevrat, el Zebur y el Incil. Sin embargo, Melek no quedó satisfecha con esta respuesta.
Mientras progresaba en la escuela, Melek les preguntó a otros instructores religiosos acerca del Tevrat, el Zebur y el Incil. La respuesta siempre fue la misma: ‘Esos tres libros no son necesarios.’ Al terminar la escuela, Melek se mudó a una ciudad más grande. Allí inquirió en diversas librerías acerca del Tevrat, el Zebur y el Incil, pero toda su búsqueda fue en vano.
Aunque pasaron muchos años, el deseo de Melek de hallar los otros tres libros santos que había mencionado su instructor no disminuyó. Una noche ya tarde habló con tres muchachas que esperaban en una parada de autobuses. “¿Qué están haciendo afuera ustedes, tres muchachas tan jóvenes, tan tarde en la noche?” preguntó ella. “Venimos de estudiar los libros santos,” contestaron ellas. Con esperanza, Melek inquirió: “¿Qué libros santos?” Aunque ahora tenía sesenta años de edad, se llenó de alegría cuando contestaron: “Pues, el Tevrat, el Zebur y el Incil.” “¡Esos son los libros que he estado buscando por casi cincuenta años!” exclamó ella.
Pero la dicha de Melek se convirtió rápidamente en desaliento. Precisamente entonces se detuvo el autobús y las muchachas tuvieron que irse. No hubo tiempo para intercambiar direcciones o siquiera nombres.
Después de haber buscado por tanto tiempo, Melek, sin embargo, no iba a desistir fácilmente. Por semanas después de eso fue a la misma parada de autobuses en la misma noche, y aguardó y aguardó con la esperanza de volver a ver a las muchachas. Pero fue inútil.
Entonces, cierto día, Melek entró en una sastrería. ¿A quién vio sentada enfrente de ella? ¡Pues, a una de las tres muchachas! Melek corrió hacia ella, la abrazó, la besó y declaró: “Tú eres la que tiene los tres libros santos. ¿Me los puedes dar, por favor?” La joven, una testigo de Jehová, contestó que se los daría y los estudiaría con ella. Melek, viendo terminada la búsqueda de toda su vida, está ayudando ahora a otras personas a beneficiarse de los tres libros santos que componen la Biblia completa.
-