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La religión entre dos fuegos¡Despertad! 1985 | 8 de diciembre
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La religión entre dos fuegos
“Si un individuo está delante de mí y tengo que dispararle, ¿qué hago?” preguntó un soldado norteamericano al capellán del ejército.
“Dispara rápidamente —contestó el clérigo—, [...] pero recuerda que la vida es preciosa.”
EL GUERREAR y el seguir la conciencia respecto a creencias religiosas no siempre son compatibles. Y sin embargo, cuando las naciones entran en guerra, la religión a menudo se encuentra entre dos fuegos, como lo ilustra el ejemplo susodicho. El periódico The Seattle Times presenta este asunto de la siguiente manera: “Hoy la religión es más estimulante que sedante en lo que toca a mucha de la contienda que perturba al mundo”.
Por eso en los últimos años hemos visto a católicos contra protestantes en Irlanda del Norte. A “cristianos” contra musulmanes en el Líbano. A musulmanes contra judíos en el Oriente Medio. A hindúes contra musulmanes en la India. A budistas contra hindúes en Sri Lanka. A musulmanes chiítas contra musulmanes sunnitas en Irán e Irak. Y así sucesivamente.
No es que todo este guerrear se deba a diferencias religiosas. En algunos casos, tal vez se trate de una disputa sobre una frontera o una campaña para los derechos civiles. Sin embargo, a menudo la religión es el factor fundamental, lo cual añade leña al fuego. Por ejemplo, en el conflicto sobre la frontera entre Irán e Irak, los líderes musulmanes de los chiítas iraníes animan a sus soldados jóvenes con las palabras: “Allah akbar!” (“¡Dios es grande!”). Los jóvenes entran en batalla contra los musulmanes sunnitas de Irak creyendo que el morir en la batalla les garantiza la entrada al cielo.
Por eso, cuando la religión se halla entre dos fuegos, cada lado llega a esta conclusión: ‘Dios está de parte de nosotros’. De modo que la violencia, la destrucción y la matanza continúan... todo en el nombre de Dios. Además, cuando la religión es el factor fundamental, a menudo la guerra es más sangrienta y es más difícil poner fin a ella. Como dijo el señor Ernest Lefever, presidente del Centro de la Ética y la Política Pública, de Washington, D.C.: “Cuando se cree que Dios está de parte de uno, se puede justificar cualquier atrocidad”. (U.S.News & World Report.)
Por consiguiente, surge la pregunta: En lo que respecta a la guerra, ¿realmente se pone Dios de parte de un lado o del otro? Esta pregunta perturbó a un hombre que llevó a cabo unas 60 misiones de bombardeo aéreo sobre Alemania e Italia durante la II Guerra Mundial. Le remordía la conciencia por haber participado en la matanza de millares de hombres, mujeres y niños. Le invitamos a leer, en el siguiente artículo, cómo él buscó y halló la respuesta satisfaciente a la pregunta: “¿De qué lado está Dios?”.
[Reconocimiento en la página 3]
Foto Ejército E.U.A.
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“¿De qué lado está Dios?”¡Despertad! 1985 | 8 de diciembre
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“¿De qué lado está Dios?”
MIL bombarderos despegaron de Inglaterra la noche del 30 de mayo de 1942. Era el ataque aéreo más grande de la historia hasta aquel tiempo. Yo era el oficial encargado de las transmisiones de radio de una escuadrilla de bombarderos cuatrimotores del tipo Lancaster. Cada avión llevaba una bomba de 8.000 libras (3.600 kilos) que contenía suficiente poder explosivo como para destruir toda una fábrica grande o varias manzanas de una calle.
Después de subir a una altura de 20.000 piesa, nos pusimos en camino a la ciudad alemana de Colonia. Los miembros de la tripulación estaban ocupados revisando los motores, el combustible, la radio, los datos de navegación, y así sucesivamente. Los tres artilleros pidieron permiso al capitán para examinar y disparar sus ametralladoras. Ya todo estaba listo para que entráramos en territorio enemigo.
Mientras pasábamos por la costa holandesa, me levanté para tomar mi lugar en el puesto de vigilancia localizado en el techo del avión. Desde allí podía ver en todas direcciones. Permanecí allí y estuve muy alerta por si aparecían aviones de caza nocturnos del enemigo, para que pudiéramos tomar medidas evasivas y los artilleros recibieran instrucciones. A lo lejos pude ver manchas rojas que iluminaban el cielo, puesto que la mayoría de los bombarderos ya habían incendiado la ciudad de Colonia.
Nuestro turno para bombardear
Ya estábamos listos para colocarnos sobre el objetivo. Había aviones de caza alemanes dando vueltas alrededor de la zona de bombardeo, preparados para atacarnos. Éramos el último conjunto de los mil bombarderos que habían atacado por sorpresa a Colonia aquella noche, así que la ciudad estaba en llamas de un extremo al otro. Tuvimos que descender a 10.000 pies de altura en busca de una zona que todavía no estuviera ardiendo y sobre la cual pudiéramos soltar nuestra bomba.
Se nos había informado que la oficina de correos principal era el objetivo. “Hay fábricas de municiones al otro lado de la calle”, se nos dijo. Sin embargo, muchos de nosotros opinábamos que estábamos bombardeando a la población civil, pues sabíamos que en la
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