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La vida en una compañía grande¡Despertad! 1985 | 8 de mayo
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los trabajadores tienen derecho a 15 días de vacaciones pagados al año, en realidad toman un promedio de solo 8,3 días. Los días festivos principales caen a fines de año y en agosto, cuando se acostumbra visitar las tumbas de los antepasados. Además, las compañías hacen excursiones a las que se espera que todos los empleados vayan... y sí van. Las excursiones generalmente abarcan un fin de semana de dos días en las montañas, en lugares donde hay manantiales de aguas termales o en las posadas de la compañía, y en estas excursiones hay mucho de comer y beber. Los empleados pueden relajarse, divertirse juntos y llegar a conocerse mejor unos a otros.
Algo que es muy importante entre los empleados japoneses es el bono semestral, que depende de la situación financiera de la firma. En realidad, se trata de una porción del salario de los empleados que la compañía aparta. Si la empresa tiene buenas ganancias, los empleados reciben la cantidad total como bono. Pero si el negocio no va muy bien, puede que se reduzca esta porción. Esto sirve de incentivo eficaz para los empleados.
Los salarios y los ascensos se determinan en gran parte por el sistema de antigüedad. Es raro que a un empleado más nuevo se le dé un ascenso antes que a sus mayores, por muy capacitado que sea. En caso de que esto suceda, generalmente a los que hayan quedado atrás se les da algún nuevo título a fin de que no se sientan avergonzados ni pierdan prestigio. Esto contribuye a que la fricción sea mínima, y sirve los intereses del grupo.
La situación en el caso de las empleadas es bastante diferente. Aunque aproximadamente 39 por 100 de la fuerza obrera del Japón son mujeres, éstas generalmente ganan solo la mitad de lo que ganan los hombres. De hecho, la mayor parte de las compañías no ofrecen puestos prometedores a las mujeres aunque ellas satisfagan los requisitos, puesto que se espera que ellas trabajen tan solo hasta que se casen y empiecen a criar una familia.
El matrimonio y la familia
Las rigurosas exigencias del trabajo —el trabajar seis días a la semana y muchas horas extraordinarias— no permiten que el empleado disponga de mucho tiempo para su familia. Algunos salen para el trabajo antes que los niños hayan despertado y llegan a casa después que se han acostado. Rara vez ven a sus hijos, excepto quizás los domingos. Puede decirse que la vida de un empleado típico de compañía, o sarariman (asalariado), como es llamado en el Japón, gira en torno a su trabajo. Su hogar, su esposa y su familia son como un pequeño negocio secundario que le proporciona un lugar donde comer y dormir, y cierto grado de prestigio en la comunidad.
Con pocas excepciones, la esposa se ocupa de todo en el hogar. Esto no solo incluye los quehaceres domésticos de cada día, sino también decisiones importantes como las de dónde vivir, qué comprar, y hasta la educación y disciplina de los hijos. Así, de manera sutil, aunque el hombre quizás todavía hable y actúe como si fuera el cabeza de la familia, la mayoría de las familias de los empleados que trabajan para grandes empresas son, en realidad, arreglos matriarcales.
El hombre soltero también tiene sus problemas. Su trabajo le deja poco tiempo para participar en actividades sociales a no ser que se trate de recibir visitas relacionadas con la compañía. Probablemente tenga pocas amistades fuera de la compañía. Sin embargo, la sociedad japonesa mira despectivamente los matrimonios tardíos. Se considera extraño a cualquiera que aún no se haya casado para cuando cumpla 30 años de edad. Esto explica por qué son tan frecuentes los omiai, o matrimonios por arreglo, que constituyen casi el 60 por 100 de todos los matrimonios del Japón incluso hoy día.
A menudo las compañías grandes trasladan a sus empleados de una sucursal a otra en otro lugar del país. Esto significa que los empleados tienen que mudarse y acostumbrarse a nuevos vecinos y a un nuevo ambiente cada dos o tres años. Aunque cada mudanza generalmente va acompañada de una promoción y un aumento de salario, podría crear problemas para la familia en lo que tiene que ver con la educación de los hijos y el cuidado de padres envejecidos. Pero éstos son los goces y los ayes de la antigüedad y del empleo para toda la vida en las grandes compañías del Japón.
El trabajo y la religión
La conciencia de grupo y el fuerte deseo de conformarse desempeñan un papel importante en moldear las actitudes religiosas de los japoneses. Para estar en armonía con la compañía, el empleado no puede insistir mucho en sus propias creencias, sino que tiene que ser tolerante, dispuesto a ceder. Se ha dicho, por lo tanto, que el sentido de moralidad del japonés no se basa en lo correcto y lo incorrecto, sino en lo que es aceptable o inaceptable.
Por eso, en las grandes empresas se espera que el empleado participe en ritos asociados con matrimonios, funerales y otras ceremonias, prescindiendo de que tales ritos sean budistas, sintoístas o cristianos. La mayoría de los empleados participan rutinariamente en estos ritos sin que les moleste la conciencia. Han aprendido a vivir sin tener creencias ni convicciones personales, o han subordinado éstas a los deseos de la compañía. Por consiguiente, muchos hombres son indiferentes a la religión. Se les hace difícil pensar en asuntos religiosos o espirituales. Tal vez observen los ritos y las costumbres heredados de generaciones pasadas, pero en realidad no tienen ninguna creencia religiosa en particular.
Por otro lado, es natural que las mujeres, especialmente las madres, que tienen que encargarse a solas de la educación escolar, moral y religiosa de los hijos, se sientan más atraídas a la religión. Pero en el caso de ellas, tienden hacia el otro extremo... mientras más religiones tengan, mejor. En un relato que se publicó en la revista Time, cierta madre joven expresó lo que podría considerarse la actitud religiosa común: “Debo respeto a mis antepasados, y lo muestro mediante el budismo. Soy japonesa, de modo que desempeño todos los pequeños ritos del sintoísmo. Además, pensé que sería realmente hermoso tener un matrimonio cristiano. Todo esto es contradictorio, pero ¿qué importa?”. De acuerdo con el censo nacional, aunque la población total del Japón es de 120.000.000 de habitantes, hay 87.000.000 de budistas y 89.000.000 de sintoístas. Obviamente muchos japoneses no vieron nada malo en declarar que son seguidores de más de una religión.
De nuestra breve consideración sobre la vida en una compañía japonesa grande, queda claro que ésta encierra más que tan solo los beneficios evidentes que son objeto de tanta admiración. El hecho es que a algunas autoridades les parece que se exageran muchísimo tales beneficios. Más bien, ellas ven indicios de que no todo marcha bien en este país idealizado de gigantes económicos y tecnológicos. ¿Cuáles son los indicios, y qué futuro le espera al milagro japonés?
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El precio del ‘milagro’¡Despertad! 1985 | 8 de mayo
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El precio del ‘milagro’
NO CABE duda de que el milagro japonés es un fenómeno único. Es una maravilla ver a una nación entera levantarse de la derrota y de la ruina hasta llegar a ser uno de los poderes económicos más fuertes del mundo, y esto en una sola generación. Todo esto, como hemos visto, se ha logrado mediante educación rigurosa, duro trabajo y sacrificio personal que es poco probable que otras naciones dupliquen.
Pero en ¿qué ha resultado este milagro para los japoneses? Más allá del brillo superficial, ¿les ha proporcionado verdadera felicidad y contentamiento? Debajo de la prosperidad y la abundancia, hay indicios perturbadores de que la sociedad japonesa está perdiendo sus valores tradicionales y gradualmente se está viendo envuelta en los problemas y las desgracias que atormentan a otras naciones industrializadas.
En gran medida, el sistema mismo ha causado muchos de estos problemas. Por ejemplo, los expertos han notado un drástico aumento en los casos de depresión y suicidio entre hombres de 40 a 50 años de edad que ocupan puestos de gerencia. En The Daily Yomiuri apareció la siguiente cita del autor Von Woronoff: “Las encuestas revelan que muchos japoneses no están contentos con sus trabajos, y los dejarían si tuvieran la oportunidad de hacerlo”. Pero se sienten entrampados por el sistema de salarios y promociones basado en la antigüedad o tiempo que llevan en la compañía. Ésta es una razón por la cual el empleo para toda la vida ya no es el sueño máximo entre los de la generación joven. “Para las personas entre los 20 y 30 años de edad, la lealtad a la compañía no existe”, dijo un consultante de gerencia de Tokio.
Del mismo modo, el que el padre esté ausente del hogar, el que la madre no esté satisfecha con lo mucho que se exige de ella, y la presión agobiadora a la que se encaran los jóvenes en la escuela han agravado la ola creciente de delincuencia juvenil en el Japón, lo cual ha llegado a ser en los últimos años una cuestión nacional. Estos factores también contribuyen al índice de divorcios, que va en aumento y se ha duplicado durante los últimos diez años.
El éxito económico ha proporcionado también a los japoneses más dinero y más tiempo libre para gastarlo. Esto ha fomentado una nueva ola de egoísmo, que va contra la ética de trabajar con abnegación y el espíritu de grupo que han sido el secreto de su éxito. Los observadores están preocupados debido a que dicha tendencia, que no da señal de que disminuirá, con el tiempo podría poner fin al milagro.
Sea que esto ocurra o no, hay algo que sí es seguro. Estamos viviendo en un tiempo en que hay problemas mundiales sin precedente... problemas políticos, militares, económicos, ambientales, sociales, religiosos, y así por el estilo. ¿Puede un milagro económico de una nación, aunque durara, resolver todos estos problemas? Difícilmente. Lo que se necesita es un milagro en escala mundial.
Los 96.000 testigos de Jehová del Japón están hablando a la gente sobre precisamente tal milagro... el Reino Mesiánico de Dios (Mateo 24:14). Bajo este Reino, lo que el salmista dijo acerca de Jehová Dios se efectuará: “Estás abriendo tu mano y satisfaciendo el deseo de toda cosa viviente” (Salmo 145:16). Los testigos de Jehová de su zona compartirán gustosamente las “buenas nuevas” con usted para que pueda vivir y disfrutar de las bendiciones del Reino que vendrán pronto.
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