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  • ¡Bienaventurados los mansos!
    La Atalaya 1958 | 1 de septiembre
    • que abandonar su mansedumbre al tratar con su prójimo.—Sal. 22:26; 25:9; 147:6; Isa. 11:4, NC.

      En vista de lo cercano del día de la ira de Dios, es de particular interés a los mansos su promesa: “Buscad a Jehová, todos los mansos de la tierra, los que habéis obrado lo que es justo; buscad la justicia, buscad la mansedumbre; puede ser que os pongáis a cubierto en el día de la ira de Jehová.” Ese día de su ira se describe en otra parte como “la guerra del gran día de Dios el Todopoderoso,” el Armagedón.—Sof. 2:3, Mod; Apo. 16:14, 16.

      Después que el Armagedón extirpe de esta tierra la violencia e iniquidad de ésta, como hizo el diluvio del día de Noé, comenzará un nuevo sistema de cosas, ‘unos nuevos cielos y una nueva tierra en los cuales la justicia habrá de morar.’ Entonces toda la tierra será hecha un paraíso, como lo que era el jardín de Edén, de acuerdo con el propósito original de Jehová para con esta tierra, según se indica por el mandato que dió a nuestros primeros padres: “Sean fecundos y háganse muchos y llenen la tierra y sojúzguenla.” Ese nuevo mundo será uno de amor, paz y felicidad. A las personas que rehusen hacerse mansas no se les permitirá continuar en él, porque estorbarían la felicidad de otros además de estar infelices ellas mismas.—2 Ped. 3:13; Gén. 1:28.

      ¿Señalará eso al cumplimiento de la promesa de Jesús: “Bienaventurados los mansos; porque ellos heredarán la tierra”? No, por lo menos no primariamente. Esas palabras, pronunciadas primeramente por el salmista David, aplican en primer lugar a Jesucristo, el preeminentemente Manso, a quien su Padre, Jehová Dios, le dijo: “Pídeme, para darte naciones como herencia tuya y los cabos de la tierra como posesión tuya propia.” El heredar la tierra es parte de la recompensa que él recibe por su proceder manso y fiel mientras fué hombre.—Mat. 5:5, Mod; Sal. 2:8.

      Compartiendo esta herencia con Jesucristo estará su “novia,” aquellos que han seguido en las pisadas de él, un grupo limitado a 144,000 personas y que recibirá una recompensa celestial. (Apo. 14:1, 3) Por tanto el apóstol Pablo les dice: “Si, pues, somos hijos, también somos herederos: herederos por cierto de Dios, pero coherederos con Cristo.” Jesús se refiere a estos seguidores suyos que son especialmente favorecidos como a una “manada pequeña.” Sin embargo, el principio enunciado en Mateo 5:5 aplica también a las otras ovejas de Jesús que, como mansos, recibirán vida eterna en la tierra. ¿Cómo? Pues ellos guardarán la tierra cual fideicomiso para Cristo y su novia, como inquilinos vitalicios de ella, por decirlo así.—Rom. 8:17; Luc. 12:32; Juan 10:16.

      Por lo tanto, que todos los que quieran gozar de las bendiciones de Jehová Dios en su nuevo mundo muestren fe en él y el amor que le tienen a él y a su prójimo por medio de seguir tras “la justicia, la devoción piadosa, la fe, el amor, el aguante, apacibilidad de disposición.”—1 Tim. 6:11.

  • El poder de la verdad
    La Atalaya 1958 | 1 de septiembre
    • El poder de la verdad

      En una asamblea reciente de los testigos de Jehová en el Japón un testigo anciano relató que él se había jubilado de su trabajo para que él y su esposa pudieran dedicar todo su tiempo a predicar las buenas nuevas del reino de Dios. Y su esposa con semblante sonriente contó que su esposo ahora hace algo desconocido entre los esposos japoneses—¡le ayuda con los quehaceres de la casa, haciendo posible que los dos cumplan con los requisitos del ministerio de tiempo cabal! ¡Lo que logra la verdad!—Yearbook of Jehovah’s Witnesses para 1958.

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