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¡Despertad! 1981
g81 8/7 pág. 27

Cómo aprendí lo que verdaderamente es amor

Como lo relató un padre de familia japonés

LAS circunstancias de mi crianza no permitieron que se desarrollara en mí la capacidad de amar intensamente a alguien. Mi padre murió cuando yo apenas tenía dos meses de edad. Mi madre formó otro hogar en matrimonio consensual, pero dejó que otros se encargaran de mi crianza. Después, a la edad de 10 años, volví a vivir con mi madre, pero nunca sentí el calor de la vida de familia. Mamá tenía el vicio de jugar, y me llevaba consigo a las casas de juego.

Cuando me casé a la edad de 25 años, yo también estaba viciado con el juego por dinero. Cada día seguía la misma rutina. Durante el día trabajaba en ventas, lo cual me ofrecía la oportunidad de ir a las carreras de caballos y a las regatas. Apartaba las noches para Mah-Jongg (una forma de juego de azar), y llegaba a casa a eso de la medianoche. El juego por dinero me acarreó serios problemas; me hizo perder el trabajo e impuso una pesada carga financiera tanto sobre mi familia como sobre la de mi esposa.

Vez tras vez trataba de dejar el vicio, pero no lo lograba. Comencé a creer que el destino, o algo que había heredado de mi madre, tenía la culpa por mi vicio. Me aterraba el pensar que durante toda la vida seguiría atado al vicio del juego por dinero. Sumamente deprimido al contemplar el futuro, decidí suicidarme. Pero cuando subí a la azotea de un edificio, las caras de mis dos hijitos me vinieron al pensamiento, y no pude lanzarme.

A pesar de que estaba casado, no sabía que el amor es lo que une a la familia, que es lo que hace que éste sea un arreglo mutuamente saludable y gozoso. Puesto que yo nunca había recibido tal amor de mi padre ni mi madre, realmente no sabía lo que significaba amar. De modo que, debido a mi crianza, no podía apreciar el que mi esposa se compadeciera de mí... su deseo de tener una afectuosa vida hogareña conmigo y su aguante a pesar de que yo a menudo traicionaba su confianza. Con el tiempo, sin embargo, llegaría a apreciar, no solo el amor de mi esposa, sino también otro más grande.

Debido a que mi esposa se dio cuenta del peligro en que yo estaba al trabajar fuera del hogar, me instó a que abriera un negocio en nuestra propia casa. De modo que pronto saqué un préstamo y transformé la casa a fin de abrir un negocio de Mah-Jongg. Me gustaba el Mah-Jongg y me embebí en el negocio. El negocio prosperó y pude hacer los pagos del préstamo con regularidad. Pero mi esposa se sentía muy infeliz debido a los problemas de familia. Además de eso, mi esposa, que a veces se ponía histérica, pensaba que tenía que vigilarme constantemente a fin de que no recayera en mis malos hábitos. Viviendo así, quedé totalmente agotado.

En medio de toda esta tensión familiar, un día mi esposa sacó de la repisa a la ventura un libro intitulado ¿Llegó a existir el hombre por evolución, o por creación? que yo había adquirido de un testigo de Jehová hacía unos seis años. Pues bien, las ideas de mi esposa se inclinaban hacia una filosofía materialista, la de Marx y Lenin, y ella era del todo atea. Pero según iba leyendo el libro se le conmovió el corazón. Se dio cuenta de que no había base para negar la existencia de un Creador todopoderoso y sabio. Se apoderó de ella un temor vago. Providencialmente, una testigo de Jehová llegó a nuestra casa poco después y mi esposa empezó a estudiar la Biblia con regularidad. Como ayuda usaron el libro La verdad que lleva a vida eterna, y comenzaron con el capítulo intitulado: “Edificando una vida de familia feliz.” Cuando mi esposa me relató sus impresiones, decidí que yo también quería estudiar.

Cuanto más leía la Biblia, más me convencía de que ésta era la verdad. A pesar de mi estado letárgico, me hicieron mucha impresión las palabras de Hebreos 4:12: “La palabra de Dios es viva y ejerce poder y es más aguda que toda espada de dos filos.” Debido a eso, me esforcé por no mentir, ni siquiera en cosas insignificantes. Mansamente acepté el consejo: “No juren de ninguna manera . . . Simplemente signifique su palabra Sí, Sí, su No, No.” (Mat. 5:34, 37) Pronto logré recobrar la confianza de mi esposa, y ella me obedecía gozosamente. Dos meses después de haber comenzado a estudiar la Biblia, dejé de fumar y de jugar por dinero. Pude librarme por completo. Ya no había necesidad de que alguien me vigilara de continuo. Jehová escuchó mis oraciones fervorosas y me dio las fuerzas para obrar en armonía con ellas.

Ahora, junto con mi esposa y mis dos hijos, sé lo que es el amor, y tenemos un hogar feliz. Hemos llegado a conocer el amor sobrepujante que Jehová Dios y su Hijo Jesucristo han demostrado, y estamos convencidos de que, si uno responde a este amor, siente verdadero gozo.

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