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  • La paz de la cual depende la unidad mundial
    La Atalaya 1980 | 1 de junio
    • La paz de la cual depende la unidad mundial

      EL DESEO de abolir la guerra es un deseo muy loable. Tal logro ciertamente traería gran alivio. Pero, ¿podría ser duradero? Recientemente Israel y Egipto han disfrutado de mejores relaciones por medio del tratado que han firmado. Sin embargo, ¿se ha eliminado el odio que existe entre los israelíes y los árabes, o están éstos realmente ‘sentados sobre un barril de pólvora’? De manera similar, en otros países —por ejemplo, Irlanda, el Líbano y Zimbabwe Rodesia— ¿se están eliminando los sentimientos raciales, religiosos y nacionalistas profundamente arraigados que existen allí?

      Otra pregunta que debe considerarse cuando se evalúan los acuerdos de paz es: ¿Qué base moral tiene la paz? A menudo cada país que participa en tratados internacionales busca todas las ventajas o concesiones que pueda obtener. En muchos casos, cuando se hace un pacto o se llega a un acuerdo, es simplemente un caso de “coexistencia pacífica,” una incómoda tolerancia entre sí, pero sin verdadera armonía. Generalmente ambas naciones están aumentando a la vez su arsenal de armamentos para protegerse de otras naciones o la una de la otra. Más aún, cuando se firma un tratado entre dos o más naciones, otras naciones se ofenden debido a tal coalición y piensan que es una maniobra para obtener superioridad de poder contra ellas. Llegan a sospechar y temer que haya una conspiración o que realmente se efectúe un ataque.

      Entonces, ¿por qué han fracasado los esfuerzos para alcanzar la paz? Por esto: Prescindiendo de lo sinceros que sean los esfuerzos de las naciones para que haya paz, si no han consultado la Biblia no podrán saber cuál es la voluntad de Dios en cuanto a estos asuntos, o lo que Él considera como la base para la paz. Debido a que no disciernen esto, no están consiguiendo la paz, en primer lugar, con Dios. Por consiguiente, no han colocado el fundamento apropiado. Si no están en armonía con el Soberano del universo, ¿cómo esperan evitar ir en contra de Su voluntad? ¿Cómo esperan las naciones manejar los asuntos para que se produzcan condiciones pacíficas a menos que estén en paz con el Soberano Universal?

      DIOS HACE UN LLAMADO A LOS GOBERNANTES

      Quizás algunos piensen que es imposible que una persona o nación agrade a Dios... que esté en paz con él. Pero eso no es cierto. Dios recibe a toda persona que desea estar en relación pacífica con él. (Hech. 17:26, 27) Él hace posible que esa persona sepa cómo lograr tal paz. ¿No sería lo razonable averiguar cuál es la voluntad de Aquel de quien la Biblia dice que es Gobernante en el reino de la humanidad?—Dan. 4:25.

      Dios hasta hace un llamado a los gobernantes nacionales al decir: “Y ahora, oh reyes, ejerzan perspicacia; déjense corregir, oh jueces de la tierra. Sirvan a Jehová con temor y estén gozosos con temblor. Besen al hijo, para que Él no se enoje y no perezcan ustedes del camino.”—Sal. 2:10-12.

      De lo que se declara en este salmo y en muchos otros textos bíblicos podemos ver que, para que las naciones logren la paz mundial, primero tienen que hacer las paces con Dios. Para que haya paz, es imprescindible estar en armonía y unidad sinceras con el Creador y Soberano. Él sabe lo que se necesita para el contentamiento y felicidad de los que son creación de él. Esto se ha hecho más patente en la actualidad cuando vemos que los esfuerzos humanos, con relación a la ecología, a menudo han resultado en estúpidos o codiciosos errores y han llegado a ser una amenaza hasta para el vivir en comodidad en la Tierra.

      El llamado que se hace a los reyes y jueces de la Tierra en el segundo Salmo da a los gobernantes de las naciones políticas la oportunidad de hacer las paces, conseguir paz, con Dios y su Hijo. Pero la historia muestra que ninguna nación entera ha hecho eso, y la profecía indica que ninguna nación política jamás lo hará. (Sal. 2:2, 3; Rev. 16:13-16) Por lo tanto, las naciones mismas nunca estarán en paz con Dios ni unas con otras. Debido a que han adoptado esa posición, “el mundo va pasando y también su deseo.”—1 Juan 2:17.

      HACIENDO LAS PACES CON DIOS

      Prescindiendo de cómo actúen las naciones, Dios tiene poder para hacer cumplir su voluntad y producir la paz. Pero no promete una paz obligada de ese modo. Algunas personas ven esto como la única esperanza realista. Piensan que quizás las naciones lleguen a estar armadas con armas atómicas a tal grado que todas teman comenzar una guerra, por saber que, como resultado, no habría ningún lado victorioso, sino solo devastación mundial. Otras personas sostienen que un supergobierno, un gobierno mundial, o por lo menos una unión de gobernaciones nacionales para la paz, logrará el fin deseado.

      Sin embargo, la paz mundial que Dios traerá será de una clase diferente. Él nos dice que solo la gente de naturaleza pacífica —la que realmente desea la paz verdadera— disfrutará de ella. “Los mansos mismos poseerán la tierra,” dice el salmista, “y verdaderamente hallarán su deleite exquisito en la abundancia de paz.” (Sal. 37:11) Jesucristo repitió esta promesa en su Sermón del Monte. (Mat. 5:5) Enseñó a sus discípulos a orar: “Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Efectúese tu voluntad, como en el cielo, también sobre la tierra.”—Mat. 6:9, 10.

      ¿Qué clase de gobierno regirá en ese mundo de paz? No uno que tenga su capital en una ciudad terrestre. Su cuerpo administrativo estará localizado en el cielo. Jesús lo llamó “el reino de los cielos.” (Mat. 4:17) Este es el gobierno del Hijo de Dios, a quien el profeta de Dios llamó “Príncipe de Paz.” El profeta dijo acerca de esa gobernación: “De la abundancia del gobierno principesco y de la paz no habrá fin, sobre el trono de David y sobre su reino a fin de establecerlo firmemente y sustentarlo por medio del derecho y por medio de la justicia, desde ahora en adelante y hasta tiempo indefinido.”—Isa. 9:6, 7.

      Tal como la profecía de Isaías anuncia paz bajo la gobernación celestial de Jesucristo, el salmista David compara el reinado de Cristo con el pacífico reinado del rey Salomón, cuando éste gobernaba en la Tierra Prometida hasta las fronteras que Dios había establecido para ésta. El salmista describe la clase de paz que Dios desea, al decir: “Juzgue él a los afligidos del pueblo, salve a los hijos del pobre, y aplaste al defraudador. . . . En sus días el justo brotará, y la abundancia de paz hasta que la luna ya no sea [lo que quiere decir indefinidamente, o para siempre]. Y tendrá súbditos de mar a mar. . . . Llegará a haber abundancia de grano en la tierra. . . . Bendito sea Jehová Dios, el Dios de Israel, único que está haciendo obras maravillosas. Y bendito sea su glorioso nombre hasta tiempo indefinido, y llene su gloria toda la tierra.”—Sal. 72:4-19.

      ¿Qué pasos tienen que darse para conseguir la paz con Dios y, consecuentemente, con otras personas? ¿Pudiera hacerse esto en escala mundial, de modo que el resultado fuera verdadera paz mundial? Esta pregunta, de vital importancia para todos, es el asunto que se considerará en el siguiente artículo.

  • Cómo puede venir la paz a la Tierra
    La Atalaya 1980 | 1 de junio
    • Cómo puede venir la paz a la Tierra

      LA PAZ mundial no puede venir sencillamente por esfuerzos encaminados al desarme, ni por tratados de paz, ni siquiera por medio de detener las guerras frías o candentes. Hasta los que proponen la paz dicen ahora que ésta tiene que tener un fundamento en la vida de comunidad y también en la vida familiar. James Laue, de la Campaña en pro de la Academia Nacional de la Paz, dice: “El enlazar [la paz] con la pacificación al nivel de la comunidad nos ha permitido definir lo que es la paz. El desarrollo continuo de técnicas para resolver conflictos que surgen a diario, en el hogar o en la escuela, puede ayudar a traer paz entre las naciones.”

      Es muy difícil hacer eso. Escribiendo para To the Point International, George Mikes, bajo el encabezamiento: “Sí, la paz mundial es asunto de interés para todo el mundo,” dijo:

      “Se nos ha enseñado que amemos al prójimo. Algo que es extremadamente difícil y tedioso. Se puede amar a casi todo el mundo excepto al prójimo o vecino de uno. En primer lugar, el vecino de todo el mundo es un individuo detestable, poco grato y entremetido... mientras que la persona que vive un poco más lejos es amable, placentera y cortés. Si usted vive en Chelsea, no va a tener riñas con las personas de Turnham Green y se llevará espléndidamente bien con las personas de Crouch End [lugares distantes]. De manera similar, los ingleses aman a los australianos y a los neozelandeses —que están al otro lado del mundo— pero no siempre han amado a los franceses ni a los alemanes.”

      De modo que no puede haber paz mundial a menos que primero nos llevemos bien con los que están más cerca de nosotros. ¿Hay en verdad alguna “técnica” que logre esto? No la hay. Actualmente el hombre es muy inteligente, y está especialmente versado en técnicas. Las ha aplicado en todo empeño, incluso en el de buscar y establecer la paz. Generalmente, ha tenido algún éxito en casi todos los campos —la ciencia, la política, el comercio, las ventas y promociones— excepto en establecer la paz, lo cual tiene que ver con las más estrechas relaciones humanas. Las técnicas no funcionan en este asunto. ¿Por qué no? Porque la paz, que comienza verdaderamente en el hogar, debe venir del corazón. La paz no estriba solo en tolerancia, ni en un equilibrio de poderes, sino en expresar amor y comprensión genuinos a la otra persona o familia o comunidad o nación... a pesar de la raza, religión o condición social de ésta.

      ¿Se puede lograr esto? Solo unos pocos lo logran en la actualidad. Pero esos pocos, a pesar de la situación mundial, pueden tener paz ahora. Pueden promover la paz en su propia esfera social. ¿Cómo?

      CÓMO UNO PUEDE ALCANZAR PAZ

      En primer lugar, uno hace las paces con Dios por medio de estudiar la Biblia y discernir el arreglo que Dios ha hecho para que uno pueda acercarse a Él. Uno no puede hacer esto por medio de un estudio superficial. Tiene que investigar. Tiene que ‘asegurarse de todas las cosas’ y tiene que ‘adherirse firmemente a lo que es excelente.”—1 Tes. 5:21.

      La persona que hace eso llega a reconocer, primeramente, que es pecadora y que necesita ayuda. Tiene que reconocer que no ha nacido con el poder de hacer obras que agraden a Dios ni con la sabiduría que necesitaría para lograr una paz verdadera y perdurable con nadie. La única manera de alcanzar paz con Dios es consiguiendo la remoción de la barrera que impide la paz... nuestro propio pecado que obstruye el camino. No es difícil hacer esto. No requiere gran sabiduría o habilidad. La fe en Dios y sus promesas es la manera sencilla y sin complicaciones de hacerlo. Esta manera se resume muy claramente en el libro bíblico de Romanos, capítulo 5, donde leemos:

      “Porque, de hecho, Cristo, siendo nosotros todavía débiles, murió por los impíos al tiempo señalado. Porque apenas morirá alguien por un justo; en realidad, por el bueno, quizás, alguien aun se atreva a morir. Mas Dios recomienda su propio amor a nosotros en que, siendo nosotros todavía pecadores, Cristo murió por nosotros. Mucho más, pues, dado que hemos sido declarados justos ahora por su sangre, seremos salvados mediante él de la ira. Porque si, cuando éramos enemigos, fuimos reconciliados con Dios mediante la muerte de su Hijo, mucho más, ahora que estamos reconciliados, seremos salvados por su vida.”—Rom. 5:6-10.

      Esta reconciliación resulta en paz con Dios. El apóstol Pablo escribe: “Por lo tanto, ahora que hemos sido declarados justos como resultado de la fe, gocemos de paz con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo.” (Rom. 5:1) No es sencillamente una tregua o paz temporal, en la que se pasen por alto los pecados que uno haya cometido en el pasado. Esa paz con Dios es continua, por medio de Cristo, y ayuda a uno a andar desde ese momento en adelante de una manera que mantiene la paz. Dios llega a ser el mejor amigo de uno.—Compare con Juan 15:15.

      Jesús describió esa paz a sus apóstoles, al decir: “La paz les dejo, mi paz les doy. No se la doy a ustedes como el mundo la da.” (Juan 14:27) El mundo concede cierta medida de paz por medio de unos cuantos amigos, placeres, riquezas, fama, posición, promoción, cierto grado de serenidad, y así por el estilo, además de mediante sus sistemas filosóficos y de religión falsa. Pero la paz que Cristo imparte al que sinceramente pone fe en Su sacrificio expiatorio es muy diferente. Tal persona adquiere, primeramente, una conciencia limpia y tranquila, verdadera paz interna, paz mental, una disposición hacia la paz que produce buenas relaciones con otros, un mejor propósito en la vida y una esperanza sólida para el futuro.

      ¿Cómo? El apóstol Pedro nos dice que cuando uno ejerce fe en las “buenas nuevas,” dedica su vida a Dios y se bautiza, la acción misma del bautismo es una “solicitud hecha a Dios para una buena conciencia.” (1 Ped. 3:21) Debido al pecado inherente, uno tenía, en el pasado, una mala conciencia que lo oprimía con fuerza como si fuera una pesada carga. Sobre esto, Jesús dijo: “Felices son los que se lamentan [que están tristes debido a su pobre condición espiritual], puesto que ellos serán consolados.” (Mat. 5:4) Él nos extiende esta invitación a todos: “Vengan a mí, todos los que se afanan y están cargados, y yo los refrescaré.”—Mat. 11:28.

      Además, ¡qué refrescante es poder participar en la obra de predicar el Reino que Jesús instituyó mientras estuvo en la Tierra, en la cual entrenó a sus discípulos y de la cual dijo que ésta culminaría en la conclusión del sistema de cosas, el tiempo en que estamos viviendo ahora! (Mat. 4:17; 9:35; 10:7; 24:3, 14) El hacer la voluntad de Dios de esa manera edifica espiritualmente, satisface y es una ayuda para que sigamos manteniendo la paz con Dios. A medida que los testigos de Jehová siguen adelante en su servicio, “calzados los pies con el equipo de las buenas nuevas de la paz,” pueden estar seguros de que tendrán Su cuidado y protección en toda situación.—Efe. 6:14-16.

      El apóstol Pablo dice que el corazón de los cristianos recibe limpieza por “rociadura de una conciencia inicua.” Esto se debe a que Dios ha dicho: “De ningún modo recordaré más sus pecados y sus desafueros.” (Heb. 10:17, 22) Con su conciencia aliviada, el cristiano puede tener verdadera paz interna, tranquilidad mental. Se preocupa menos por las condiciones mundiales. Tampoco lo atemorizan como antes las enfermedades y la muerte. El

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