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  • El apóstol amado escribe el cuarto Evangelio
    La Atalaya 1962 | 1 de julio
    • El hecho de que el Evangelio de Juan pone tanto énfasis en el amor no argüiría necesariamente que no fue escrito por él porque Jesús se refirió a él como un ‘Hijo del Trueno.’ El hecho de que como hombre joven se le describiera así no argüiría en contra de que se hiciese más tierno a, digamos, noventa años de edad. Es muy probable que Juan haya sido el más joven de los doce, y es posible por lo tanto que haya sido el más idealista entre ellos. Si fuese así, esto ayudaría a explicar su gran devoción a su Amo así como también el afecto particular de Jesús a Juan. Es enteramente injustificable el sostener que, debido a que Jesús le tenía este afecto especial a Juan, debe de haber sido Juan de genio excepcionalmente apacible, débil o hasta afeminado.

      Al contrario, tal como tenía Jesús un celo ardiente por la justicia—obsérvese sus limpiezas del templo, sus denunciaciones del clero de su día—también lo tenían Juan y su hermano Santiago. Por eso se les dio el título de Boanerges, “Hijos del Trueno.” El que los samaritanos de cierta ciudad no permitiesen que el Amo de ellos pasara a través de su ciudad porque él iba hacia Jerusalén los llenó de tanta indignación justa que querían mandar que bajase fuego del cielo; ¡lo que también, entre paréntesis, indica la fe que tenían!—Mar. 3:17; Luc. 9:54.

      El Evangelio de Juan revela la misma lealtad vehemente, el mismo amor intenso, la misma indignación justa. Juan no perdona a Nicodemo sino que nos dice llanamente que Nicodemo vino a Jesús secretamente de noche debido a temor de lo que otros pensaran. Y lo mismo es verdad respecto a otro miembro del Sanedrín José de Arimatea. El recaudador de impuestos Mateo, siempre consciente de valores monetarios, no pudo menos que mencionar que José era rico además de ser discípulo de Jesús. Marcos, escribiendo para los romanos, nos cuenta que José era consejero de buena posición y que también esperaba el reino de Dios. Lucas nos da más detalles: José era miembro del Sanedrín hombre bueno y justo, uno que no había votado en apoyo de los planes y acciones de éste en contra de Jesús, y que esperaba el reino de Dios. Pero la lealtad de Juan a Jesús, y su agudo sentido de justicia, su idealismo innato, no le permitió pasar por alto una falta grave en José de Arimatea así como no le permitió pasar por alto la misma falta en Nicodemo: “Discípulo de Jesús pero secreto debido al temor que les tenía a los judíos.” ¡Ahí lo tiene usted!—Mat. 27:57; Mar. 15:43; Luc. 23:50, 51; Juan 19:38.

      ¡Juan sencillamente no podía tolerar el hecho de que persona alguna se tuviera por discípulo de su Amo y sin embargo tuviera vergüenza de ello! Y por lo tanto no deberíamos sorprendernos al notar que su reacción al traidor Judas es la más fuerte de cualquiera de los escritores de los Evangelios. Mucho antes de que Judas traicionara a su Amo, Juan nos dice: “Jesús supo quiénes eran los que no creían y quién era el que lo iba a traicionar.” “Jesús les contestó: ‘Yo los escogí a ustedes, a los doce, ¿no es verdad? No obstante, uno de ustedes es calumniador.’ Él hablaba, en realidad, acerca de Judas, hijo de Simón Iscariote; porque éste iba a traicionarle, aunque era uno de los doce.” Sí, ¡traicionarle, aunque era uno de los doce!—Juan 6:64, 70, 71.

      Así hallamos que, mientras que los escritores de los otros Evangelios cuentan de la queja que se hizo a causa del ungüento costoso con que María ungió a Jesús poco antes de su muerte, solamente Juan nos dice quién lo dijo y por qué: “Pero Judas Iscariote, uno de su discípulos, el cual estaba por traicionarle,” se quejó. “Dijo esto, sin embargo, no porque él estuviera preocupado por los pobres, sino porque era ladrón y tenía la alcancía y solía llevarse los dineros puestos en ella.” De nuevo el ‘Hijo del Trueno’ expresa su indignación justa. Y podría mencionarse que, si no fuese por lo que Juan nos dice acerca de Judas, el curso traicionero de ése hubiera permanecido mayormente un enigma.—Juan 12:4-6.

      OTRAS CARACTERÍSTICAS IDENTIFICADORAS

      El mismísimo estilo del cuarto Evangelio nos suministra evidencia circunstancial de que un hombre ‘iletrado y del vulgo,’ como era Juan, tiene que haber sido el escritor. (Hech. 4:13) El estilo de Juan es extremadamente sencillo—palabras sencillas, frases sencillas, uso de un vocabulario mucho más pequeño que el de la mayoría de los otros escritores de las Escrituras Cristianas Griegas. Al mismo tiempo lo suyo está en el plano más excelso. Según lo expresó Westcott, eminente erudito bíblico de hace un siglo: “El Evangelio de Juan es el arte más consumado que emana de la sencillez más consumada. . . .Ningún escrito. . .tiene mayor sencillez con profundidad más intensa.” Por eso no sorprende aprender que Juan 7:53 hasta 8:11, respecto a lo cual hay duda en cuanto a que Juan lo haya escrito, “no está en el fácilmente reconocible estilo de Juan.”—The Four Gospels, Dom J. Chapman.

      Señala aun más concluyentemente al apóstol Juan como el escritor del cuarto Evangelio su uso de nombres propios. Más nombres propios aparecen en él que en cualquiera de los otros Evangelios. Solamente él nos dice que fueron Felipe y Andrés, hermano de Pedro, quienes conversaron con Jesús acerca de la alimentación de los cinco mil hombres; que fue a Malco que Pedro le cortó la oreja. Sin embargo, aunque menciona a Pedro treinta y tres veces, este Evangelio no nombra ni a Juan ni a su hermano Santiago siquiera una vez; hace una sola referencia a ellos con el término de ‘hijos de Zebedeo.’ Aparte de eso, Juan prefiere permanecer anónimo bajo el apelativo que estaba más cerca de su corazón, ‘el discípulo a quien Jesús amaba’.—Juan 6:5-8; 18:10; 13:23.

      Eso no es todo tampoco. La prueba más fuerte de todas de que Juan escribió este Evangelio es el hecho de que el nombre “Juan” sí aparece vez tras vez en su Evangelio, pero no se refiere ni una sola vez al apóstol Juan sino solamente a Juan el Bautista. Sí, Juan, quien está más propenso que los escritores de los otros Evangelios a darnos los nombres completos de la gente, al hablar de Juan el Bautista nunca se molesta en llamarle por su nombre completo sino tan solo por “Juan,” aunque hubiese otro Juan, él mismo. Los otros hicieron esta distinción, pues ¿cómo se podía saber a cuál Juan se hacia referencia, a Juan el Bautista o a Juan el apóstol? Pero el apóstol Juan no estimaba que fuera necesario diferenciar de ese modo, porque, después de todo, cuando él hablaba de “Juan” no se refería a sí mismo, ¡él hablaba acerca del Bautista! Seguramente, nadie a excepción del mismo apóstol Juan habría dejado de señalar a cuál Juan se refería.

      EL APÓSTOL AMADO

      Apropiadamente, en tiempos de apremio el amado apóstol Juan fue el que más cerca estuvo de Jesucristo, su Amo. En la última pascua él estaba recostado frente al pecho de Jesús. Él siguió a Jesús dentro del atrio del sumo sacerdote, de quien él era conocido, y él es el apóstol que fue visto con Jesús en Calvario, donde fue encargado de la madre de Jesús.—Juan 13:23; 18:15; 19:27.

      Del cuarto Evangelio es aparente que su escritor tenía apreciación agudísima de la existencia prehumana de Jesús. “En el principio la Palabra era. . .Todas las cosas vinieron a la existencia por medio de él.” Y solamente él cita las muchas referencias que Jesús hizo a su existencia prehumana, tales como que él “descendió del cielo.” “Yo soy el pan que descendió del cielo.” “Antes que Abrahán viniera a la existencia, yo he sido.” “Padre, glorifícame al lado tuyo con la gloria que tenía al lado tuyo antes que el mundo fuera.”—Juan 1:1-3; 3:13; 6:41; 8:58; 17:5.

      El Evangelio de Juan alcanza las alturas más elevadas de verdad divina. Él nos da el aprecio más alto de Jesús como el Verbo o Palabra, el Excelente Pastor, la Luz del mundo, el Pan de la Vida, el Camino, la Verdad y la Vida. Él dice más acerca del amor que los escritores de los otros tres Evangelios en conjunto. ¿Podríamos imaginarnos que alguien que no fuera discípulo íntimo de Jesús pudiera pintarnos semejante cuadro de Jesús?

      De los doce, Jesús seleccionó a tres para intimidad especial: Pedro, Santiago y Juan. Solamente éstos acompañaron a Jesús dentro de la casa y lo vieron resucitar de entre los muertos a la hija joven del oficial presidente de la sinagoga; solamente éstos le acompañaron al monte de la transfiguración, y solamente éstos le acompañaron más adentro del jardín de Getsemaní. Lógicamente sería uno de estos tres el que nos daría la vista más exaltada de Jesús. Pedro y Santiago murieron mucho antes de que se escribiera el cuarto Evangelio. Aquel a quien Jesús amaba en especial tiene que haber sido uno de estos tres y por lo tanto Juan.

      Algunos sostienen que el capítulo Juan 21 del Evangelio de Juan, que relata que Jesús le dio a Pedro la comisión triple de alimentar a sus corderitos u ovejitas, fue escrito por una mano distinta a la que escribió el resto del Evangelio porque el último versículo del capítulo anterior (20) tiene la forma de una conclusión; pero no es así. El estilo del capítulo 21 es el de Juan y sin duda fue añadido más tarde por él mismo.

      ¡Qué tesoro tenemos en el cuarto Evangelio! Qué bien cumple su propósito: “Estas han sido escritas para que ustedes crean que Jesús es el Cristo el Hijo de Dios, y que, a causa de creer, tengan vida por medio de su nombre.”—Juan 20:31.

  • Preguntas de los lectores
    La Atalaya 1962 | 1 de julio
    • Preguntas de los lectores

      ● Cuando Dios dice, en Génesis 1:30: “A toda bestia salvaje de la tierra y a toda criatura volátil de los cielos y a todo lo que se mueve sobre la tierra en que hay vida como alma yo les he dado toda la vegetación verde para alimento,” ¿hemos de entender que esto excluye en absoluto la idea de que hubiese animales que comieran carne al tiempo de declararse eso o antes de ello? Y sobre esta base ¿hemos de concluir que todos los animales serán vegetarianos en el nuevo mundo? ¿Cómo, pues, podemos explicar la existencia de aves, insectos y reptiles que comen carne, y otros animales que tienen dientes venenosos, capacidad para cazar, etc., que aparentemente recibieron al tiempo de su creación y que los equipan admirablemente como comedores de carne?

      Génesis 1:30, tal como se acaba de citar, no dice que Dios les había dado “toda la vegetación verde para alimento” a las bestias salvajes, a las criaturas volátiles y a todo lo que se mueve sobre la tierra como agregado a cualquier carne que pudiesen conseguir por medio de cazar. El versículo justamente antes del citado nos dice que Dios dijo a Adán y Eva: “Aquí les he dado toda vegetación que produce semilla que está sobre la superficie de toda la tierra y todo árbol en el cual está el fruto de un árbol que produce semilla. Que les sirva a ustedes de alimento.” (Gén. 1:29) No entendemos que esto significa que Adán y Eva podían comer animales que se sustentaban de la hierba y otra vegetación, y que al comer tales animales menos su sangre Adán y Eva estaban comiendo la vegetación indirectamente, puesto que, en primer lugar, los animales hubieran consumido la vegetación y entonces Adán y Eva hubieran consumido los animales que se hubiesen sustentado de aquella vegetación y la hubiesen convertido en carne. ¡No! Se hace patente que Dios puso al hombre perfecto y a la mujer perfecta en un régimen vegetariano, sin sugerir siquiera productos lácteos.

      Fue después del diluvio que Dios por primera vez especificó claramente que Noé y su familia y sus descendientes podían comer carne sin la sangre. Esto indica que hombres temerosos de Dios como Abel, Enoc y Noé y su familia no se habían sustentado de la carne de animales y aves antes del diluvio. No sabemos de qué se habrán sustentado los hombres impíos hasta el diluvio. Abel, Enoc y Noé y su familia no se valieron de rodeos al razonar sobre el asunto de modo que violaran la ley dietética edénica

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