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  • ¿Qué clase de Dios es Jehová?
    La Atalaya 1972 | 1 de julio
    • Las cualidades que despliega Jehová lo distinguen de todos los llamados dioses a quienes los hombres y las naciones han adorado. ¿Qué persona razonable, teniendo el debido aprecio, no querría adorar a un Dios como el que es Jehová? Él merece ser adorado. Tiene el derecho exclusivo y justo de mandar que le adoren todas sus criaturas en el cielo y en la Tierra.

      PROVISIONES PARA ADORACIÓN

      En el caso de Israel Jehová le proveyó a la nación todo lo necesario para llevar a cabo la adoración de él. Tenían sus leyes, que eran espirituales, santas y buenas. (Rom. 7:12, 14) Cuando las obedecían resultaban en el bienestar de Israel, tanto espiritual como físico. Hizo arreglos para que un sacerdocio le sirviera a Israel, en la familia de Aarón, el hermano de Moisés. Prescribió una lista de sacrificios que podrían ofrecerle en ciertas ocasiones y por ciertas razones. Por estos medios todo individuo de la nación podía disfrutar de acercarse a su Dios. Estos sacrificios también tenían un significado especial, pues señalaban hacia el Gran Sacrificio que Jehová proveería al debido tiempo para quitar los pecados de todo el mundo de la humanidad.

      Jehová proveyó los planos arquitectónicos para la tienda de reunión o tabernáculo transportable y para el templo que se edificó más tarde en Jerusalén. Jehová puso su nombre allí. Por consiguiente, lo que pasaba allí era de interés especial para Jehová puesto que tenía efecto en la reputación de su santo nombre.

      No era ofensa leve el que alguien contaminara su templo. Los que lo hicieran llegarían a saber que no podían hacerlo con impunidad. Llegarían a saber que Jehová, aunque es un Dios misericordioso y perdonador para con los que se vuelven a él, también es un Dios de justicia, el Soberano Universal que insiste en que se haga lo correcto. Así esto no solo engrandece su propio Nombre como el Dios verdadero, sino que también protege a sus criaturas, para que puedan vivir en paz, seguridad y felicidad.

      AL REINO DE DIEZ TRIBUS SE LE HACE CONOCERLO

      Siglos después de entrar en la Tierra Prometida diez de las tribus se desprendieron de la dinastía de la casa de David que Dios había nombrado y establecieron su propio reino, también haciendo imágenes de becerros para adorar. A este reino, con su ciudad capital Samaria, se le llamó Israel, a distinción de Judá, con Jerusalén como capital. Aun entonces Dios le dio al Israel idólatra la oportunidad de conocerlo al derrotar a su enemiga Siria. Pero Israel, aunque había conocido a Jehová en el pasado como su Dios, no manifestó aprecio a su Divinidad.

      Israel continuó en su idolatría. Esa nación no sacó provecho religiosamente de haber aprendido que el Dios de la salvación es Jehová. Después de haber existido por 257 años, su ciudad capital Samaria fue destruida por los asirios en 740 a. de la E.C. y la gente fue llevada al destierro. El profeta Jeremías explica por qué, diciendo: “Debido a que no habían escuchado la voz de Jehová su Dios, sino que siguieron traspasando su pacto, aun todo lo que había mandado Moisés el siervo de Jehová. Ni escucharon ni ejecutaron.”—2 Rey. 18:11, 12.

      ¿Significan algo en nuestro tiempo estos ejemplos? ¡Sí! Sirven de fuerte advertencia a las llamadas naciones “cristianas.” Ellas han tenido toda oportunidad para saber acerca de Jehová. Son responsables, porque afirman servir al Dios de la Biblia, que declara que Jehová es su Nombre memorial.—Éxo. 3:13-15.

      Pero las otras naciones que no dicen servir al Dios de la Biblia, Jehová, no deben pensar que no tendrán que también llegar a saber quién es Jehová. Esto fue prefigurado por lo que les sucedió a las naciones circunvecinas del antiguo reino de Dios de Judá. En 607 a. de la E.C. Dios permitió que Babilonia derrocara a Judá por serle infiel. En aquella ocasión Babilonia y los enemigos de Judá se regocijaron.

      Hablando por su profeta Ezequiel a los desterrados judíos en Babilonia, Jehová los consoló, prediciendo que serían restaurados, y diciendo: “‘Ciertamente santificaré mi gran nombre, que estaba siendo profanado entre las naciones, que ustedes profanaron en medio de ellas; y las naciones tendrán que saber que yo soy Jehová,’ es la expresión del Señor Soberano Jehová, ‘cuando yo sea santificado entre ustedes delante de los ojos de ellas.’”—Eze. 36:23, New World Translation.

      En 539 a. de la E.C. Babilonia fue derrocada por los medos y los persas y en 537 a. de la E.C., después de setenta años de destierro, se les permitió a los judíos regresar a Jerusalén para reedificar su templo. A los enemigos de Jerusalén se les obligó a reconocer lo que Dios había hecho por ellos.

      HABRÁ DE SER CONOCIDO HOY DÍA

      Hoy, ¿es importante que este conocimiento de que él es Jehová se disemine tanto? ¡Sí! Tan solo en la entera profecía de Ezequiel el Señor Soberano Dios indica la importancia de ello al declarar repetidas veces que las naciones y los pueblos y los individuos tienen que “saber que yo soy Jehová,” haciendo esta declaración sesenta y dos veces. En la profecía de Ezequiel aparece 215 veces la expresión “Señor Soberano Jehová.”

      En esta última tercera parte del siglo veinte, hay una cosa que no debe pasarse por alto tocante a la declaración, en la profecía de Ezequiel, del propósito de Dios de que “conocerán las naciones que yo soy Jehová.” ¿Cuál es ésa? Ésta: la profecía tiene que cumplirse “en los años postreros,” “en la parte final de los días.” (Eze. 39:7; 38:8, 16, American Standard Version, Traducción del Nuevo Mundo) Cuando consideramos las cosas que han acontecido desde la I Guerra Mundial, que estalló en 1914 E.C., hace más de cincuenta y siete años, ¡los predichos años y días postreros, la parte final de los años y los días, deben sobrevenirnos pronto! Todas las naciones de hoy están al borde de llegar a conocer a este único Dios vivo y verdadero, Jehová, como jamás lo han conocido antes. Ninguno de nosotros puede evitarlo. Todos formamos parte de esas naciones. ¿Tenemos probabilidad de ganar, o de perder, cuando se nos imparta ese conocimiento sumamente importante de Jehová?

      En la profecía de Ezequiel Dios hizo muchas declaraciones acerca de lo que las naciones y los pueblos tienen que llegar a saber. En consecuencia, sea que ahora nos guste Jehová y su nombre o no, ciertamente nos vale la pena escudriñar ese libro profético. Si lo hacemos, observaremos cómo partes sobresalientes de él se han cumplido en el día moderno. Hoy muchas personas de corazón sincero y honrado todavía están desorientadas en cuanto al Ser Supremo, el Dios Todopoderoso. No pueden menos que sacar provecho al descubrir su consejo sabio y oportuno para hoy. ¿Por qué vernos obligados a saber que él es Jehová de la manera que lo fue Faraón, el gobernante antiguo de Egipto? Es mucho mejor que nosotros como amadores de la vida y la felicidad aceptemos su bondadosa invitación de llegar a conocerlo a Él ahora de manera pacífica y amigable.

  • ¡Malas nuevas! ¡Buenas nuevas!
    La Atalaya 1972 | 1 de julio
    • ¡Malas nuevas! ¡Buenas nuevas!

      ● Cuando un señor comenzó a estudiar la Biblia con los testigos de Jehová, su ministro vino a visitarlo a su casa. El ministro le dijo al señor: “Me enteré de unas malas nuevas acerca de usted. Se me ha dicho que usted se ha pasado a los testigos de Jehová.” El señor contestó: “Permítame decirle algo; quizás sean malas nuevas para usted, pero son buenas nuevas para mí. Todos los años que he estado en la iglesia no he aprendido una sola cosa. Pero los testigos de Jehová me han enseñado la verdad de la Biblia y me da gusto poder llevarla a otros.” El clérigo se marchó inmediatamente.

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