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  • ¿Terminará al fin la injusticia?
    La Atalaya 1977 | 15 de julio
    • amador de justicia y derecho.”—Sal. 33:5.

      Finalmente, la ilustración de Jesús, aunque no señala de por sí con exactitud cuándo ello sucederá, sí nos suministra razón para creer que el propósito de Dios es “que se haga justicia.”

      “Sí,” algunos quizás digan, “pero ¿cómo terminará la injusticia y cuándo?”

  • Justicia para todos... ¿cómo? ¿cuándo?
    La Atalaya 1977 | 15 de julio
    • Justicia para todos... ¿cómo? ¿cuándo?

      ¿QUIÉN negaría que “justicia para todos” es un excelente principio? Pero, apegándonos a los hechos, sabemos que eso todavía no es realidad.

      A través de los siglos hombres y mujeres sinceros han luchado por disminuir la injusticia y aumentar la justicia. Movimientos de reforma han modificado las estructuras políticas. Ha habido revisión y reorganización de procedimientos jurídicos y sistemas de tribunales. ¡Sin embargo, la injusticia subsiste!

      Esto lleva a la gente a la conclusión de que la “justicia para todos” nunca se logrará; algunos hasta se hacen cínicos o se preocupan por la injusticia solo cuando llega a ellos. Sin embargo, hay razón para optimismo. Se puede hacer algo, y se hará, para conseguir justicia para todos. Pero ¿cómo? y ¿cuándo? Tendremos mejor comprensión de las respuestas a estas preguntas al considerar algunas causas de la injusticia y los obstáculos que estorban la ejecución de la justicia. También, notaremos lo complejo que es el problema de obtener justicia completa.

      EMPIECE POR ARRIBA

      El famoso jurisconsulto Marvin E. Frankel indicó lo siguiente:

      “ . . . no podemos pasar por alto el grado al cual el comportamiento de los líderes de la comunidad determina la actitud de la gente en cuanto a la ley y el orden. Vivimos en una era durante la cual el candor y la integridad de nuestros más encumbrados funcionarios —sin excluir a los jueces, pero no principalmente los jueces— han sido puestos intensamente en tela de juicio.”

      Está claro que el que haya corrupción entre los líderes del gobierno y los que hacen cumplir la ley es un obstáculo principal al ejercicio de una justicia cabal. ¿Cómo se puede alcanzar justicia para todos mientras los que estén facultados para hacer cumplir la justicia estén dispuestos a recibir sobornos o muestren favoritismo a personas influyentes? Mucho tiempo atrás la Biblia declaró correctamente: “Cuando alguien inicuo gobierna, el pueblo suspira. Por medio de la justicia el rey hace que el país siga subsistiendo, pero el hombre que busca sobornos lo demuele.”—Pro. 29:2, 4.

      Entonces, para que la justicia llegue a ser una realidad para todos, tiene que haber liderato honrado y justo.

      UNA SOLA LEY PARA TODOS

      Otro obstáculo para la justicia es el hecho de que, hoy, cuanta justicia uno obtenga puede depender de quién sea uno o cuánto tenga.

      En algunos lugares la “justicia” puede depender de si uno puede o no contratar abogados caros. Es cierto que a veces el tribunal suministra abogados aptos para defender a los que no tienen recursos para valerse de éstos. Pero estos abogados con frecuencia tienen trabajo excesivo o no están disponibles para toda clase de casos. En consecuencia, un rufián u hombre de negocios falto de honradez que pueda pagar por una defensa esmerada y técnica puede “comprar” lo que pase por justicia.

      Un abogado norteamericano que encabezó un equipo jurídico de 175 hombres en la defensa de una sola persona hizo esta reveladora observación:

      “Lo primero que usted [tiene que] comprender es que la calidad de la justicia en este país está directamente relacionada con la billetera. . . . La gente pobre es la que va a la cárcel porque la gente pobre no puede obtener justicia en este sistema judicial. La primera semana en que practiqué derecho, fui a un tribunal para ver un juicio, y vi que cuatro pobres obtuvieron severas sentencias por juego de azar. Luego fui a una reunión de la asociación [de abogados], y los veo a todos sentados allí con máquinas [de juego de azar].”

      Aunque a alguien se le declare culpable, el castigo puede determinarse en parte por su posición financiera o social. En algunos casos de fraude por oficinistas en los cuales han estado implicados millones de dólares se rinde una sentencia relativamente leve con la explicación de que el criminal ha sido castigado por la pérdida de prestigio. Sin embargo, un periódico dijo en un artículo de fondo:

      “Cualquier acusado prominente puede alegar de modo plausible que el desenmascaramiento y el desprecio públicos son suficiente retribución. En armonía con esa norma, solo los miembros menos favorecidos de la sociedad recibirían los castigos mayores, puesto que no pueden reclamar pérdida de posición social. Es mucho más fácil proclamar que practicar la ‘justicia equitativa.’”

      Por consiguiente, si alguna vez ha de obtenerse justicia para todos, tendrá que haber una sola ley para todas las personas prescindiendo de lo que sea su posición o caudal. La Biblia llamó atención a este principio importante, pues la ley hebrea decía: “Una misma decisión judicial debe aplicarse a ustedes. El residente forastero debe resultar ser lo mismo que el natural, porque yo soy Jehová el Dios de ustedes.”—Lev. 24:22; 19:34; Núm. 9:14; 15:16.

      SENTENCIAS IMPARCIALES

      Aunque la ley sea clara y aplique a todos, el rendir fallos justos todavía puede ser un problema.

      Informó el Post de Nueva York del 5 de mayo de 1976:

      “El procurador general Levi criticó el sistema de la nación de sentenciar a los delincuentes llamándolo lento, incierto y parcial, y dijo que ‘tiene los atributos de una lotería.’ . . . Hizo notar que en un distrito judicial federal, el 71 por ciento de todos los acusados a quienes se declara culpables van a la prisión, mientras que en otro distrito sólo se encarcela al 16 por ciento si se les declara culpables de acusaciones similares.”

      Cómo tratar con tal disparidad es cuestión de controversia. Tal vez usted haya oído la sugerencia de que debería haber una sentencia obligatoria fija para cada delito. Por ejemplo, el que hurta un auto recibe cierta multa o término de encarcelación; la persona que comete incendio premeditado tiene que servir una cantidad fija de años en prisión; etcétera. Aunque un sistema judicial de esa índole parezca sencillo e imparcial, ¿sería realmente justo? Por ejemplo, ¿debe recibir el ofensor primerizo que está sinceramente arrepentido la misma sentencia que un delincuente desvergonzado?

      En una conferencia de criminólogos y jueces en Berlín, el Dr. Richard Sturm, del Ministerio de Justicia de Alemania Occidental, describió un esfuerzo por tratar con este asunto. En éste estaba envuelta la “prognosis social,” es decir, el analizar las circunstancias de la vida y el registro pasado del acusado y luego sentenciarlo de acuerdo con ello. Pero el Dr. W. Buikhuisen, de los Países Bajos, preguntó si esto no pudiera “imponer castigo doble a algunos ofensores.” Razonó que si “ya hubieran sufrido debido a circunstancias desventajosas, probablemente se les considerara mucho riesgo y recibieran sentencias más prolongadas.”

      La perplejidad causada por el problema subraya que, para que haya justicia para todos, se necesitan jueces sabios e imparciales. El sistema jurídico de la Biblia que se dio a los israelitas recalcó este hecho. En éste Dios estipuló: “No has de pervertir la decisión judicial de tu pobre en su controversia. Has de mantenerte alejado de la palabra falsa. . . . No has de aceptar un soborno, porque el soborno ciega a hombres de vista clara.” (Éxo. 23:6-8) Dios dijo además: “No deben hacer

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