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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1961
w61 15/5 págs. 308-311

Distinguiendo entre la congregación de Dios y su Reino

¿QUÉ es la congregación de Dios? ¿Qué es el reino de Dios? ¿De qué maneras distingue la Biblia entre los dos? Para conseguir nuestras respuestas dirijámonos, no a las muchas opiniones antagónicas de teólogos, católicos y protestantes, sino a la propia Palabra de Dios, prestando atención al consejo del apóstol: “Sea Dios hallado veraz, aunque todo hombre sea hallado mentiroso.”—Rom. 3:4.

Al referirse a la congregación de Dios, los escritores de las Escrituras Cristianas Griegas emplearon la palabra ekklesía, de la cual viene nuestra palabra española “iglesia.” Ella, a su vez, se deriva de dos raíces griegas, ek, “fuera,” y kaleín, “llamar.” Tiene el significado de un grupo de personas, una asamblea o una congregación llamada, es decir, llamada a salir fuera o convocada, oficial o extraoficialmente.

Tocante a ekklesía, el Imperial Bible Dictionary declara: “La palabra ekklesía jamás, en el Nuevo Testamento, significa el edificio efectivo en que los cristianos se reunían para adoración pública; la primera mención de estructuras regulares de esa clase ocurre mucho después de la era apostólica.” Siendo esto así, es mejor traducirla “congregación” o “asamblea,” como lo hace la Traducción del Nuevo Mundo, y no “iglesia,” como lo hacen casi todas las otras versiones inglesas y también las castellanas. Para la mayoría de la gente “iglesia” sugiere un edificio para adoración religiosa más bien que la congregación que participa en la adoración.

La palabra misma ekklesía no tiene denotación religiosa, aunque ha llegado a tener asociaciones religiosas. El uso de ella para una asamblea seglar se encuentra en Hechos 19:29-41, donde leemos acerca de una asamblea de efesios a quienes se llamó o reunió para protestar por el efecto que la predicación del apóstol Pablo y sus compañeros tenía sobre la fabricación de capillas. Pudiera decirse que Noé y su familia fueron la primera iglesia o congregación de Dios, porque ellos ciertamente fueron llamados de entre sus contemporáneos, los antediluvianos inicuos, o separados de ellos tanto por su adoración pura de Dios como por su trabajo de edificar el arca.

Sin embargo, los primeros a quienes se llamó específicamente una iglesia o congregación en las Escrituras fueron los hijos de Israel. Repetidamente la traducción de los Setenta griega de las Escrituras Hebreas emplea el vocablo ekklesía para referirse a esta congregación, desde el tiempo de Moisés en adelante. (Deu. 9:10) Así también el salmista David escribió: “En el medio de la congregación te alabaré.” Lucas usó esta misma palabra al citar la referencia de Esteban a la nación de Israel en el desierto: “Este es el [Moisés] que vino a estar entre la congregación en el desierto.”—Sal. 22:22; Hech. 7:38.

Ciertamente la nación de Israel fue una ekklesía, o congregación pues Dios, por medio de Moisés, la llamó a salir de Egipto, así como más tarde dijo mediante su profeta: “Cuando Israel era muchacho, entonces procedí a amarle, y de Egipto llamé a mi hijo.” En la versión de los Setenta la palabra que se usa para “llamé” se deriva de la misma raíz que iglesia.—Ose. 11:1.

LA CONGREGACIÓN CRISTIANA DE DIOS

La nación de Israel continuó siendo la asamblea, iglesia o congregación de Dios solo hasta el Pentecostés, en 33 d. de J.C.; después Dios comenzó a llamar otra congregación, la congregación cristiana. Los primeros que llegaron a formar parte de ella fueron llamados de la rechazada congregación judía, rechazada debido a su infidelidad al rechazar al Hijo de Dios y Mesías de ellos. Comenzando con Cornelio, los miembros de esta congregación cristiana también fueron llamados de las naciones gentiles. Apropiadamente se llama la congregación cristiana, porque Jesucristo habló de ella como “mi congregación.” Y aptamente la llamó así, porque “Cristo también amó a la congregación y se entregó por causa de ella.” Pero, aun más, es “la congregación de Dios,” porque incluye tanto a Jesús como al grupo de seguidores en sus pisadas.—Mat. 16:18; Efe. 5:25; Hech. 20:28; Gál. 1:13.

Aunque el vocablo ekklesía o congregación jamás se aplica a un edificio, los escritores de la Escrituras Cristianas Griegas lo usaron por lo menos de cuatro maneras diferentes. Ante todo, el vocablo se usa para aplicar a la entera “congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos,” y que otros textos muestran que se limita a 144,000. El vocablo también se aplica a todos los llamados que viven en cierto tiempo. Por eso Pablo amonesta a los cristianos: “Eviten el hacerse causas de tropiezo tanto a judíos como a griegos,” es decir, extraños, y “a la congregación de Dios.”—Heb. 12:23; 1 Cor. 10:32; Apo. 7:4; 14:1, 3.

Asimismo se hace referencia a todos los llamados o congregados como cristianos en cierta ubicación geográfica como congregación: “la congregación que estaba en Jerusalén,” ‘la congregación que está en Corinto,’ la ‘congregación en Éfeso, en Esmirna, en Pérgamo, en Tiatira, en Sardis, en Filadelfia y en Laodicea,’ etc. (Hech. 8:1; 1 Cor. 1:2; Apo. 1:11) Esto no significa en absoluto que éstas obraban independientemente una de la otra. Todas reconocían la autoridad de la junta directiva en Jerusalén, que constaba de los apóstoles y otros hombres de mayor edad que estaban allí. En los días de los apóstoles no había sedes u obispados tales como los que se desarrollaron más tarde, con el papa de Roma ganando al fin sobre los demás.—Hech. 15:22-41; 16:4, 5.

Y finalmente, el vocablo ekklesía se usa para nombrar un grupo de llamados que se reunían regularmente en cierto hogar. A éstos también se les llamaba una congregación: “Den mis saludos a Prisca y a Aquila mis compañeros de trabajo en Cristo Jesús, ... y saluden a la congregación que está en su casa.” La carta de Pablo a Filemón se dirige, entre otros, “a la congregación que está en tu casa.”—Rom. 16:3-5; File. 2.

Hoy solo hay un resto pequeño, unos 13,001 de los que afirman pertenecer a la “congregación de Dios.” Estos están esparcidos entre 21,000 congregaciones en 179 países diferentes, estando asociados con más de 800,000 cristianos activos que no afirman ser de los “que están inscritos en los cielos.” A éstos Jesús los denominó sus “otras ovejas” que no son de su redil celestial y a quienes se describe como “una grande muchedumbre, que ningún hombre podía contar, ... de pie delante del trono [de Dios] y delante del Cordero.” Dado que éstos manifiestan la misma fe y obras que manifiestan los que pertenecen al redil celestial, estos han llegado a estar asociados con la presente “congregación cristiana” en la Tierra.—Juan 10:16; Apo. 7:9.

EL REINO DE DIOS

¿Qué es el reino de Dios? Según los teólogos protestantes populares, es “el organizar a la humanidad por medio del amor.” Estos líderes religiosos alegan que es el deber de la congregación cristiana influir en la legislación en el interés del hombre trabajador y las razas oprimidas. Predican lo que llaman “un evangelio social,” y así quisieran producir el reino de Dios en la mente y corazón de los hombres. Sin embargo, tales líderes religiosos yerran tanto en lo que es el propósito o comisión de la congregación cristiana como en lo que es el reino de Dios.

La comisión de Dios a la congregación cristiana desde el Pentecostés no es la de producir el reino de Dios sino que es, ante todo, “dar testimonio a la verdad” como lo dio Jesucristo. ¿Por qué dirigió Dios “su atención a las naciones”? “Para tomar de ellas un pueblo para su nombre.” Sí, éstos son ‘llamados de la oscuridad a la luz maravillosa de Dios con el propósito expreso de declarar en público las excelencias de Dios.’ Y segundo, el propósito de Dios para ellos es su santificación, el que se preparen para un lugar en el reino celestial por medio de ser fieles a su comisión de predicar y por medio de seguir un derrotero correcto, venciendo así al mundo que está bajo el dominio de Satanás. Jesús dijo: “Al que venza yo le concederé sentarse conmigo en mi trono, así como yo vencí y me senté con mi Padre en su trono.”—Juan 18:37; Hech. 15:14; 1 Ped. 2:9; Apo. 3:21.

En cuanto al reino de Dios, es un gobierno verdadero. Basileía es la palabra que se vierte invariablemente “reino” en las Escrituras Cristianas Griegas. Se define como “un reino, dominio, la región o país gobernado por un rey; poder, autoridad, dominio, reinado regios; dignidad real, el título y honor de rey.”

Cierto, Jesús dijo: “El reino de Dios dentro de vosotros está.” (Luc. 17:21, Mod) Sin embargo, aquí estaba hablando a los fariseos, a quienes describió como hipócritas y declaró que eran de su padre el Diablo. Seguramente el reino de Dios no podía estar en ellos. Una traducción mejor lee: “El reino de Dios está entre ustedes.” Él pudo decir esto porque basileía también aplica al rey de un reino, a la “dignidad real.”—Luc. 17:21; vea también TA; Val; HA.

Jesucristo mandó a sus seguidores que oraran para que viniera el reino de Dios y conectó esa petición con la petición para que la voluntad de Dios se haga en la Tierra. Si la venida del reino de Dios depende de que las congregaciones que profesan ser cristianas tengan éxito hacer que la voluntad de Dios se haga en la Tierra jamás vendrá, porque hay más violación de la voluntad de Dios sobre la Tierra hoy que nunca antes. Los poderes de la iniquidad están demasiado fuertemente atrincherados y el egoísmo está demasiado fuertemente impregnado en el corazón de los hombres para que los humanos imperfectos alguna vez tengan éxito en producir el reino de Dios.

Tocante a las naciones inicuas y opresivas de la Tierra Dios dice a su Hijo “Las romperás con un cetro de hierro como si fueran vaso de alfarero las harás añicos.” El reino de Dios “aplastará y pondrá fin a todos estos reinos, y él mismo subsistirá hasta tiempos indefinidos.” Una vez que la Tierra haya sido librada de la iniquidad todos los habitantes que queden aprenderán la justicia, incluyendo a los que hayan de nacer y los que sean levantados de entre los muertos. Más que eso, el reino de Dios transformara toda la Tierra en un paraíso, y Cristo seguirá reinando hasta que todos sus enemigos, incluyendo la muerte misma, sean destruidos. Entonces ya no habrá más lágrimas, porque “la muerte no será más, ni tampoco habrá más duelo ni lloro ni dolor. Las cosas anteriores han pasado.”—Sal. 2:9; Dan. 2 :44; Apo. 21:4.

DISTINGUIENDO ENTRE LOS DOS

Aunque a veces las Escrituras parecen usar las expresiones “congregación” y “reino” intercambiablemente, hay varias distinciones entre las dos que hacemos bien en notar. Así, a la congregación cristiana se le llama la prole o “los hijos del reino,” pero nunca se le menciona como los hijos de la congregación. “Reino” por lo tanto es un vocablo mucho más inclusivo que “congregación.” De hecho, Jehová Dios mismo es la Fuente del Reino, dado que también se dice que él ‘da el reino.’ Además, un reino no solo tiene una familia real sino también súbditos y un dominio.—Mat. 13:38; Apo. 11:17; Dan. 4:17, 25.

Además, aunque la congregación de Dios comenzó en el Pentecostés, el cumplimiento de la profecía bíblica indica que el reino de Dios comenzó en 1914, después que Jesús comparado a “cierto hombre de noble nacimiento,” recibió su reino y regresó. Durante diecinueve siglos, por lo tanto, la congregación cristiana, presente todo el tiempo en la Tierra, ha estado orando por la venida del reino de Dios. Los que se han impacientado y han querido gobernar antes del tiempo debido de Dios se han desorientado seriamente y han perdido la esperanza celestial. Hubo tales individuos en el día de Pablo, en Corinto, y fueron reprendidos severamente por ese apóstol. Cuando leemos que Dios “nos trasplantó [a los de la congregación cristiana] al reino del Hijo de su amor,” entonces solo puede significar que su lealtad ha sido trasladada, no que ellos habrán de gobernar mientras están en la Tierra.—Luc. 19:12; 1 Cor. 4:8; Col. 1:13.

Además, hemos notado que hubo muchas congregaciones de cristianos en tiempos primitivos, así como las hay ahora también, pero siempre hay un solo Reino. A cualquier tiempo desde el Pentecostés los llamados a ser miembros del cuerpo de Cristo eran la congregación cristiana, pero no podía hacerse referencia a éstos como un reino. También, la congregación o ekklesía cristiana se compone de los que han sido llamados de la Tierra y en relación a la Tierra y por lo tanto principalmente es la congregación cristiana mientras está en la Tierra. El Reino, sin embargo, principalmente es celestial y estará gobernando desde los cielos aunque extienda sus bendiciones a la Tierra.

No debemos pasar por alto el hecho de que el ser miembro de la congregación cristiana precede al ser miembro del reino de Dios. Uno llega a ser miembro de la congregación de Dios al dar ciertos pasos, los pasos de conocimiento, fe, arrepentimiento, conversión y dedicación y por consagrar Dios luego a tal persona, engendrándola con su espíritu santo a una esperanza celestial. Pero el ser miembro en el reino de Dios solo viene después de haberse probado fiel: “Tenemos que entrar en el reino de Dios a través de muchas tribulaciones.” Y, finalmente, algún día la congregación cristiana en la Tierra terminará, cuando hayan muerto sus últimos miembros y hayan sido levantados en la resurrección primera. El reino de Dios, sin embargo, jamás terminará.—Hech. 14:22; Isa. 9:7; Luc. 1:33.

Así se nos ha traído claramente a nuestra atención lo que es la congregación de Dios, ekklesía o llamados, lo que es el reino de Dios, basileía, y que, aunque estos dos están relacionados el uno con el otro, hay muchos respectos en los cuales hay que distinguir entre los dos.

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