BIBLIOTECA EN LÍNEA Watchtower
Watchtower
BIBLIOTECA EN LÍNEA
español
  • BIBLIA
  • PUBLICACIONES
  • REUNIONES
  • w68 1/4 págs. 195-200
  • Cuando Cristo venga en la gloria del Reino

No hay ningún video disponible para este elemento seleccionado.

Lo sentimos, hubo un error al cargar el video.

  • Cuando Cristo venga en la gloria del Reino
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1968
  • Subtítulos
  • Información relacionada
  • “LOS TIEMPOS SEÑALADOS DE LAS NACIONES”
  • SIGNIFICADO DE LA PALABRA GRIEGA “TIEMPOS”
  • JERUSALÉN PISOTEADA POR LAS NACIONES
  • VISIÓN DEL ÁRBOL SIMBÓLICO
  • SIGNIFICADO DE LA VISIÓN
  • LA DURACIÓN DE LOS “SIETE TIEMPOS”
  • QUÉ SIGNIFICA
  • Tiempos señalados de las naciones
    Ayuda para entender la Biblia
  • Tiempos señalados de las naciones
    Perspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2
  • ¡El Rey gobierna!
    “Venga tu reino”
  • ¿Por qué los cambios en los gobiernos mundiales desde 1914?
    La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1965
Ver más
La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1968
w68 1/4 págs. 195-200

Cuando Cristo venga en la gloria del Reino

MUCHAS personas por todo el mundo están vivamente interesadas en el tiempo en que Jesucristo venga en la gloria del Reino. Por siglos personas temerosas de Dios han estado a la expectativa de ello. Jesús mismo despertó interés en su vuelta al decir a cuatro de sus discípulos que habían venido a él en el monte de los Olivos:

“Cuando el Hijo del hombre llegue en su gloria, y todos los ángeles con él, entonces se sentará sobre su glorioso trono. Y todas las naciones serán juntadas delante de él, y separará a la gente unos de otros, así como el pastor separa las ovejas de las cabras.”—Mat. 25:31, 32.

¿Hay alguna manera de determinar el tiempo de este acontecimiento trascendental? Al regresar, Jesús obviamente no sería visto con ojos humanos, puesto que se dice que viene con sus ángeles invisibles. ¿Hay, pues, evidencia sólida en la Biblia que establezca el tiempo en que Jesús viene invisiblemente en la gloria del Reino? Veamos.

“LOS TIEMPOS SEÑALADOS DE LAS NACIONES”

Aquel grupo de cuatro discípulos en el monte de los Olivos le había preguntado a Jesús cuándo sería derribado el magnífico templo judío, y también cuál sería la señal de su segunda presencia y de la conclusión del sistema de cosas, o “tiempo del fin.” (Mat. 24:1-3; Luc. 21:5-7; Dan. 12:4) Después de considerar estos asuntos algo extensamente, y mientras hablaba acerca de la destrucción que habría de venir sobre Jerusalén, Jesús dijo: “Caerán [los judíos] a filo de espada y serán llevados cautivos a todas las naciones; y Jerusalén será pisoteada por las naciones, hasta que se cumplan los tiempos señalados de las naciones.”—Luc. 21:24.

El período indicado por la expresión “los tiempos señalados de las naciones” realmente es de significado vital, porque Jesús lo relaciona estrechamente con lo que dijo acerca de su segunda presencia, en gloria del Reino. Realmente es una clave, el entendimiento de la cual identifica concluyentemente el tiempo en que Jesús viene en gloria. Por lo tanto, es asunto que merece estudio cuidadoso.

SIGNIFICADO DE LA PALABRA GRIEGA “TIEMPOS”

La palabra “tiempos” que se usa aquí en Lucas 21:24 viene de la palabra griega kairos (plural, kairoi), que, según una autoridad en griego, “significaba un período fijo o definido, época de temporada, a veces un tiempo oportuno o en sazón.”a Así, kairos se usa en las Escrituras con referencia a la “época de la siega,” “la época de los frutos,” y “la época de higos.”—Mat. 13:30; 21:34; Mar. 11:13.

Es interesante notar que kairos también se usa en relación con tiempos u ocasiones futuros dentro del arreglo u ‘horario’ de Dios, particularmente en lo que se relaciona con la segunda presencia de Cristo y su reino. Por ejemplo, el apóstol Pablo habla del “secreto sagrado” revelado por Dios “para una administración al límite cabal de los tiempos señalados [kairon], a saber, de reunir todas las cosas de nuevo en el Cristo.”—Efe. 1:9, 10; vea también Hechos 1:7 y 3:19.

En vista del significado de la palabra “tiempos” (kairoi), según se usa en la Biblia, se puede esperar apropiadamente que la expresión “los tiempos señalados de las naciones” no se refiera a algo incierto o indefinido. Más bien, se refiere a un “período fijo o definido,” un período que tiene comienzo definido y fin definido.

Pero, ¿cuándo comienzan los “tiempos señalados de las naciones”? ¿Cuándo terminan? ¿Y qué sucede cuando concluye este período fijo? Las respuestas a estas preguntas están incluidas inevitablemente en la referencia de Jesús a que Jerusalén sería pisoteada hasta que se cumplieran “los tiempos señalados de las naciones.”

JERUSALÉN PISOTEADA POR LAS NACIONES

Obviamente se menciona la ciudad literal de Jerusalén en la descripción que dio Jesús de la destrucción que habría de venir y ciertamente vino sobre Jerusalén en el año 70 E.C. En aquella ocasión los ejércitos romanos demolieron la ciudad y derribaron el magnífico templo que estaba allí. Sin embargo, la expresión concerniente a “los tiempos señalados de las naciones” lleva la profecía mucho más allá de aquel acontecimiento. Muchos comentaristas de la Biblia han hecho notar esto. Por ejemplo, el bien conocido comentario de F. C. Cook dice acerca de esta parte del texto: “Sirve para separar la porción estrictamente escatológica de la gran profecía [es decir, la porción que se relaciona con la segunda presencia de Jesús], de la parte que pertenece apropiadamente a la destrucción de Jerusalén.”

Así, cuando Jesús habló en cuanto a que “Jerusalén” sería pisoteada “hasta que se cumplan los tiempos señalados de las naciones,” no se refería simplemente al hecho de que la ciudad literal de Jerusalén sería pisoteada, sino a algo adicional y mayor. ¿A qué? Para averiguarlo, examinemos el significado que las Escrituras inspiradas atribuyen a Jerusalén.

Jerusalén fue la capital de la nación de Israel, de cuyos reyes de la línea de David se decía que ‘se sentaban sobre el trono de Jehová.’ (1 Cró. 29:23) Por lo tanto, Jerusalén representaba el asiento del gobierno constituido divinamente o reino típico de Dios que se ejercía por medio de la casa de David. Con su monte Sion, era “el pueblo del gran Rey.” (Sal. 48:1, 2) Por consiguiente, Jerusalén vino a representar el reino de la dinastía del rey David, de manera muy semejante a como Washington, Londres, París y Moscú representan los poderes gobernantes de las naciones del día presente, y así se mencionan en los comunicados.

El pisotear a aquel reino de la dinastía de gobernantes davídicos no comenzó originalmente con la devastación romana de la ciudad de Jerusalén en 70 E.C. Comenzó siglos antes con el derrocamiento de aquella dinastía en 607 a. de la E.C.b cuando el rey babilónico Nabucodonosor destruyó a Jerusalén y capturó al destronado rey de la línea de David, Sedequías, y aquella tierra quedó desolada. (2 Rey. 25:1-26) Esto concordó con las palabras proféticas dirigidas a Sedequías en Ezequiel 21:25-27, de que él debería ‘remover el turbante, y quitarse la corona. Esta no será lo mismo. . . . Ruina, ruina, ruina la haré. En cuanto a ésta también, ciertamente no llegará a ser de nadie hasta que venga aquel que tiene el derecho legal, y tengo que dar esto a él.’

Aquel que tiene el “derecho legal” a la corona davídica que perdió Sedequías es Cristo Jesús, según dicen las Escrituras Griegas Cristianas. Concerniente a éste, el ángel que anunció su nacimiento futuro dijo: “Jehová Dios le dará el trono de David su padre, y gobernará como rey sobre la casa de Jacob para siempre, y de su reino no habrá fin.”—Luc. 1:32, 33.

Así, con el destronamiento del rey Sedequías en 607 a. de la E.C. y la desolación de Jerusalén y Judá, las potencias gentiles ejercieron dominio sobre toda la Tierra. El reino de la dinastía del rey David sufrió una interrupción. Por consiguiente, Jerusalén, que representaba al “trono de David” que habría de darse al que tenía el derecho legítimo, Jesucristo, continuaría siendo pisoteada mientras el reino de Dios, según funcionaba por medio de la casa de David, fuera mantenido en una condición baja, sin estar en operación, bajo las potencias gentiles.

Jesucristo no asumió su derecho de gobernar en la gloria del Reino cuando fue hombre en la Tierra. Jerusalén todavía estaba siendo pisoteada por las naciones en el primer siglo. ¿Cuándo, en vista de eso, habría de ser elevado el reino de Jehová Dios por medio de su ungido, Jesucristo, de modo que asumiera el poder? ¿Cuándo comenzaría Cristo su gobierno glorioso? La respuesta se halla en el libro bíblico profético de Daniel, al que Jesús se refirió por lo menos dos veces cuando dio la profecía acerca de su presencia en la gloria del Reino.—Compare Mateo 24:15, 21 con Daniel 11:31; 12:1.

VISIÓN DEL ÁRBOL SIMBÓLICO

En el libro de Daniel se presenta un cuadro de la dominación de la Tierra por las potencias gentiles durante sus “tiempos señalados.” Esta información se incluye en una visión simbólica que Dios le dio al rey babilónico Nabucodonosor.

La visión fue de un árbol inmenso que a un ángel del cielo se le mandó que cortara. Luego el tronco del árbol fue atado con hierro y cobre. Tenía que permanecer así entre la hierba del campo hasta que pasaran sobre él “siete tiempos.” Como dijo la profecía: “Sea cambiado su corazón del de la humanidad, y que se le dé el corazón de una bestia, y pasen siete tiempos sobre él. . . . con la intención de que sepan los vivientes que el Altísimo es Gobernante en el reino de la humanidad y que a quien él quiere dárselo se lo da, y coloca sobre él aun al de más humilde condición de la humanidad.” (Sírvase leer la visión completa en Daniel 4:10-17.)

La visión definidamente tuvo un cumplimiento en Nabucodonosor mismo. El experimentó siete años de locura y vagó como una bestia del campo, después de lo cual se recobró. (Dan. 4:31-35) Por lo tanto, algunos creen que la visión solo aplica proféticamente a él. Estos ven en esta visión simplemente la presentación de la verdad eterna acerca de la supremacía de Dios sobre todas las otras potencias humanas o supuestamente divinas. Y aunque ciertamente reconocen la aplicación de esa verdad o principio más allá del propio caso de Nabucodonosor, no ven que esté relacionada con algún período de tiempo específico o con un horario divino.

Sin embargo, una investigación del entero libro de Daniel revela que el elemento del tiempo dondequiera es prominente en todas las visiones y profecías que presenta. Las potencias mundiales y acontecimientos que se describen en el libro no se muestran aislados o aconteciendo al azar, dejándose ambiguo el elemento del tiempo, sino, más bien, encajando en un marco histórico o secuencia de tiempo.—Compare con Daniel 2:36-45; 7:3-12, 17-26; 8:3-14, 20-25; 9:2, 24-27; 11:2-24; 12:7-13.

Además, el libro bíblico de Daniel repetidas veces señala hacia la conclusión que constituye el tema de sus profecías: El establecimiento de un reino de Dios universal y eterno, ejercido por medio de la gobernación de Su escogido, “el Hijo del hombre.” “¡Pues vea!” dice una profecía de Daniel, “con las nubes de los cielos sucedía que venía alguien como un hijo del hombre . . . Y a él fueron dados gobernación y dignidad y reino, para que los pueblos, grupos nacionales y lenguajes todos le sirvieran aun a él. Su gobernación es una gobernación indefinidamente duradera que no pasará, y su reino uno que no será reducido a ruinas.” Este, por supuesto, es el gobernante de la línea de David, Jesucristo, que viene en gloria del Reino.—Mat. 25:31; Dan. 7:13, 14; 4:17; 2:44.

El libro de Daniel también se distingue en las Escrituras Hebreas por sus referencias al “tiempo del fin,” tiempo en el cual Cristo viene en gloria.—Dan. 8:19; 10:14; 11:35, 40; 12:4, 9; Mat. 24:3.

En vista de lo susodicho, no parece lógico creer que la visión del “árbol” simbólico y su referencia a “siete tiempos” aplique únicamente a los siete años de locura y recobro subsecuente y retorno al poder que experimentó un gobernante babilónico. Por lo menos hay tres fuertes razones para creer que la extensa visión y su interpretación se incluyeron en el libro de Daniel debido a que revelan la duración de los “tiempos señalados de las naciones” y el tiempo para el establecimiento del reino de Dios de su Cristo.

Primero, por el tiempo en que se dio... en el punto crítico de la historia en el cual Dios, el Soberano Universal, había permitido que el mismísimo reino que él había establecido entre su pueblo pactado fuera derrocado. Segundo, debido a la persona a quien se reveló la visión, a saber, el mismísimo gobernante que sirvió de instrumento divino en tal derrocamiento, y que así llegó a ser el recipiente de dominación mundial por permiso divino, es decir, sin intervención de ningún reino representativo de Jehová Dios. Y tercero, por todo el tema de la visión, que es: “Que sepan los vivientes que el Altísimo es Gobernante en el reino de la humanidad y que a quien él quiere dárselo se lo da, y coloca sobre él aun al de más humilde condición de la humanidad.”—Dan. 4:17.

También de significado importante son los simbolismos que se usan en esta visión profética. En otras partes se usan árboles para representar potencias gobernantes, incluso el reino típico de Dios de Jerusalén. (Compare con Jueces 9:6-15; Ezequiel 17:1-24; 31:2-18.) En varios casos el hacer que un tronco brote, y el símbolo de una “ramita” o “vástago” representan la renovación de gobernación en cierto linaje o línea, particularmente en las profecías mesiánicas. (Isa. 10:33–11:10; Jer. 23:5; Zac. 6:12, 13) Jesús habló de sí mismo como “la raíz y la prole de David.”—Rev. 22:16.

SIGNIFICADO DE LA VISIÓN

Es evidente que el punto principal de la visión es el ejercicio de soberanía irresistible de Jehová Dios en el “reino de la humanidad,” y esto suministra la clave para entender el significado pleno de la visión.

Queda claro que el árbol aplica primeramente a Nabucodonosor, quien, en aquel punto de la historia, era cabeza de la potencia mundial dominante, Babilonia. No obstante, antes de la conquista de Jerusalén por Nabucodonosor, el reino típico de Dios que gobernaba desde aquella ciudad era la agencia mediante la cual Jehová ejercía su soberanía legítima hacia la Tierra. Pero, al permitir que aquel reino típico de Jerusalén fuera derrocado, Jehová permitió que su propia expresión visible de soberanía por medio de la dinastía davídica de reyes fuera derribada. La expresión y ejercicio de dominación mundial en “el reino de la humanidad,” sin intervención de ningún reino representativo de Dios, ahora pasó a las manos de las naciones gentiles.—Lam. 1:5; 2:2, 16, 17.

A la luz de estos hechos se ve que lo que el “árbol” representa, en sentido superior y más trascendente que su aplicación inicial a Nabucodonosor, es la soberanía o dominación mundial por el reino de Dios.

Sin embargo, Dios aquí aclara que no ha entregado para siempre tal dominación mundial a las potencias gentiles. La visión muestra que la restricción que Dios se impuso a sí mismo, representada por las ataduras de hierro y cobre alrededor del “tronco” del árbol, continuaría hasta que “pasen siete tiempos sobre él.” (Dan. 4:16, 23, 25) Entonces, puesto que “el Altísimo es Gobernante en el reino de la humanidad,” El daría la dominación mundial “a quien él quiere.” ¡Sí, al glorificado “Hijo del hombre,” Jesucristo! (Dan. 4:17; 7:13, 14; Mat. 25:31) Así, el “tronco” simbólico que representa el hecho de que Dios retiene el derecho soberano de ejercer dominación mundial en “el reino de la humanidad,” habría de brotar de nuevo con el reino de su Hijo.—Sal. 89:27, 35-37.

Pero, ¿cuándo, exactamente, sucedería esto? ¿Cuándo concluirían los simbólicos “siete tiempos” o “tiempos señalados de las naciones”? ¿Cuándo cesaría de ser pisoteada Jerusalén, o el reino de Dios que funcionaba por medio de la casa de David que se simboliza por “Jerusalén”? Sí, ¿cuándo vendría en gloria del Reino aquel que tiene el “derecho legal” al “trono de David”?—Eze. 21:27; Luc. 1:32.

LA DURACIÓN DE LOS “SIETE TIEMPOS”

En la experiencia personal que tuvo Nabucodonosor en el cumplimiento de la visión los “siete tiempos” evidentemente fueron siete años, durante los cuales él reconoce que enloqueció y abandonó su trono para comer hierba como una bestia del campo. (Dan. 4:33-36) Notablemente la descripción bíblica de la dominación mundial ejercida por las potencias gentiles se presenta usando el símbolo de bestias, que se oponen al pueblo santo de Dios y a su “Príncipe de príncipes.” (Compare con Daniel 7:2-8, 12, 17-26; 8:3-12, 20-25; Revelación 11:7; 13:1-11; 17:7-14.) Y concerniente a la palabra “tiempos” (del arameo iddan) como se usa en la profecía de Daniel, los lexicógrafos muestran que aquí significa “años.” c

Se ha indicado que la duración de un año al usársele de ese modo es de 360 días. Evidencia que confirma esto se encuentra en Revelación 12:6, 14, donde se muestra que tres tiempos y medio equivalen a “mil doscientos sesenta días.” (Compare Revelación 11:2, 3.) Ahora bien, si tres “tiempos” y medio simbólicos equivalen a 1.260 días simbólicos, entonces el doble de tres y medio (o siete) “tiempos” simbólicos sería el doble de 1.260 días, es decir, 2.520 días. Pero en su cumplimiento mayor, en relación con la duración de “los tiempos señalados de las naciones,” éstos no son días literales. Entonces, ¿qué son?

El que un número específico de días se puede usar en el registro bíblico para representar proféticamente un número equivalente de años se puede ver al leer los relatos de Números 14:34 y Ezequiel 4:6. La visión del capítulo cuatro de Daniel puede tener cumplimiento significativo más allá del ya pasado día de Nabucodonosor solo por medio de aplicar la fórmula expresada allí de “un día por un año” a los “siete tiempos” de esta profecía, lo cual ha de esperarse según la evidencia que se ha presentado hasta ahora. Por lo tanto, los “siete tiempos” representan 2.520 años.

Los resultados obtenidos al considerar a los “siete tiempos” proféticos como un período de 2.520 años quizás suministran la prueba más fuerte de que ése es su significado verdadero. Como se ha demostrado, el principio de los “tiempos señalados de las naciones” data del derrocamiento y pisoteo de Jerusalén y la desolación de Judá, lo cual se efectuó aproximadamente a mediados del séptimo mes lunar judío, Tisri, o aproximadamente el 1 de octubre del año 607 a. de la E.C. Contando 2.520 años desde esa fecha (considerando que no hay año “cero” entre a. de la E.C. y E.C.) llegamos al otoño del año 1914 E.C. como el tiempo para que se terminaran los “siete tiempos” de dominación gentil por permiso de Dios.

QUÉ SIGNIFICA

Esto, por lo tanto, significa que “los tiempos señalados de las naciones” se cumplieron en 1914 E.C. En ese tiempo terminó el pisotear a Jerusalén. El reino de Dios, funcionando por medio de la casa del rey David, asumió el poder y comenzó a gobernar. Sí, Jesucristo, aquel que tiene el “derecho legal,” fue instalado entonces como rey, habiendo recibido “el trono de David su padre.”—Eze. 21:27; Luc. 1:32.

Contrario a las expectativas de algunos, esto no quiso decir que Jesús comenzó a gobernar entonces en la Jerusalén terrenal. En cambio, comenzó a gobernar en “la Jerusalén de arriba.” (Gál. 4:26) El reino mesiánico esperado por largo tiempo es un gobierno celestial, un gobierno cuyo asiento está en lo que la Biblia llama simbólicamente “una ciudad del Dios vivo, . . . Jerusalén celestial.” (Heb. 12:22) Por esta razón Jesús dijo a los cuatro discípulos que estaban con él en el monte de los Olivos que llegaría en gloria con todos sus ángeles con él, y ‘se sentaría sobre su glorioso trono.’—Mat. 25:31.

Por lo tanto, felizmente nos encontramos ahora en “la conclusión del sistema de cosas,” en “el tiempo del fin.” (Mat. 24:3; Dan. 12:4) Lo que ha sucedido desde 1914 y durante todo el tiempo después constituye prueba que confirma este hecho. En 1914 estalló la primera guerra mundial de la historia de la humanidad. Fue el primer conflicto que se peleó a causa del punto en cuestión, no solo de la dominación de Europa, ni de África, ni de Asia, sino de la dominación del mundo. Una comparación de éste y los otros notables rasgos del período de tiempo que vino después de 1914, con el contexto de las palabras de Jesús acerca de los “tiempos señalados de las naciones” revela un cumplimiento obvio. ¡Sí, las mismísimas cosas que Jesús y sus apóstoles dijeron que caracterizarían su segunda presencia son evidentes en todas partes!—Luc. 21:7-33; 2 Tim. 3:1-5; 2 Ped. 3:3, 4; Rev. 11:15-18.

Esto significa que el gobernante legítimo Jesucristo ahora está ocupado en la obra de separar “a la gente unos de otros, así como el pastor separa las ovejas de las cabras.” Lo está marcando a usted, ya sea para preservación a fin de que ‘herede el reino preparado para usted,’ o para la destrucción en la batalla del Armagedón que se acerca rápidamente. Lo que usted tiene que hacer para hallarse entre la grande muchedumbre de la humanidad que será rescatada del Armagedón lo puede aprender examinando el siguiente artículo.—Mat. 25:31-46.

[Notas]

a Expository Dictionary of New Testament Words, por W. E. Vine, 1962, tomo IV, página 138.

b Según una nota en la Tabla Cronológica del prefacio de The ‘Holy Scriptures’ - A New Translation from the Original Languages, (1949) por J. N. Darby: “Nabucodonosor reina, al principio unidamente con Nabopolasar... y se lleva a los judíos a Babilonia. Comienzan los ‘tiempos de los gentiles.’ Principio del cautiverio de 70 años en Babilonia.”

c Vea Lexicon in Veteris Testamenti Libros, por Koehler y Baumgartner, página 1106; A Hebrew and English Lexicon of the Old Testament, por Brown, Driver y Briggs, página 1105.

    Publicaciones en español (1950-2025)
    Cerrar sesión
    Iniciar sesión
    • español
    • Compartir
    • Configuración
    • Copyright © 2025 Watch Tower Bible and Tract Society of Pennsylvania
    • Condiciones de uso
    • Política de privacidad
    • Configuración de privacidad
    • JW.ORG
    • Iniciar sesión
    Compartir