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¡Despertad! 1977
g77 22/8 págs. 8-11

Compartiendo “buenas nuevas” en Botswana

Por el corresponsal de “¡Despertad!” en la República Sudafricana

EL RUGIDO de un león nos despertó de nuestro sueño con una sacudida. Cuatro cabezas se alzaron de las almohadas para clavar la vista en el matorral oscuro que nos cercaba. Uno de nuestro grupo de cuatro se salió de su saco para dormir a la intemperie y amontonó leña sobre las brasas del fuego a punto de apagarse. Dentro de poco todos nos habíamos dormido otra vez.

Pero al rayar el alba, volvimos a oír el rugido del león, esta vez mucho más cerca de nuestro lugar. Decidimos que era tiempo de levantarnos y hacer ruido al preparar nuestro desayuno. El no hacer esto pudiera resultar en que nosotros fuéramos el desayuno del león; y no habíamos viajado toda esta distancia para eso.

¿Por qué habíamos salido al matorral de Botswana, en el sudoeste del África? La idea había empezado a tomar forma unos meses antes, cuando mi esposa y yo y otro testigo de Jehová conversamos sobre la posibilidad de hacer un viaje a través del desierto Kalaharí de Botswana hacia el noroeste al delta del Okavango a fin de visitar a los muchos africanos que viven aislados allí y hablarles acerca de las “buenas nuevas” que la Biblia contiene.—Mat. 24:14.

Un viaje como éste requería cuidadosa preparación. Durante la primera semana estaríamos atravesando el desierto y tendríamos que llevar con nosotros suficiente agua potable. Durante esta parte de nuestro trayecto, cada uno de nosotros estaría limitado a lavarse la cara y las manos dos veces al día con tan solo una taza de agua.

Pero después de esta semana seca llegaríamos al río Botletle donde termina su curso en el lago Xau. Desde aquí en adelante habría una abundancia de agua, puesto que seguiríamos el río hasta su fuente en el delta del Okavango, que es una gran extensión de ríos, pantanos y tierra llena de malezas que abarca una zona triangular de más de 18.500 kilómetros cuadrados. La ruta que habíamos planeado ascendería a un viaje de ida y vuelta de más de 2.000 kilómetros.

Esperábamos estar de viaje cuatro semanas, de modo que esto exigía destreza al planear qué comestibles llevar. Empacamos una buena cantidad de cebollas, patatas, arroz y maíz molido. También llevamos algunos huevos que enterramos en el maíz molido para que no se quebraran en los caminos desiguales, y algunos alimentos empacados en latas, incluso hortalizas deshidratadas. En cuanto a pan, decidimos que un pan pesado de centeno de la clase que se consigue en las panaderías alemanas permanecería fresco durante todo el viaje, y así fue.

¿Ha tenido usted la experiencia de viajar por el desierto? Nuestro viaje no fue una vista interminable de dunas de arena. Es cierto que el suelo era arenoso, blando y de color blanco amarillento; pero estaba cubierto de hierba gruesa y arbustos esparcidos. A veces el suelo era muy blando y exigía que condujéramos el auto en la primera velocidad por varias horas y que recurriéramos frecuentemente a la transmisión en las cuatro ruedas. Frecuentemente los animales silvestres se iban corriendo al acercarnos. Entre los animales que espantamos así estuvieron el avestruz, el koodoo, un antílope gracioso con cuernos espirales, y el antílope sudafricano jorobado y con dorso en declive, que se cuenta entre los antílopes más veloces.

Obstáculo de comunicación

Un problema importante a que nos enfrentábamos era cómo hablarle a gente cuyo lenguaje era el tsuana, una lengua que ninguno de nosotros conocemos. Resolvimos esto consiguiendo que Testigos que hablan el tsuana grabaran nuestros mensajes bíblicos en cintas en cartucho.

También teníamos el problema de hallar la manera de presentar a esta gente aislada el mensaje bíblico acerca de las terribles condiciones mundiales de hoy día y la esperanza brillante de que dentro de poco el reino de Dios traerá paz y felicidad por toda la Tierra. Teníamos la idea de que la gente que vivía en estas zonas remotas no estaría familiarizada con las terribles condiciones que son tan comunes en los lugares más poblados.

Pero resultó que estábamos equivocados. Durante todo nuestro viaje un texto bíblico que siempre se recibió con señas de la cabeza que demostraban acuerdo era 2 Timoteo 3:1-5, que habla de los “tiempos críticos” que marcarían los “últimos días” del actual sistema de cosas. Rápidamente nos enteramos de que condiciones como las descritas en ese texto prevalecen aun en comunidades aisladas del sudoeste de África.

Los habitantes de las aldeas y ganaderías que visitamos nos recibieron gustosamente. Aunque muchos de éstos habían oído hablar acerca de la Biblia, pocos habían visto una o habían oído leer directamente de ella. La cristiandad no había establecido iglesias en estos lugares.

Todos ellos manifestaban aprecio intenso al oír las verdades bíblicas en su propio idioma procedentes de nuestra grabadora. Notamos a varios de ellos apuntando un texto o algún otro punto, escribiéndolo en la piel de su antebrazo.

Nos dirigíamos al “Kgotla”

Al llegar a una aldea primero íbamos al Kgotla. Este es el lugar donde se reúne el consejo aldeano de ancianos. Después de presentarnos por nombre al jefe y a cualquiera de sus concejales que estuvieran presentes, tocábamos un mensaje grabado que concluía con una oferta de literatura en el lenguaje tsuana. Puesto que las personas que llegábamos a conocer en el Kgotla por lo general hablaban inglés, teníamos la oportunidad de contestar sus preguntas bíblicas y demostrar cómo nuestra literatura puede ayudar a las personas a conseguir las respuestas a sus preguntas bíblicas y también suministrar una base para consideraciones de la Biblia por grupos de familia u otros grupos.

Entonces, con el permiso del jefe, pasábamos por la aldea tocando el mensaje grabado a grupos de entre diez y veinte personas. Hicimos un esfuerzo especial por hablar con los maestros de escuela, y éstos agradecieron mucho la oportunidad de obtener literatura bíblica. El gobierno de Botswana está ansioso de proveer educación para su gente en todas partes, y por eso en cada aldea hallábamos una escuela con hombres y mujeres jóvenes trabajando duro por educar a los niños de esa sección. ¡Cuánto nos emocionamos al hallarnos cercados de tantos como cincuenta rostros ansiosos a la vez mientras que voces clamaban deseosas de saber lo que la Biblia contiene y cuándo podían esperar que su maestro les leyera de ella!

En las aldeas grandes a veces no era fácil hallar el Kgotla. En una ocasión decidimos preguntar dónde estaba y al mismo tiempo tocar la cinta para las muchedumbres que se reunieron para ayudarnos. Apenas habíamos comenzado cuando un policía joven llegó en su bicicleta. Preguntó: “¿Qué hacen?” Tratamos de explicarle, pero él todavía tenía sospecha. “Tienen que venir conmigo,” dijo él; de modo que lo hicimos, siguiendo su bicicleta al cuartel de la policía. Aquí examinaron detenidamente nuestros pasaportes; nos hicieron preguntas, y nos volvieron a hacer las mismas preguntas.

No parecía que estábamos teniendo mucho éxito, pero entonces se abrió la puerta de una oficina interior y salió el teniente de la policía para ver qué era lo que pasaba. Cuando nos oyó decir que estábamos predicando las “buenas nuevas,” su rostro mostró una sonrisa amplia y dijo que a él también le gustaría oír estas “buenas nuevas.”

El teniente sugirió que posiblemente les sería provechoso a sus hombres también oír lo que teníamos que decir y nos invitó a su oficina donde toda la fuerza se reunió mientras se tocó la cinta grabada. El oficial de la policía escuchó con cuidado e interés obvio y gustosamente aceptó un ejemplar del libro Verdadera paz y seguridad... ¿de qué fuente? Respondiendo a su recomendación, cada uno de los alguaciles y el sargento también aceptaron ejemplares. Cuando preguntó si teníamos otra literatura, se tocó la cinta que presentaba Escuchando al Gran Maestro, la excelente ayuda que los padres pueden usar para instruir a sus hijos en la Biblia. Tomó un ejemplar de ese libro también, explicando que su esposa era la maestra local y hallaría estos libros muy útiles.

¿Ha visto usted alguna vez a un pregonero? Yo estaba seguro de que hacía mucho que ese oficio había pasado de la escena. Pero una mañana vimos a un pregonero cumpliendo con sus deberes en la mejor forma. Y las circunstancias nos fueron de provecho.

Un día llegamos a cierta aldea tan tarde que solo tuvimos tiempo para llegar a conocer al jefe. En armonía con lo que él sugirió, volvimos el día siguiente a las ocho de la mañana cuando él prometió que tendría reunida a toda la aldea. No obstante, para las nueve de la mañana solo cinco personas se habían presentado.

Por lo tanto el jefe mandó llamar al pregonero para enfatizar su solicitud de que todos se reunieran. Este pregonero no usó una campana para llamar la atención de la gente. En lugar de eso, gritó en una lata de gasolina vacía. Y ¿cuál era su mensaje? Después de dar una mirada a los títulos de la literatura que teníamos en las manos, pasó por la aldea gritando: “Vengan a oír la verdad.” Este anuncio extraordinario tuvo el efecto deseado, y dentro de poco hubo una buena muchedumbre con quienes compartir las verdades bíblicas.

En Shakawe, en el norte extremo de Botswana, tuvimos una experiencia poco usual y muy deleitable. En un tiempo hubo un grupo en ese lugar que se interesaba en estudiar la Biblia con los testigos de Jehová. Pero este grupo se deshizo y no se sabía nada acerca de él después de enero de 1969. Sin embargo, teníamos los nombres de dos personas que en un tiempo habían estado asociadas con el grupo, y pensábamos que tal vez por medio de ellas pudiéramos localizar a otras personas interesadas. Pero nos costó más esfuerzo tratar de hallar a estos dos individuos que lo que habíamos esperado.

Comenzamos por medio de preguntar en el cuartel de la policía. El primer nombre les era desconocido, pero reconocieron el segundo. Nos dijeron que un hombre que se llamaba así había partido de Shakawe y había ido a una aldea hacia el sur, donde llegó a ser clérigo. Al oír eso, nos pareció que nuestra única esperanza sería hallar al primer hombre en nuestra lista. Preguntamos acerca de él en un comercio y por fin en la oficina de impuestos, donde perdimos aún más nuestras esperanzas. Resultó que hacía unos siete años que este hombre había partido de Shakawe.

Sin embargo, mientras miraba al papel en que estaba escrito el nombre, nuestro informador notó el nombre de la segunda persona, el que se nos había dicho que era clérigo. Inmediatamente nos dijo: “Hallarán a este hombre cerca de la escuela; es el carpintero.” Sorprendidos por este viraje en los sucesos, proseguimos a investigar. El hecho de que visitamos su hogar y preguntamos por él por nombre despertó sus sospechas, y al principio la comunicación fue muy difícil. De modo que recurrimos a nuestro mensaje grabado, que nos presentó como “Basupi Ba Ga Jehofa” (testigos de Jehová).

Al oír esto, nuestro anfitrión cambió por completo. Su rostro se puso radiante; le empezaron a salir lágrimas de los ojos y él bailó de gozo. Sabíamos que habíamos encontrado al hombre que buscábamos. Pero ¿qué explicación nos daría?

Sucedió que en una ocasión mientras este hombre estaba en Angola de visita, la otra persona que había tenido que ver con organizar el grupo de estudio bíblico en Shakawe se había mudado. El grupo se dispersó y el hombre que actualmente habíamos localizado no sabía cómo ponerse en contacto con alguien que pudiera ayudarlo a traer su vida más en armonía con los requisitos bíblicos. Constantemente había orado pidiendo ayuda. Al escuchar a este hombre nos conmovió su profunda fe en Jehová, el Dios que contesta las oraciones. (Sal. 65:2) Las dificultades del camino, nuestro cansancio del constante viajar, simplemente se desvanecieron ante el privilegio que teníamos de localizar a un individuo como éste.

En cuanto a nosotros, consideramos la entera expedición recompensadora. Ocasiona gran gozo compartir cosas buenas con otros, especialmente cuando las reciben con aprecio. Todavía puedo visualizar claramente a un señor de edad que extendió el brazo para estrecharnos la mano y dijo: “¿Ustedes vinieron toda esta distancia para hablarnos acerca de estas cosas? Eso es bondadoso, muy bondadoso.”

No obstante, en medio de nuestro gozo había un sentimiento de preocupación. Nuestro viaje por esta región nos permitió hablar con tan solo unas cuantas personas. Hay una necesidad verdaderamente grande de suministrarle instrucción bíblica con regularidad a esta gente. Por lo tanto, nos preguntábamos si sería posible que algunos testigos de Jehová consiguieran empleo en alguna parte de esta zona, tal vez en las minas de diamantes que habíamos pasado. Esto les proporcionaría la oportunidad de atender las necesidades espirituales de estos residentes humildes de Botswana. ¿Le sería posible a usted efectuar esa mudanza?

[Mapas de la página 9]

(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)

BOTSWANA

[Mapa]

BOTSWANA

ANGOLA

FAJA DE CAPRIVI

Delta de Okavango

SHAKAWE

ÁFRICA DEL SUDOESTE

MAUN

Río Botletle

Lago Ngami

Lago Xau

FRANCISTOWN

SEROWE

RODESIA

REPÚBLICA SUDAFRICANA

BOTSWANA

Norte

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