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  • Apliquen su corazón
    La Atalaya 1961 | 15 de febrero
    • todavía hay mucho lugar en el mundo para los ministros precursores, e instamos a todos los cristianos a pensar en este asunto cuidadosamente y con oración. El campo es grande.

      18, 19. (a) ¿Qué se necesitó financieramente para llevar a cabo la obra de predicación durante el año de servicio de 1960? (b) ¿Quiénes hicieron posible el apoyo financiero necesario?

      18 La Sociedad ayudó a los 5,148 publicadores precursores especiales y a sus 742 misioneros a permanecer en sus territorios aislados. Los fondos que la Sociedad gastó a favor de ellos durante el año ascendieron a $2,089,648.86. Luego, también, la Sociedad envió a siervos de circuito, siervos de distrito y representantes especiales para servir congregaciones y grupos cristianos aislados durante el año, y gastó $402,901.13 en esta actividad. Por lo tanto para ayudar a la obra de expansión solo en el campo de predicar las buenas nuevas la Sociedad gastó durante el año de servicio de 1960: $2,492,549.99.

      19 Queremos aprovechar esta ocasión para dar las gracias a todas las personas cristianas que han contribuido fondos a la Sociedad Watch Tower Bible and Tract para ayudar a esa Sociedad en la expansión de la obra de predicar y de enseñar. Si no fuese por sus contribuciones a la Sociedad Watch Tower, esta gran obra de esparcir las buenas nuevas del Reino no podría hacerse a tan gran grado como se está haciendo hoy día.

      20. ¿Qué deben querer hacer ahora todos los que aman la verdad?

      20 La Palabra de Dios es poderosa. Es más aguda que cualquier espada de dos filos. Cuando los individuos toman tiempo para leer la Palabra de Dios, la estudian con un cristiano y la creen, están guardando un tesoro en su corazón. Como Jesús dijo: “El hombre bueno saca lo bueno del buen tesoro de su corazón, . . . porque de la abundancia del corazón habla su boca.” Todo el que ama la verdad aplique su corazón a la Palabra de Dios “porque no es palabra sin valor para ustedes,” sino que significa su vida.

  • Siguiendo tras mi propósito en la vida
    La Atalaya 1961 | 15 de febrero
    • Siguiendo tras mi propósito en la vida

      Según lo relató Olaf Olson

      UNA tarde en 1932 cuando iba en camino a mi habitación en una pensión pasé a visitar a un amigo. Mientras hablábamos tomé un folleto intitulado “El infierno” que estaba sobre su tocador. Me preguntó si me gustaría leerlo, de modo que me lo llevé. Quería saber lo que decía acerca de ese lugar. Más tarde, después de venir un hombre a la peluquería tratando de cambiar algunos folletos de la misma clase por un corte de pelo, mandé a pedir a la Sociedad más libros; era justamente lo que yo buscaba. Un día mi tía, luterana devota, me visitó para ver de qué se trataba todo esto, pero pude defender por medio de la Biblia las cosas que había aprendido. Y cuando fui a visitar al predicador de nuestra localidad para hacerle algunas preguntas, me convencí más que nunca de que no enseñaban la verdad.

      Ya que no conocía ninguna congregación de los testigos de Jehová, no tuve oportunidad de recibir instrucciones, pero comencé a predicar lo mejor que pude. No pasó mucho tiempo hasta que llamé a una puerta donde la señora me preguntó cómo sucedía que yo estaba trabajando en el territorio de ella. “¿Territorio?” dije. “Señora, lo único que estoy haciendo es tratar de hallar a alguien que se interese en leer estos libros.” La hermana sugirió que yo hiciese arreglos para ir a las reuniones de los testigos de Jehová en Saint Paul, Minnesota, que quedaba a ciento sesenta kilómetros de distancia, para adquirir instrucciones; de modo que fui.

      En la reunión conocí a dos precursores que sugirieron que yo llenara una solicitud de precursor y pidiera a la Sociedad territorio cerca de mi casa. Además de hacer eso arreglé mi automóvil para poder dormir en él cuando trabajara territorio rural. Al llegar a casa, descubrí que mi asignación y surtido de literatura de la Sociedad habían llegado ya; de manera que estaba listo para seguir tras mi propósito en la vida como precursor. Eso fue en 1933, pero no fue sino hasta el 9 de agosto de 1934 que tuve la oportunidad de bautizarme. Dos días después de bautizarme me asocié con dos hermanos jóvenes en Míchigan, y ese otoño fuimos trabajando hacia el sur hasta el Golfo de Méjico, dando el testimonio en Wisconsin, Kentucky, Misisipí y luego en Luisiana. Tuvimos un tiempo maravilloso.

      Para la primavera estuve de vuelta en Míchigan septentrional, y ese verano fui arrestado por la primera vez en mi vida—por predicar la Palabra de Dios. Perdí el pleito y tuve que pasar diez días en la cárcel del condado. Gocé del descanso, y aproveché el tiempo para leer y predicar.

      El año siguiente cuando comencé a viajar hacia el sur, recibí noticias de que iba a celebrarse una asamblea en Nueva Jersey; de modo que recogí a algunos amigos en Chicago e hicimos el viaje juntos. Desde allí seguí camino a Alabama, Kentucky y luego a Indiana. Había bastante territorio donde testificar y yo estaba dispuesto a servir.

      En 1937, en la asamblea que se celebró en Columbus, Ohío, supe de la “escuadra ligera.” Yo estaba listo para ir, pero esperaba que la Sociedad me asignara a alguna ciudad en Kentucky, puesto que poseía solamente ropa de verano. En lugar de eso, recibí una asignación para trabajar en Milwaukee, Wisconsin. Cuando llegué a mi nueva asignación en noviembre estaba nevando—y yo con solamente ropa de verano. Pero Jehová ha prometido que si buscamos primera mente los intereses de su reino, él se encargará de que tengamos las necesidades de la vida, y el mismo día después de mí llegada la buena hermana que vivía donde estacioné mi carrocasa me llevó a una tienda y me compró todo cuanto necesitaba de ropa apropiada para el invierno. En enero hizo tanto frío que tuve que sacar mi carrocasa y estacionarlo en la calle en mi territorio para entrar en él de vez en cuando y calentarme cuando la gente no me dejaba entrar en las casas. La cuota era de 150 horas de servicio al mes en el campo con el fonógrafo, de modo que no me convenía perder ni un solo día. Permanecí en Milwaukee alrededor de dos años; entonces en 1939 mi asignación fue cambiada a Chicago.

      En 1940, año de persecución intensa, yo era precursor regular en Bloomington, Illinóis. Brotó por todas partes la violencia por turbas. La gente se volvió loca; todo lo veían “rojo” o lo consideraban quintacolumnista. En ese tiempo tuve parte en la circulación de una petición de libertad, junto con el folleto El juez Rutherford desenmascara la quinta columna. Además de eso, luché tres meses en los tribunales para establecer el derecho a distribuir literatura bíblica en las calles. Dentro de poco se me mandó a Lake Forest, Illinóis, donde siguió la lucha por la libertad de adoración. No todos apreciaban el mensaje del Reino, y cuando alguien se quejaba la policía me aprehendía, pero casi siempre me llevaba de vuelta al territorio. Permanecí allí hasta que trabajé el territorio cuatro veces, entonces me mudé a otra asignación.

      Fue en 1942 que supe de la Escuela de Galaad, y para la sesión del otoño de 1943 estuve allí como miembro de la segunda clase, después de la asamblea de Minneápolis. El ir a la escuela con tan grande grupo de hermanos y hermanas era como vivir en un nuevo mundo.

      Después de graduarme de Galaad, mientras esperaba una visación para Colombia, se me envió a Chicago para dar el testimonio. En julio de 1945, la Sociedad me llamó a Brooklyn para trabajar hasta diciembre, cuando todos mis documentos estuvieron listos para el viaje. Nadie allí parecía saber mucho acerca de Colombia, pero misioneros que ya estaban trabajando en el país suministraron información provechosa.

      El 20 de diciembre de 1945 llegué a Bogotá, Colombia, y una habitación me aguardaba en el hogar misional. El mismísimo día siguiente acompañé a un misionero para aprender a predicar a los colombianos en español. El día subsiguiente trabajé solo. Al principio lo único que podía hacer era exhibir el libro a la gente, decirle el precio y dejarle examinarlo, y muchas personas aceptaban la literatura. Descubrí que la mejor manera de aprender el idioma era el estar con personas que no entendían el inglés. Cada día a medida que les escuchaba podía entender un poco más. El primer año fue el más difícil, pero para entonces yo podía hacer más revisitas y conducir estudios bíblicos de casa. Después de dos años realmente comencé a sentirme en casa en mi asignación. Si yo hubiera seguido pensando en el país que había dejado, no habría estado feliz, pero me resolví a vivir tanto corporal como mentalmente en Colombia, a trabar amistad con los hermanos y hermanas en la verdad allí, a mantener mi vida llena del ministerio, y mi asignación pronto vino a ser mi hogar.

      Después de dieciséis meses en Bogotá se me mandó a Barranquilla en la costa septentrional, el 4 de mayo de 1947. Había unos cuantos misioneros aquí cuando llegué y ya había cuatro publicadores. Para septiembre del año siguiente, cuando nos mudamos a otra casa en el centro de la ciudad, teníamos treinta publicadores. Dentro de poco tuvimos que mudarnos a una casa con un salón suficientemente grande para acomodar a doscientas personas. Aun éste se hizo demasiado estrecho, de manera que se formó otra unidad. Siguió el aumento, y pronto dos paredes tuvieron que removerse para proveer más espacio y se organizó una tercera unidad. Hemos celebrado muchas asambleas aquí en Barranquilla y éstas han contribuido mucho al crecimiento de la obra. Así que, para enero de 1959 había siete unidades aquí, con un total de más de quinientos publicadores, y planes para comenzar dos unidades nuevas. Hay muchas “ovejas” de Jehová aquí, y estamos agradecidos de que él nos haya enviado para ayudar a hallarlas y alimentarlas.

      Sí, requiere trabajo, pero vale la pena y es una bendición incomparable el ver a personas que jamás han tenido una Biblia antes aprender acerca de Dios y de sus propósitos y dedicarse a él y entonces ponerse a enseñar a otros acerca de ello, tal vez siguiendo adelante a privilegios de servicio como precursores, precursores especiales y luego pensando en Galaad.

      Jehová ha provisto bien para nosotros, de modo que podemos dedicar todo nuestro tiempo y esfuerzos al ministerio del campo, haciendo revisitas, conduciendo estudios bíblicos de casa, entrenando a nuevos publicadores, organizando congregaciones, ayudando a los hermanos y viendo que la obra marche adelante. Es un gozo ver la expansión teocrática en Colombia.

      Nos regocijamos, también, a medida que otros se vienen a Colombia para unirse con nosotros en predicar aquí donde hay gran necesidad de ello. Diez de los trece millones de habitantes todavía están esperando oír las buenas nuevas acerca del reino de Jehová. ¿Le gustaría a usted estar entre los que vienen para contárselas?

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