Una vida productiva a pesar de mi desventaja física
MI ESPOSO, Gary, y yo nos criamos en Iowa, E.U.A. Nos casamos muy jóvenes, aún éramos adolescentes. Naturalmente, como la mayor parte de los jóvenes, creíamos que teníamos una buena vida por delante y no nos preocupábamos al respecto. Una prueba de ello era que a ambos nos gustaba montar en motocicleta.
Un día, mientras Gary y yo íbamos montados en la misma motocicleta, chocamos con otro vehículo. El accidente fue muy grave. Gary sufrió heridas, pero se restableció completamente. Sin embargo, yo sufrí una lesión mucho más grave. Me rompí la espalda.
El accidente me dejó paralizada desde debajo de los brazos hasta abajo. Ahora mi único medio de transporte era una silla de ruedas. Sí, mi vida entera cambió en un instante, al igual que la de mi esposo y la de mi hijo.
Preguntas no contestadas
Aun antes del accidente se me hacía muy difícil comprender cuestiones como por qué hay tanto sufrimiento y por qué hay tanta injusticia en el mundo. Yo sabía que los líderes religiosos en general enseñaban que Dios está a cargo de este mundo y que lo que sucedía estaba en conformidad con Su voluntad. Pero esto parecía dar a entender que Dios es, en realidad, el responsable de la injusticia y el sufrimiento. Por eso, a mí me parecía que si Dios existía y todo aquello era cierto, entonces yo no lo adoraría en absoluto. Mi estado de minusvalidez solo parecía reforzar dicha actitud.
Luego, cuando envié a nuestro hijo a un campamento religioso, me puse a pensar aun más en preguntas religiosas. Y mientras más pensaba acerca del significado de la vida y acerca de la injusticia y el sufrimiento, más me parecía que probablemente no había Dios. Por lo tanto, lo mejor para nosotros, a mi parecer, era no tener ninguna religión en absoluto. Así, Gary y yo llegamos a ser casi ateos.
Un cambio en mi modo de pensar
Después de unos años, nos mudamos a Colorado, a las montañas. Cuando nos establecimos allí, hallamos que nuestra vecina había llegado a esa zona casi al mismo tiempo que nosotros. Entonces oí decir que ella era testigo de Jehová. Yo creía que podía decirle unas cuantas cosas acerca de la religión, puesto que había pasado tanto tiempo pensando, leyendo y hablando sobre este asunto.
Un día esta vecina vino a visitarme. Yo pensé: ‘Esta es mi oportunidad. Simplemente atacaré algunas de sus creencias para mostrarle lo equivocada que está’. Pero cuando vino, me enteré de que ella aún no era testigo de Jehová. Estaba estudiando la Biblia con los Testigos. Por eso, cuando le hice una pregunta difícil, ella contestó: ‘Oh, acabo de empezar a estudiar la Biblia, y yo misma no sé la respuesta. Pero ¿por qué no me visita cuando me den el estudio y usted misma hace la pregunta a los Testigos?’.
Hice precisamente eso. Dentro de poco estaba relatando a Gary lo mucho que yo estaba aprendiendo y que se estaban contestando muchas de mis preguntas difíciles. Después de unos meses, él empezó a estudiar también.
Fue emocionante para mí aprender acerca del propósito de Dios de poner fin al presente sistema de cosas lleno de iniquidad y sufrimiento y de reemplazarlo con un nuevo sistema de cosas, incluso “una nueva tierra”, como se la llama en la Biblia (2 Pedro 3:13). Me enteré de esta promesa conmovedora de la Biblia: “Los justos mismos poseerán la tierra, y residirán para siempre sobre ella”. (Salmo 37:29.)
También fue maravilloso para mí llegar a saber acerca de esta promesa: “[Dios] limpiará toda lágrima de sus ojos, y la muerte no será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor. Las cosas anteriores han pasado”. (Revelación 21:4.)
En poco tiempo pude comprender lo que Jesús quiso decir cuando declaró: “Conocerán la verdad, y la verdad los libertará” (Juan 8:32). Por primera vez en mi vida, estaba libre de la esclavitud mental que resulta de tener preguntas no contestadas, dudas, ideas equivocadas, y libre de culpar a Dios por la iniquidad y el sufrimiento. Además, pude llegar a tener una esperanza verdadera.
La promesa de un justo Nuevo Orden incluye lo que el profeta Isaías dijo respecto a las personas que tuvieran desventajas físicas: “En aquel tiempo los ojos de los ciegos serán abiertos, y los oídos mismos de los sordos serán destapados. En aquel tiempo el cojo trepará justamente como lo hace el ciervo, y la lengua del mudo clamará con alegría”. (Isaías 35:5, 6.)
¡Cuánto me gusta oír esto! ¡Anhelo el día en que yo pueda ‘trepar como lo hace el ciervo’!
¿Qué podía hacer yo?
Cuando iba al estudio bíblico que mi vecina recibía, me era un desafío ir a su casa en mi silla de ruedas. Pero mi vecina venía a ayudarme. Además, yo quería asistir a las reuniones de los testigos de Jehová a fin de adquirir más conocimiento. Otras personas de la congregación me ayudaron muchísimo para que pudiera asistir.
Al principio, antes que Gary empezara a estudiar, ellas venían y me llevaban en automóvil. Yo me apoyaba en los brazos para deslizarme en el asiento, y entonces el conductor u otra persona ponía mi silla de ruedas en el portaequipajes del automóvil. Cuando llegábamos al Salón del Reino, me ayudaban a sentarme nuevamente en la silla de ruedas.
Entonces conseguimos un automóvil especial que tenía controles manuales para el conductor. Cuando Gary trabajaba de noche y no podía acompañarme a las reuniones, yo entraba en el automóvil y colocaba la silla detrás de mí. O mi hijo me ayudaba a hacer esto. De hecho, él siempre ha sido de gran ayuda con la silla, al igual que Gary. Así he logrado llegar en automóvil adonde quiero ir.
A medida que asistía a las reuniones y aprendía más acerca de nuestro Creador y sus propósitos, quería compartir estas buenas cosas con otras personas. Los Testigos visitaban a sus vecinos con regularidad para ayudarles a aprender acerca de la Biblia, y yo quería unirme a ellos en esta obra edificante. Pero ¿cómo podría hacerlo, estando obligada a permanecer en una silla de ruedas? Bueno, decidí que esto no iba a detenerme. Gary era del mismo parecer, de modo que ambos empezamos a participar en el ministerio. Él me acompañaba a los hogares, empujando la silla de ruedas en la que yo iba sentada.
Deseaba hacer más
En 1967 Gary y yo nos bautizamos juntos, y entonces aumentó en nosotros el deseo de hacernos aun más productivos en la obra de ayudar a otras personas a aprender lo que nosotros habíamos aprendido. Centenares de miles de testigos de Jehová por todo el mundo participan en el ministerio de tiempo completo. Hacen de éste su ocupación principal. Este era mi deseo. Pero en vista de mi desventaja física, me parecía que yo no podía efectuar esta obra.
Cierto día iba acompañada de un Testigo que participaba en esta obra de tiempo completo. Le dije: “¡Oh, cómo quisiera yo hacer esta obra de tiempo completo tal como tú la haces!”. Él contestó: “Entonces, ¿por qué no lo haces?”. Pensé para mí: ‘Bueno, ¡las razones son obvias!’. Pero ¡la actitud de él simplemente fue tan positiva!
Luego, en una asamblea grande de los testigos de Jehová que se celebró en Denver, cierta señora que estaba en una silla de ruedas relató su experiencia desde la plataforma. Ella podía participar en la obra de predicar de tiempo completo a pesar de su minusvalidez. Pensé para mí: ‘¡Yo puedo hacerlo también, con la ayuda de Dios!’. ¡Y lo he estado haciendo... por los pasados 14 años! Durante los pasados 10 años Gary me ha acompañado en la obra de tiempo completo.
Lo que me ha ayudado enormemente es la camioneta especial que tenemos. Es una camioneta de tamaño regular, pero tiene controles especiales diseñados por otro Testigo minusválido. Incluso hay una especie de cabria que me permite subir a la camioneta. Entonces me mudo de la silla de ruedas al asiento del chofer. Claro, si estoy acompañada y la otra persona conduce la camioneta, entonces todo lo que tengo que hacer es permanecer en la silla de ruedas, y yo misma puedo subirme a la camioneta y bajar de ella. La cabria se parece a la barra de un trapecio que se extiende hacia afuera desde la camioneta. Engancho la silla a la cabria y entonces aprieto el botón que dice “arriba” o el que dice “abajo”. De esta manera he podido salir y visitar con regularidad a las personas en sus hogares, y por lo general puedo conducir varios estudios bíblicos.
Me enfrento a los desafíos
En Colorado, y luego en Idaho, adonde nos mudamos, los inviernos presentaban un verdadero desafío, pues hacía un frío espantoso por días y semanas enteras. Con el tiempo se nos invitó a mudarnos a Alaska, donde vivimos ahora. ¡Aquí sí que hay frío, hielo y nieve... durante la mayor parte del año! No obstante, se puede vencer todo esto.
En primer lugar, nos ponemos más ropa. Gary hasta me ha comprado las tradicionales mukluks, que son unas botas muy abrigadoras que se usan sobre calcetines de lana. Además, llevo ropa bien abrigadora por fuera, y así puedo enfrentarme a las temperaturas bajas. De hecho, durante el primer mes que estuvimos en Alaska —fue el mes de diciembre— ¡la temperatura media fue de 30 grados Fahrenheit bajo cero (-34 °C)! Sin embargo, fue un mes muy productivo para nosotros en el ministerio.
No quiero decir que todo esto haya sido fácil. Especialmente sobre el hielo, la tracción de mi silla de ruedas no es buena. Recuerdo que, cuando estaba en un terraplén hablando con alguien acerca de la Biblia, mi silla de ruedas empezó a deslizarse. ¡Fue rodando por el terraplén hacia abajo! ¡La silla de ruedas se detuvo súbitamente al llegar abajo y caí de ella de rodillas con las manos en el suelo, y la silla me cayó encima! Pero hubo quienes me ayudaron a levantarme y no sufrí ningún daño. No obstante, es mucho más fácil transportarme en las aceras de Anchorage que en las montañas de Colorado e Idaho.
Años remuneradores
Frecuentemente me preguntan qué me impulsa a seguir visitando a otras personas a pesar de mi desventaja física. En primer lugar, todos estos años de esfuerzo han sido muy remuneradores. Mi esposo y yo hemos conocido y ayudado a muchas personas a llegar a conocer al Creador y Su voluntad.
Además, me ha dado gran satisfacción ver que varias personas se hayan sentido animadas a hacer mejor uso de su propia vida al ver lo que yo he podido lograr siendo minusválida. Esto, en cambio, me anima aun más.
Pero tendría que decir que lo que principalmente me hace seguir adelante es el amor que siento para con Dios. Cualquier otro motivo fuera de éste sería incorrecto. Antes de tener conocimiento exacto de Dios, solía echar a él la culpa de todo el sufrimiento en la Tierra. Pero después de aprender la verdad acerca del Creador, quería alabarle. Y cuanto más lo he hecho, y he ayudado a otros a hacer lo mismo, más me he sentido allegada a Dios. Por eso, nunca quiero abandonar mi propósito principal en la vida. Este es un verdadero privilegio. Además, cuando estoy ocupada ayudando a otros, ¡no me queda mucho tiempo para tenerme lástima!
Manteniendo la actitud correcta
Sé que es muy importante mantener la actitud correcta respecto a lo que hago y respecto a la esperanza que tengo. Hasta ahora he podido continuar mi trabajo de ayudar a otros desde mi silla de ruedas. Pero tengo que admitir que mi condición ha ido deteriorando. Esto sucede en muchos casos a víctimas que dependen de sillas de ruedas.
No obstante, si sucediera que yo llegara a estar más restringida de lo que estoy, aún haría cuanto pudiera. Otros Testigos que no pueden salir en absoluto ayudan a las personas por medio de llamadas telefónicas o por medio de escribirles cartas. A veces, los estudiantes de la Biblia van a la casa de ellos para estudiar. Quizás algún día esta sea mi situación. Pero mientras pueda, voy a hablar con las personas cara a cara en su propio hogar. Esto es lo que realmente me encanta hacer.
Sea lo que sea que encierre el futuro cercano, sé que en el Nuevo Orden de Dios estaré físicamente sana. Entonces podré hacer mucho más. De hecho, anhelo muchísimo aquel tiempo maravilloso al que se refiere la Biblia cuando dice que “va a haber resurrección así de justos como de injustos” (Hechos 24:15). ¡Imagínese todas las personas que regresarán de entre los muertos y a quienes se tendrá que enseñar acerca de Dios y Sus propósitos! Yo ciertamente quiero participar en esa obra, teniendo un cuerpo sano.
¡No, no me tenga lástima! He tenido una vida muy productiva y agradable. Y espero tener una vida mucho más productiva y agradable dentro de poco, cuando Dios empiece la restauración del Paraíso aquí en la Tierra. (Lucas 23:43.)—Según lo relató Harriet Beckwith.
[Comentario en la página 18]
“Pensé para mí: ‘¡Yo puedo hacerlo también, con la ayuda de Dios!’”
[Comentario en la página 19]
“Cuando estoy ocupada ayudando a otros, ¡no me queda mucho tiempo para tenerme lástima!”
[Ilustración en la página 17]
Harriet y su camioneta especialmente diseñada