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Lo que ahora distingue a las buenas nuevas que han de predicarseLa Atalaya 1968 | 15 de febrero
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sistema de cosas” y por eso simplemente es algo regular. A fin de continuar haciendo discípulos antes de que Babilonia la Grande religiosa (que incluye a la Jerusalén antitípica, la cristiandad) sea destruida y se pelee la “guerra del gran día de Dios el Todopoderoso” en el Armagedón, la obra de enseñanza cristiana con la Biblia tiene que seguir. En su obra de enseñanza, durante el pasado año de servicio de 1967, los testigos de Jehová han conducido con las personas en hogares particulares, semanalmente, 867.009 estudios bíblicos.
26. (a) ¿Por qué ha sido la predicación de “estas buenas nuevas del reino” un rasgo pasmoso de la obra de hoy en día? (b) ¿Cómo será vindicada la profecía de Jesús de Marcos 13:10, y quiénes son los felices hoy en día?
26 Por otra parte, el predicar, pregonar, proclamar y anunciar “estas buenas nuevas del reino” es un rasgo pasmoso solo de este siglo veinte, puesto que el reino establecido de Dios por su Mesías ha sido un hecho glorioso solo desde que terminaron los Tiempos de los Gentiles en 1914. Estas buenas nuevas inspiradoras de esperanza tienen que predicarse “primero” (NM), “antes del fin” (NBI; UTA; Mof); los testigos de Jehová las han predicado hasta ahora con alcance e intensidad aumentados, y ellos continuarán predicándolas hasta el fin, en vindicación de la profecía de Jesús. El fin, de cuyo acercamiento esta predicación del Reino es una indicación fidedigna, vendrá en breve. ¡Felices son todos ustedes los que, antes de eso, participan en predicar estas buenas nuevas!
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Honrado por servir con la organización progresiva de JehováLa Atalaya 1968 | 15 de febrero
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Honrado por servir con la organización progresiva de Jehová
SEGÚN LO RELATÓ JUAN BOGARD
JULIO de 1893, a unos cinco o seis kilómetros de Amsterdam, Holanda, ésa es la fecha y el lugar de mi nacimiento. Mis padres tuvieron muchas dificultades para sufragar los gastos de una familia de cinco hijos. Ambos contrajeron consunción, y para el tiempo que llegué a los trece años de edad nosotros, los hijos, quedamos huérfanos. Puedo recordar bien el ver a mi madre consumirse en la cama a través de dos años completos, de 72 1/2 kilos a menos de 35 kilos. El doctor no podía hacer nada además de aliviar su condición de vez en cuando.
Un recuerdo que acaricio es la reverencia con la cual mi madre consideraba el nombre del Creador, Jehová. Era un nombre que de ninguna manera era extraño en nuestro hogar. Sin embargo, fuera del círculo del hogar todo lo que puedo recordar es dificultades, injusticias y no poca intolerancia. Cuando nosotros, los hijos, quedamos huérfanos fuimos esparcidos: las dos muchachas a vivir con la gente con quien trabajaban, un hermano a ayudar en la granja de un tío, el más joven a vivir con la abuela, yo mismo vine a parar en ser empleado de un agricultor por cuarto y comida y una remuneración miserable semanal equivalente a diez centavos de dólar.
Mientras vivía mamá siempre insistió en que fuéramos a la iglesia cada domingo por la mañana. Con zapatos de madera recién blanqueados teníamos que sentarnos allí por tres o cuatro horas en el frío y humedad mientras el sermón seguía y seguía de manera monótona. Mientras tanto el platillo de colectas se pasaba por lo menos tres veces. A ese predicador no le fue tan bien, porque recuerdo que se quitó la vida arrojándose de cabeza a un pozo profundo. Ciertamente no aprendimos nada de sus sermones.
Ahora yo era el ayudante de un agricultor, de trece años de edad. Tenía que levantarme a las cuatro de la mañana cada día y empezaba a ordeñar y apacentar el ganado, con bastante trabajo adicional hasta las seis o siete de la noche. El domingo por la mañana el agricultor me llevaba con su familia a la iglesia, y luego quedaba libre el resto del día hasta la hora de ordeñar y apacentar por la noche. Para cuando llegué a los dieciséis años de edad ya había trabajado para tres agricultores diferentes.
Luego se produjo un gran cambio. Una de mis hermanas aceptó una invitación a venir a los Estados Unidos y trabajar para alguien en California. Poco después se hizo amiga de un hombre quien le propuso matrimonio, y después se mudaron a Alberta, Canadá, estableciéndose en una parcela de 160 acres, bajo la provisión del gobierno canadiense para casas de habitación y sus terrenos. Me escribieron y ofrecieron pagarme el pasaje al Canadá si quería venir y ayudarlos en la granja. Gozosamente acepté, y en 1910 emprendí el viaje a través del océano.
Estalló la I Guerra Mundial y ya no fueron posibles las condiciones normales. Un predicador, recuerdo, declaró que si hubiera nueve jóvenes en su congregación que quisieran enlistarse, él mismo sería el décimo. Por eso, a principios de 1916 me enlisté con los Ingenieros canadienses y poco tiempo después fui trasladado a Inglaterra. Allí permanecí por tres años, porque descubrieron que mi vista era deficiente. Fui hecho sargento de la policía, escoltando a muchachos malos y desertores entre la prisión y la unidad de los Ingenieros, así como participando en acontecimientos deportivos para el entretenimiento de las tropas.
Teníamos que asistir con regularidad a las reuniones religiosas y escuchar a un capellán del ejército, ataviado con uniforme de oficial, diciéndonos que si nos portábamos como buenos soldados llegaríamos a formar parte de la expiación vicaria de los pecados de la gente. Para mí era positivamente nauseabundo, haciéndome recordar cosas de la niñez cuando habíamos visto tanta hipocresía y poco interés verdadero y amoroso en las viudas y los huérfanos.
EXPERIENCIAS DE LA POSTGUERRA
Por supuesto, tan pronto como fui desmovilizado me apresuré a regresar al Canadá. Como soldado que había regresado, pude obtener preferencia sobre los solicitantes civiles para trabajos gubernamentales. Uno de mis primeros trabajos fue un contrato gubernamental para manejar una ruta de correspondencia y pasajeros entre el río Peace y Dunvegan en la región del río Peace de Alberta. Puesto que la distancia era de 267 kilómetros y se hacía con caballos, solo podíamos cubrirla una vez a la semana. Esto proporcionaba amplia oportunidad de hablar con los pasajeros. Bien me acuerdo de un pasajero, un espiritualista, que me habló todo lo concerniente a un orden extraño que había visto y oído. Me resolví investigar sus creencias en alguna ocasión cuando hubiera oportunidad.
Luego hubo el hombre que me dijo que leyó siete tomos de Carlos T. Russell de Pittsburgo, Pensilvania. El habló en cuanto a cómo, cuando los libros fueron proscritos, solía ir al bosque y leer por horas. El que especialmente le interesó fue el intitulado “La Batalla del Armagedón.” Él quería saber de qué parte se pondría cuando viniera.
Finalmente, renuncié a la ruta de correspondencia y decidí ir a Edmonton, donde ahora mi hermano vivía con su familia joven. Tomé en consideración que tendría una mejor oportunidad de investigar el espiritismo y también considerar más los libros de Russell, que publicaba la Asociación Internacional de los Estudiantes de la Biblia. Cuando llegué a la casa de mi hermano, las cosas parecían haber cambiado. Su esposa y sus dos muchachos eran callados y reverentes. Mi hermano trabajaba en un turno nocturno, pero antes de salir en una ocasión para el trabajo me preguntó si me gustaría participar con ellos en unas palabras de oración. ‘¿Qué le pasa?,’ me pregunté. Aún no relacionaba el cambio en su hogar con mi objetivo... averiguar más acerca de los Estudiantes de la Biblia.
El día siguiente era domingo y la familia se preparó para ir a una reunión. Yo también me preparé, y viajé en el mismo tranvía en que iban pero seguí por unas dos paradas más allá antes de bajarme y preguntar la dirección de la reunión de los Estudiantes de la Biblia. Era una conferencia sumamente esclarecedora, y cuando regresé a la casa de mi hermano me disponía a hablar acerca de ello cuando descubrí que él ya estaba hablando de la misma conferencia con su esposa. Usted se puede imaginar el gran gozo que tuvimos cuando comprendimos que habíamos oído y habíamos disfrutado cabalmente de la misma conferencia. Mi hermano, parece, ya había estado estudiando la Biblia por poco más o menos un año.
Dejé mi trabajo en el ferrocarril por unos meses y me puse a asistir a las reuniones y estudiar con regularidad. Para el invierno de 1923 alcancé la meta que yo mismo me había fijado... me había dedicado a Dios y a hacer su voluntad. En abril el ferrocarril quería que yo regresara a construir puentes, pero ahora quería usar mi tiempo en el servicio del reino de Dios. Escribí al superintendente encargado de la congregación de los Estudiantes de la Biblia de Edmonton —para este tiempo yo estaba situado a unos 105 kilómetros al noroeste de la ciudad— y pedí alguna literatura para distribuir. Para desilusión mía solo envió unos cuantos folletos, los cuales distribuí pronto. Escribí de nuevo inmediatamente, adjuntando un cheque por 30 dólares pidiendo que me enviara inmediatamente literatura por ese valor.
Entonces tuve verdadera satisfacción en llevar las publicaciones a la gente en ese pueblito, esforzándome por interesarlas en lo que la Biblia dice acerca de la urgencia de nuestro tiempo. Las reacciones eran variadas, a veces ásperas pero a menudo muy buenas. Luego se supo que iba a haber una gran asamblea en Edmonton y que J. F. Rutherford, entonces presidente de la Sociedad Watch Tower Bible and Tract, iba a pronunciar la conferencia pública. Entretanto los Estudiantes de la Biblia de Edmonton le habían dicho al presidente de la Sociedad acerca del hombre que había pedido literatura por valor de 30 dólares. Él quería conocer a este hombre. De modo que en julio de 1923 fui presentado a él y me preguntó si me gustaría venir a la oficina central de Betel de la Sociedad en Brooklyn, Nueva York. Cuando me dijo que había mucho trabajo duro que hacer allí, acepté con anhelo la invitación.
UNA MARAVILLOSA NUEVA VIDA
Aunque solo había estudiado con los Estudiantes de la Biblia por unos ocho meses, pronto comprendí que el servir con la organización progresiva de Jehová era la respuesta a muchas cosas. Ahora podía servir altruistamente para que multitudes de otros recibieran literatura bíblica esclarecedora. Un conocimiento exacto de los propósitos de Dios como se manifiestan en la Biblia me ayudó a entender tantas de las cosas que lo dejan a uno perplejo, que yo había experimentado: la gente fría y falta de perspicacia que yo había encontrado en la juventud, los capellanes del ejército que abogan por matar, los misterios del espiritismo y el pasajero con su dilema acerca del Armagedón. Ahora todas estas cosas las llegué a entender a la luz de lo que enseña la Biblia.
Más tarde me familiaricé bien con Kathryn Harris, que ya había servido seis años en las oficinas centrales de Betel, y nos pareció bien seguir viajando juntos como marido y mujer a través de cualquier cosa que el futuro tuviera reservada para nosotros. Con el permiso del presidente Rutherford para que permaneciéramos en las oficinas centrales nos casamos debidamente, y desde entonces hemos disfrutado de muchos privilegios felices juntos en la organización progresiva de Jehová. Fue maravilloso vivir a través de esos años trascendentales en las oficinas centrales de la Sociedad. Recibimos una visión clara de la división entre la organización mundana de Satanás y la de Dios. Gozosamente participamos en aceptar el nombre testigos de Jehová en 1931. Hemos visto las “otras ovejas” de Jehová separadas a la diestra del favor de Cristo y venir en sus multitudes a servir bajo el arreglo de Dios. (Juan 10:16; Mat. 25:31-33) Ciertamente ‘nuestra copa ha estado bien llena.’—Sal. 23:5.
En 1937 tuvimos el privilegio de recibir una asignación para servir en la hacienda de la Sociedad Watch Tower, llamada Hacienda del Reino, cerca de South Lansing, Nueva York, donde continuamos por seis años. Después de quince años de vida urbana fue un verdadero cambio el salir al aire fresco del campo y poder seguir, compartiendo los privilegios con nuestros colaboradores en la oficina central. Aquí tuvimos el placer de encargarnos de que se embarcaran los productos agrícolas de primera necesidad con regularidad para mantener la salud y fuerza de todos los que servían en Betel de Brooklyn.
Uno pudiera esperar que las cosas siempre fueran pacíficas en el campo, pero en 1939 surgieron circunstancias en la vecindad de la Hacienda del Reino que mostraron que el Diablo estaba peleando duro para desbaratar la organización y parar su publicación de las buenas nuevas del Reino. Por semanas hubo rumores repugnantes de que pandillas de fanáticos se estaban formando con el propósito declarado de converger sobre la hacienda y efectuar obra de vándalos. Finalmente, un día un anciano que regularmente pasaba por la hacienda nos dijo que pudiéramos esperar visitantes esa noche que tratarían de “divertirse” algo con nosotros. Inmediatamente le notificamos al alguacil y a la policía estatal, y fue bueno que lo hicimos.
Alrededor de las seis de la tarde se comenzaron a juntar las pandillas, un auto tras otro, hasta que hubo treinta o cuarenta autos llenos de gente. El alguacil y sus hombres llegaron y comenzaron a detener a los choferes de los autos y a examinar sus licencias y a advertirles en contra de cualquier movimiento contra la Hacienda del Reino. Seguían viajando de ida y vuelta a lo largo de la carretera que estaba enfrente de nuestra propiedad hasta altas horas de la noche, pero la presencia de la policía los mantuvo en la carretera y frustró su plan de destruir la hacienda. Fue una noche sumamente excitante para todos nosotros los que estábamos en la hacienda, pero nos acordamos vívidamente de la seguridad que Jesús dio a sus seguidores: “Serán objetos de odio de parte de toda la gente por causa de mi nombre. Y con todo no perecerá ni un cabello de sus cabezas.”—Luc. 21:17, 18.
TODAVÍA AVANZANDO
La organización progresiva de Jehová aún sigue avanzando. El 1 de febrero de 1943 habría de comenzar la Escuela Bíblica de Galaad de la Watchtower para entrenar a misioneros a fin de servir en campos extranjeros. Se estaban haciendo cambios y resultó que nosotros estábamos entre los que ahora fueron reasignados para servir en las oficinas centrales de Brooklyn de la Sociedad. ¡Qué privilegio! Y todavía estamos aquí, habiéndonos regocijado por ver crecer la organización desde un grupo pequeño hasta el grado en que el personal regular aquí ahora asciende a más de ochocientos, haciéndome recordar lo que predijo el profeta de Dios: “El pequeño mismo llegará a ser mil, y el chico una nación poderosa. Yo mismo, Jehová, lo aceleraré a su propio tiempo.”—Isa. 60:22.
Estoy seguro de que la mayor cuenta bancaria del mundo no puede producir la satisfacción de que hemos disfrutado y aún disfrutamos en el glorioso tesoro de servicio que Dios nos ha concedido. Al observar la organización feliz y activa que Jehová ha reunido en estos “últimos días,” nos acordamos de que esto es en cumplimiento de la promesa de Dios: “El justo mismo florecerá como lo hace una palmera; como lo hace el cedro en el Líbano, él crecerá y se hará grande. Los que están plantados en la casa de Jehová, en los patios de nuestro Dios, florecerán. Todavía seguirán medrando durante la canicie, gordos y frescos continuarán siendo para anunciar que Jehová es recto. Él es mi Roca, en quien no hay injusticia.” (Sal. 92:12-15) La asociación con Su organización progresiva nos ha mantenido jóvenes de mente y espíritu. Que Jehová mismo sea alabado.
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Determinando los principios bíblicosLa Atalaya 1968 | 15 de febrero
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Determinando los principios bíblicos
“¡DECISIONES, decisiones, decisiones!” ¿Ha repetido usted recientemente esas palabras acerca de la necesidad cotidiana de tomar decisiones? Joven o anciano, hombre o mujer, usted regularmente tiene que considerar los hechos o factores de una situación y llegar a una conclusión, tomando una decisión. A veces solo es una decisión que envuelve un cambio pequeño en la marcha o actividad a medida que avanza en la carrera de la vida. En otras ocasiones usted se enfrenta a una bifurcación principal en el camino y necesita tomar una decisión que tendrá un efecto de largo alcance en su vida. En cualquier caso, ¿en qué se basa su decisión? ¿Determina usted los principios bíblicos que aplican y usa éstos como una guía?
Es fácil ver por qué muchas personas tienen dificultad cuando tratan de tomar decisiones sabias. ¿Qué tienen de guía? Quizás traten de utilizar una forma de lógica humana, como el tomar un proverbio humano o experiencia humana y usarlo como guía para sacar una conclusión acerca de su problema en particular. Pero, ¿cuán eficaz es el proverbio? O, ¿es la experiencia una que realmente resultará en una conclusión confiable en esta situación? Si éstas son defectuosas, entonces probablemente la decisión sea defectuosa también. Cuando las decisiones de uno a menudo conducen a resultados infelices, cuán entendible es el estribillo: “Decisiones, decisiones, decisiones.”
Podemos estar agradecidos de que los cristianos no son dejados en una posición bochornosa así cuando se trata de tomar decisiones. Tenemos una guía. ‘Ah,’ quizás usted piense, ‘tenemos la Biblia como un libro de reglas, y todo lo que tenemos que hacer es buscar la regla o ley que aplica.’ Sí . . . y no. Es verdad que hay varias leyes en la Biblia que aplican a los cristianos, como aquellas contra el asesinato, el hurtar y la idolatría. (1 Ped. 4:15; 1 Cor. 10:14) Sobre decisiones que envuelven conducta
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