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  • Se necesita un mensajero
    La Atalaya 1972 | 15 de agosto
    • Jerusalén cuando esa ciudad se acercaba a su destrucción. Por esta razón próximos números de La Atalaya tratarán más sobre la identidad y el trabajo del mensajero comisionado de Jehová según se revela en la visión que Él le dio a Ezequiel.

  • Jehová nunca falla
    La Atalaya 1972 | 15 de agosto
    • Jehová nunca falla

      Según lo relató Kathryn Bogard

      YA TENGO más de cinco años más de los “setenta años” de que habló el salmista inspirado. (Sal. 90:10) Durante esos años “penoso afán y cosas perjudiciales” pudieran haber predominado, a no ser por una cosa... las consolaciones infalibles de Jehová para los que se esfuerzan por cumplir con sus requisitos. Sí, cincuenta y ocho de esos años los he pasado en el servicio de Jehová, cincuenta y dos de ellos en la central de la Sociedad Watch Tower, un lugar al que nos referimos cariñosamente como el “Hogar Betel.”

      Esos años han pasado velozmente. Eso ha de esperarse cuando hay evidencia de que Jehová está bendiciendo la obra de nuestras manos y concediendo resultados prósperos. Y cuando uno recuerda los principios pequeños, ¡la maravilla de todo ello es aun más impresionante!

      Hermosas colinas con copiosos bosques maderables y animales silvestres se hallan entre mis más tempranos recuerdos. Nací en la región del valle Rosa de Pensilvania, a unos veinte kilómetros de Williamsport. La tierra agrícola no era de la mejor, pero teníamos lo mismo que la mayoría de otras comunidades, un salón donde se reunían los agricultores, una iglesia y una pequeña escuela. Para ganarse la vida el agricultor tenía que ordeñar unas cuantas vacas y, en el invierno, cortar madera ya sea para venderla como postes para cercas o para pulpa.

      En el invierno siempre teníamos fuertes nevadas, y el viajar se hacía difícil. Esto quería decir faltar a la iglesia muy a menudo, pero ésa no era gran pérdida, pues siempre era la misma historia semana tras semana: solicitudes de dinero para el salario del predicador, sin nada nuevo que deleitará y de lo cual disfrutar. Aunque vivíamos en tan paradisíaco medio, las realidades austeras de ganarnos la vida a duras penas siempre nos acompañaban. Se nos ofrecía muy poca esperanza de un futuro más brillante fuera de algunas ideas vagas acerca de ir al cielo donde están los ángeles.

      Personalmente, ¿qué podía yo esperar del futuro? ¿Sería un caso de casarme con un muchacho agricultor y ponerme a ordeñar vacas y hacer las tareas domésticas y permanecer en este valle tranquilo? Uno podría hacer mucho peor, pero yo siempre tenía la idea de querer hacer algo más extensamente útil con mi vida. Bueno, surgió la situación que requirió que yo hiciera algo para ayudar a mi padre y a mi madre de manera financiera. Tuve que salir del valle y buscar empleo... un paso que iba a abrirme el camino a una vida enteramente nueva.

      NO QUEDÉ SIN DIRECCIÓN

      La escena cambió entonces del valle abrigado de Pensilvania a la ciudad de Rochester, Nueva York. Al trabajar de mesera tuve contacto con toda clase de gente, algunas de la fe ciencia cristiana, algunas católicas y otras de diferentes religiones. Para mí, en ese tiempo, parecía que no había mucha selección, pues parecía que la gente de todas las fes iba en una sola dirección.

      Aquí fue que la dirección infalible de Jehová entró en el cuadro. Una amable dama católica me informó que se estaba exhibiendo una excelente serie de fotografías bíblicas en el teatro de la siguiente calle, y hasta me dio dinero para un boleto. Bueno, ¡imagínese mi sorpresa cuando me enteré de que la entrada era gratuita, y que habría otras tres sesiones nocturnas!

      Sí, sucedió que ésta era una exhibición del Foto-Drama de la Creación, patrocinada por la Sociedad Watch Tower. Su relato bíblico en fotografías me impresionó tan profundamente que con anhelo acepté una invitación a un hogar donde se estaba conduciendo un estudio bíblico cada semana. Se llamaba una “clase” de Estudiantes de la Biblia. Lo sobresaliente de esas reuniones era que los que se reunían para el estudio bíblico estaban conscientes de que podían equiparse para servir a Dios de manera práctica.

      La actividad del Foto-Drama entonces estaba en su apogeo, y había mucho trabajo que se podía hacer. Clases pequeñas como a la que asistía yo podían comprar lo que se conocía como el Drama Eureka, que constaba de transparencias, un proyector de lámpara de arco y discos. Estas transparencias se podían exhibir en escuelas, logias y otros lugares alquilados. Nuestro grupo adquirió un juego, y recuerdo bien haber exhibido las fotografías en una institución para enfermos de la mente así como en muchos otros lugares.

      Lo mejor de todo, disfruté del privilegio de llevar conmigo el Drama Eureka en mis vacaciones y exhibirlo en mi comunidad natal después de anunciarlo extensamente a través del distrito rural. Después de cada exhibición acostumbrábamos repartir al auditorio versiones del Drama en un libro ilustrado. Cuando me acerqué a mi antiguo maestro de escuela él comentó secamente que había conocido toda la historia de la Biblia desde antes que yo naciera. Mi respuesta fue: “Pero usted no me habló a mí acerca de ello.”

      A DISPOSICIÓN DE JEHOVÁ

      Pronto se me hizo patente que solo había una manera en que yo podría disfrutar de una vida satisfactoria y útil, y eso era ponerme a disposición de Dios, haciéndome disponible para su servicio. De modo que solicité que se me nombrara al servicio de repartidora, que ahora se conoce como servicio de “precursor,” es decir, el servicio en que uno emplea todo su tiempo en esparcir el mensaje bíblico acerca del Reino. Alrededor de ese tiempo el mensaje que se estaba distribuyendo en particular era “La caída de Babilonia,” un desenmascaramiento bíblico de las religiones de la cristiandad que se publicó en lo que entonces se conocía como The Bible Students Monthly. Millares de ejemplares de este folleto fueron asignados para distribución en la región de Williamsport, y nos mantuvimos muy ocupados. Hasta una persona de mayor edad se ofreció voluntariamente para doblarlos y empacarlos convenientemente a fin de facilitar el trabajo para nosotros que los llevábamos a los hogares de la gente.

      El tiempo de guerra produjo mucha dificultad para la organización de los Estudiantes de la Biblia, como se conocían entonces los testigos de Jehová. Los oficiales de la Sociedad Watch Tower fueron arrestados acusados de sedición. Salieron bajo fianza, y uno de ellos, C. J. Woodworth, vino a Williamsport para pronunciar una conferencia. Esa fue una ocasión gozosa y hasta mis padres vinieron a oír el discurso, aunque previamente me habían advertido que si alguna vez yo fuera arrestada no me molestara en notificárselo.

      El libro The Finished Mystery, que fue causa de tanta ira de parte del clero, continuó siendo distribuido a pesar de la oposición. Los que confiaban en Aquel que no falla siguieron esparciendo su mensaje hasta que los oficiales de la Sociedad fueron enjuiciados y sentenciados a cuatro condenas concurrentes de veinte años en la Penitenciaría Federal de Atlanta.

      Debido a estas condiciones difíciles la central de la Sociedad se mudó de nuevo a Pittsburgo, temporalmente, y al mismo tiempo efectué un cambio de territorio que me acercó más a Pittsburgo. Habiendo trabajado hasta entonces principalmente en zonas aisladas, descubrí que esto fue una gran fuente de fuerza espiritual, porque podía tener la asociación de muchos individuos. maduros.

      Bien sabíamos que si hubiera sido su voluntad Jehová pudo haber puesto a sus siervos en libertad de la prisión, como lo había hecho en tiempos pasados. Pero, ¡cuán amoroso fue el que él pusiera en el corazón y mente de su pueblo el lanzar una gran petición y obtener millares de firmas a favor de la liberación de nuestros compañeros Testigos de Atlanta! Maravillosamente, esa liberación vino pronto, y con ella la obra de predicar el Reino adquirió nuevo ímpetu.

      Imagínese, si puede, el regocijo que caracterizó aquella primera gran reunión posbélica en Cedar Point, Ohio, en 1919. Parecía que una nueva obra se extendía ante nuestros ojos. Todos los artículos que se publicaron en los números de ese año de The Watch Tower parecían gritar ese hecho: “El reino de los cielos se ha acercado,” “El reino de Dios,” “Anunciando el Reino” y “Heraldos del Reino ‘muertos.’” ¡Ciertamente Jehová estaba ciñendo a su pueblo para acción en todo el mundo!

      MÁS BENDICIONES DE LA FUENTE INFALIBLE

      Cuando la obra empezó a efectuarse de nuevo en Betel de Brooklyn me pareció que allí era donde me gustaría servir si fuese posible. De modo que le escribí al entonces presidente de la Sociedad, J. F. Rutherford, para decirle cuál era mi deseo. En tres meses, para gran gozo mío, llegó la respuesta. Me mandaba venir, mientras más pronto mejor. Luego partí para emprender el mayor privilegio... el de servir en la casa del Señor. Al hacerlo resolví continuar en este puesto de servicio mientras le pareciera conveniente a Jehová usar mis habilidades limitadas. Y, con muchos otros, todavía estoy aquí.

      Limpieza, orden, puntualidad... todas éstas eran cualidades excelentes que vi que se practicaban en el Hogar Betel, cualidades que pronto aprecié y que me beneficiaron. La consideración matutina regular de un texto bíblico diario y nuestro estudio semanal regular de La Atalaya nos mantenían espiritualmente fuertes para que pudiéramos vencer hasta las debilidades e impedimentos físicos y seguir rindiendo los servicios que les son tan vitales a nuestros compañeros Testigos en toda la Tierra.

      R. J. Martin, nuestro superintendente, solía ser muy estimulador y bondadoso, instándonos a servir bien y dejar que el gozo fuera nuestra fuerza. Decía: “Hay muchas personas que tienden las camas, lavan los platos, planchan camisas, pero ¿por qué estamos haciéndolo nosotros?” Y, considerando que yo pesaba menos de 50 kilos y no obstante podía planchar ochenta camisas al día, doblarlas y colocarlas en una cartulina con alfileres listas para ser entregadas, de veras me parecía que el gozo del Señor era mi fuerza.—Neh. 8:10.

      En el transcurso de los años solo recuerdo unos cuantos días en que he estado enferma. De hecho, esto se notaba en muchos otros de Betel. Por ejemplo, el hermano encargado de la cocina, que ha estado en ese trabajo por más de cuarenta años, jamás se ha tardado con las comidas hasta donde puedo recordar. Y así ha sucedido en otros departamentos... todos efectúan su trabajo gozosa y eficazmente.

      Entonces, en 1926, vino otro cambio en mi vida. El hermano Juan Bogard y yo nos casamos. Puesto que los dos ya éramos miembros de la familia Betel, ahora combinamos nuestros esfuerzos para servir y honrar a nuestro Dios. Juan recibía muchas asignaciones para ir a otros locales como orador durante los fines de semana, de modo que obtuvimos un auto pequeño y yo tuve el privilegio de acompañarlo. Esto resultó ser un cambio excelente y nos proporcionaba la oportunidad de hacer muchos nuevos amigos, mientras disfrutábamos de trabajar en una variedad de territorios con el mensaje del Reino.

      En 1937 tuvimos otro cambio de escenario, porque fuimos asignados a servir en la granja de la Sociedad cerca de Ithaca, Nueva York. Eso quiso decir un cambio de trabajo para mí así como para Juan. La teneduría y otros deberes me mantenían ocupada. ¿Una vida más tranquila? Sí, hasta aquel día en 1939 cuando una chusma de fanáticos vino contra la granja, resuelta a destruirla. Sin embargo, su propósito fracasó, y algunas de las mismísimas personas que componían la chusma actualmente son Testigos, ¡sí, hasta están en el ministerio de tiempo cabal! Jehová ciertamente nunca nos falla.

      SOLO CON EL RESPALDO DE JEHOVÁ

      Entonces comenzó un programa extenso de construcción en la granja, donde la Sociedad Watchtower planeaba situar su Escuela de Galaad para los que serían asignados al servicio misional en el extranjero. Jehová se propuso que los vastos campos misionales no carecieran de individuos que estuvieran bien entrenados y capacitados para servir en ellos. Y podemos mirar atrás y regocijarnos de que ya la clase 53 de estudiantes está recibiendo entrenamiento, mientras que muchos que se graduaron en su primer año, 1943, todavía sirven diligentemente en el extranjero.

      Alrededor del tiempo en que comenzó a funcionar la Escuela de Galaad, Juan y yo fuimos transferidos de nuevo a Brooklyn. Nos dio gusto emprender nuestros deberes aquí de nuevo. Y fue un placer el ser asignados a una congregación de Brooklyn donde podíamos participar en el ministerio de casa en casa y en el desarrollo de estudios bíblicos en los hogares de las personas interesadas. Nos ha dado gusto traer a un gran número de personas a su primera reunión en el Salón del Reino y entonces verlas crecer en la fe y unirse a nosotros en la preciosa obra del Reino.

      Hemos aceptado estos muchos cambios con mucho gozo. Es verdad, ha habido tiempos dificultosos y experiencias duras que afrontar. Pero el llevar nuestras pequeñas dificultades a Jehová ha aligerado nuestras cargas. Nunca ha fallado. Aunque hubo algunos que se quejaron o se preocuparon tanto en cuanto a quién miraría por ellos en su vejez que dejaron Betel y la verdad de Dios, siempre ha habido aquellos que, como nosotros, se han adherido a la decisión de permanecer en el servicio de Betel mientras a Jehová le agradara usarlos en esa capacidad.

      De hecho, todavía vemos aquí en Betel cuarenta o cincuenta personas de más de sesenta y cinco años de edad que fielmente cumplen sus deberes asignados. Tienen sus debilidades físicas, pero a pesar de eso reciben toda su verdadera fuerza maravillosamente de Aquel que nunca falla, pues proviene del gozo de saber que su servicio es al Altísimo.

      Todos nosotros los de mayor edad que tan a menudo hemos visto cómo Jehová ha acudido al socorro de su pueblo cuando éste se hallaba en dificultades que desafiaban la ayuda humana podemos decir con el anciano Josué: “Ni una sola palabra de todas las buenas palabras [de promesa] que Jehová su Dios les ha hablado ha fallado. Todas se han realizado para ustedes. Ni una sola palabra de ellas ha fallado.” (Jos. 23:14) Y personalmente puedo decir que me faltan palabras para expresar el aprecio por el maravilloso privilegio de servicio del cual he disfrutado.

  • Preguntas de los lectores
    La Atalaya 1972 | 15 de agosto
    • Preguntas de los lectores

      ● ¿Es correcto orar por una persona que ha sido expulsada de la congregación cristiana?—Checoslovaquia.

      Bíblicamente, no parece apropiado ni correcto el que un cristiano fiel ore por una persona expulsada. La Biblia menciona ciertas cosas detestables que Dios odia. Entre éstas están la fornicación, la idolatría, el adulterio, la homosexualidad y el hurto. (1 Cor. 6:9, 10; Gál. 5:19-21) La ley de Jehová manda a la congregación cristiana que expulse a los que practican esas cosas y que no muestran arrepentimiento sincero de sus actos. Los miembros fieles de la congregación no deben tener asociación espiritual con ellos.—Vea La Atalaya del 1 de octubre de 1963, páginas 601-605, para una consideración de la base bíblica de la expulsión.

      Puesto que el juicio de estas personas es de Dios según se expresa en su Palabra, el orar por esas personas equivaldría a pedirle a Dios que pasara por alto o condonara los pecados de los no arrepentidos o de los que practican el mal. Estas personas expulsadas han menospreciado la misericordia que Dios gozosamente extiende con el rescate de Cristo como base a cualquiera que se arrepiente y se vuelve de un derrotero malo, pidiendo sinceramente el perdón de Jehová.—1 Juan 1:9; 2:1, 2; 3:4-8; Heb. 6:1-8; 10:26-31.

      Recuerde, también, que la Biblia considera a los “hombres de mayor edad” o superintendentes nombrados de la congregación responsables de ver que se mantenga la pureza doctrinal y moral de la congregación, a fin

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