BIBLIOTECA EN LÍNEA Watchtower
Watchtower
BIBLIOTECA EN LÍNEA
español
  • BIBLIA
  • PUBLICACIONES
  • REUNIONES
  • Firmes en la fe a pesar de la oposición
    La Atalaya 1967 | 1 de noviembre
    • que su labor no es en vano en lo relacionado con el Señor.” La labor de la obra ministerial, las labores de amor entre compañeros cristianos, aumentarán la fe y acrecentarán la integridad de uno. Prestamente podemos discernir que tal fe, a saber, fe solo en Jehová, nos dará fuerza para aguantar las intrusiones e intimidaciones de las fuerzas enemigas. Siempre recuerde, “sin fe es imposible agradarle bien, porque el que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que viene a ser remunerador de los que le buscan encarecidamente.”—Heb. 11:6.

  • Lo que significó para mí aceptar a Jesús
    La Atalaya 1967 | 1 de noviembre
    • Lo que significó para mí aceptar a Jesús

      Según lo relató Elena Griffiths

      MIS padres eran judíos, pero no practicaban su religión, solo decían que creían en Dios. El resultado fue que yo no tuve una educación religiosa en mi niñez. Hasta donde puedo recordar, siempre creí en Dios, y de vez en cuando hasta iba a una escuela dominical bautista con una amiga. En 1900, cuando tenía dieciocho años, me casé con Eduardo Griffiths. Llegamos a ser trabajadores activos en la Iglesia Episcopal, mi esposo se hizo maestro de escuela dominical, aunque no podíamos convenir con muchas cosas que oíamos que se enseñaban allí. Yo no podía entender cómo Jesucristo podía ser Dios mismo. De hecho, llegó el tiempo cuando Eduardo casi había llegado al grado en que comprendió que tenía que decidir seguir o de acuerdo con la Biblia o de acuerdo con la iglesia, puesto que diferenciaban mucho, cuando sucedió algo maravilloso.

      Notó una columna en un periódico sobre el tema “¿Qué es un cristiano?” El autor era el presidente de la Sociedad Watch Tower, conocido como el pastor Russell. Lo leyó y quedó muy impresionado; de modo que pidió la publicación que se mencionaba en la columna. Poco después cierta noche una de los Estudiantes de la Biblia, como se llamaban entonces los testigos de Jehová, vino a nuestra casa. Yo estaba ocupada arreglándome para una cena en la iglesia, pero ella habló con mi esposo. Él pidió los seis tomos de Estudios de las Escrituras y una suscripción a La Atalaya. Casi al tiempo en que se iba ella entré en el cuarto y pedí disculpas por no poder invitarla a cenar con nosotros. Expliqué que íbamos a una cena en la iglesia y no cenaríamos en casa. Puesto que vivíamos en la ciudad de Nueva York, entonces ella nos invitó a venir a Betel, las oficinas principales de la Sociedad Watch Tower, el siguiente miércoles por la noche para conocer al pastor Russell.

      Aceptamos la invitación, y después de cenar fuimos invitados al cuarto del pastor Russell. En el transcurso de la conversación que siguió le preguntó a mi esposo si era dedicado. La respuesta de Eduardo fue: Sí. Luego me hizo la misma pregunta, pero yo no entendía que él hablaba acerca de la dedicación de la vida de uno a Dios. El hermano Russell me dijo que me faltaba fe. “Pero yo creo en Dios,” le dije.

      APRENDIENDO LA VERDAD ACERCA DEL HIJO DE DIOS

      En las siguientes cuantas semanas me enteré de que si me faltaba fe debido a la falta de conocimiento. Siempre me había enfrentado a un problema en la Iglesia Episcopal debido a que hablaban de Jesús como Dios, y yo no podía aceptar esa idea. Pero en las pocas semanas después de conocer al pastor Russell, mi esposo y yo asistimos a conferencias que celebraban los Estudiantes de la Biblia, y aprendimos la verdad respecto a dónde están los muertos, lo que verdaderamente es el infierno, y que Jesús realmente es el Hijo de Dios y no Dios mismo. Aunque como episcopal había llegado a ser cristiana de nombre, por primera vez en mi vida entendí quién era Jesús y por qué era necesario que yo lo aceptara a él y a su sacrificio de rescate a fin de agradar a Dios.

      Al mismo tiempo, con el entendimiento de la Biblia recién adquirido, mi esposo comenzó a comprender que las doctrinas concernientes a la inmortalidad y el fuego del infierno que estaba enseñando a los niños en la escuela dominical no eran bíblicas. Su conciencia le molestaba, y por eso le hizo la pregunta al ministro de nuestra iglesia, quien contestó: “No se preocupe por eso, Sr. Griffiths. Yo tampoco creo todo lo que enseño a nuestros parroquianos.” Esta hipocresía reconocida de parte de un clérigo de la cristiandad nos dio motivo para decidirnos dejar la iglesia.

      El primer domingo de cada mes el hermano Russell hablaba sobre el bautismo en el Templo de Nueva York, y en febrero de 1915 Eduardo y yo oímos esa conferencia. Cuando llegó el tiempo para que se pusieran de pie los que quisieran ser bautizados, mi esposo y yo nos sorprendimos mutuamente, porque ambos nos pusimos de pie. Después de ser bautizados, el hermano Russell vino a darme la mano derecha en señal de compañerismo, y ¡cómo se sorprendió al verme, la mujer a quien le faltaba fe solo unas cuantas semanas antes, allí, bautizada!

      Nuestro hogar inmediatamente fue bendecido al ser usado como lugar de reuniones, porque tanto un estudio de libro como un estudio de La Atalaya se conducían allí. Teníamos suficiente espacio para alojar a otra persona, y muchas veces tuvimos el privilegio de compartirlo con un ministro precursor (o repartidor, como se llamaban entonces). Esto ensanchó nuestro círculo en la familia del Señor y fue una fuente de ánimo para todos nosotros.

      IMITANDO EL EJEMPLO DE JESÚS

      Habiendo llegado a reconocer a Jesús en su lugar apropiado en el arreglo de Dios, deseaba imitar su ejemplo y participar en la predicación del reino de Dios. Sin embargo, teníamos tres hijos y no creíamos poder participar en el ministerio de precursor. Sin embargo, cuando se anunció el ministerio de precursor auxiliar, ambos participamos en ello, dedicando a la obra cincuenta horas al mes.

      No todos apreciaban esta predicación del Reino. En Nueva Jersey los testigos de Jehová estaban siendo detenidos por “ser vendedores ambulantes sin licencia.” De modo que la Sociedad Watch Tower arregló campañas especiales en ese estado, y durante los fines de semana participábamos en el trabajo de predicación allí, reuniéndonos temprano por la mañana, comprendiendo que el riesgo de ser detenidos por la policía siempre estaba presente. En una ocasión Eduardo fue detenido, hallado culpable y cumplió una condena de diez días en la cárcel. Con el tiempo se estableció el derecho de predicar por medio de casos jurídicos.

      La congregación de testigos de Jehová de Nueva York se dividió en unidades en la década de 1930 a 1940, y Eduardo llegó a ser el superintendente de congregación en el Bronx. (Incidentalmente, en ese tiempo había únicamente la congregación del Bronx. Ahora hay treinta y cuatro.) ¡Qué magnífico privilegio y gozo ha sido ver el crecimiento de la organización de Jehová a lo largo de los años!

      Eduardo ingresó en el ministerio de precursor en 1940, habiendo renunciado a una posición financieramente remuneradora en el mundo de los negocios; y me uní a él en las filas de los precursores en 1941 después que se casó nuestra hija más joven, Rut. Seis meses después de comenzar a trabajar como precursora fuimos asignados a Ossining, Nueva York. Entonces Eduardo fue nombrado ministro precursor especial, y después de otros seis meses yo, también, llegué a ser precursora especial. ¡Cuán conmovedor fue el haber tenido parte en la obra de establecer una congregación allí!

      Disfrutamos de asignaciones en Tarrytown, Hastings-on-Hudson e Islip, Long Island, en los siguientes años, y en Islip, también, pudimos organizar una congregación. Estas asignaciones fueron durante los años, de la II Guerra Mundial, y, debido al racionamiento de gasolina, muchas veces tuvimos que caminar largas distancias para llegar a nuestros estudios bíblicos. En aquel entonces Eduardo se acercaba a los setenta años de edad, pero disfrutábamos de buena salud y, con la ayuda de Jehová, pudimos continuar predicando de tiempo cabal y por eso recibimos muchas bendiciones.

      Providencia, Rhode Island, fue el siguiente lugar al cual fuimos asignados. La congregación tenía cincuenta y ocho personas asociadas, y Eduardo se sorprendió mucho por la frialdad de la congregación. Opinó que si los que estaban asociados allí con la congregación pudieran relacionarse más con las oficinas principales pronto se entusiasmarían. De modo que, como superintendente de la congregación, comenzó a pedir oradores de Betel. Estos ciertamente resultaron ser un estímulo maravilloso para la congregación de esa ciudad. Recuerdo que a cierta familia se le pidió que alojara a uno de los oradores de las oficinas principales. Titubearon un poco al principio, pero convinieron. Al orador se le hizo sentir parte de la familia, y, con el tiempo, realmente llegó a ser parte de la familia, ya que se casó con una de las muchachas de la familia. Ahora él y su esposa están sirviendo en Dinamarca.

      BENDICIONES POR SEGUIR EL EJEMPLO DE JESÚS

      Aunque había sido fácil para nosotros ver la diferencia entre la verdad de Dios y la religión falsa, algunos no podían ver esto tan claramente. Recuerdo a una muchacha italiana con quien estudiaba yo. Había sido católica en Italia, donde un sacerdote le había quemado su Biblia; pero al venir a los Estados Unidos halló que su familia se había hecho bautista. Ingresó en la Iglesia Bautista, pero convino en estudiar conmigo la Biblia. Progresó el estudio salvo por el hecho de que ella no podía ver la diferencia entre la religión babilónica de la cristiandad y la verdad de la Biblia. Entonces un día la visitó el ministro bautista. Ella comenzó a hablarle acerca del reino de Dios. Él le preguntó por qué quería que viniera algún reino, puesto que ella tenía una casa hermosa, materialmente no tenía problemas y no necesitaba preocuparse acerca de algún reino. Ella le dijo que no estaba preocupada solo en cuanto a ella misma sino en cuanto a todos los que sufrían por todo el mundo que no tenían lo que ella tenía materialmente. La visita del ministro le ayudó a discernir la diferencia entre las enseñanzas de la cristiandad y las de la Biblia. Ella todavía está sirviendo fielmente, predicando las buenas nuevas del reino de Dios.

      Antes de salir de Providencia, experimentamos la bendición de ver crecer la congregación hasta 117 hermanos. De allí fuimos asignados a Greenport, Long Island, y allí, también, pudimos participar en establecer una nueva congregación. La salud de Eduardo decayó mientras estuvimos allí, de modo que en 1953 regresamos al Bronx para vivir con nuestro hijo Ricardo y su familia. En diciembre de 1954 mi esposo terminó su carrera terrenal.

      Desde que regresé al Bronx, he continuado dando a conocer la verdad concerniente a Jehová y su Hijo, y a los ochenta y cuatro años de edad todavía estoy bendecida con el privilegio de estar en la lista de los ministros precursores, disfrutando de la compañía de muchos otros de la congregación al participar en la predicación de las buenas nuevas. Otra bendición que aprecio muchísimo es la de que un grupo de estudio de libro de congregación se reúne en mi apartamento.

      Hablando de bendiciones, recuerdo las asambleas. ¡Cuán contentos estuvimos Eduardo y yo cuando se anunció en 1931 el nombre “testigos de Jehová” en la asamblea de Columbus, Ohio! Y recuerdo, también, la conmovedora asamblea de San Luis en 1941, cuando el presidente de la Sociedad, el hermano Rutherford, dirigió la palabra allí a los niños. Pero las asambleas mejoran a medida que transcurre el tiempo. Las asambleas del Estadio Yanqui también fueron maravillosas. Y aquella a la que asistí no hace mucho tiempo en Baltimore, la Asamblea “Hijos de libertad de Dios,” fue la mejor hasta ahora. Recientemente he tenido problemas con mi salud, pero tengo tanto gusto de haber podido llegar a esa asamblea. Mi salud no fue mayor problema allí que lo que hubiera sido si me hubiera quedado en casa, ¡y de qué bendición espiritual me hubiera yo perdido! Estoy tan agradecida a Jehová y a mis hermanos y hermanas cristianos por el amor que me mostraron al hacer posible mi viaje a Baltimore para la asamblea.

      Cuando medito en los años que he servido a Jehová, me siento muy feliz. Cuando comenzamos por primera vez a seguir el ejemplo de Jesús predicando, nos preguntábamos cómo alcanzaríamos con el mensaje a toda la población de la ciudad de Nueva York. ¡Qué gozo ha sido a través de los años ver cómo la bendición de Jehová ha acompañado a los esfuerzos de sus testigos y cómo ha levantado a tantos para efectuar el trabajo que quiere que se haga! A través de los años tuvimos el privilegio de ayudar a muchos a llegar a un conocimiento de la verdad de Dios, y los hijos de algunos de aquellos con quienes estudiamos ahora son superintendentes de distrito, de circuito y de congregación. Cuando los visito, es como ir a casa a ver a mis familiares. Ciertamente una de las muchas bendiciones que he recibido como resultado de haber aceptado a Jesús y de haberme dedicado a Jehová ha sido mis “hijos” y “nietos” en el Señor.—Mar. 10:29, 30.

      He aprendido que cuando tenemos amor a Jehová y fe en él, si hacemos el esfuerzo, Jehová hace lo demás. Ciertamente sé que, si uno no tiene obligaciones bíblicas que se lo impidan, no hay mayor gozo que participar en el ministerio de precursor con plena fe en Jehová y en sus promesas, como la promesa de Malaquías 3:10: “‘Pruébenme, por favor, en cuanto a esto,’ ha dicho Jehová de los ejércitos, ‘a ver si no les abro las compuertas de los cielos y realmente vierto sobre ustedes una bendición hasta que no haya más carencia.’” De modo que aunque fui judía natural sin tener entendimiento de Jesucristo y teniendo poco conocimiento de Dios, ¡cuán agradecida estoy de haber tenido la oportunidad de llegar a conocer a Jehová, y cuán regocijada estoy de haber aceptado su más benigna provisión, su Hijo Jesucristo, e imitado el ejemplo que Él nos dejó!—1 Ped. 2:21.

      (La hermana Elena Griffiths falleció el viernes, 4 de noviembre de 1966, al acercarse a los ochenta y cinco años de edad. El servicio fúnebre se celebró el domingo, 6 de noviembre, y más de 165 personas estuvieron presentes para oír el discurso que dio un amigo allegado de ella, Russell Kurzen, miembro de la familia Betel de Brooklyn. La hermana Griffiths era una de las seguidoras ungidas del Señor Jesucristo, cuya esperanza de felicidad celestial se menciona en la promesa de Revelación 14:13.)

Publicaciones en español (1950-2025)
Cerrar sesión
Iniciar sesión
  • español
  • Compartir
  • Configuración
  • Copyright © 2025 Watch Tower Bible and Tract Society of Pennsylvania
  • Condiciones de uso
  • Política de privacidad
  • Configuración de privacidad
  • JW.ORG
  • Iniciar sesión
Compartir