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  • Vida en el mundo tridimensional del océano
    ¡Despertad! 1976 | 8 de abril
    • juntos y moverse en perfecta armonía, cambiando rápidamente de dirección como un solo cuerpo. Además, desde una distancia considerable advierten que se aproximan los enemigos. Por este sentido también pueden evitar chocar con obstáculos, como la pared de vidrio en un acuario.

      Equipo de caza

      Uno de los rasgos más asombrosos del sistema ecológico del océano es la interdependencia de la vida allí, y el que se mantiene el equilibrio de la vida. A la vez que los peces que son cazados por los devoradores tienen un equipo protector, los mismos cazadores están provistos de los medios más complicados para localizar y atrapar a su presa. Y aunque suficientes peces son capturados por sus devoradores hambrientos para suministrarles alimento, suficientes individuos sobreviven para mantener en existencia a cada especie. Si no hubiera devoradores a los cuales les gustara comer los huevos de ostras o los hijuelos de las tortugas, el océano pronto rebosaría de ostras o tortugas. Pero, si las ostras y las tortugas fueran completamente exterminadas por sus devoradores, los devoradores también dejarían de existir. Solo un Creador sapientísimo pudo haber suministrado las condiciones y diseñado el equipo de caza y de protección para lograr un equilibrio tan delicado como éste.

      En cuanto al equipo de caza, comenzando cerca de la base de la “pirámide” alimenticia, hallamos, según la descripción de un oceanógrafo que escribió para Scientific American (septiembre de 1969), “ojos en animales herbívoros microscópicos, filtros de diseño exquisito, mecanismos y comportamiento para descubrir concentraciones locales, complicado aparejo de búsqueda y, por debajo, accesorios para provocar la ayuda del agua en movimiento para realizar la tarea de filtración.” Ciertos caracoles marinos usan grandes redes, a menudo pegajosas y transparentes, algunas tan grandes como 1,80 metros de diámetro. Por este medio capturan los microorganismos más diminutos para alimento. Las amebas unicelulares localizan el alimento por medios químicos.

      Muchos organismos que viven cerca de la superficie son luminiscentes. Pero en los niveles más profundos del océano donde apenas penetra la luz solar, si es que lo hace, por lo menos dos terceras partes de los animales marinos producen luz. Dice el investigador anteriormente mencionado: “Algunos peces, calamares y eufáusidos poseen linternas con reflector, lentes e iris casi tan complejos como el ojo.” otros, dice él, pueden tener luminosidad que imita a un pequeño grupo de plancton luminoso, mientras que otros “pescan” con una luz que se bambolea delante de ellos. El pez desprevenido que se aproxima al “señuelo” es rápidamente engullido.

      El pulpo usa ojos parecidos a los del hombre para localizar su alimento. Los delfines y ciertas ballenas poseen un sonar de largo alcance para la caza. Emiten sonidos y su oído altamente sensible detecta el eco. Se cree que los cachalotes pueden localizar a su presa a través de largas distancias, quizás varios kilómetros. Por tener los tiburones un agudo sentido del olfato, la sangre de un pez herido los atrae desde lejos.

      Vida en las profundidades abismales del lecho oceánico

      En el lecho del océano, a tres kilómetros o más debajo del nivel del mar, en temperaturas casi de congelación, las presiones son tremendas y prevalece la negra oscuridad. Sin embargo aun allí persiste la vida. Pero parece más sosegada, y la población es mucho más escasa. Los cohombros de mar de hasta medio metro de largo marchan lentamente sobre el fondo barroso, “comiendo” el barro, es decir, ingiriendo el barro lamoso para obtener los minúsculos organismos que hay en él, o para sacar los “detritos,” desperdicios de materia orgánica que ha bajado desde arriba. Pocas de las criaturas que viven allí son tan grandes como un ratón; la mayoría son más pequeñas que las abejas. Redes con una malla más fina que un cuarto de milímetro recogen diminutas almejas, gusanos y crustáceos.

      Algunos de los peces y otros animales en la oscuridad abismal son ciegos. Hay criaturas que caminan de un modo majestuoso con patas largas y delgadas como tallos y pies vellosos para sostenerlos por encima del barro. Los “ofiuroideos,” parientes de las estrellas de mar, a veces cubren el piso oceánico. Hasta en las profundidades de más de mil metros, pasa nadando de vez en cuando un pez raya, buscando alimentos en el fondo. El fondo del mar está cubierto de huellas y senderos. Las fotografías tomadas a una profundidad de 10.912 metros en el Challenger Deep al sudoeste de Guam muestran unos cuantos animales extraños de entre dos y medio y cinco centímetros de largo. Algunos tienen la apariencia de camarones pequeños. En las presiones tremendas a esas profundidades el hombre todavía no puede contestar afirmativamente la pregunta que Dios le hizo a Job: “¿En exploración de la profundidad acuosa has andado de una parte a otra?”—Job 38:16.

      El futuro para la vida oceánica

      Ahora, los oceanógrafos están muy preocupados por el peligro que presenta para la vida marina la codicia de las flotas comerciales que poseen instrumentos científicos modernos para cazar, apresar y matar en escala tremenda. Pero hay otro mal que temen aun más: la contaminación. Esta también se debe principalmente a la codicia e indiferencia, y se ha extendido a un grado increíble, convirtiendo aguas pesqueras anteriormente prolíficas en aguas casi despobladas de peces.

      Condiciones como éstas causan tristeza. Pero la persona que cree en la Biblia tiene plena confianza en que Dios tiene la capacidad para repoblar los mares con enjambres de vida tal como era su propósito originalmente cuando mandó a los habitantes de los mares: “Sean fructíferos y háganse muchos y llenen las aguas en las cuencas de los mares.” (Gén. 1:22) Puesto que hay tal interdependencia entre la vida en el mar (tanto la vida vegetal como la animal) y la que hay sobre la tierra, podemos estar seguros de que Dios hará que tanto el mar como la tierra estén poblados con criaturas que son esenciales para el bienestar y felicidad eternos del hombre. Esto lo realizará él durante el reinado de mil años de su Hijo, cuando el hombre estará en paz con la vida animal, tanto sobre la tierra como en el mar, y ejercerá sobre ellos el debido dominio armonioso.—Gén. 1:27, 28; Sal. 8:4-8.

  • Respirando miles de millones de átomos
    ¡Despertad! 1976 | 8 de abril
    • Respirando miles de millones de átomos

      ● Los átomos están en todas partes. Toda cosa material a nuestro alrededor —todo lo que podemos ver, palpar, tocar, oler o gustar— está compuesto de pequeñitos átomos invisibles. Esto significa que el aire mismo que respiramos está compuesto de estas diminutas partículas de materia. “Considere cuántos átomos hay en una respiración,” escribió Heinz Haber en The Walt Disney Story of Our Friend the Atom. “Bajo condiciones normales,” continuó Haber, “un ser humano inhala y exhala alrededor de medio litro de aire con cada respiración. ¡Esto significa que unas 16 veces por minuto uno inhala y exhala no menos de 25.000.000.000.000.000.000.000 de átomos!” De modo que, uno inhala, como promedio, no menos de cuatrocientos mil trillones de átomos cada minuto de su vida. ¡Esta es una cifra tan grande que hay que agregar veintiún ceros después de los cuatrocientos... 400.000.000.000.000.000.000.000! ¿Y cuántos átomos respirará uno en el curso de su vida? No se preocupe en tratar de calcularlo. Forzosamente tiene que ser una cifra astronómica tan grande que se sale fuera del ábaco. ¡Qué bueno es, entonces, que estos átomos sean tan pequeñitos!

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