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  • ¿Hubiera Cristo proclamado un “Año Mariano”?
    La Atalaya 1954 | 15 de mayo
    • Por eso leemos de los conocidos de Jesús diciendo: “¿No es éste el hijo del carpintero? ¿Su madre no se llama María y sus hermanos Santiago y José, Simón y Judas? ¿Sus hermanas no están todas entre nosotros?” No puede argüirse que éstos eran sus “hermanos” espirituales, porque se nos dice claramente que estos hermanos no creían en él. En realidad, él contrastó a éstos con sus seguidores verdaderos, diciendo: “Quienquiera que hiciere la voluntad de mi Padre, que está en los cielos, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre.” Mat. 13:54-56; Juan 7:35; Mat. 12:48-50, NC.

      Ni puede argüirse que éstos sólo eran parientes masculinos y femeninos tales como primos. ¿Por qué no? Porque cuando se menciona un primo, como cuando el ángel Gabriel habló a María acerca de su prima Elisabet, se usa la palabra griega syngenés, mientras que cuando se mencionan los hermanos y hermanas de Jesús se usan las palabras griegas adelphós y adelphé.—Luc. 1:36, Dy.

      ¿VENERÓ JESÚS A SU MADRE?

      Según la encíclica del papa todos los hombres deben orar a María concerniente a muchos asuntos. Pero ¿hay algún apoyo bíblico para dicha amonestación? ¿Dirigió peticiones a ella alguno de los cristianos primitivos, mientras ella vivía o después de su muerte? Si la iglesia primitiva hubiera venerado a María y hubiera dirigido peticiones a ella podemos estar seguros de que tendríamos un registro bíblico de ello. En ninguna parte leemos que ellos hicieron peregrinaciones a donde estaba ella, que la veneraron, o le dirigieron peticiones a ella.

      ¿Por qué no? Porque comprendían que María no era importante en sí misma. Recibió una asignación de Dios como esclava o doncella para suministrar un cuerpo humano para el Hijo de Dios, y eso hizo ella. Al proceder así sólo cumplió con su deber, y, semejante a todo el resto de los esclavos imperfectos de Dios, todavía era sólo una mujer que podía decir: “Soy una esclava que no sirvo para nada.” Eso en sí mismo no le garantizaba salvación ni la hacía un objeto digno de veneración.—Luc. 17:10, NM.

      Seguramente si alguien debió haberle dado honor por lo que hizo hubiera sido su hijo Jesús. Pero ¿se lo dio? ¡Lejos de ello! De hecho, a medida que examinamos las Escrituras encontramos que en cada caso en que Jesús se dirigió a ella se refiere a ella, no como “santa madre,” o “querida madre,” ni siquiera como “madre,” sino simplemente como “mujer,” el mismo término que usó cuando habló a la mujer inmoral al lado del pozo. Siempre su manera fué objetiva y no subjetiva. Cuando su madre lo reprendió a la edad de doce años, él no aceptó mansamente la reprensión, sino que la corrigió, diciendo: “¿Pues por qué me buscabais? ¿No sabíais que había yo de estar en casa de mi padre?”—Juan 4:21; Luc. 2:49, BC.

      Al mismo principio de su ministerio cuando asistió a las bodas de Caná, su madre llamó su atención al hecho de que el vino se había acabado. ¿Respondió él obsequiosamente: “Gracias, madre querida. ¿Qué quiere usted que haga yo?” No, no respondió así, sino que el sentido de su respuesta fué como se dió por el monseñor Knox en su nota al pie de la página: “Déjeme solo, no se meta conmigo.” Y de nuevo fué “mujer,” no “madre.”—Juan 2:15, Kx.

      En otra ocasión Jesús dijo: “Nadie es bueno, salvo uno, Dios.” Y en ese “nadie” él incluyó también a su madre María. Como prueba de eso, note su respuesta a la mujer que trató de alabar a la madre de él, diciendo: “¡Feliz el vientre que te cargó y los pechos que mamaste!” Ningún consentimiento, sino: “No, más bien, ¡Felices son los que oyen la palabra de Dios y la guardan!” En lo que tocaba a Jesús su madre no era mejor o más bendita que algún otro de sus discípulos fieles.—Luc. 18:18, 19; 11:27, 28, NM.

      La exaltación de una mujer no se enseña en ninguna parte de las Escrituras, pero se encuentra por dondequiera en las religiones paganas. Cristo Jesús mientras estuvo sobre la tierra, así como sus discípulos inmediatos, magnificó el nombre, bondad y reino de su Padre. Dirigió sus peticiones a su Padre y enseñó a otros a que hicieran igual. Ni una sola vez leemos que él haya tratado de la bondad de María o su porción bendita. La trató objetivamente. En vista de todo esto, si estuviera Cristo Jesús aquí hoy ¿proclamaría al 1954 un “Año Mariano”? ¡No lo haría!

      La Iglesia católica romana al exaltar a María se hace objeto de la crítica de Pablo que se halla en Romanos 1:25 (NM): “Aun a aquellos que cambiaron la verdad de Dios por la mentira y veneraron y rindieron servicio sagrado a la creación más bien que a Aquel que creó, que es bendito para siempre.”

  • “La Atalaya”—una ayuda para el estudio de la Biblia
    La Atalaya 1954 | 15 de mayo
    • “La Atalaya”—una ayuda para el estudio de la Biblia

      ¿POR qué necesitamos La Atalaya? Porque La Atalaya nos ayuda a entender la Biblia. ¿Y por qué debemos querer entender la Biblia? Porque la Biblia es la infalible guía que nos ha suministrado el Creador amoroso y sabio.

      La Palabra de Dios es una lámpara a nuestros pies y una luz a nuestro camino. (Sal. 119:105) Sin ella andaríamos en tinieblas. (Isa. 8:20, 21; Mat. 15:1-14) Es una lámpara que brilla en un lugar oscuro a la cual hacemos bien en prestar atención hasta que el día amanezca y el lucero del alba se levante. (2 Ped. 1:19-21, NM) Como lo expresa Pablo el apóstol: “Toda Escritura es inspirada por Dios y es benéfica para enseñar, para reprender, para rectificar las cosas, para disciplinar en justicia, para que el hombre de Dios sea enteramente competente, completamente equipado para toda buena obra.”—2 Tim. 3:16, 17, NM.

      La Palabra de Dios no sólo significa luz para nosotros sino también vida. “Esto significa vida eterna, el que ellos adquieran conocimiento de ti, el único Dios verdadero, y de aquel a quien tú has enviado, Jesucristo,” dijo Jesús en su oración en la noche de su traición. Él dijo a sus discípulos: “Los dichos que yo les he hablado son espíritu y son vida,” los cuales dichos han sido registrados en la Biblia. Él bien sabía que “el hombre ha de vivir, no sólo de pan, sino de toda declaración que procede de la boca de Jehová.” (Deu. 8:3; Mat. 4:4; Juan 6:63; 17:3, NM) Aun a Adán se le hizo ver esa verdad claramente, porque aunque tuvo suficiente de las cosas para sustentar la vida, no obstante, después de vivir 930 años, él murió debido a pasar por alto la Palabra de Dios.—Gén. 3:17-19; 5:5.

      La Palabra de Dios significa vida y luz para nosotros, sin embargo, sólo si ejercemos fe. (Mat. 9:29) “Sin fe es imposible lograr su buen agrado, porque el que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que llega a ser el galardonador de los que con sinceridad le buscan.”—Heb. 11:6, NM.

      Dado que hoy, más que nunca antes, se están haciendo ataques contra la autenticidad de la Biblia, sus principios y su sabiduría, llega a ser crecientemente

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