-
El singular descubrimiento de la penicilina¡Despertad! 1980 | 8 de diciembre
-
-
El singular descubrimiento de la penicilina
CADA vez que usted respira, come, bebe, huele o toca algo, el mecanismo de defensa de su cuerpo comienza a funcionar para protegerlo de la posibilidad de que bacterias dañinas lleguen a su corriente sanguínea. Millones de glóbulos blancos que flotan en la corriente sanguínea literalmente atacan, devoran y digieren a cualquier invasor dañino. Pero solo en las últimas generaciones se ha podido entender a cabalidad el funcionamiento de la maravillosa patrulla higiénica del cuerpo.
Antes de nuestro siglo, muchas muertes en los hospitales se debían a heridas quirúrgicas infectadas. Se empezó a entender que las bacterias que obtenían acceso al cuerpo por la incisión hecha por el cirujano envenenaban la corriente sanguínea. Se llegó a sospechar del equipo quirúrgico contaminado, de la ropa y de las manos que no hubieran sido lavadas. Se salvaron vidas a medida que el equipo esterilizado, los métodos higiénicos y los antisépticos llegaron a ser procedimiento fijo en el proceso quirúrgico. Sustancias químicas como el ácido carbólico (fenol), el lisol y el yodo se usaron para impedir el aumento de las bacterias. Pero tales descubrimientos trajeron solo un éxito parcial, puesto que los antisépticos solo podían detener el aumento de las bacterias fuera del cuerpo.
Sin embargo, la necesidad más grande del médico era la de descubrir un antiséptico interno capaz de destruir bacterias después que éstas se hubiesen establecido dentro del cuerpo, pero que no hiciera daño al paciente. ¿Se podría descubrir un antiséptico interno de esta clase?
El mundo de los microorganismos
Una cucharada de tierra fértil contiene millones de bacterias y mohos que continúan multiplicándose. Entre ellos existe una lucha sin fin por la existencia.
Para poder matar a sus competidores, algunas bacterias ferozmente agresivas despiden pequeñas cantidades de veneno mortífero. Es a este veneno a lo que se llama un antibiótico. Así, cuando se aíslan diferentes venenos procedentes de diferentes tipos de bacterias, se obtiene una variedad de antibióticos.
Supóngase, por ejemplo, que ciertas bacterias invadieran su cuerpo. Hoy día pudiera ser un proceso relativamente fácil el prescribir un antibiótico en particular para su enfermedad. Pero hasta en fecha tan reciente como los años veinte la profesión médica británica rechazaba la idea de aislar un antibiótico en particular de las bacterias e inyectarlo en la corriente sanguínea como antiséptico interno seguro. Por lo general se pensaba que no existía una sustancia que pudiera atacar las células bacterianas sin causar daño al mismo tiempo a las células humanas. Sin embargo, un médico insistió en pensar de manera diferente.
Alexander Fleming, nacido en Escocia, pasó casi toda su vida como médico en Londres, estudiando los problemas de la infección y el uso de antisépticos. En 1922 observó algo notable. Tomó un tubo de ensayo que contenía agua mezclada con bacterias inofensivas que daban al agua apariencia lechosa. A esto él añadió una sola lágrima humana. ¡En cuestión de segundos la sustancia lechosa se tornó clara! Era obvio que en las lágrimas de los seres humanos tenía que haber una sustancia química que pudiera destruir las bacterias con asombrosa velocidad. Él la llamó “lisozima” debido a que ésta podía causar la “lisis” de las bacterias, o sea, disolverlas.
Sin embargo, la lisozima resultó ser decepcionante, pues era eficaz contra los microbios inofensivos, pero impotente contra los que causaban enfermedad. A pesar de esto, el descubrimiento fue muy beneficioso en el sentido de que dirigió a Fleming a un principio completamente nuevo en la lucha del hombre contra la enfermedad... la destrucción de las bacterias por el uso de sustancias químicas inofensivas. Lo preparó para un acontecimiento similar de seis años después.
El momento histórico del descubrimiento
En 1928 Fleming estaba en su laboratorio cultivando en platos llanos de cristal estafilococos, las bacterias que causan diviesos. Un viejo amigo llamado Pryce llegó de visita. Algo estaba a punto de acontecer que habría de significar la diferencia entre la vida y la muerte para multitudes de personas. Mientras hablaba con Pryce, Fleming removió las tapas de varios de sus cultivos. De repente, dejó de hablar. Después de observar un cultivo por un momento, dijo en su acostumbrado tono despreocupado: “¡Qué raro . . .!” En el cultivo se había desarrollado moho como de costumbre. Pero, alrededor del moho, las colonias de estafilococos se habían disuelto. En vez de haberse formado en opacas masas amarillas, parecían gotas de rocío.
Fleming llegó a la conclusión de que el moho estaba produciendo algo que estaba dispersando las bacterias y luego disolviéndolas. Hoy nosotros sabemos que ese algo era penicilina, una droga que habría de revolucionar la medicina. La llegada misma de la espora apropiada, y el que ésta cayera del aire en el plato donde estaba el cultivo debido, bien puede haber sido el accidente más increíble que haya sucedido.
Luego, Fleming cultivó un moho azul verdoso (parecido al que aparece en las naranjas, el pan viejo, el queso que está madurando, las frutas en descomposición) sobre la superficie de un caldo de carne líquido. El moho absorbió la alimentación y esparció su antibiótico. Después de varios días éste fue filtrado como un jugo crudo al cual Fleming llamó penicilina.
En un tubo de ensayo, este jugo de moho destruía las bacterias de la gonorrea, la meningitis, la difteria y la pulmonía. Y, más importante aún, ¡no envenenaba al hombre! Fleming sugirió a la profesión médica que en esto podría estar el antiséptico ideal. Sus oyentes respondieron con fría indiferencia. Ellos creían firmemente que cuando las bacterias se establecían en el cuerpo estaban fuera del alcance de todas las sustancias químicas.
Debido a que Fleming y sus auxiliares no tenían el conocimiento necesario para resolver los problemas químicos asociados con el aislamiento y purificación de la penicilina, por más de ocho años no se hizo casi nada para el desarrollo de ésta. Parecía que la penicilina iba en vías de ser olvidada.
Se aísla la penicilina
En 1939, debido principalmente a las enfermedades que los soldados estaban contrayendo en el campo de batalla, dos científicos con educación en el campo de la medicina y la química, Howard Walter Florey y Ernst Boris Chain, se pusieron a trabajar juntos en Inglaterra en una asignación que les pedía investigar el antagonismo bacteriano. Su investigación los llevó a los escritos de Fleming sobre la lisozima y la penicilina. Pronto estuvieron trabajando con el jugo de moho originado por Fleming y, después de repetidos fracasos, por fin lograron producir la escurridiza sustancia química en forma de polvo estable.
Hubo mucho entusiasmo cuando cuatro ratones infectados por cierta enfermedad fueron curados. Después, en 1941, se dio tratamiento, con éxito, al primer ser humano. Como informó un científico: “La respuesta a la penicilina se consideró casi milagrosa.” Se demostró que la penicilina podía ser diluida 120 millones de veces y aún ser eficaz contra las bacterias. ¡Esto era casi increíble!
Debido a los problemas relacionados con el tiempo de la guerra, Florey se trasladó con su precioso moho de Inglaterra a Peoria, Illinois, E.U.A. El moho de Fleming no se prestaba a la producción en masa de la penicilina. Después de una muy extensa investigación, Mary Hunt, de Peoria, quien ayudó al Dr. Kenneth B. Raper y a quien se dio el título de “María la Mohosa,” encontró un moho adecuado procedente de una variedad de melón en descomposición. Los descendientes de este moho han llegado a ser desde entonces la principal fuente de penicilina. Pronto, la penicilina estuvo en plena producción en muchos países, y a Fleming, Florey y Chain se les otorgó el premio Nobel de la medicina en 1945.
Un misterio sin resolver
“¡Qué raro!” fue la expresión que usó Fleming en 1928 para indicar que lo que veía en su cultivo en el plato era difícil de explicar. ¡Ciertamente parece increíble que muchos intentos de numerosos científicos, entre ellos Fleming mismo, nunca han podido hacer que la misma cosa vuelva a suceder! “Es verdaderamente uno de los accidentes más afortunados que se han dado en la medicina,” comentó lord Florey. Treinta y seis años más tarde, el profesor Ronald Hare, en un esfuerzo por resolver el misterio, condujo una serie de experimentos intrincados y confirmó que lo que sucedió en el laboratorio de Fleming tiene que haber sido muy excepcional.
En 1971, sir Ernst Boris Chain resumió lo que era entonces el punto de vista científico:
“El fenómeno que observó Fleming parece bastante sencillo y directo, pero de hecho no lo es, y son pocas las personas que se dan cuenta de su complejidad o que comprenden el hecho de que se necesitó la coincidencia de varias de las más insólitas circunstancias para hacer posible la observación.”
Otros han expresado el punto de vista de que Fleming interpretó mal o entendió mal lo que vio en el plato de su laboratorio y que no pudo haber sucedido como Fleming dijo que sucedió. Si se están expresando dudas en cuanto a quién realmente descubrió la penicilina, cuándo y cómo, el resultado final permanece... una droga salvavidas, realmente asombrosa, que está disponible a la medicina.
Los peligros de la penicilina
En personas que no son sensibles a ella, la penicilina tiene un buen registro de estar libre de efectos secundarios, pero algunas personas sensibles se exponen a erupción cutánea o dificultades al respirar. Unas cuantas personas experimentan una forma de choque y algunas han muerto. La penicilina no es un curalotodo. Hay muchas enfermedades comunes en las cuales no tiene ningún efecto, entre ellas el resfriado común, puesto que los antibióticos no tienen efecto en las infecciones causadas por virus. Solo son eficaces contra las infecciones bacterianas. Pero el Science World del 10 de enero de 1980 reparó en que muchos médicos recetan antibióticos simplemente para “ir sobre seguro y prevenir infección bacteriana antes de que ocurra.”
Debido a la reputación de la penicilina, muchos pacientes incautos la solicitan porque creen que les traerá alivio inmediato, y, lamentablemente, los médicos la prescriben con demasiada facilidad. “Yo no recetaría penicilina sin un cultivo,” dijo el Dr. James Smith, profesor adjunto de medicina interna de la Facultad de Medicina de la Universidad de Texas Southwestern y jefe de enfermedades infecciosas del Hospital de la Administración de Veteranos de Dallas. Las autoridades de sanidad advierten que desde el punto de vista de la población en conjunto, el uso extenso e innecesario de la penicilina es muy indeseable porque estimula la aparición y el esparcimiento de bacterias que previamente eran destruidas por la penicilina, pero que ahora pueden presentarle resistencia. El Dr. Stanley Falkow, profesor de microbiología y medicina en la Universidad de Washington, dijo: “Si se sigue abusando del uso de los antibióticos, vamos a pagar el precio.” Comentando acerca de varios supergérmenes que ya resisten a los antibióticos, dijo: “No podemos estar seguros de que siempre hayamos de tener disponible una droga apropiada como alternativa.” Algunos médicos la prescriben estrictamente solo cuando es necesario... y eso no es muy a menudo. Actualmente en algunos países se le considera una de las drogas que han de usarse como último recurso. Nunca debe tomarse sin dirección médica.
La inmensa fuerza de la penicilina para destruir las bacterias que son causa de numerosas infecciones que amenazan la vida, combinada con su poder de destruirlas sin interferir con el mecanismo de defensa del cuerpo, hace de ella uno de los remedios milagrosos de la actualidad. La manera en que la humanidad dio con ella es singular. ¡Nadie sabe realmente cómo sucedió!
-
-
Avivando el fuego en Caprivi¡Despertad! 1980 | 8 de diciembre
-
-
Avivando el fuego en Caprivi
Por el corresponsal de “¡Despertad!” en África del Sur
“ENCIENDA el fuego.” Ese es el significado de Katima Mulilo... nombre de un pueblito primitivo en una de las más remotas regiones del África austral, la faja de tierra conocida como Caprivi.
Como superintendente viajante para los testigos de Jehová en el África del Sudoeste (Namibia), yo me preguntaba: ¿Hasta qué grado se ha esparcido el fuego de la verdad en Katima Mulilo... el rincón más remoto de la región donde estoy sirviendo? La Sociedad Watch Tower había recibido varias peticiones de ayuda desde esa región: “Nos interesa oír en cuanto a la Palabra de Jehová.” “¿Cuándo podemos bautizarnos?” Debido a inundaciones, dos tentativas anteriores de ir allí habían fracasado, pero ahora los caminos estaban abiertos y un amigo procedente de Windhoek estaba dispuesto a llevarme en su vehículo.
Caprivi Occidental es una zona que está controlada por las autoridades militares de África del Sur. ¿Nos darían permiso para cruzar la frontera? Nos dieron permiso. Así, con un abastecimiento de gasolina, agua y alimento, nos pusimos en camino desde Kavango, en la parte norteña de África del Sudoeste (Namibia), a Katima Mulilo, un viaje de 580 kilómetros por automóvil.
Pasando por una zona silvestre
Por una distancia de unos 200 kilómetros el rústico camino de tierra seguía los serpenteos del río Okovango... la frontera entre el África del Sudoeste (Namibia) y Angola. A nuestro lado del río la gente de Kavango tenía sus viviendas, una fila de casuchitas con sus techos de paja hábilmente hechos y sus sembrados de maíz. Pero al norte, es decir, al lado de Angola, no había ningún indicio de vida.
Dentro de poco llegamos a la frontera oriental de Kavango, donde el río Okovango se dirige hacia el sur a Botswana. El guardia que estaba en el punto de inspección nos permitió pasar. Desde allí
-