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El gobierno perfecto para todo el género humanoLa Atalaya 1959 | 15 de abril
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un gobierno perfecto, puesto que hombres pecadores servían como gobernantes suyos, como reyes ungidos suyos. Aquí es muy apropiada la pregunta que el profeta, el paciente Job, hizo: “¿Quién puede producir a alguien limpio de alguien inmundo?” ¿Qué madre, siendo ella misma imperfecta y concibiendo por el hombre imperfecto, ha podido dar a luz un hijo perfecto? Job respondió: ‘No hay ninguna.’ (Job 14:4) Por consiguiente, dado que los hombres son imperfectos y de ellos vienen los gobernantes, ¿cómo pudiéramos esperar que en tiempo alguno produjeran un gobierno perfecto? No pueden hacerlo. La ley de Dios por medio de Moisés sirvió para grabar ese hecho en el entendimiento de los israelitas fieles, creyentes.
25. ¿Qué se necesita para que se pueda producir un gobierno perfecto, y por eso qué otro hecho tenía como propósito mostrar a los israelitas la ley de Dios por medio de Moisés?
25 Para que se pueda presentar un gobierno perfecto tiene que haber una fuente perfecta del gobierno. La única fuente perfecta es Dios. La ley de Dios según fué dada a los israelitas por medio de Moisés tenía como propósito mostrar a los israelitas más que el que eran imperfectos, pecadores que necesitaban redención por el sacrificio humano perfecto que Dios proveería por medio de su Hijo. La ley de Dios por medio de Moisés también tenía como propósito mostrar a los israelitas que necesitaban un gobierno perfecto. Esa ley divina tenía como propósito dirigir a los israelitas no sólo al Redentor que necesitaban para levantarlos del pecado, la imperfección y la muerte, sino también a su Rey. La ley de Dios por medio de Moisés les ordenaba: “Sin falta deberías establecer sobre ti un rey que Jehová tu Dios escogerá.” (Deu. 17:14, 15) “¡Rompe en aclamaciones, oh hija de Jerusalem! he aquí que viene a ti tu rey,” dice la profecía de Dios.—Zac. 9:9, Mod.
26. Además de un gobierno perfecto, ¿qué más puede proveer Dios, y cuándo prometió hacer esto?
26 Dios, la Fuente perfecta, no sólo puede producir el gobierno perfecto, sino que también puede proveer el gobernante perfecto que se necesita para ese gobierno. Él ha prometido hacer esto. Más de diecinueve siglos antes de la era cristiana él llamó al patriarca fiel Abrahán de la tierra mesopotámica de Caldea a la Tierra Prometida en el Medio Oriente. Dios dijo al fiel Abrahán que haría de Abrahán una bendición para todas las familias de la tierra y que en él y en su simiente, en su prole, todas las familias y naciones de la tierra deberían ser bendecidas. (Gén. 12:1-3; 22:17, 18) Fué cuando Abrahán tenía cien años de edad y su esposa Sara tenía noventa años de edad que Dios milagrosamente dió al patriarca Abrahán un hijo llamado Isaac. Isaac nunca llegó a ser rey. Pero cuando Dios dijo a Abrahán que le iba a dar este hijo por su esposa Sara, Dios dijo que Sara llegaría a ser la antepasada de reyes, sí, de gobernantes, gobernadores, monarcas reales: “La bendeciré y ella llegará a ser naciones; reyes de pueblos provendrán de ella.” Por eso su nombre fué cambiado a Sara, que quiere decir Princesa. (Gén. 17:15, 16) De modo que esta Simiente que Dios dijo que él produciría al debido tiempo y en quien todas las familias y naciones de la tierra serían bendecidas había de ser una Simiente real; ¡había de ser un Rey! ¡Había de haber un gobierno real!
27. ¿De quiénes formó Jehová una nación con un gobierno establecido, y por medio de cuál sección de esta nación había de ser producido el Rey prometido?
27 El patriarca Abrahán tuvo doce bisnietos. Estos produjeron las doce tribus de Israel, y Jehová Dios formó de éstas una nación. Estableció un gobierno teocrático sobre ellas. Él, como su Rey y Legislador divino, les dió los Diez Mandamientos. (Deu. 33:1-5) De esas doce tribus de Israel Dios escogió una tribu en particular por medio de la cual produciría su gobernante para bendecir a todo el género humano. Se vió que era la tribu de Judá cuando el padre de Judá pronunció esta bendición sobre él: “El cetro no se apartará de Judá, ni el báculo de comandante de entre sus pies, hasta que venga Shiloh [el gran Pacífico], y a él le pertenecerá la obediencia de la gente.” (Gén. 49:10) De modo que, ¿qué descendiente de Judá llegaría a ser Rey?
28. En realidad, ¿en quién comenzó a cumplirse la promesa real de Dios a Abrahán y Sara, y qué quiso decir en realidad el contra to solemne de Dios con éste?
28 La promesa que Dios hizo a Abrahán y a su esposa Sara, de que con el tiempo procederían reyes de ella, realmente comenzó a cumplirse con David, el joven pastor de la pequeña ciudad de Belén. David fué el undécimo en la línea de descendencia de Judá. Al debido tiempo David fué ungido rey sobre las doce tribus de Israel. Pronto estableció su asiento de gobierno en la ciudad santa de Jerusalén. La santa arca del pacto de Dios fué llevada a ese lugar y alojada cerca del palacio del rey David. Entonces Dios hizo un pacto o un contrato solemne con el rey David, el pacto de que el reino nunca se apartaría de su familia, de su linaje, de su casa, de su línea de descendencia. (2 Sam. 7:12-16) En el Salmo 89 Dios dijo que él había hecho este pacto con David y que jamás lo violaría, razón por la cual el rey perfecto que proviniese de David tendría un trono que duraría tanto tiempo como durarían el sol y la luna, es decir, sería eterno, nunca tendría fin, nunca tendría que tener un sucesor en el gobierno.—Sal. 89:3, 4, 19-37.
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El gobernante perfecto para el gobierno del hombreLa Atalaya 1959 | 15 de abril
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El gobernante perfecto para el gobierno del hombre
1. ¿Cómo, sin tener un reino hoy día en la Jerusalén terrestre, tiene Dios de todos modos su Rey prometido, y por qué nació donde nació?
¿QUÉ hay entonces, de este rey eterno y perfecto que se prometió que vendría en la línea de descendencia del rey David de Jerusalén? Después de estos miles de años de experimento humano en gobiernos, no vemos hoy ningún reino en la ciudad de Jerusalén en la tierra de Israel. ¡Sin embargo, Dios tiene su Rey prometido! También, éste ha venido por medio de la línea real del rey David. En apoyo de este hecho pasamos de las Escrituras Hebreas a las Escrituras Cristianas Griegas, y las primerísimas palabras que hallamos en ellas leen de este modo: “Libro de la generación de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham.” (Mat. 1:1, Val) Ah sí, esta línea de descendencia de reyes que había desde Abrahám a través del rey David halló su culminación en Jesucristo y con él termina. No fué por casualidad que este Jesús nació en la misma ciudad donde había nacido el rey David, en la ciudad de Belén. Esto fué en cumplimiento de la profecía de Jehová.—Miq. 5:2; Mat. 2:1-16.
2. ¿Cómo en realidad fué este que nació allí un “Hijo del Cielo,” y cómo se le identificó entonces como el que había de llegar a ser el Rey prometido?
2 Cierto, este Jesús tenía al patriarca Abrahán y al rey David como antepasados suyos, pero él realmente tenía un Padre celestial, y su madre virgen, forzosamente, fué humana. Ella fué la que era de la línea de descendencia desde Abrahán y a través de David. (Luc. 3:23-34) De modo que este Jesús que nació en Belén en cumplimiento de la profecía bíblica realmente fue el “Hijo del Cielo”; realmente fue el Hijo de Dios, a quien su Padre celestial envió a la tierra mediante un milagro a fin de proveer un gobernante perfecto para el género humano. Ningún rey perfecto había de hallarse de entre el género humano mismo imperfecto, pecaminos, moribundo. Recordemos que cuando nació este niño Jesús en Belén el ángel desde el cielo anunció a los pastores que estaban afuera en los campos: “Les nació a ustedes hoy un Salvador, que es Cristo el Señor, en la ciudad de David.” Ese ángel que trajo “buenas nuevas de un gran gozo que toda la gente tendrá,” llamó a este niño que nació allí el Cristo. Es decir, él era el Mesías, el Ungido; él era el que había de llegar a ser rey en cumplimiento de la profecía.—Luc. 2:8-11.
3. ¿Dónde creció este niño, y qué llegó a ser allí?
3 Este niño se escapó de ser muerto a manos del rey Herodes, que reinaba en Jerusalén como representante del Imperio romano. Después de la muerte de Herodes Jesús fue llevado a la ciudad de Nazaret. Allí creció hasta ser hombre. No llegó a ser pastor como lo que su antepasado el rey David había sido, sino carpintero. Vivió y trabajó en la ciudad de Nazaret, en obscuridad, viviendo, por decirlo así, una existencia secreta.
4. ¿Qué fué que hizo salir a Jesús de su taller, y cómo se mostró que su siguiente paso no fué un paso falso?
4 ¿Qué fue, pues, lo que hizo salir a Jesús de su carpintería? ¿Qué fue lo que lo colocó en el camino hacia el reino sobre todo el género humano? Ah, fue la proclamación del reino de Dios. En ese tiempo Jehová Dios había levantado al profeta Juan el hijo de Zacarías, y al debido tiempo Juan el Bautista vino predicando arrepentimiento de pecados y bautismo en símbolo de tal arrepentimiento. Les dijo a los judíos que se arrepintieran porque el gobierno de Dios se había acercado. La proclamación de Juan fué: “El reino de los cielos se ha acercado.” Luego que las nuevas de la proclamación de Juan le llegaron a Jesús allí en la carpintería en Nazaret, él dejó el trabajo del taller. Entregó sus herramientas y se dirigió a Juan el Bautista y fué bautizado por él. Este no fué ningún paso falso por Jesús de Nazaret, porque luego que salió del agua después de su bautismo en el río Jordán, hubo un anuncio de parte del Rey celestial de la eternidad, Jehová Dios. Represéntese mentalmente la escena como dice el Registro fiel: “Después de ser bautizado Jesús subió inmediatamente del agua; y, ¡mire! los cielos fueron abiertos, y él vió descendiendo como paloma el espíritu de Dios que venía sobre él. ¡Mire! también, hubo una voz de los cielos que dijo: ‘Este es mi Hijo, el amado, a quien he aprobado.’”—Mat. 3:1-6, 13-17.
5, 6. (a) ¿Qué diferencia hubo entre la unción de Jesús y la de David? (b) ¿Qué querían hacer de Jesús los judíos egoístas, y por qué rehusó él?
5 Siglos antes de eso, David había sido ungido con aceite para ser rey sobre Israel;
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