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¿Son los mismos cuando regresan?¡Despertad! 1982 | 22 de diciembre
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¿Son los mismos cuando regresan?
“HE SUFRIDO de traumas causados por la guerra y conmociones debido a bombardeos,” escribió John desde la cama donde estaba en el hospital. “Claro que no estoy loco. Pero he vivido como un salvaje.” Agregó: “Sin embargo, las heridas de bayoneta y metralla que recibí han sanado por completo. La mayor parte de nosotros estaremos bastante bien dentro de seis meses, pero ninguno de nosotros estará completamente repuesto sino hasta que pasen algunos años.” Estos comentarios los hizo un soldado de la II Guerra Mundial que acababa de sobrevivir a una de las peores matanzas que hubo durante la lucha en el Pacífico del Sur... el combate de Guadalcanal.
El estado de salud mental de John era muy similar al de millones de otros soldados que han regresado de las muchas guerras que se han peleado durante el siglo veinte. Muchos sufrieron de lo que se conoce como trauma causado por la guerra, fatiga de combate o, para usar una frase más reciente, trastorno causado por la tensión post-traumática.a Sea como sea que se conozca, tal condición tiene que ver con las cicatrices profundas que el combate deja en la mente.
Realmente pasan varios años antes que dichas cicatrices ‘sanen por completo’? ¿Quedan tales personas tullidas mentalmente para toda la vida? O, aún peor, ¿son ellas “bombas de tiempo ambulantes,” listas para estallar en furia incontrolable contra personas que no sospechan nada?
¿Qué efecto tiene?
Después de tratar por más de treinta y cinco años a soldados que sufren de trastornos mentales relacionados con la guerra, el Dr. Lawrence Kolb, distinguido médico en siquiatría, que trabaja para la Administración de Veteranos, declaró en una entrevista con un corresponsal de ¡Despertad!: “He tratado a hombres que sufrieron trastornos severos debido a la II Guerra Mundial y la guerra de Corea. He examinado a una gran cantidad de diferentes soldados, incluso algunos soldados rusos que regresaron de la segunda guerra mundial. Ahora trato específicamente a los que han presenciado lo más encarnizado de la lucha de Vietnam. Cada uno de estos hombres tiene ciertos síntomas que son absolutamente similares.”
“Todos ellos son muy sensibles a los ruidos, excesivamente alertos e intranquilos,” dijo el Dr. Kolb a continuación. “Todos sueñan repetidas veces que están en combate y a muchos se les hace difícil conciliar el sueño. Reaccionan en extremo a los ruidos fuertes que les recuerdan el combate, a muchos de ellos les vienen recuerdos vívidos de combate e incluso creen que están combatiendo nuevamente. Esto con frecuencia va acompañado de una depresión profunda debido al sentimiento de culpabilidad. Se preguntan por qué sobrevivieron ellos, y no sus compañeros que murieron.”
Harley, quien presenció combates encarnizados como miembro de la marina durante la II Guerra Mundial, admitió que por varios años después de la guerra tenía constantemente pesadillas de combates. Muchas veces, mientras dormía, solía gritar: “¡Cuidado! ¡Cuidado!” Y al despertar hallaba que estaba empapado de sudor. Desesperado, se compró un pequeño receptor de radio y lo colocó debajo de su almohada, esperando que eso ahogara los sueños. Johnny, otro veterano de la II Guerra Mundial, quien luchó en Europa, no solo tenía esos sueños, sino que a menudo su esposa, que dormía con él, apenas lograba despertarlo. El tenía las manos alrededor del cuello de ella. Pero, en ambos casos, la frecuencia y la intensidad de los sueños disminuyeron con el tiempo.
El sentimiento de culpabilidad y la depresión
A muchos soldados les parecía que el matar al enemigo era parte de su deber. Se les premiaba por hacerlo bien, de modo que después de la guerra no tenían ningún sentimiento abrumador de culpabilidad.
“Cuando uno está en medio de un combate, en lo único que puede pensar es en permanecer vivo,” informó Johnny. “Las facultades de razonamiento de uno son reemplazadas por instintos animales. Uno es capaz de hacer cualquier cosa para permanecer vivo y regresar a casa.”
Luego agregó: “El matar de lejos no presentaba ninguna dificultad. Pero solíamos atacar de noche, y una vez que combatíamos cuerpo a cuerpo con soldados enemigos a quienes entonces matábamos, eso nos afectaba mentalmente.” Dichos encuentros cuerpo a cuerpo, o el participar en matanzas innecesarias o injustas, frecuentemente dejaban profundas cicatrices emocionales en los hombres, y esto hacía que se sintieran culpables y deprimidos.b
No obstante, en el caso de otros soldados, el sentimiento de culpabilidad y la depresión acompañante no se debieron a lo que hicieron contra el enemigo. Por ejemplo, cierto piloto de combate de veinticinco años de edad ingresó en un hospital de convalecencia después de completar su vigésima quinta misión. Estaba nervioso y muy deprimido. Tenía atraso en el habla. Había tratado en vano de disminuir la inquietud por medio de beber licor en exceso. Finalmente, al recibir tratamiento reveló que como jefe de patrulla se sentía culpable por la muerte de uno de los pilotos bajo su mando, quien fue derribado con todo y avión durante una misión. “¡Oh, si tan solo yo hubiera escogido otro lugar, un blanco menos peligroso,” dijo sollozando el joven. “Si hubiera ido a otro lugar, no lo habrían matado. ... No puedo dejar de pensar en él.”
Recuerdos vívidos
David, veterano de la guerra de Vietnam, había regresado a casa después de haber presenciado un despliegue de brutalidad indescriptible. En la mente se le habían grabado para siempre escenas de matanzas de seres humanos, episodios que pocas personas creerían posible. Cierto día, poco después de su regreso, él y su esposa iban viajando en un automóvil descapotable. Su esposa, Elaine, explicó lo que sucedió. “Un automóvil que venía en el carril confluente petardeó e hizo un ruido fuerte. Sin pensar, David, quien estaba conduciendo, trató de saltar del automóvil. Al encontrarse parcialmente fuera del automóvil, se dio cuenta de lo que estaba haciendo y dijo: ‘¡Eh!, no estoy en Vietnam. Nadie me está disparando.’ Yo empecé a gritar: ‘¿Qué estás haciendo? ¡No lo hagas!’” Milagrosamente lograron controlar el automóvil y detenerse al lado de la carretera.
Muchas veces el sonido de las sirenas o los aviones hace que el veterano crea que está nuevamente en combate. Si está en casa, tal vez hasta se lance debajo de algún mueble para refugiarse. Algunos veteranos de combate, si se les sacude mientras están dormidos, se levantan de la cama lanzando puñetazos y adoptan una postura de combate, como si estuvieran listos para matar a alguien. A veces ese trastorno dura años. Informes de prensa espectaculares acerca de tales recuerdos vívidos han contribuido a que muchas personas consideren a los hombres que regresan de la guerra como “bombas de tiempo ambulantes,” propensos a la violencia... sea consciente o inconscientemente.
¿Son ellos más violentos?
En realidad, un estudio que se hizo de centenares de hombres que sirvieron en Vietnam reveló que solo a una “minoría significativa de veteranos” se le había hecho difícil dominar sus sentimientos agresivos. El informe que apareció en Archives of General Psychiatry declaró:
“A pesar de que se ha escrito mucho acerca de los sentimientos y el comportamiento agresivos de los veteranos, la agresividad era un problema principal para una minoría relativamente pequeña de soldados, a la que se le hacía muy difícil dominarse. Aunque el 40 por ciento de ellos informaron que al regresar eran más irritables y tenían peor genio, en la mayor parte de los casos éste fue un fenómeno temporal, que duró por algún tiempo y desapareció en los primeros tres meses.”
Muchos se sentían como cierto veterano de la II Guerra Mundial, quien dijo: “Sentí tanto alivio al no tener que matar más.”
Aunque se ha observado que los delitos violentos aumentan en casi toda nación después de una guerra, no hay prueba estadística de que los responsables de esto sean los soldados que han regresado de la guerra.c En la revista Psychology Today los investigadores Archer y Gartner explicaron:
“Tal vez los aumentos se deban a la legitimación del matar a la vista de toda la sociedad. Las guerras proporcionan prueba concreta de que el homicidio puede ser admisible. Esta revocación de la prohibición en contra del matar tal vez facilite a cualquier persona el recurrir al asesinato como medio de resolver conflictos de la vida diaria.”
Así que, en realidad, los efectos de la guerra afectan mentalmente a toda la sociedad, no solamente a los veteranos. Las circunstancias en que se halla la Tierra desde la I Guerra Mundial, a partir de 1914, han demostrado claramente que estamos viviendo en lo que la Biblia llama los “últimos días.” Algunos de los rasgos que alista la Biblia e identifican a ese período son: que “los hombres [en general, no solamente los soldados que han regresado de la guerra] serán ... sin gobierno de sí mismos, feroces ... avanzarán de mal en peor.”—2 Timoteo 3:1-5, 13.
Respecto a los veteranos de guerra, el Dr. Kolb, investigador del Centro Médico de la Administración de Veteranos de Albany, Nueva York, quien trata a algunos de los hombres más trastornados, reveló: “Aun entre los del grupo al que actualmente estoy tratando, la gran mayoría de ellos jamás han estado hospitalizados. Muchos conservan sus respectivos empleos. Muchos son concienzudos y trabajadores dedicados. A menudo tienen mejor sentido de valores que el hombre de término medio que uno halla en la calle.”
No obstante, estos hombres sufrieron trastornos mentales que requirieron atención profesional. Un estudio que se efectuó en 1981 indicó que más de la tercera parte de los hombres que presenciaron combates encarnizados en Vietnam padecen del trastorno causado por la tensión post-traumática. Por lo general, la ayuda que se ofrece es en forma de sicoterapia de grupo que se provee en centros de superación. Ahí el veterano puede participar en sesiones de charla con otros veteranos o con consejeros especializados, quienes procuran reajustar el modo de pensar de él. A veces se utilizan drogas, usualmente tranquilizantes o somníferos. Sin embargo, un sinnúmero de veteranos que han sufrido mentalmente debido a la guerra han hallado otra solución. Uno de éstos, a quien se mencionó antes, regresó de Vietnam con graves trastornos causados por la tensión post-traumática.
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Regresó hecho un extraño¡Despertad! 1982 | 22 de diciembre
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Regresó hecho un extraño
“David regresó de Vietnam hecho otra persona,” explicó su esposa Elaine. “Antes de que se fuera, me sentía atraída a él por su simpatía y su entusiasmo llenos de inocencia. El confiaba profundamente en mí, y nuestra relación era hermosa. Pero cuando regresó, todo lo que él tenía de encantador había desaparecido. Tenía la misma apariencia —la misma sonrisa y los mismos ojazos castaños— pero ya no era cordial ni confiado. Era como un extraño. Su actitud infundía miedo.” Entonces Elaine agregó: “Era como un cascarón vacío. No tenía nada por dentro, sino ira.”
Al explicar como él se sintió cuando regresó, David dijo: “Simplemente me resentía por el hecho de estar con personas que no podían comprender del todo lo que había sido estar allí. Vi morir de la manera más horrible a algunos de mis compañeros. Quería que Elaine comprendiera mis sentimientos... lo que yo había visto. Pero parecía que nadie quería comprender en realidad. Así que reprimía en mis adentros toda esa hostilidad.”
Verdaderamente, muy pocas personas pueden imaginar el trastorno traumático que la guerra causa en lo relacionado con los valores personales, ni percibir el efecto devastador que esto tiene en la mente. David explica: “En la guerra uno tenía que aprender a cuidarse constantemente. Se daba cuenta de que las relaciones personales con otros tenían muy poco significado... podían estar muertos el siguiente minuto. Uno trataba de convencerse de que cualquier clase de conducta era justificable con tal que siguiera viviendo un día más.” Elaine agregó: “El que regresa a casa se da cuenta inmediatamente de que todo lo que creía valioso durante su año de servicio militar carece de significado. Y todo lo que creía que no tenía valor alguno, como las relaciones con otras personas, llega a ser extremadamente importante en la vida civil.”
El resultado fue que David, como muchos soldados que regresaron de la guerra, temía confiar en otros, pues esto quería decir que tendría que establecer una relación en la que estarían en juego los sentimientos. Naturalmente, tal actitud hace estragos en el matrimonio.
El valor de la instrucción bíblica
Cuando su relación se hizo tirante casi hasta el límite, David e Elaine comenzaron a estudiar la Biblia con los testigos cristianos de Jehová. “¡Eso ayudó enormemente!,” dijo David. “Con el tiempo, por primera vez en mi vida, sentía que tenía una relación íntima con Dios y que podía expresarle todos mis sentimientos. Realmente podía decirle lo arrepentido que me sentía por todo lo que yo había hecho, y confiaba en que él estaba dispuesto a perdonarme.”
Elaine agregó: “Desde luego, David todavía tenía altibajos, pero ya no eran tan intensos. Todavía se deprime a veces, pero la instrucción bíblica me ha devuelto al David con quien me casé, ¡y hasta es mejor! Dicha instrucción ha hecho resaltar sus buenas cualidades, porque la Biblia promueve el amor desinteresado, la compasión y la generosidad. ¡Fue como volver a encontrar a mi esposo!”
Sí, la Biblia ha ayudado a que tanto David como otros puedan amar a otras personas y confiar en ellas. ¿Cómo? Bueno, la Biblia declara que el amor genuino “no busca sus propios intereses” y “no lleva cuenta del daño.” La Biblia insta a uno a ser tiernamente compasivo. Da sugerencias prácticas en cuanto a cómo cultivar amor genuino al prójimo. “Todavía no me era fácil,” confesó David. “Aun ahora, si alguien me traiciona y me trata de manera injusta, me encolerizo por dentro. Pero en tales ocasiones oro silenciosamente a Jehová para que me dé fuerzas y simplemente me marcho.”—1 Corintios 13:4, 5; 1 Pedro 3:8, 9.
El papel que desempeña la familia
“El aplicar el conocimiento bíblico no solo ayudó a David,” explicó Elaine, “sino que también me ayudó a mí a poder sobrellevar sus estados de ánimo. Pues, cuando David empezaba a discutir no decía: ‘Elaine, ahora voy a enojarme contigo debido a la hostilidad que siento por lo sucedido en Vietnam.’ No, sino que decía: ‘¿Qué porquería de comida es ésta? ¡Tú no mantienes la casa limpia ni eres buena madre!’ En otras ocasiones guardaba silencio y no me hablaba por semanas. Mientras tanto, yo me preguntaba: ¿qué cosa mala he hecho?
“Pero la Biblia me enseñó a ser sumisa y respetuosa, a mostrar compasión y a ‘soportar a otros aunque tuviera causa de queja.’ El conocimiento que tenía de estas verdades bíblicas me ayudó. Por supuesto, había ocasiones en las que el enojo de David me hacía reaccionar con cólera. A veces yo no ponía en práctica plenamente lo que la Biblia decía, pero cuando ambos aplicábamos el consejo bíblico, se producían buenos resultados. No era fácil, pero no puse fin a nuestro matrimonio cuando, por su manera de obrar, tuve ganas de hacerlo. Ahora las cosas han mejorado muchísimo.”—Colosenses 3:13, 18.
La comprensión y compasión de parte de los miembros de la familia son “muy importantes,” dice el Dr. Kolb, “para ayudar al hombre a hacerse socialmente competente.” Reveló que “los hombres que continuaron casados están en mejor condición que los demás. En cambio, si una esposa se ‘enfría,’ como lo hacen muchas, el matrimonio no perdura.”
Pero la Biblia enseña algo más que el desplegar comprensión y compasión, ofrece una esperanza genuina.
Promesas preciosas
“Vengan, contemplen las actividades de Jehová ... Está haciendo cesar las guerras hasta la extremidad de la tierra.” (Salmo 46:8, 9) Cuando uno considera el gran sufrimiento que produce la guerra, ¡qué magnífica es dicha promesa! Mediante su gobierno celestial, su reino, Dios “pondrá fin” a todas las naciones que fomentan la guerra y traerá paz permanente a la Tierra.—Daniel 2:44.
Los mansos que sobrevivan serán completamente sanados —mental, emocional y físicamente— cuando Dios dirija toda su atención a nuestra Tierra. (Revelación 21:3, 4; Salmo 37:10, 11) El aprender acerca de esta esperanza ha servido de estímulo a muchos veteranos. “Dio a David verdadera razón para vivir,” dice Elaine. “También hizo que me fuera más fácil animarlo. Por ejemplo, cuando se irritaba por algún comentario irreflexivo de alguien, frecuentemente yo solía decirle: ‘Recuerda: “Mía es la venganza; yo pagaré, dice Jehová.”’ Cuando él se desanimaba debido a ciertos períodos de depresión, yo le hablaba sobre el progreso que había hecho y le señalaba al futuro, cuando Dios sanaría por completo sus heridas mentales.”—Romanos 12:19; compare con Isaías 65:17.
Jesús prometió: “Viene la hora en que todos los que están en las tumbas conmemorativas oirán su voz [la de Jesús] y saldrán.” (Juan 5:28, 29) ¡Qué perspectiva emocionante... ver cuando millones de personas que murieron en guerras regresen a la vida y reciban la oportunidad de aprender la verdad acerca de Dios!
Harley es uno de los veteranos que descubrió que la instrucción bíblica fue de gran ayuda. Aunque han pasado treinta y siete años desde que terminó la II Guerra Mundial, el recordar la muerte de algunos de sus compañeros de batalla le provocó una intensa reacción emocional. Reprimiendo las lágrimas, dijo: “Será verdaderamente grato ver de nuevo a aquellos muchachos en la resurrección. Esta esperanza en realidad alivia el dolor.”
Ciertamente, la educación bíblica proporciona ayuda genuina para la mente y ofrece verdadera esperanza para el futuro.
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