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  • ¿Quién no necesita consuelo?
    La Atalaya 1979 | 1 de junio
    • tiempo y el suceso imprevisto les acaecen a todos.” “He visto a los siervos a caballo pero a príncipes andando en la tierra justamente como siervos.”—Ecl. 9:11; 10:7.

      Desde luego, no todos los hombres y mujeres a quienes se menciona en la Biblia tuvieron que luchar con los mismos problemas. Sin embargo, desde el tiempo en que Caín le quitó la vida a su hermano Abel, la humanidad ha sabido lo que significa perder a una persona amada en la muerte. Abrahán lamentó la muerte de su amada esposa Sara. (Gén. 23:2) Cuando Jacob murió, “José se echó sobre él llorando y besándole.” (Gén. 50:1, Nueva Biblia Española) David lamentó la muerte de su amigo Jonatán, con las siguientes palabras: “Estoy angustiado por ti, hermano mío Jonatán, muy agradable me fuiste. Más maravilloso me fue tu amor que el amor procedente de mujeres.”—2 Sam. 1:26.

      A pesar de las experiencias amargas y las penalidades, David, Noemí, Ana, Abrahán, José y muchos otros a quienes se menciona en la Biblia no se dejaron abrumar por los sentimientos de tristeza. Su confianza en Dios los sostuvo.

  • Consuelo en tiempo de dolor
    La Atalaya 1979 | 1 de junio
    • Consuelo en tiempo de dolor

      LA MUERTE de un ser amado ciertamente puede ser una de las experiencias más perturbadoras de la vida. Una joven señora del sur de Tejas relata lo siguiente: “Mientras yo estaba encinta y esperaba mi segundo hijo, mi esposo fue asesinado. Esta trágica experiencia me sumió en una gran depresión. Para agravar el trauma en que me encontraba, mi bebé nació y murió. Perdí la comunicación con toda persona, incluso con mi hijo pequeño. También me perturbaba el hecho de que, aunque mi hijo tenía suficiente edad para hablar, nunca decía una palabra. En aquel tiempo yo me hallaba demasiado introvertida para darme cuenta de que, si nunca le hablaba, el niño jamás aprendería a expresarse.” ¡Con cuánta urgencia necesitaba consuelo esta mujer! Felizmente, sí recibió estímulo cuando alguien que trabajaba con ella comenzó a hablarle acerca de las Santas Escrituras.

      ¿Cuál es la esperanza que realmente ofrece la Biblia para las personas que experimentan la aflicción que la muerte puede traer? Las Escrituras muestran claramente que no hay razón para que nos preocupemos por los muertos ni para que nos agobie la pena. Esto se debe a que, al debido tiempo de Dios, los seres amados que han muerto serán restaurados a la vida. “Tengo esperanza en cuanto a Dios,” dijo el apóstol cristiano Pablo, “de que va a haber resurrección.” (Hech. 24:15) Los que sean levantados a la vida tienen la perspectiva de nunca jamás ser sometidos de nuevo al dolor, la enfermedad y la muerte. (Rev. 21:3-5) Las condiciones modificadas que existirán después de la resurrección compensarán tan totalmente por toda la tristeza que la humanidad ha experimentado que “las cosas anteriores no serán recordadas, ni subirán al corazón.”—Isa. 65:17.

      Porque los cristianos del primer siglo creían en la resurrección, a ellos se les hacía mucho más fácil soportar la muerte de seres amados. Ellos no se daban a las expresiones de pesar extremadas y desenfrenadas que caracterizan a las personas que no tienen ninguna esperanza. (1 Tes. 4:13) Pero, ¿cómo puede estar seguro uno de que habrá una resurrección?

      Es digno de mención el hecho de que la esperanza del apóstol Pablo se basaba en su fe en Dios. Puesto que fue el Todopoderoso quien creó a la humanidad, él también debe tener la sabiduría y el poder que se necesitan para levantar a los muertos, para volver a crearlos. De hecho, lo que la Biblia nos dice acerca de la creación del primer hombre, Adán, puede ayudarnos a entender el milagro de la resurrección.

      Adán fue formado de los elementos del suelo. Por supuesto, estos elementos no tienen personalidad y no pueden efectuar actividad consciente ni pensar. No obstante, cuando Dios organizó con estos elementos un cuerpo armonioso e impartió energía a ese cuerpo con una fuerza de vida, vino a la existencia una personalidad distinta... un hombre que podía pensar y razonar así como transmitir vida por medio de la procreación.—Gén. 2:7.

      Note que lo que hizo que Adán fuera un individuo no fue la sustancia que componía su cuerpo. Más bien, fue lo que Dios les hizo a los elementos del suelo. Por lo tanto, la resurrección no depende de la preservación ni de la reconstrucción de las moléculas del cuerpo del individuo antes de su muerte. Las moléculas que componen nuestros cuerpos constantemente experimentan cambios aun durante nuestra vida. Por esto, las moléculas que componen el cuerpo de uno hoy son completamente diferentes de las que lo componían hace aproximadamente siete años. Sin embargo, uno todavía es la misma persona. De la misma manera, sea que a alguien se le resucite a la vida humana o a una vida en la región espiritual, su cuerpo todavía llevará dentro todas las características dadas por Dios que hacen que el individuo sea la misma persona que murió. Poseerá toda la identidad de su vida anterior.—1 Cor. 15:36-49.

      Además de declarar la esperanza de una resurrección, la Biblia provee la base para esta esperanza. Del contenido de las Escrituras aprendemos que el devolver la vida a los muertos no es nada nuevo, nada que jamás haya pasado antes. Por el contrario, la Biblia presenta casos específicos de hombres, mujeres y niños que fueron resucitados. (1 Rey. 17:21-23; 2 Rey. 4:32-37; Mar. 5:41-43; Luc. 7:11-15; Juan 11:38-45; Hech. 9:36-42; 20:9-12) La resurrección más sobresaliente fue la de Jesucristo. Más de 500 testigos lo vieron después que se le hubo levantado de entre los muertos. (1 Cor. 15:6) Este acontecimiento quedó tan bien establecido que el apóstol Pablo pudo decir que el negar la resurrección significaba rechazar la fe cristiana en conjunto. Leemos: “Si, de veras, no hay resurrección de los muertos, tampoco ha sido levantado Cristo. Pero si Cristo no ha sido levantado, nuestra predicación ciertamente es en vano, y nuestra fe es en vano. Además, también somos hallados testigos falsos de Dios, porque hemos dado testimonio contra Dios de que él levantó al Cristo, pero a quien no levantó si los muertos verdaderamente no han de ser levantados. Porque si los muertos no han de ser levantados, tampoco ha sido levantado Cristo. Además, si Cristo no ha sido levantado, la fe de ustedes es inútil.”—1 Cor. 15:13-17.

      Para el apóstol Pablo y otros millones de personas, la fe firme en la resurrección de los muertos fue una fuente de consuelo que no fallaba. Esta fe continúa logrando lo mismo aun hoy. Es cierto que puede haber individuos que se mofen de la idea de una resurrección y digan que nunca han visto a nadie regresar de entre los muertos. Pero, ¿los pone su incredulidad en mejor posición para hacer frente a la muerte? Al negar la evidencia histórica de resurrecciones que han acontecido, ¿qué consuelo pueden ofrecer a los dolientes que sobreviven? Cuando ellos mismos pierden a sus parientes o amigos en la muerte, ¿les ayuda su incredulidad a estar menos apenados? Los hechos hablan por sí mismos.

      Por lo tanto, en tiempos de duelo continúe obteniendo consuelo de la infalible promesa de Dios de que habrá una resurrección, como se declara en la Biblia. No hay ninguna otra esperanza. Siga asido de ella. Además, derive satisfacción de llevar verdadero consuelo a los que se lamentan por la muerte de otros por medio de compartir con ellos el mensaje bíblico acerca de la resurrección.

  • Soportando las enfermedades
    La Atalaya 1979 | 1 de junio
    • Soportando las enfermedades

      EL REY David estaba enfermo de gravedad, y sus enemigos esperaban que muriera. Aunque buscaban ansiosamente señales de deterioro en la condición de salud del rey, hipócritamente los visitantes le deseaban lo mejor. Más tarde se deleitaban en pasar sus observaciones negativas a otras personas. “Padece un mal sin remedio,” decían. “Se acostó para no levantarse.” Hasta un amigo íntimo, el consejero de confianza Ahitofel, se hizo traidor.—Sal. 41:6-10, Nueva Biblia Española.

      ¿Qué ayudó a David a aguantar aquel tiempo de terrible aflicción? No perdió la esperanza ni cedió al temor debilitante. Su confianza en Dios permaneció fuerte, pues declaró: “Jehová mismo lo sustentará [a su siervo] sobre un diván de enfermedad; ciertamente cambiarás toda su cama durante su enfermedad.” (Sal. 41:3) Finalmente David sí recuperó la salud.

      Pero, ¿cómo sostiene el Altísimo a sus siervos cuando están afligidos? Por medio de su espíritu, Jehová Dios trae a la mente del enfermo pensamientos que son consoladores y que fortalecen la esperanza. Lo que Jehová Dios hace a este respecto desempeña un papel vital en el proceso de la recuperación. Por eso David pudo decir que Jehová cambia la cama de la persona afligida y la transforma de lecho de enfermedad en cama de recuperación.

      Debe mencionarse que los médicos modernos han llegado a reconocer el valor de

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