La música... ¿pudiera ser una amenaza?
‘¿CÓMO pudiera ser la música una amenaza?’, quizás pregunte usted. ‘Después de todo, la música es solo sonido’. Esto es cierto, pero los sonidos pueden influir profundamente en nosotros. ¿Quién no reacciona al oír un grito en medio de la noche? ¿Y qué hay de una risa contagiosa? Cuando alguien se ríe abiertamente en un auditorio, a menudo toda la muchedumbre comienza a reír a carcajadas.
La música tiene poder
Ahora bien, transforme esos sonidos en música. Según el tipo de canción o música que oigan, las personas no tardan en marcar el tiempo con los pies, moverse al compás de la música, castañear los dedos y tararear. ¡Todo un auditorio puede responder! ¿A qué? Al sonido de la música.
Para ilustrar: Como se mencionó antes, David era músico en la corte del rey Saúl. El joven era ‘diestro en tocar’ el arpa. Y la música que tocaba ayudaba a calmar a Saúl cuando éste sentía desasosiego. (1 Samuel 16:18-23.)
La música despierta las emociones. Puede que una muchedumbre se ponga de pie cuando un conjunto de jazz comienza a tocar una tonada conocida. Puede que los amantes de la música clásica se emocionen al escuchar la Obertura 1812 de Tchaikovski. En medio de batallas, cañones que disparan y campanas que suenan en señal de victoria, se imaginan que es casi como si estuvieran allí. Sí, la música tiene poder.
Por siglos, políticos y gobernantes han usado el poder de la música para influir en el corazón de la gente. ¿Cómo? Mediante himnos nacionales y canciones patrióticas. ¡De qué manera extraordinaria usaron Hitler y el partido Nazi el himno Deutschland, Deutschland uber alles (Alemania, Alemania ante todo) para dirigir a las muchedumbres por el sendero de la muerte y la destrucción! Es interesante que este himno se basa en música clásica que Haydn compuso. En contestación a esta canción, los británicos cantaban con fervor “Dios salve al rey”. Por su parte, a Hitler también le encantaba la música de Wagner.
El poder persuasivo de la música también se manifestó en tiempos bíblicos. El registro de Éxodo nos informa que mientras Moisés estaba en el Monte Horeb, recibiendo de Jehová las tablas de la Ley, los israelitas se impacientaron y ordenaron a Aarón, hermano de Moisés, que les hiciera otro dios... la imagen fundida de un becerro. Entonces ofrecieron sacrificios a aquel ídolo en un festival religioso. ¿Qué sucedió después? “Se sentó el pueblo a comer y beber. Entonces se levantaron para divertirse.” (Éxodo 32:1-6.)
Cuando Moisés y Josué descendieron de la montaña, oyeron una gritería en el campamento israelita. Josué creía que era el sonido de batalla. Pero Moisés interpretó correctamente el sonido. Era el de canciones, no el de una gran batalla ni el de una derrota. Era el “sonido de otro cantar”. Por el sonido poco común de la música, Moisés se dio cuenta de que ésta estaba relacionada con algo siniestro. ¿De qué se trataba? La gente estaba cantando y bailando alrededor del becerro de oro. Estaban participando desenfrenadamente en la idolatría, junto con canción y baile. La música era un rasgo prominente de su adoración falsa e inmoral. (Éxodo 32:7-25.)
Aquel suceso suministra algunas lecciones para los cristianos de hoy día. En primer lugar, muestra que la música puede influir en usted. El mundo moderno está muy orientado hacia la música. Pero ¿debería oírse en las reuniones sociales de los testigos de Jehová música estridente y otras clases de música popular que hagan insinuaciones de inmoralidad sexual que pudieran resultar en conducta relajada? ¡Que nunca suceda tal cosa! Sin embargo, en años recientes, hasta con el permiso de algunos ancianos y padres, ha habido la tendencia a desplegar poca firmeza al respecto. Alguna de esta música ha exaltado la inmoralidad, la rebelión, las drogas y hasta el espiritismo.
¿Quiere decir esto que la música en sí misma constituye necesariamente una influencia negativa? De ningún modo. Como se mencionó anteriormente, la música se ha usado en la adoración sagrada de Jehová. Y Jesús, en su ilustración sobre el regreso del hijo pródigo, dijo que el padre llevó a cabo una celebración con “un concierto de música y danzas”. (Lucas 15:25.)
¿Puede la música comunicar una filosofía?
En nuestro día moderno la música desempeña un papel mucho más insistente en la vida diaria. Durante las últimas décadas, ha florecido un enorme mundo industrial que produce anualmente centenares de millones de discos y casetes. Mientras que hace cien años la única manera de exponerse a la música era por medio de escuchar presentaciones en vivo o participar activamente en ellas, lo cual se hacía con poca frecuencia, hoy el escuchar música es una experiencia de la vida diaria. Por eso es apropiado preguntar... ¿puede la música comunicar una filosofía? ¿Puede la música ejercer influencia en el modo de pensar de la persona o en su manera de vivir?
Inmediatamente se puede hallar una clave al respecto en los anuncios de radio y televisión. Muchos anuncios comerciales van acompañados de música. Así, con la ayuda de la música, el nombre del producto se graba en la mente... hasta en la de los jóvenes y niñitos.
En el antiguo Israel se usaba la música de manera similar, pero con un propósito mucho más noble. Los salmos se cantaban con acompañamiento músical, lo cual sin duda ayudaba a la gente a memorizar el texto. Por ejemplo, el registro bíblico nos indica que, para la inauguración del templo de Salomón, los cantantes levitas se reunieron, junto con otras personas, “con címbalos y con instrumentos de cuerda y arpas, [...] y junto con ellos sacerdotes hasta el número de ciento veinte tocando las trompetas; y [...] los trompeteros y los cantores estuvieron como uno solo en hacer que se oyera un solo sonido en alabar y dar gracias a Jehová”. En aquel caso la música era inspiradora y edificante. Se usaba para alabar a Jehová. (2 Crónicas 5:12, 13.)
Probablemente en aquella ocasión cantaron y tocaron el Salmo 136, y sin duda la música les ayudaba a recordar las palabras. Esto ilustra el punto en cuestión... que la música puede comunicar un mensaje. También puede ser un medio de promover algún producto o filosofía, o recomendar cierto modo de vivir, sea que la música esté acompañada de palabras o no. Hoy día esto es cierto sea que se trate de música clásica o moderna.
Por ejemplo, la Encyclopaedia Britannica, en la biografía de Ludwig van Beethoven, “considerado extensamente como el mejor compositor que haya vivido”, declara: “Reveló más vívidamente que cualquier otro de sus antecesores el poder que tiene la música para comunicar una filosofía de vida sin la ayuda de un texto hablado”. Su Sinfonía Pastoral, conocida universalmente, es un ejemplo de esto. Transmite claramente el amor que Beethoven sentía por la naturaleza. Sí, la música puede movernos e influir en nuestras emociones.
Como otro ejemplo, considere las obras del compositor austríaco Gustav Mahler, quien actualmente está de moda entre los amantes de la música clásica. Un musicólogo dice que este compositor tiene una “obsesión con la muerte”, y describe “su incansable búsqueda de algún significado en la vida, búsqueda que impregnaría la vida y la música de Mahler”. Al hablar sobre la Sinfonía Núm. 1 de Mahler, el escritor describe su contenido así: “La obsesión con la muerte ensombrece el disfrute de la vida”. Pasa a decir: “La Sinfonía Núm. 2 comienza con la obsesión con la muerte [...] y culmina en una confesión de la creencia cristiana de la inmortalidad. [...] El elemento religioso de estas obras es muy significativo”. Por eso surge la pregunta: ¿Pudiera ejercer alguna influencia en el oyente la confusión religiosa, las obsesiones y la neurosis de Mahler?
Otro caso es El rito de primavera de Stravinski. Esta música de balet representa un rito pagano en el que una joven virgen baila hasta morir, en sacrificio al dios de la primavera. Este rito, como escribió un comentarista, “se expresa aquí en forma musical, cuya característica más sobresaliente e inmediata es el poder de su ritmo... la fuerza hipnótica y coercitiva de los patrones rítmicos”. Produce un efecto sobrecogedor, y tal vez inquietante. De hecho, “tenía por objetivo derrocar las ideas fijas que había en Europa en cuanto a la tradición musical”.
De modo que hasta la música clásica debería ser motivo de que usted medite y se pregunte: Si me expongo demasiado a cierto tipo de música, ¿tenderá ésta a deprimirme o excitarme excesivamente? ¿Se infiltra la filosofía del compositor en la música y podría esto ejercer una influencia negativa en mi modo de pensar? Por supuesto, si la música de cierto compositor no socava la fe en el Creador y Sus magníficas obras, la influencia del compositor pudiera resultar ser neutral o hasta muy positiva. Además, es posible escuchar música sin saber las ideas que el compositor tenía presentes. En tal caso el significado, si hay alguno, dependerá totalmente de la imaginación de la persona que escuche la música.
Pero ¿pueden estos criterios aplicarse a la música moderna? ¿Es la música moderna edificante, o degradante? ¿Pudiera presentar alguna amenaza a la moralidad y la espiritualidad del cristiano? Nuestro próximo artículo analizará éstos y otros asuntos.
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La música se puede usar con fines siniestros
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¿Es edificante toda la música de ellos?
Mahler
Wagner
Stravinski