BIBLIOTECA EN LÍNEA Watchtower
Watchtower
BIBLIOTECA EN LÍNEA
español
  • BIBLIA
  • PUBLICACIONES
  • REUNIONES
  • La adoración del yo
    ¡Despertad! 1979 | 8 de octubre
    • La adoración del yo

      “¿ADORARME yo mismo? ¡Eso es ridículo!” Puede que para el lector sea “ridículo.” Pero para un número creciente de personas quizás no lo sea. De hecho, tan pronunciada es la tendencia a la egolatría que muchas personas dicen que ésta es la “Generación del Yo.”

      “Bueno, quizás el egoísmo esté un poco desmandado. Pero, ¿adoración del yo? ¿No es eso excederse en cuanto al tema?” A primera vista quizás parezca así, pero el cuadro pudiera cambiar a medida que examinamos más de cerca el movimiento.

      Es cierto que estar consciente, es decir, tener conciencia o noción de las cosas es importante. Tenemos que estar conscientes de lo que pasa a nuestro alrededor. Tenemos que estar conscientes de lo que hay en las personas con quienes nos asociamos... los miembros de nuestra familia, los vecinos, los que viven en nuestra comunidad, incluso de toda persona que vive en la Tierra, pues nuestro mundo se hace cada vez más pequeño. Y, sí, esto de estar conscientes ciertamente nos abarca a nosotros: nuestras ideas y acciones, nuestras necesidades y responsabilidades.

      Sin embargo, esta intensificación de la conciencia del yo que actualmente predican los sicólogos-gurus es un concepto hasta tal grado limitado que la doctrina guiadora parece ser: ‘Yo primero; usted segundo, o sexto, o lo que sea... en realidad esto último tiene sin cuidado al Yo Imperial.’ No toda persona envuelta en este movimiento llega hasta ese extremo, pero muchas sí lo hacen, sea que lo admitan a las claras o no.

      ¿Por qué la ola del YOísmo?

      Hay razones para la actual ola de movimientos que despiertan en el individuo mayor conciencia de sí mismo. Se están desafiando los valores antiguos, y muchas de las religiones ortodoxas ya no los apoyan. Los nuevos códigos que defienden muchos sicólogos y siquiatras no satisfacen el espíritu humano y a menudo son contradictorios. En lo espiritual, millones de personas van a la deriva en mares en constante agitación, en busca de timones confiables y anclas fuertes.

      Estas personas, desilusionadas, se convierten en suelo fértil para las enseñanzas que ponen el yo en un pedestal. Abrazan las doctrinas de “maestros por el prurito de oír novedades; apartarán sus oídos de la verdad y se volverán a las fábulas.” Se les explota “mediante la vana falacia de una filosofía, fundada en tradiciones humanas, según los elementos del mundo [“según los modos materialistas de ver las cosas,” An American Translation].”—2 Tim. 4:3, 4; Col. 2:8, Biblia de Jerusalén.

      ¿Han hallado algunos las respuestas?

      Sin embargo, a muchos les parece que han hallado respuestas genuinas en los movimientos que aguzan en el individuo el sentido de sí. Les parece que han hallado los timones y las anclas que necesitan para capear mares tempestuosos. Pero, ¿los han hallado? ¿Se sienten felices, satisfechos, y han dejado de buscar a tientas, sí, de indagar en pos de las soluciones?

      Hay causa para tener duda razonable de ello. La siguiente serie de artículos sondea más profundamente el pro y el contra de los movimientos que procuran despertar en el individuo mayor conciencia del yo.

  • “Yo primero”... la idolatría de hoy
    ¡Despertad! 1979 | 8 de octubre
    • “Yo primero”... la idolatría de hoy

      Muchos miembros de nuestra generación han perdido la fe en las instituciones humanas... gobierno, leyes, ciencia, religión, matrimonio y en la gente. ¿A dónde dirigirse para llenar el vacío? Muchos se dirigen a su propio interior, a sí mismos. Esto no es nuevo. Solo es un renacimiento.

      EL CREDO de los yo-primero de hoy día es relativamente nuevo para el siglo XX. Rechaza el enfoque de mostrar consideración por otros que era más común a principios de este siglo. Ese sistema ético enseñaba a las personas a pensar en los demás, a hacer bien a otras personas, a animarlas y a hacer ajustes para llevarse bien con otras personas. Todo eso es tabú en lo relacionado con el nuevo culto del “Rey Yo.” Aunque este extremo quizás sea nuevo para este siglo, en realidad no es nuevo... solo es un renacimiento. Es historia antiquísima en repetición.

      A continuación proporcionamos una muestra del nuevo sistema ético, entresacada del actual montón de libros que tratan de fomentar ‘el esfuerzo personal’ y ‘despertar mayor conciencia del yo’:

      “El único que importa soy yo.”

      “Gane por medio de la intimidación.”

      “Pocos saben usar el mundo, en vez de dejarse usar por él.”

      “Aunque es posible obrar por los mejores intereses de otras personas, es importante entender que ése nunca será su objetivo principal.”

      “La buena moralidad tiene muy poco que ver con el éxito.”

      “Usted tiene derecho a juzgar su propio comportamiento.”

      “Esté resuelto a vivir en armonía con el sistema ético que usted ha determinado, no uno que otros le hayan impuesto.”

      “La culpa es una droga que causa afición tan fuerte y destructiva como la heroína.”

      “¿Deja usted que la gente lo trate a patadas?”

      “Nuevas técnicas revolucionarias para salirse con la suya.”

      El contexto en el que se hacen tales declaraciones en las páginas de los libros les quita su dureza. A menudo se presentan principios sanos que son útiles, y no tenemos la intención de categorizar el entero contenido como puro egoísmo. Sin embargo, el tenor de estos libros se ejemplifica en las declaraciones que se citan arriba. Los anuncios y las sobrecubiertas de los libros se valen de estas ideas para engatusar a los lectores. Estos son los sentimientos que se usan como títulos. Estas son las impresiones con las que se quedan los lectores. La disposición que satura a los seguidores del nuevo movimiento exalta al individuo en contraste con la sociedad en general. Se encuentra esta misma egolatría en las películas, la televisión, los deportes, los periódicos y las revistas.

      Seminarios para aguzar el sentido del yo

      Uno de los primeros grupos en este asunto de la introspección se fundó en California en 1962. Hay muchos otros en función ahora. Exploran lo que está dentro de la persona, esforzándose por sacarlo a relucir. Sacar todo el yo a relucir, como dicen. El escritor de novelas políticas Fletcher Knebel describió un ejercicio típico de estos grupos:

      “Un ejercicio me noqueó: Sin hablar, con los ojos vendados, las manos agarradas detrás de la espalda, 24 de nosotros nos pusimos a hacer contacto unos con otros, usando los hombros, brazos, piernas, caderas mientras se tocaba música oriental exótica. Este tanteo en masa, con gente moviéndose tonta y torpemente y rozándose a fin de comunicarse con otros, me parecía el epítome de la existencia humana. Nos buscamos unos a otros desesperadamente, y sin embargo nos tocamos solo fugaz y desconsoladamente. Me salí del grupo, me senté en el suelo y me puse a llorar. ¿Por qué? Tal vez por mi propia soledad y mis propias vejaciones. Nunca olvido esa experiencia.”

      Aunque el novelista Knebel afirma que sacó algún provecho del entrenamiento que experimentó en los seminarios para el desarrollo de mayor conciencia de sí mismo, halló aspectos objetables como los siguientes:

      “Los del movimiento profieren casi tantas palabrotas como los infantes de marina de los EE. UU. Algunos de los líderes de grupo irradian más palabras obscenas que perspicacia. . . . el uso constante y repetido de las mismas malas palabras embota la conciencia misma que el líder se esfuerza por aguzar.

      “Demasiados gurus norteamericanos modernos prometen la luna y dan un rayo de luna. . . . Un fin de semana de revelación sicológica puede ser tan perdurable como una cena china.

      “La más seria falla del movimiento, a mi opinión, es su limitada aplicación al mundo. . . . Intente un fin de semana de aguzar los sentidos para adquirir mayor conciencia del yo entre los ganaderos hambrientos de Malí, en las salas de tortura de los recintos militares de Uganda, o frente a la central mundial de la KGB (servicio secreto) de Moscú. Hay escaso ‘crecimiento’ personal en los países que se encuentran en las garras de la pobreza o la tiranía.”

      Nueva religión en la televisión: “siéntasebien”

      Tom Shales del Post de Washington escribió una columna acerca de los anuncios de televisión. A continuación ofrecemos algunos trozos selectos de ésta:

      “Tal vez nunca en la historia se ha instado a tantas personas a sentirse tan bien acerca de tan poco. Eso se debe a que los anunciadores de TV, quienes siempre han estado envueltos en las normas del yo, han descubierto una nueva herramienta para promover la venta de mercancía. Es el anuncio siéntasebien... el anuncio que le dice a usted que se sienta bien sencillamente por ser usted y acerca de cualquier cosa que lo acerque más a esa meta, ya sea un desodorante, un budín o un nuevo juego de neumáticos radiales con correas de acero. . . .

      “Sin duda hay un fervor religioso en la palabrería de estos vendedores. . . . Pero lo que en realidad se está deificando en los nuevos anuncios es el televidente consumidor mismo. . . . el punto dominante es que el extremismo en la adoración del yo no es un vicio —de hecho es una virtud— . . .

      “La televisión nos dice que echemos mano de todo el placer que podamos. Nunca sugiere que nuestro placer pueda estorbar el placer de otra persona. Sencillamente dice, prosiga, eche mano, o si no lo sentirá. . . .

      “La televisión, el vendedor más hábil que se ha inventado, quizás haya hecho un trabajo demasiado espléndido al vendernos a nosotros mismos. Si de súbito nos viéramos en un desorden económico realmente grave, ¿estaríamos equipados para enfrentarnos con algo tan inconcebible como la abnegación?”

      Los neo-narcisistas

      En la mitología griega Narciso era hijo del dios río Cefiso y de la ninfa Liriope. Según relata el mito, era de sobresaliente belleza. Al ver su propia imagen en las aguas de una fuente se enamoró de sí mismo. Era incapaz de amar a otros, y estaba tan cautivado consigo mismo que ni siquiera se levantó para comer. Languideció y al fin murió. Hoy día el sicoanálisis ortodoxo usa el término narcisismo para aludir a un grado de egoísmo tan intenso que el paciente es indiferente a otras personas... a menos que pueda lograr que ellas lo noten y lo admiren.

      Repetidas veces, el YOísmo de hoy día ha sido llamado nuevo-narcisismo o neo-narcisismo. Nathan Fain, en un artículo para una revista intitulado: “La era de Narciso: ¡A mi salud!” llamó la tendencia “un raudal, en verdad, de narcisismo nacional tal como nunca antes hemos visto.” Lo llamó: “El último desarrollo en la industria norteamericana: el retirarse al cuerpo de uno mismo,” y añadió lo siguiente:

      “Es la última frontera... y tal vez la final. Y a pesar de las campañas fundamentalistas para comerciar con la culpa, inspirar el temor, y por lo general suprimir con [el yoísmo], el arte norteamericano del egoísmo ha entrado en su mayor período clásico.”

      Pero, ¿realmente es “adoración del yo”?

      Una persona se refirió a este exaltar del Yo como “una nueva religión.” Otra le llamó la “adoración de uno mismo.” Para muchas personas que forman parte del movimiento para mayor conciencia del yo esto no llega a ese extremo; pero para algunos sí.

      La Biblia indica que la egolatría puede convertirse en adoración. La “codicia,” dice ella, “es idolatría.” “La avaricia . . . es una especie de idolatría.” (Col. 3:5, Traducción del Nuevo Mundo y Nácar-Colunga) La palabra griega que estas traducciones vierten como “codicia” y “avaricia” es pleonexia. El comentario de la Biblia de Barclay dice en cuanto a esta palabra:

      “Básicamente pleonexia es el deseo de tener más. Los griegos mismos la definieron como un deseo insaciable, y dijeron que sería tan difícil satisfacerlo como llenar un tazón que tuviera un agujero. La definieron como el deseo pecaminoso de tener lo que pertenece a otros. La definieron como la pasión de poseer. Se le ha descrito como egoísmo despiadado.”

      De tales personas, Filipenses 3:19 dice: “Su dios es su vientre.” O como lo vierte la Versión Popular: “Su dios son sus propios apetitos.” Esas personas insisten tercamente en salirse con la suya, de hecho, idolatran su propia voluntad. Siglos antes de Cristo esto fue calificado de idolatría: “La obstinación [es] como la idolatría.”—1 Sam. 15:23, Versión Moderna.

      De hecho, la yo-olatría se remonta hasta la primera pareja humana. Deseaban establecer su propio código de lo que es bueno y malo. Por lo tanto, cuando se les dijo falsamente que podían “ser como Dios, conociendo lo bueno y lo malo,” la mujer comenzó a anhelar esto. Primero ella, y después su esposo, emprendieron este proceder. Fue un error fatal.

      Así es que el credo de los yo-primero de hoy día no es nuevo. Es historia antiquísima en repetición. Existió al principio de la historia humana, y se predijo que estaría presente en los últimos días: “En los últimos días . . . los hombres serán amadores de sí mismos.”—2 Tim. 3:1, 2.

      [Recuadro de la página 5]

      EL CREDO DEL YO-PRIMERO

      Ámate a ti mismo.

      Ama sin poseer.

      Da libre expresión a tus emociones.

      Saca a relucir todo tu interior.

      Hazte valer.

      No te sientas culpable.

      Decide tú entre el bien y el mal.

      Haz lo que te plazca.

      Comí yo, comió el mundo.

      No juzgues.

      No prediques.

      Camina erguido.

      Vive por el momento.

      ¡Con esto me quedo!

  • El ‘yo-ísmo’ nos hace víctimas a todos
    ¡Despertad! 1979 | 8 de octubre
    • El ‘yo-ísmo’ nos hace víctimas a todos

      Los efectos de la filosofía egolátrica del yo primero ciertamente son de mucho alcance. Desafortunadamente, los frutos que produce este árbol maligno nos afectan a todos.

      ¿SON los Estados Unidos una potencia declinante? Esa fue la pregunta que planteó una revista semanal en los Estados Unidos. Lo que inspiró la pregunta se resume en el artículo de la manera siguiente: “En cuanto a lo moral, los ideales tradicionales de trabajar arduamente, refrenarse y sacrificarse están corroyéndose en un ambiente creciente de yo-ísmo que ha traído no solo una delincuencia cada vez mayor, desintegración de la familia y otros trastornos, sino que en cuanto a la educación seglar y el lugar de empleo ha traído normas menguantes que comprometen la posición competitiva de los EE. UU. en el mundo.”—U.S. News & World Report, 27 de noviembre de 1978.

      Los que pertenecen al movimiento que pone el yo en primer lugar recitan monótonamente su doctrina predilecta: ‘Haga como le plazca.’ Un hombre de Chicago hizo esto, lo cual era sodomía, y 32 muchachos están muertos. Los asesinó, tiró algunos en el río, y a otros los enterró debajo de su casa y garaje. Allí se han hallado los restos de 28 muchachos. En 1968 se le había probado culpable de sodomía con un jovencito de 16 años de edad y fue sentenciado a 10 años de cárcel. Solo cumplió 18 meses. Si hubiera cumplido toda la condena 32 jóvenes estarían vivos hoy. En vez de eso, llegaron a ser víctimas de la llamada homosexualidad sin víctimas.

      Hace cinco años hubo 27 muertes de víctimas jóvenes de sodomía en Houston, Texas. Éstas se vieron envueltas en una red de tortura homosexual. No obstante, la sociedad en general está comenzando a adoptar un punto de vista liberal del estilo de vida homosexual. H. L. Richardson, senador del estado de California, no lo hace: “Los homosexuales andan en busca de lo que ellos llaman ‘pollitos.’ Los pollitos son jovencitos susceptibles, por lo general de poco más de 13 años de edad, quienes entonces llegan a ser víctimas de un estilo de vida que de otro modo quizás nunca hubieran considerado. Ciertamente considero que estos jovencitos y sus padres son víctimas.”

      ¿Es este estilo de vida homosexual bueno o malo? Este es el punto de vista de Dios: “Dios los entregó a apetitos sexuales vergonzosos, porque sus hembras cambiaron el uso natural de sí mismas a uno que es contrario a la naturaleza; y así mismo hasta los varones dejaron el uso natural de la hembra y se encendieron violentamente en su lascivia unos para con otros, varones con varones, obrando lo que es obsceno y recibiendo en sí mismos la recompensa completa, que se les debía por su error. . . . los que practican tales cosas son merecedores de muerte.”—Rom. 1:26, 27, 32.

      En su informe especial, el senador Richardson también mostró que dicha inmoralidad también hace víctimas a otras personas: “Dondequiera que la comunidad tiene una actitud relajada en cuanto a la homosexualidad, las películas pornográficas y las prostitutas, hay un aumento vertiginoso en la criminalidad. Hollywood es un ejemplo vivo de esto. Parte de esa zona se ha convertido en un centro de tan gran corrupción que los ciudadanos y negociantes legítimos se están viendo obligados a abandonar la comunidad.” En esos casos las pérdidas financieras relacionadas con la propiedad y los negocios pueden ser inmensas.

      “La pornografía puede causar desviación sexual,” dice el Dr. Victor B. Cline, profesor de sicología. Declara además:

      “Cuando no tratan de proteger la pornografía valiéndose de la Primera Enmienda, los defensores de ésta dicen que es una diversión inofensiva —posiblemente una diversión terapéutica— que pudiera mantener alejados de la calle a los violadores y los desviados sexuales. . . . La literatura sicológica y médica está repleta de casos en que la investigación ha demostrado que la desviación sexual puede surgir no solo de la exposición a actos de la vida real, sino también de la pornografía. . . . Así, aunque podemos decir que en una sociedad libre cada persona debe decidir por su cuenta si va a arriesgarse a usar la pornografía o no, también tenemos que considerar los derechos de alguien que pudiera llegar a ser la víctima involuntaria de un desviado sexual y sus fantasías... todo lo cual pudiera suceder simplemente porque una persona tuvo la oportunidad de arriesgarse con las obras eróticas.

      “La sociedad tiene que acabar por poner algún límite cuando se ve que el daño posible es demasiado grande para ser tolerado. Me parece que ya hace mucho que se pasó ese punto respecto a la pornografía. A mi entender, los que afirman que el exhibir y vender pornografía es un ‘crimen sin víctimas’ están completamente equivocados. La evidencia científica habla demasiado contundentemente en contra de ello.”

      El desmoronamiento de la buena moralidad envía sus raíces a muchas zonas además de la zona sexual. Todos pagamos por ello, de muchas maneras. Una manera es en impuestos más altos para pagar por la protección policíaca, los sistemas judiciales y las cárceles. Otra zona a la que llegan las raíces del árbol del yo-ísmo, según se menciona en la revista preocupada con el poder declinante de los Estados Unidos, es

      ‘Normas menguantes en el lugar de empleo’

      Todos estamos conscientes —y somos víctimas— de la disminución de la calidad en los productos que compramos. Fabricantes de mentalidad Yo usan materiales de calidad inferior. Obreros de mentalidad Yo exigen mayor salario por menos trabajo y mano de obra deficiente. No solo esto; muchos son ladrones avarientos.

      “Uno de los principales investigadores del robo por parte de los empleados dice que el hurto —no el béisbol— es el pasatiempo nacional norteamericano,” según dice un artículo de una revista intitulado “Delincuencia de oficinistas... es un pecado aun si no lo atrapan.” “El ladrón más listo y de más éxito de los Estados Unidos,” comienza por decir el artículo, “trabaja en una oficina.” Continúa diciendo:

      “Lo más probable es que él o ella sea respetable, industrioso, asista a la iglesia, . . . y no sea violento, pero, sin embargo, es un delincuente. El crimen: robar a la compañía, al marchante, al cliente, al gobierno... la asombrosa cantidad robada de más de 40 mil millones de dólares al año. Esa cifra es diez veces más que el total de los crímenes violentos que se cometen en contra de la propiedad.”—U.S. Catholic, enero de 1979.

      La mayoría de las personas por lo menos aparentan estar de acuerdo con la Regla Áurea, pero el aplicarla es una cuestión diferente. Además, cada cual tiene su propio método de dar una explicación racional de su pecado. Muchos razonan: ‘Toma dinero de la caja registradora de la tienda... los precios ya incluyen tales pérdidas.’ ‘Solapadamente llévate materiales del trabajo... de todos modos no me pagan lo suficiente.’ ‘Todo el mundo lo hace. ¿Por qué no debería hacerlo yo?’ Tanto los empleados de oficina como los obreros consideran estas cosas como beneficios adicionales de su empleo. El patrono las considera como robo, y usted y yo somos quienes pagamos. Nosotros somos las víctimas.

      Muchos negociantes hacen peor, como señaló el fiscal del distrito judicial de Nueva York al decir: “Los que estafan y manipulan la bolsa de valores, los funcionarios de corporaciones que obtienen ganancias ilegales por medio de información confidencial, los negociantes que ocultan sus ganancias de las autoridades de impuesto, y un inmenso número de inversionistas en la bolsa de valores estaban usando cuentas extranjeras para no tener que pagar impuestos sobre las ganancias de su comercio.” Los que hacen esto “serían los primeros en quejarse en cuanto al robo o al asalto en su vecindario.”

      ¿A quién puedo demandar?

      Se calcula que en un solo año se entablaron en los Estados Unidos más de siete millones de juicios. Estos vienen como una avalancha que entierra los tribunales. Muchos son juicios legítimos, muchos son frívolos, muchos son avarientos. Es una epidemia de ‘demanda impulsiva,’ como la llamó un jurista. Los pacientes demandan a los médicos, los clientes demandan a los abogados, los estudiantes demandan a los maestros, los trabajadores demandan a los patronos, los marchantes demandan a los fabricantes, la gente demanda a la gente. Hasta afecta a la familia: “Los hijos arrastran a los padres al tribunal, mientras que los esposos y las esposas se demandan unos a otros, los hermanos demandan a hermanos, y amigos demandan a amigos,” como leemos en un artículo que fue publicado por U.S. News & World Report, 4 de diciembre de 1978.

      El artículo alista algunos casos a fin de mostrar los extremos a los cuales ha llegado el impulso de demandar. Un anterior estudiante pide 853.000 dólares por daños y perjuicios de la Universidad de Michigan, en parte debido a la angustia mental que sufrió cuando obtuvo una calificación de “D” en alemán cuando esperaba una calificación de “A.” Un preso escapó, y al ser atrapado demandó al alguacil y los guardas por un millón de dólares por dejarlo escapar, debido a que se le añadió tiempo adicional a su sentencia por haberse escapado. Una madre demandó a los funcionarios por 500.000 dólares debido a que no le permitieron que amamantara a su bebé al lado de una piscina pública de poca profundidad. Un joven demandó a sus padres por 350.000 dólares acusándolos de no haberlo criado apropiadamente y que debido a eso a él ahora no le es posible congeniar con la sociedad. Los padres de una niña entablaron una demanda cuando su hija se rompió el dedo al tratar de recoger una bola alta en un juego de pelota en la escuela, afirmando que el instructor no le había enseñado a la joven cómo recoger la pelota apropiadamente.

      Los expertos sostienen que “el espectro de la litigación está debilitando la productividad, la facultad inventiva y el impulso humano, pues produce ‘un temor a obrar’ en muchos segmentos de la sociedad.” Además, se cree que estas demandas continuarán corroyendo las relaciones personales y las instituciones que han contribuido a mantener unida a la sociedad.

      Así, la gente desea hacer como le place, pero quiere que otros paguen las consecuencias. Desea cometer toda clase de locura y excesos, pero que otros paguen los problemas resultantes. Este es el mandato del yo-ísmo. Todo el mundo es víctima de él.

  • ¿Pecado?... ¿qué es eso?
    ¡Despertad! 1979 | 8 de octubre
    • ¿Pecado?... ¿qué es eso?

      “Abajo con la alucinación de la culpa,” dijo un defensor del YO. La pura verdad es que, los que no sienten culpa están enfermos.

      ¿PUEDE ponerse fin al pecado haciendo una proclamación en ese sentido? Eso sería como poner fin a la fiebre rompiendo el termómetro, como poner fin a la delincuencia deshaciéndose de todas las leyes. El desechar el Libro que define el pecado no remueve el pecado. Hasta sin la Biblia el pecado existe y hay noción de él. Hablando acerca de los que no están familiarizados con las leyes de Dios, la Biblia dice:

      “Cuando los . . . que no tienen Ley, hacen espontáneamente lo que ella manda, aunque la Ley les falte, son ellos su propia Ley; y muestran que llevan escrito dentro el contenido de la Ley cuando la conciencia aporta su testimonio y dialogan sus pensamientos condenando o aprobando.”—Rom. 2:14, 15, Nueva Biblia Española.

      Prescindiendo de las afirmaciones que se hagan, uno sirve a quien quiera o cualquier cosa que siga: “Esclavos sois de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte, sea de la obediencia para justicia.”—Rom. 6:16, Besson.

      El pecado y la culpa existen en las vidas imperfectas de todos nosotros. El obrar como la mujer de Proverbios 30:20 no altera ese hecho: “Aquí está el camino de la mujer adúltera: ha comido y se ha limpiado la boca y ha dicho: ‘No he cometido mal alguno.’” La generación actual del Yo imita la negación de ella a ver el pecado y la culpa. Tal como dice la cubierta del libro Whatever Became of Sin? (¿Qué habrá sido del pecado?), escrito por el Dr. Karl Menninger: “La palabra ‘pecado’ casi ha desaparecido de nuestro vocabulario, pero el sentido de culpa permanece en nuestro corazón y mente.”

      El valor de la culpa

      “Algunas personas,” dice el sicoanalista Willard Gaylin, “nunca han experimentado el sentimiento de culpabilidad. Sin embargo, esas personas no son las afortunadas, ni tampoco somos nosotros afortunados por tenerlas entre nosotros. El no sentir culpa es la falla básica de la persona sicópata o antisocial.” Gaylin está en desacuerdo con los gurus del yo-ísmo, quienes dicen que la culpa es una emoción inútil. “La culpa,” dice él, “no solo es una experiencia singularmente humana; su cultivación en la gente —junto con la vergüenza— sirve los rasgos más nobles, más generosos y humanos que distinguen a nuestra especie.”

      En nuestro fuero interno formamos una identidad o modelo de nosotros mismos. Nos identificamos con este modelo interno. Llega a ser nuestra norma o ideal contra el cual nos medimos, ya sea aprobando o desaprobando. Edificamos ese modelo por medio de la asociación con nuestros padres y sus enseñanzas o ejemplos. Otras personas a quienes respetamos o admiramos contribuyen a este ideal interno que está creciendo en nuestro interior. Los principios que observamos o estudiamos contribuyen a él. Si estudiamos la Biblia este modelo o ideal se amolda al de Jehová Dios, pues la Biblia refleja los principios que se encuentran en Dios, como los de justicia, amor, sabiduría, poder, trabajo, tener propósito, y muchos otros. Mientras más nos acercamos a vivir en armonía con esta norma recta dentro de nosotros, más nos podemos respetar, sí, hasta amarnos.

      Sin embargo, cuando no nos elevamos a la altura de este ideal interior, sentimos culpa. ¿Es esto útil? Acerca de este punto, el sicoanalista Gaylin dice:

      “La culpa no es una emoción ‘inútil,’ es la emoción que moldea gran parte de nuestra bondad y generosidad. Nos señala cuando hemos transgredido códigos de comportamiento que deseamos sostener personalmente. El sentirnos culpables nos informa que no hemos obrado en armonía con nuestros propios ideales.”

      La conciencia nos hace únicos en nuestro género

      De todas las criaturas terrestres, el único que tiene conciencia es el ser humano. La base para el funcionamiento de ésta son las normas o ideales que tenemos dentro. Si estudiamos la Biblia y llegamos a ser como Dios, podemos dejar que nuestra conciencia sea nuestra guía sin correr riesgo alguno. Si nuestra conducta no llega a la altura de la voluntad de Dios, la conciencia nos remuerde, y nos sentimos culpables.

      Los animales no tienen una conciencia que les haga sentirse culpables. Los perros pudieran dar la apariencia de sentirse culpables cuando han desobedecido, pero esto solo es el temor a nuestro desagrado. Pero la conciencia hace que la gente escudriñe su conducta. “Su conciencia da testimonio con ellos y, entre sus propios pensamientos [en cuanto a lo que ellos deberían ser], están siendo acusados o hasta excusados.”—Rom. 2:15.

      En sus esfuerzos por ‘acabar con la alucinación de la culpa,’ la gente endurece su conciencia a fin de hacerla insensible, callarla. Llegan a estar “marcados en su conciencia como si fuera con hierro de marcar.” También tienen que tratar de reemplazar su anterior ideal interno con un nuevo ideal, uno con normas inferiores o carente de normas. Es un regreso a la antiquísima inmoralidad, pero disfrazada y endulzada como “la nueva moralidad.” Al hacer esto, “tienen contaminada tanto su mente como su conciencia.”—1 Tim. 4:2; Tito 1:15.

      Debemos retener la valiosa habilidad de sentir culpa. A fin de hacer eso, “tengan una buena conciencia.” Si la conciencia está débil, no la contamine por medio de obrar contrario a ella, sino fortalézcala por medio de llevar a la madurez cristiana la “persona secreta del corazón,” que se basa en la Palabra de Dios.—1 Ped. 3:4, 16; 1 Cor. 8:7.

      Enfréntese a sus sentimientos de culpa

      “Todos han pecado y no alcanzan a la gloria de Dios,” a la imagen de quien fue creado el hombre. (Rom. 3:23; Gén. 1:27) Por lo tanto, todos tienen causa para sentirse culpables. Los que no se sienten culpables están escondiéndose sin buen éxito, como el avestruz que mete la cabeza en la arena.

      Los primeros dos seres humanos se sintieron culpables cuando pecaron, y se escondieron. Cuando se les halló y se les confrontó, hicieron como hacemos muchos de nosotros: trataron de echarle la culpa a otra persona. El registro declara: “Pasó el hombre a decir: ‘La mujer que me diste para que estuviese conmigo, ella me dio fruto del árbol y así es que comí.’ Con eso Jehová Dios le dijo a la mujer: ‘¿Qué es esto que has hecho?’ A lo cual respondió la mujer: ‘La serpiente... ella me engañó y así es que comí.’”—Gén. 3:12, 13.

      Se dice que a la miseria le gusta la compañía. La culpa está aún más deleitada con la compañía... ¡mientras más mejor! El Dr. Menninger escribió:

      “Si se puede hacer que un grupo de personas comparta la responsabilidad por lo que sería un pecado si un individuo lo hiciera, la carga de la culpa rápidamente se levanta de los hombros de todos los interesados. Otros quizás acusen, pero la culpa compartida por muchos se evapora para el individuo.”—Whatever Became of Sin?, pág. 95.

      ¿A qué puede llegar esto con el tiempo? Sobre “el pecado de la guerra,” dice él: “Todos los comportamientos que ordinariamente se consideran como criminales y/o pecaminosos de súbito son sancionados... el asesinato, la mutilación criminal, el incendio premeditado, el robo, el engaño, la violación de la propiedad, el sabotaje, el vandalismo, y la crueldad.”—Pág. 101.

      Menninger pasa a pintar el pecado más vívidamente y hace las siguientes preguntas:

      “El cuadro de un niño que grita al quemarse o de una mujer medio despedazada o destripada nos da una sacudida y nos repugna, aunque se nos ahorra el tener que oír el sonido de los gritos y gemidos. No somos testigos del dolor de la madre desconsolada. No sabemos nada del desespero, la desesperanza, la pérdida de todo. No vamos con ellos a los hospitales y observamos sus heridas horribles, quemaduras agonizantes, miembros despedazados. Y todo esto solo es un pequeño punto en un gran mapa de millones de personas. No se puede describir. No se puede captar. No se puede imaginar.

      “Pero ¿quién es responsable de este mal? Seguramente es pecaminoso, ¿pero de quién es el pecado? Nadie desea que se le atribuya la responsabilidad. Alguien le dijo a alguien que le dijera a alguien que le dijera a alguien que hiciera tal y tal cosa. Alguien decidió lanzarlo y alguien concordó en pagar por ello. ¿Pero quién? ¿Y cómo voté yo? . . . A veces me parece que las únicas personas que son completa y consistentemente morales son las que rehúsan participar.”—Págs. 102, 103.

      ¡Enfréntese a sus propias culpas!

      La honradez exige que cada uno de nosotros se enfrente a su pecado y culpa. La salud mental requiere que nos libremos de ello. Jehová nos provee el modo de hacerlo.

      La Palabra de Dios señala el único modo adecuado de arreglárselas con el pecado. Enfréntese a él: “Si hacemos la declaración: ‘No tenemos pecado,’ a nosotros mismos nos estamos extraviando y la verdad no está en nosotros.” (1 Juan 1:8) “El que está encubriendo sus transgresiones no tendrá éxito.” (Pro. 28:13) Confiese su pecado a Dios: “Dije: ‘Haré confesión acerca de mis transgresiones a Jehová.’” (Sal. 32:5) El perdón sigue a la confesión: “Si confesamos nuestros pecados [a Dios], él es fiel y justo para perdonarnos nuestros pecados.” (1 Juan 1:9) La culpa entonces desaparece: El perdón de Dios viene por medio de Cristo, y ese perdón “limpiará nuestra conciencia de obras muertas.” (Col. 1:14; Heb. 9:14) Entonces nuestras conciencias ya no sienten culpa.

      De modo que, enfréntese a su pecado, reconózcalo, confiéseselo a Dios, busque el perdón de su pecado. A veces pudiera seguir el castigo, pero a menudo tras la confesión viene el perdón y eso termina el asunto.

      La generación del Yo trata de descartar la culpa negando el pecado. En sentido literal pecar significa “errar la marca.” La “nueva moralidad” de estos individuos ciertamente ha errado la marca, como lo muestran sus frutos. Los sicólogos que se especializan en el comportamiento presentan el argumento de que no tomamos decisiones personales y por lo tanto no tenemos responsabilidad, pero eso es igual que esconder el polvo debajo de la alfombra, en vez de barrerlo. Es una sicología en que nadie es responsable: a nadie debe culparse, nadie es culpable, nadie está pecando. Es la clase de jerga sicológica que adoptan los yo-primero y detrás de la cual se esconden, preguntando con cejas arqueadas: “¿Pecado? ¿Qué es eso?”

      Es sicología sana reconocer el pecado y enfrentarse a él. La Palabra de Dios es la clave que nos permite hacer esto. Esta muestra que debemos tener debido respeto por nosotros mismos, debemos mostrar consideración por otros, y, sobre todo, debemos amar a nuestro Creador Jehová Dios y aceptar sus principios como nuestra guía. El artículo siguiente desarrolla estos puntos.

  • Hay que: estar consciente de Dios, estar consciente de otros, estar consciente de uno mismo
    ¡Despertad! 1979 | 8 de octubre
    • Hay que: estar consciente de Dios, estar consciente de otros, estar consciente de uno mismo

      “Tienes que amar a Jehová tu Dios . . . Tienes que amar a tu prójimo como a ti mismo.”—Mar. 12:30, 31.

      TENEMOS que vernos como somos, la manera en que se nos ha hecho, lo que la historia ha revelado acerca de nosotros. ¿Qué proceder ha resultado práctico, provechoso?

      Somos carnales, pero también tenemos un lado espiritual. ¿Hemos de ser como los hedonistas, quienes siempre complacen la carne? ¿O como los ascéticos, que castigan la carne para exaltar el espíritu?

      Por supuesto, la Biblia no favorece el hedonismo. Y contrario a los ejemplos de algunas religiones, la Biblia tampoco favorece el ascetismo: “Cierto, tiene fama de sabiduría, con su fervor obligado, su mortificación de uno mismo, y su severidad con el cuerpo; pero de nada vale al combatir la sensualidad.”—Col. 2:23, The New English Bible.

      La Biblia no favorece el extremismo, sino el equilibrio y la razón. “Llegue a ser conocido de todos los hombres,” dice, “lo razonables que son ustedes.” (Fili. 4:5) Si hartamos la carne, el espíritu padece hambre. Si nos hacemos fanáticos en nuestro enfoque de los asuntos espirituales, la carne sufre. Cuide de la carne sin hacerse materialista: “Teniendo, pues, sustento y con qué cubrirnos, estaremos contentos con estas cosas.” La carne es importante, pero el espíritu es mucho más importante: “El espíritu del hombre puede aguantar su dolencia; pero en cuanto al espíritu herido, ¿quién puede soportarlo?” Así que es vital estar al tanto de las necesidades del espíritu: “Felices son los que están conscientes de su necesidad espiritual.”—1 Tim. 6:8; Pro. 18:14; Mat. 5:3.

      Necesita amarse a sí mismo

      ¿Amarse a sí mismo? ¿No suena eso igual que el modo de hablar de la generación del Yo? No, pues no nos referimos al amor ególatra del mitológico Narciso, que excluía la posibilidad de verdaderamente amar a otros. De hecho, es necesario amarse a sí mismo antes de poder amar a otros. La sicología moderna sabe esto, pero fue reconocido 35 siglos antes de la sicología de hoy día. Moisés escribió en Levítico 19:18: “Tienes que amar a tu prójimo como a ti mismo.” Uno debe amarse a sí mismo, y amar al prójimo como a uno mismo.

      Debemos amarnos a nosotros mismos en el sentido de cuidar de nosotros, respetarnos, estar conscientes de lo que valemos. A fin de poder hacer esto tenemos que estar a la altura de lo que sabemos que es justo a los ojos de Dios, a la altura de lo que nuestra conciencia sensitiva y debidamente entrenada espera de nosotros. Si fallamos nos disgustamos con nosotros mismos y nos sentimos culpables y responsables. Debido a que no nos complace esta situación, tratamos de echar esta culpa a otros, y esto deteriora nuestra relación con otros.

      Tenemos un ejemplo de esto en el caso de Adán y Eva. Ellos sabían lo que debían hacer. Cuando hicieron lo opuesto se escondieron de Dios porque se sintieron culpables. Cuando él los confrontó, los dos trataron de echar la culpa a otro... Adán a su esposa, y a Dios por darle esta mujer; Eva le echó la culpa a la serpiente. (Gén. 3:12, 13) Adán ya no podía sentir amor ni respeto genuinos por sí mismo, y esto estropeó su relación tanto con su esposa como con Dios. Eva también trató de echar la culpa a otro a fin de poder exonerarse y de ese modo respetarse a sí misma. Pero, en el caso de las personas cuya conciencia no está totalmente insensible, la culpa no se disuelve de este modo. Podemos tratar de hacerlo, pero no nos engañamos a nosotros mismos, y nuestro propio disgusto interior impide que amemos a otros. Uno tiene que amarse a sí mismo.

      Necesita amar a otros

      La sicología moderna también reconoce esta necesidad. El sicoanalista Willard Gaylin dijo en la revista Atlantic de enero de 1979:

      “No hay tal cosa como supervivencia individual. El ser humano es humano debido a la formación que le dan otros seres humanos, y sin esto no puede sobrevivir. O si el amor y el cuidado se suplen solo a grado mínimo, quizás pueda sobrevivir como entidad biológica sin las cualidades humanas que lo elevan por sobre la hueste de animales comunes. Hasta después del desarrollo, si en cualquier punto clave se retira al individuo de contacto alguno con los miembros de su género, quizás pueda recrear en su imaginación relaciones sociales que lo sostengan por un período, pero corre el riesgo de ser reducido a un animal.”

      El sicoanalista Otto Kernberg en el número de junio de 1978 de Psychology Today dijo lo siguiente:

      “Si todas las otras cosas permanecen iguales, hay algo que le sucede al que tiene una relación estrecha con otra persona que le trae gran satisfacción al individuo. . . . Y cuando esto no puede lograrse, uno siente un vacío y un descontento crónico.”

      Necesitamos el reconocimiento de otros y ser aceptado por ellos. El mejor modo de recibir es dar, como Jesús mostró: “Practiquen el dar y se les dará. Derramarán en sus regazos una medida excelente, apretada, remecida y rebosante. Porque con la medida con que ustedes miden, se les medirá a ustedes en cambio.” (Luc. 6:38) Hay felicidad en recibir, pero hay más felicidad en dar. Al dar nuestro amor lo ejercitamos y esto lo hace crecer, aumentando nuestra capacidad para amar a otros; y a cambio segamos el amor de ellos. Ame a otros primero, y de este modo ellos lo amarán a usted. Esto se hace patente en el amor que Jehová ha mostrado a la humanidad agradecida: “En cuanto a nosotros, amamos, porque él nos amó primero.”—1 Juan 4:19; Hech. 20:35.

      Los niñitos necesitan aprender la importancia de amar a otros. Es importante que jueguen con otros de su misma edad, pues esto les enseña que no siempre pueden salirse con la suya, que no siempre pueden hacer lo que les plazca, que no siempre pueden ser el-primero. Los pequeñuelos propenden a exigir que las cosas se hagan a su modo, pero pronto aprenden que el precio que hay que pagar por el compañerismo es que a otros también les debe tocar ser el primero. Los yo-primero terminan solitarios.

      Necesita amar a Dios

      Somos pequeñas nonadas en comparación con el tamaño de la Tierra, que a su vez es pequeña en comparación con nuestro Sol, el cual es una estrella pequeña entre los miles de millones de estrellas de nuestra Vía Láctea. La galaxia Vía Láctea es solo una de las miles de millones de galaxias que se encuentran en el universo. En comparación con la vastedad del universo somos microscópicos y totalmente insignificantes... a menos que el Dios que hizo el universo nos haya hecho, nos quiera, y tenga un propósito para nosotros. Así es, y por esta razón nuestra vida puede tener propósito y significado. Él nos ama; tenemos que amarlo a él. Este es un punto que se recalca repetidas veces en la Biblia. Un escritor religioso, Leslie K. Tarr, contrastó la filosofía de los yo-primero con el cristianismo, diciendo:

      “El evangelio del interés propio da en el corazón de todo lo que es noble en nuestra cultura y se opone diametralmente al evangelio cristiano. El ‘único que importa soy yo’ es el grito de batalla de una nueva barbarie. El evangelio es un llamado en otra dirección. Llama a uno a negarse a sí mismo, cargar la cruz, . . . volver la otra mejilla e ir la segunda milla. En contraste con eso, el llamado a ‘ser el único que importa’ suena mezquino. . . . El evangelio orientado hacia el interior de uno mismo, en sus formas seglares y religiosas, es muy diferente del mensaje que dirige nuestros ojos primero hacia Dios y entonces al exterior, hacia otras personas.”—Star de Toronto, 25 de noviembre de 1978.

      El respetado historiador Arnold Toynbee habló de la grave brecha moral a la que nos enfrentamos, y dijo acerca de la ciencia:

      “No ha ayudado [al hombre] a escapar de la cárcel de su egolatría innata a fin de comulgar o unirse con cierta realidad que es más grande, más importante, más valiosa y más duradera que el individuo mismo.”—Surviving the Future, por Arnold Toynbee.

      Los gurus modernos del Yo-ísmo ávidamente van en pos de la quimera del Yo con raudales de libros sobre yo-primero, y tratan de realizar sus ilusiones. Pero miles de años de historia humana han revelado que de las filosofías humanas no ha resultado ningún beneficio duradero. “La sabiduría queda probada justa por sus obras,” y la sabiduría humana no ha dado tal prueba. (Mat. 11:19) Los hombres quizás se burlen y digan que la sabiduría bíblica no es práctica, pero subsiste el hecho de que el mundo nunca la ha puesto a prueba... nunca ha probado el amor a Dios; el amor al prójimo; ni siquiera el debido amor a uno mismo. Y ciertamente no ha puesto a prueba la Regla Áurea que Jesús proclamó: “Por lo tanto, todas las cosas que quieren que los hombres les hagan, también ustedes de igual manera tienen que hacérselas a ellos.”—Mat. 7:12.

      El siquiatra Karl Menninger, en su libro Whatever Became of Sin? declaró lo siguiente: “El trascender la egolatría de uno mismo no es una virtud; es una necesidad salvadora.”

      Tenemos que estar conscientes de nosotros mismos, y de otros, y muy ciertamente estar conscientes de Jehová Dios. Jesús puso estas necesidades en la debida perspectiva cuando le preguntaron: “Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley?” Su respuesta fue: “‘Tienes que amar a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente.’ Este es el más grande y el primer mandamiento. El segundo, semejante a él, es éste: ‘Tienes que amar a tu prójimo como a ti mismo.’ De estos dos mandamientos pende toda la Ley, y los Profetas.”—Mat. 22:36-40.

  • Venden el mundo
    ¡Despertad! 1979 | 8 de octubre
    • Venden el mundo

      ◆ El mundo no comunista gasta en anuncios para vender productos un promedio anual de 25 dólares por persona. Y, según la edición de 1978 de World Advertising Expenditures, los Estados Unidos gastan más que el resto del mundo entero. Se asedia a cada norteamericano con más de 150 dólares de anuncios, mientras que cada etíope recibe aproximadamente el valor de tres centavos.

Publicaciones en español (1950-2025)
Cerrar sesión
Iniciar sesión
  • español
  • Compartir
  • Configuración
  • Copyright © 2025 Watch Tower Bible and Tract Society of Pennsylvania
  • Condiciones de uso
  • Política de privacidad
  • Configuración de privacidad
  • JW.ORG
  • Iniciar sesión
Compartir