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Hitler... muerto, pero no olvidado¡Despertad! 1985 | 8 de junio
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Hitler... muerto, pero no olvidado
EL VIERNES 26 de septiembre de 1980 había estado cálido y soleado en el sur de Alemania. Sin embargo, para las 10.15 de la noche hacía fresco. Multitudes de personas salían de las enormes tiendas de campaña bajo las cuales habían estado bebiendo cerveza en el famoso Oktoberfest de Munich y se dirigían a las salidas. De repente hubo un tremendo destello de luz cerca de una de las puertas principales, y una gigantesca explosión hirió el aire y dejó a más de 200 personas heridas y 13 muertas.
Una investigación posterior reveló que la persona responsable de ese ataque terrorista estaba relacionada con un grupo neonazi. Apenas ocho semanas antes, un ataque derechista parecido había quitado la vida a más de 80 personas en Bolonia, Italia, cuando estalló una bomba en una estación de ferrocarril. Y durante el mismo período, Francia estaba experimentando la ola de violencia antisemítica más intensa desde la II Guerra Mundial.
Para la mayoría de la gente, el nazismo (o neonazismo) y Hitler son casi sinónimos. De modo que sucesos como éstos han mantenido a Hitler vivo a través de los años, al menos en los medios de información. Y estas nuevas atrocidades nazis han ocurrido antes que las viejas siquiera se hayan olvidado. De hecho, el periódico alemán Nürnberger Nachrichten señala que en diciembre de 1983, un personal de 35 empleados, incluso 10 jueces y fiscales, estaba “todavía ocupado reuniendo, comprobando, evaluando y enviando a los tribunales toda información disponible sobre crímenes nazis [cometidos durante la época de Hitler]”. Añadió que “129 casos todavía están pendientes, mientras que más de 1.700 procesos todavía están en curso”.
Todo eso tal vez pase en gran parte inadvertido por el público en general. Pero otros sucesos han sido muy eficaces para resucitar los recuerdos del nazismo que millones de personas han tratado de olvidar. Considere, por ejemplo, Holocaust —un programa de televisión de hace unos cuantos años— o el reportaje sensacionalista de 1983 con relación a una popular revista alemana que había obtenido copias de diarios personales de Hitler. Esas noticias, acogidas por algunas personas con escepticismo, llegaron a ser muy conocidas cuando se descubrió que los diarios eran falsos. Un alemán, claramente indignado y frustrado, preguntó: “¿Nunca dejará Hitler de ponernos en ridículo?”.
No es de extrañar que el periódico Toronto Star, de Canadá, comentara: “Seguimos horrorizados, pero al mismo tiempo fascinados y hasta hipnotizados tanto por el Führer como por el estado que él dirigió”. Esto parece ser así porque —según una fuente alemana— “el torrente de obras publicadas sobre el Tercer Reich [Imperio] parece que va aumentando a medida que el período se aleja en el pasado. Más de 20.000 publicaciones han aparecido, y hasta los expertos no pueden esperar que se han de enterar de todas ellas”.
¿A qué se debe esta fascinación mundial con Hitler y su Tercer Reich? ¿Pudiera ser tal fascinación, junto con los grupos neonazis, que según la revista Der Spiegel se están haciendo “cada vez más belicosos”, el presagio de que la historia va a repetirse? Algunas publicaciones neonazis se jactan diciendo: “No somos los restos del ayer, sino la vanguardia del mañana”. Entonces, no es sin razón ni sin causa que algunas personas preguntan: ‘El nazismo... ¿podría ocurrir de nuevo?’.
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¿Cómo ocurrió?¡Despertad! 1985 | 8 de junio
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¿Cómo ocurrió?
“¿CÓMO fue posible que un régimen bárbaro como el Tercer Reich nazi llegara al poder en uno de los países más avanzados económicamente y más sofisticados culturalmente en el mundo?” Esta pregunta que hace reflexionar la planteó el historiador J. Noakes al escribir para la revista History Today. Quizás se puede contestar con un poco de información sobre los antecedentes.
El partido nazi no lo fundó Adolfo Hitler. En 1919 Anton Drexler, cerrajero de Munich, fundó el Deutsche Arbeiterpartei (Partido Obrero Alemán). Un año más tarde, éste cambió de nombre a Nationalsozialistische Deutsche Arbeiterpartei (Partido Obrero Alemán Nacionalsocialista), y en 1921 Hitler se convirtió en su líder. Drexler se retiró del partido más tarde por su oposición a Hitler. La palabra “nazi” se derivó de la primera palabra del nombre del partido.
En 1923 Hitler y el partido fracasaron en una tentativa para derrocar el gobierno, y Hitler fue encarcelado. Durante ese tiempo escribió su libro Mein Kampf (Mi lucha). En éste expuso las metas y enseñanzas principales del partido y declaró como su meta suprema “la naturalización de las masas”. A fin de alcanzar esta meta, declaró que “ningún sacrificio social es demasiado grande”. El Estado tiene que demostrar que es “el defensor de un futuro de mil años”, escribió él.
Al principio no se tomó en serio a Hitler y su partido. Su estilo rimbombante de hablar llevó al escritor alemán Kurt Tucholsky a decir en aquel tiempo: “El hombre no existe; es solo el ruido que produce”. Tucholsky sin duda habló por muchas personas. Pero el hombre sí existía, y había de producir mucho más que ruido.
Factores de la toma del poder por los nazis
Los alemanes quedaron desilusionados después de su derrota en la I Guerra Mundial. Consideraron que las pesadas sanciones que se les impusieron mediante el Tratado de Versalles eran demasiado gravosas e injustas. No había un fuerte liderato político. La situación económica empeoraba de semana en semana. Una depresión mundial contribuyó a que millones de trabajadores quedaran sin empleo. Un ambiente cargado de desesperación y una sensación de inseguridad ahogaba el gozo de vivir.
Mediante una hábil campaña de propaganda, el movimiento nazi tuvo éxito en convertir las masas en un instrumento complaciente para llevar a cabo sus metas políticas. Sus grandiosas promesas respecto al futuro captaron el interés de la nación. Explotó para sus propios propósitos el temor que el pueblo tenía al comunismo. Proveyó al militarismo prusiano una nueva oportunidad de manifestarse. El partido ofreció a los jóvenes excitación, aventura, camaradería y la embriagadora sensación de participar personalmente en el renacimiento de una nación alemana más poderosa.
Tan solo seis años después de llegar al poder, Hitler, en un discurso que pronunció el 28 de abril de 1939, habló acerca de sus éxitos. Entre éstos estaban el restablecimiento del orden, el aumento de la producción, el fin del desempleo y el abandono de las restricciones del Tratado de Versalles. Luego añadió: “Las provincias que se nos robaron en 1919 yo las he devuelto al Reich [...] He restablecido la unidad histórica de mil años del pueblo alemán y he [...] logrado esto sin el derramamiento de sangre y, por lo tanto, sin someter mi pueblo u otros a las desgracias de la guerra”.
En el libro Anmerkungen zu Hitler (Comentarios acerca de Hitler), el escritor Sebastian Haffner explica que para los alemanes “Hitler era un prodigio... ‘alguien enviado por Dios’”. Así que los éxitos de Hitler, además de la propaganda astuta, permitieron al partido nazi adquirir tanto control sobre la gente que el movimiento comenzó a adoptar matices religiosos. El apoyo de las metas del partido se convirtió pronto en un deber “sagrado”.
Esto nos ayuda a entender mejor lo que escribió William L. Shirer en su libro The Nightmare Years: “El frenesí de las multitudes me fascinó aun más que mi primer vistazo al dictador [...] Cuando él apareció en el balcón por un momento y saludó con la mano, ellas se volvieron locas. Varias mujeres se desmayaron. Algunas personas, hombres y mujeres, fueron pisoteadas a medida que la muchedumbre se acercaba en tropel para mirar más de cerca a su mesías. Pues eso parecía ser para ellas”.
[Comentario en la página 5]
Los nazis convirtieron las masas en un instrumento complaciente
[Fotografía en la página 5]
Para muchos, Hitler fue “enviado por Dios”, dice un escritor alemán
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¿Podría ocurrir de nuevo?¡Despertad! 1985 | 8 de junio
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¿Podría ocurrir de nuevo?
LAS cifras exactas del total de neonazis que hay en Alemania hoy son difíciles de conseguir. No obstante, una agencia que vigila el extremismo político en la República Federal calcula que quizás haya mucho más de 20.000 miembros en lo que llama organizaciones de extrema derecha. Éstas están divididas en muchos grupos, pocos de los cuales llegan a centenares de miembros.
Esto parecería hablar en contra de un resurgimiento poderoso del nazismo, pues, ¿qué sería el nazismo sin un líder como Hitler que fuera capaz de unir bajo su liderato todas esas facciones diferentes? Hasta ahora no se ha levantado ningún nuevo mesías político de esa índole, ni siquiera Michael Kühnen, uno de los neonazis más conocidos de Alemania. Otro neonazi describió a Kühnen como “la mano derecha del Führer Adolfo Hitler en la Tierra”. Y dijo de Hitler: “El Führer es tan santo para nosotros como Jesús lo es para los cristianos”.
Además, las circunstancias de Alemania hoy día son muy diferentes a las de la época antes de Hitler. La tasa de desempleo es alta, pero no se parece en nada al 30 por 100 que alcanzó a principios de la década de los treinta. La inflación en la actualidad es moderada en comparación con la de la década de los veinte, ¡cuando en dos años subió el precio de un artículo de 35 marcos a 1.200.400.000.000 de marcos! El patriotismo y el militarismo casi no existen hoy día. Y la actual constitución alemana contiene estipulaciones preventivas contra el restablecimiento de una dictadura.
Con todo, muchas personas creen que no se debe subestimar al neonazismo. El historiador Karl-Dietrich Bracher, de la Universidad de Bonn, advierte: “En la década de los veinte también había una situación en que solo existían grupitos, no una organización grande”. Y como han demostrado los ataques terroristas en país tras país, solamente se requieren unos cuantos individuos sumamente dedicados para presentar un peligro que no guarda ninguna proporción con sus cantidades de miembros.
Los peligros en otras partes
A principios de este año, Kühnen fue sentenciado a más de tres años de prisión por sus actividades neonazis. Antes de ser detenido, se informa que había utilizado su tiempo, después de huir de Alemania, “para perfeccionar la derecha radical” en Suiza. Un periódico suizo informa: “Con satisfacción pudo percibir que aquí en este país su ideología ‘está siendo representada de modo muy competente por varios grupos’”.
Además, en la tierra natal de Hitler, Austria, la cual él incorporó en su Tercer Reich en marzo de 1938, no faltan grupos de ese tipo. Algunos austriacos de edad avanzada recuerdan con cierta añoranza aquel período de la historia en que los nazis gobernaron sobre Austria. Dichas personas de edad avanzada están disgustadas con los jóvenes libertinos de hoy día, caracterizados por su ropa sucia y su modo de vivir dominado por las drogas, y los mayores tienden a quejarse de que “eso nunca podría haber ocurrido bajo Hitler”. Tal vez hasta recuerden los días de Hitler en que “uno podía caminar por las calles de noche sin temor”. Algunos quizás prefieran pasar por alto los excesos del régimen y declaren: “Lo que necesitamos hoy día es solamente un pequeño Hitler”.
Pero el neonazismo se halla en otros lugares aparte de Europa. De acuerdo con un reportaje del periódico Frankfurter Rundschau, casi 10.000 nazis escaparon a varios países de América del Sur a fines de la II Guerra Mundial. ¿Pudieran presentar ellos una amenaza? En cuanto al peligro de un resurgimiento del nazismo en Paraguay, en ABC revista se publicó una serie de entrevistas con autoridades destacadas. Citó las siguientes palabras del doctor en derecho Jaime S. Edan: “El nazismo vive y está latente”. Un político eminente concordó y dijo: “El nacional-socialismo no ha muerto”.
¿Y qué hay del nazismo en los Estados Unidos? El fundador del Partido Nazi Estadounidense, George Lincoln Rockwell, fue asesinado en 1967. Pero su ideología todavía existe en varios grupos neonazis. Diez años después de la muerte de Rockwell, la revista Time señaló que aunque “todo el culto nazi es políticamente impotente y está menguando en cantidad de miembros, su potencial para incitar odio y provocar violencia sigue siendo alto”.
Así que, ¿podría ocurrir de nuevo?
Hablando del neonazismo en Alemania, el periódico alemán Süddeutsche Zeitung concluyó: “En vista de los antecedentes históricos de Alemania y el régimen criminal nazi, las actividades derechistas tal vez no constituyan un peligro grave, pero de todas formas son una vergüenza”. Y el periódico Die Zeit fue incluso más claro al declarar: “El renacimiento del movimiento nazi en Alemania Occidental es una idea absurda, principalmente porque las circunstancias que prepararon el terreno para la aparición del nazismo ya no existen”.
Así que el peligro de que un “pequeño” Hitler —o uno “grande”, en cuanto a eso— se levante para restablecer el nazismo en la posición que tenía bajo Hitler parece en la actualidad muy remoto. Un estudiante alemán de 17 años de edad sostiene: “Se nos ha advertido lo suficiente. Nos encargaremos de que algo como aquello nunca ocurra de nuevo”.
Quizás nunca ocurra. Pero el nazismo no es el único sistema que ha empleado la opresión o la crueldad. Y el tiempo ha mostrado que Hitler no fue el último dictador en el mundo. A medida que la gente sigue experimentando con varios tipos de gobierno, aparecen regímenes opresivos. ¿Cómo podemos guardarnos de ser víctimas de ellos? La respuesta se puede hallar al echar de nuevo un vistazo al Tercer Reich de Hitler.
[Comentario en la página 6]
Un neonazi dijo: Hitler “es tan santo para nosotros como Jesús lo es para los cristianos”
[Comentario en la página 7]
El nazismo no es el único sistema que ha empleado la opresión
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Rechazaron el nazismo... ¿quiénes?¡Despertad! 1985 | 8 de junio
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Rechazaron el nazismo... ¿quiénes?
“¡HEIL Hitler!” era el saludo obligatorio durante el Tercer Reich de Hitler. Pero —según el periódico Frankfurter Allgemeine Zeitung— muchas personas “combinaron los conceptos míticos, y hasta religiosos con la persona del Führer”. Así, el saludo llegó a significar mucho más que solo mostrar el debido respeto a un gobernante. (Véase Romanos 13:7.)
Además, Hitler se jactó al decir: “El Reich Nacionalsocialista durará mil años”. De ese modo se puso a competir con el Mesías del cual habla la Biblia, pues Jesucristo había prometido un gobierno que gobernaría la Tierra por mil años. (Véase Revelación 20:4, 6.)
En el estado policíaco de Hitler era peligroso expresar desacuerdo con las metas nazis públicamente. Solo cuando la política y los abusos del régimen se hicieron manifiestos, y especialmente cuando llegó a ser evidente que se había perdido la guerra, el desacuerdo se convirtió en oposición.
Esa oposición llegó a su punto culminante el 20 de julio de 1944, cuando se atentó contra la vida de Hitler. Algunas de las personas implicadas en el atentado habían concordado originalmente con el nazismo o lo habían apoyado activamente. Justamente 40 años más tarde, el 20 de julio de 1984, Hitler apareció una vez más en los titulares cuando el canciller de la República Federal de Alemania habló en cierta ceremonia que honraba a los que fueron ejecutados o fueron víctimas de otras represalias después del fallido atentado de asesinato.
¿Qué hay de la oposición clerical?
¿Qué hay de los líderes religiosos de Alemania en aquel tiempo? ¿Se opusieron ellos a Hitler y al nazismo? ¿Cuál fue la actitud del clero católico? Respecto al obispo católico Konrad Graf Preysing, de Berlín, el periodista Klaus Scholder explica: “Graf Preysing, que en aquel tiempo todavía era obispo de Eichstätt, fue uno de los muy pocos que, desde el mismo principio, vio el Tercer Reich como un régimen desastroso y criminal”. (Las cursivas son nuestras.) Su oposición fue franca. Pero otros miembros de la Conferencia Alemana de Obispos Católicos, incluso su presidente, el cardenal Bertram, no quisieron hablar claro en contra del nazismo. En vez de eso, le dieron su apoyo. Así, Scholder sigue diciendo: “Mirando hacia el pasado, puede que una persona halle esta lealtad [a Hitler y al nazismo] inexplicable, sí, hasta intolerable”.
Entre los protestantes, a menudo se señala al pastor Martin Niemöller como inquebrantable opositor del régimen nazi. Pero el escritor H. S. Brebeck dice que “la única cuestión que lo separaba de las metas políticas de Hitler era: ‘¿Quién gobierna la Iglesia? ¿La Iglesia misma, o el Partido?’. No obstante, en sentido político, lo apoyaba sin reserva”. Cuando Niemöller murió en 1984, el Frankfurter Allgemeine Zeitung comentó: “Al igual que casi todos los líderes protestantes de Alemania, él originalmente se alegró por el anhelado renacimiento alemán bajo el liderato de Hitler”.
Es igualmente informativo un reportaje del periódico Deutsches Allgemeines Sonntagsblatt (reimpreso en inglés en The German Tribune) acerca de la conferencia de la Federación de Bautistas Europeos que se celebró en Hamburgo, Alemania, en 1984. El artículo declara: “Por primera vez se dijeron palabras aclaratorias sobre la conducta de la Iglesia Bautista durante el Tercer Reich. Hasta ahora, las parroquias no habían querido abordar este problema delicado. No obstante, en el congreso, el cabeza de la sección nacional hizo una ‘confesión’ [...]: ‘No nos unimos públicamente a la lucha [contra el nazismo] [...] y así no opusimos resistencia inequívoca a las violaciones de los mandamientos de Dios. Estamos avergonzados porque nuestra sección alemana sucumbió a la tentación ideológica de aquellos días y no desplegó mayor valor para luchar por la verdad y la justicia’”.
Los hechos prueban que solo una pequeña minoría de clérigos declaró su rechazo del régimen de Hitler. Y aun los que hicieron eso fueron movidos generalmente por la desilusión o por la política eclesiástica más bien que por razones puramente bíblicas. La verdad es que la mayoría de ellos no vieron nada contradictorio en tratar de adherirse al Mesiazgo de Jesucristo por un lado, y por otro lado gritar “Heil” a un falso mesías político y su “reinado de mil años”. El ejemplo despreciable, impío y antibíblico de ellos lo siguieron sus feligreses... para su pesar en común. (Compárese con Mateo 15:14.)
Los que no transigieron
Sin embargo, en Alemania hubo un grupo de personas que defendieron valerosamente los principios cristianos. Ese grupo fue los testigos de Jehová. A diferencia del clero y sus seguidores, los Testigos rehusaron transigir ante Hitler y los nazis. Rehusaron violar los mandamientos de Dios. No quebrantarían su neutralidad cristiana respecto a asuntos políticos. (Véase Isaías 2:2-4; Juan 17:16; Santiago 4:4.) No atribuyeron Heil, o salvación, a Hitler, como lo hizo la abrumadora mayoría de los clérigos y sus feligreses.
En lugar de hacer eso, los testigos de Jehová se unieron al apóstol Pedro al decir acerca de Jesucristo: “No hay salvación en ningún otro, porque no hay otro nombre debajo del cielo que se haya dado entre los hombres mediante el cual tengamos que ser salvos”. (Hechos 4:12; véase también Salmo 118:8, 9; 146:3.) Ninguno de ellos se manchó de sangre las manos en actividades militares a favor de Hitler, pues rehusaron servir en las fuerzas armadas de él. (Juan 13:35; 1 Juan 3:10-12.)
Debido a su intransigente posición en contra de Hitler y el nazismo, los testigos de Jehová fueron perseguidos y luego enviados por millares a campos de concentración. La socióloga polaca Anna Pawełczyńska, quien sobrevivió al infame campo de exterminio de Auschwitz, comenta acerca de la fe firme y la integridad de ellos ante la crueldad inhumana. En su libro Values and Violence in Auschwitz, ella declaró que los testigos de Jehová eran “una firme fuerza ideológica y ganaron su batalla contra el nazismo”. Los calificó de “isla de incansable resistencia que existía en el corazón de una nación aterrorizada”. Y añadió: “Con ese mismo espíritu impávido desempeñaron su función en el campo de Auschwitz. Se las arreglaron para ganarse el respeto de sus compañeros de prisión [...], de los funcionarios de la prisión, y hasta de los oficiales de la SS. Todo el mundo sabía que ningún testigo de Jehová ejecutaría un mandato que estuviera en contra de sus creencias y convicciones religiosas”. Ella concluyó: “Los testigos de Jehová emprendieron una resistencia pasiva por su creencia, que iba en contra de toda guerra y violencia”.
No, los testigos de Jehová no transigieron ante Hitler y su Tercer Reich. No cifraron su confianza y esperanza en el nazismo ni en ningún otro sistema político de este mundo. Rechazaron la gobernación humana por algo mejor. Así, a diferencia del clero y sus seguidores, los Testigos no llegaron a ser las víctimas espirituales del nazismo.
Algo mucho mejor
De la misma manera hoy día, los testigos de Jehová no cifran su confianza y esperanza en ideologías políticas de ninguna clase. Rechazan esas ideologías por algo mucho mejor que Dios ha prometido: un gobierno que Él ha formado y que introducirá un justo nuevo sistema, uno que resolverá todos los problemas de la humanidad. Este único gobierno para toda la Tierra es el Reino de Dios, ya establecido en los cielos bajo su Mesías, Cristo Jesús. (Mateo 6:9, 10; 2 Pedro 3:13.)
El 1 de febrero de 1933, Hitler pronunció su primer discurso por radio. Después de jactarse de cómo cambiaría él a Alemania, concluyó pidiendo a sus oyentes que les dieran tiempo a él y su partido, y luego los juzgaran según los resultados. Doce años más tarde, su “reinado de mil años” terminó en desgracia. Se pronunció la sentencia contra su gobernación: Fue un desastre, pues hacia fines de la guerra había dejado a su pueblo, su país y al mundo casi irreconocibles, con cicatrices profundas.
¡Qué diferente al Reinado de Mil Años del Mesías bíblico, Cristo Jesús! Al final de este reinado, los humanos y la Tierra —al compararlos con su estado degenerado de hoy día— serán difíciles de reconocer. Sírvase leer la descripción que de él da la Biblia en Revelación 21:4, 5. ¡Luego imagínese a personas perfectas disfrutando de la vida a plenitud en una Tierra paradisíaca, completamente libres de cualquier ataque terrorista, guerra, ideología perjudicial, o cualquier otra cosa que pudiera estropear su felicidad! ¡Entonces dése cuenta de que usted, también, puede hallarse entre los que estén en esa maravillosa escena! (Isaías 35:1-7; 65:17-25; 1 Juan 2:17.)
[Comentario en la página 9]
La mayoría de los clérigos católicos y protestantes no quisieron hablar claro en contra del nazismo
[Comentario en la página 12]
El verdadero Reinado de Mil Años vendrá mediante el Reino de Dios
[Fotografías en la página 9]
El clero se manchó de sangre las manos a favor de Hitler
[Ilustraciones en la página 11]
Miles de testigos de Jehová (incluso Johannes Harms, a quien se ve arriba) fueron enviados a campos de concentración por no transigir ante el nazismo, y muchos murieron, como lo prueba este certificado de defunción
Fiscal principal del Tribunal Militar del Reich
Johannes Harms [...] fue juzgado el 7/11/1940 por el Tribunal Militar del Reich por desmoralización de las Fuerzas Armadas y fue sentenciado a muerte [...] La sentencia fue ejecutada el 8/1/1941.
Sello del Tribunal Militar del Reich
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Lo que significó el nazismo¡Despertad! 1985 | 8 de junio
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Lo que significó el nazismo
En el libro The Rise and Fall of the Third Reich William L. Shirer muestra lo que significó el nazismo para los países conquistados: saqueo, explotación... y algo peor. Entre otras cosas, Shirer declaró: “Los judíos y los eslavos eran los Untermenschen... humanos inferiores. Para Hitler, ellos no tenían derecho a vivir, excepto que algunos de ellos, entre los eslavos, pudieran hacer falta para trabajar duro en los campos y las minas como esclavos [...] La cultura de los rusos y los polacos y otros eslavos había de ser extirpada, y a ellos se les había de negar la educación formal”.
Después de mencionar el enorme saqueo material que los nazis tomaron de los países ocupados, Shirer comentó que “fue [por] el saqueo, no de bienes materiales, sino de vidas humanas” por lo cual el misericordiosamente breve régimen nazi sería recordado por más tiempo. Dijo: “Aquí la degradación nazi descendió a un nivel rara vez experimentado por el hombre durante todo su tiempo en la Tierra. Millones de hombres y mujeres decentes e inocentes fueron empujados a hacer trabajo obligatorio, otros millones fueron torturados y atormentados en los campos de concentración y todavía otros millones [...] fueron masacrados a sangre fría o deliberadamente se les mató de hambre”. Shirer concluye: “Esta increíble historia de horror no se podría creer si no estuviera plenamente documentada y atestiguada por los perpetradores mismos”. Por supuesto, las víctimas, también, han documentado y atestiguado plenamente los horrores.
La Biblia describe correctamente la gobernación humana al decir: “El hombre ha dominado al hombre para perjuicio suyo”. Además: “No le pertenece al hombre que está andando siquiera dirigir su paso. Corrígeme, oh Jehová”. De modo que la Biblia aconseja: “No cifren su confianza en nobles, ni en el hijo del hombre terrestre, a quien no pertenece salvación alguna”. (Eclesiastés 8:9; Jeremías 10:23, 24; Salmo 146:3.)
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