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¿Presagio de muerte para las olimpiadas?¡Despertad! 1984 | 8 de agosto
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¿Presagio de muerte para las olimpiadas?
8 de mayo de 1984:
“El Comité Olímpico Nacional de la U.R.S.S. se ve obligado a declarar que es imposible que los deportistas soviéticos participen en los juegos de la XXIII Olimpiada de Los Ángeles”.
ASÍ cayó la bomba en el mundo de los deportes olímpicos. Los soviéticos se habían retirado de los juegos olímpicos a celebrarse en Los Ángeles, E.U.A. En cuestión de días otras naciones comunistas habían imitado el ejemplo de ellos.
¿Por qué se retiró súbitamente de los juegos olímpicos la U.R.S.S.? De acuerdo con una declaración oficial de los rusos publicada por la agencia de noticias soviética Tass, la razón principal fue la SEGURIDAD. Alegaron lo siguiente: “Se están preparando manifestaciones políticas hostiles en contra de la U.R.S.S., abiertamente se hacen amenazas en contra del Comité Nacional Olímpico de la U.R.S.S., los deportistas y los funcionarios soviéticos”. Dijeron además que las autoridades estadounidenses han desplegado una actitud “de craso desprecio para con los ideales y las tradiciones del movimiento olímpico”.
Pero ¿fue la seguridad realmente el único motivo tras la acción de los rusos? En el laberinto de la engañosa política internacional, ¿pudiera haber otros motivos? Al analizar este paso en el juego mundial de “ajedrez” de las superpotencias, la prensa occidental presentó otras posibles causas del retiro soviético. Éstas se pueden resumir en una sola palabra... LA POLÍTICA.
El diario británico The Economist declaró: “Desde que los estadounidenses se abstuvieron de asistir a las olimpiadas de Moscú en 1980, siempre ha habido la posibilidad de una represalia soviética”. Así, muchos observadores consideran la acción rusa sencillamente como una venganza de golpe por golpe, pero con ramificaciones adicionales. El año 1984 es un año de elecciones presidenciales en los Estados Unidos. Por eso la revista U.S.News & World Report declaró: “De nuevo un mundo hastiado observaba consternado a medida que los juegos olímpicos [...] eran retenidos como rehenes de la política de las grandes potencias. [...] El verdadero efecto del boicoteo es político”. Entonces añadió: “El objetivo principal de la retirada fue Ronald Reagan”. La revista Newsweek dijo que la bomba de Moscú “era también una señal ruda del antagonismo cada vez más profundo del Kremlin para con Ronald Reagan”. Cierto escritor del New York Times expresó el parecer de que “la decisión del Kremlin era inseparable de la profunda hostilidad que se ha cernido sobre las relaciones soviéticas-estadounidenses en los últimos años”.
Ésta ya es la quinta ocasión consecutiva en que, de una manera o de otra, los juegos olímpicos se han convertido en víctima de la política. Desde 1968 los juegos olímpicos han estado contaminados con insinuaciones políticas. Se han estado usando los juegos cada vez más como medio de expresar protestas y resentimientos políticos. Los terroristas han convertido la arena olímpica en un escenario para su derramamiento de sangre. Las dos superpotencias han demostrado ahora que los juegos olímpicos pueden convertirse en instrumento de su lucha por la supremacía. Y la pregunta lógica es: ¿Qué efecto tendrá todo esto en el futuro de los juegos?
Efectos de largo plazo
¿Sobrevivirán los juegos olímpicos a esta otra mancha en su imagen? Algunos oficiales siguen siendo optimistas. Según se informa, William Simon, presidente del Comité Olímpico de los Estados Unidos, dijo lo siguiente: “El movimiento olímpico es fuerte. A pesar de todos los tumores que tiene, sigue siendo una fuerza positiva para la paz”. Pero el parecer de otras personas es más sombrío. Alberto Salazar, quien sostiene el récord del maratón mundial, dijo: “Me entristece que haya sucedido esto y presiento que será un golpe mortal para las olimpiadas”. La revista Newsweek se aventuró a opinar que “podría presagiar la destrucción final del mismísimo movimiento olímpico moderno”.
Por supuesto, ahora han surgido serias preguntas acerca del futuro patrocinio de los juegos. ¿Qué ciudad o consorcio de empresas querrá aceptar la obligación financiera de organizar los juegos si éstos se han de sacrificar siempre cual peón en las disputas políticas? ¿Querrán prepararse todavía con tanto empeño los atletas si su participación no se puede garantizar debido a la política internacional? Éstas son solo algunas de las dudas que se están expresando ahora. Pero hay otras preguntas... ¿qué hay del nacionalismo? ¿el uso de drogas? ¿la participación de falsos aficionados? En otras palabras... ¿están decayendo los ideales olímpicos? ¿O están por desaparecer?
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Los juegos olímpicos... ¿son realmente “para la gloria del deporte”?¡Despertad! 1984 | 8 de agosto
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Los juegos olímpicos... ¿son realmente “para la gloria del deporte”?
UN FESTIVAL religioso celebrado en Olimpia, en el sur de Grecia, hace más de 2.760 años fue el precursor de la competición que se celebró en Los Ángeles, California, y que probablemente ha captado el interés de usted. El festival se celebró en honor del dios Zeus, quien supuestamente regía en el monte Olimpo. De allí surgieron los juegos olímpicos, que se celebraron por primera vez en 776 a. de la E.C. Las diferentes ciudades-estados de la Grecia antigua enviaban a sus mejores atletas para competir allí cada cuatro años.
La tradición continuó hasta 393 E.C., cuando se celebraron los juegos antiguos por última vez. El año siguiente los prohibió el emperador “cristiano” Teodosio, quien prohibió toda práctica pagana (no cristiana) en el Imperio Romano. Entonces, ¿cómo es que existen hoy?
A fines del siglo XIX Pierre de Coubertin, joven educador francés, quedó impresionado con el uso de los deportes en las escuelas públicas de Inglaterra. Estaba convencido de que una educación equilibrada debía incluir los deportes. Luego, de acuerdo con lo que escribió cierto biógrafo, “llegó a estar obsesionado con [la restauración de] los juegos olímpicos”. Coubertin llevó a cabo una campaña eficaz y en 1896 se restablecieron los juegos olímpicos, apropiadamente, en Atenas, Grecia.
Entre otras cosas, a Coubertin le parecía que los juegos, que se celebrarían cada cuatro años, servirían para promover la paz mundial. A ese respecto, él estaba lejos de la realidad. Desde 1896 los juegos se han interrumpido dos veces debido a dos guerras mundiales y frecuentemente han surgido complicaciones debido a la política. En 1974 lord Killanin, entonces presidente del Comité Olímpico Internacional, se vio obligado a decir: “Ruego a todo hombre y a toda mujer deportista que no acudan a los juegos olímpicos si desean usar el deporte para fines políticos”.
En 1976 y 1980 su consejo produjo resultados contrarios a los que él esperaba. Muchas naciones boicotearon los juegos precisamente para hacer resaltar sus agravios políticos. Entonces en 1980, a fines de los juegos olímpicos de Moscú, lord Killanin presentó otro ruego: “Ruego a los deportistas del mundo que se unan en paz antes de que descienda un fuego consumidor [...] Los juegos olímpicos no deben usarse para fines políticos”. El mismísimo hecho de que haya sido necesario presentar dichos ruegos indica el peligro que representa la política para los ideales olímpicos. El que muchas naciones comunistas se hayan retirado de los juegos olímpicos de Los Ángeles da más peso a este punto.
¿“Para la gloria del deporte”?
¿Se basaban necesariamente en la deportividad y el jugar limpio los juegos olímpicos antiguos? En su reseña del libro The Olympic Games: The First Thousand Years (Los juegos olímpicos: los primeros mil años), el erudito y escritor británico Enoch Powell comentó: “Básicamente eran poco deportivos y se desplegaba poca deportividad. No importaba el juego: todo lo que importaba era la victoria. No había ‘subcampeones’; pero una victoria, aun si se la ganaba recibiendo un castigo por haber hecho una jugada sucia [...] era una victoria al igual que cualquier otra. Eran peligrosos y brutales”. De hecho, el libro declara: “Los competidores oraban para recibir ‘sea la corona [de la victoria], o la muerte’”.
Ostensiblemente, los juegos olímpicos modernos tienen un motivo más puro. En el Credo Olímpico se declara: “En los juegos olímpicos lo más importante no es ganar, sino participar, al igual que en la vida lo más importante no es el triunfo, sino la lucha. Lo esencial no es haber conquistado, sino haber peleado bien”. A principios de los juegos un atleta repite el Juramento, o Promesa, Olímpico en nombre de los demás. Fue formulado por Coubertin, y declara: “En el nombre de todos los competidores prometo que participaré en estos juegos olímpicos, respetando y obedeciendo las reglas que los rigen, en el verdadero espíritu de la deportividad, para la gloria del deporte y la honra de nuestros equipos”.
Ciertamente todo esto suena muy noble, pero tiene el tono de otra época. ¿Cuál es la realidad hoy? ¿Se reflejaron realmente dichos ideales en Los Ángeles, California, donde miles de atletas compitieron por unos centenares de medallas de oro? ¿Compitieron de acuerdo con los ideales originales de Coubertin? ¿Cuál es la verdadera fuerza motivadora detrás de los juegos olímpicos? ¿Se trata de la deportividad y el jugar limpio? ¿Promueven los juegos la paz internacional y la amistad de manera significativa? ¿O son otro campo de batalla donde hay una lucha de rivalidades políticas?
[Ilustración en la página 5]
Los juegos olímpicos antiguos eran “básicamente poco deportivos [...] Eran peligrosos y brutales”
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Los ideales olímpicos en peligro¡Despertad! 1984 | 8 de agosto
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Los ideales olímpicos en peligro
UNA de las reglas de los juegos olímpicos es que solo atletas aficionados pueden competir. Hasta hace poco, se descalificaba a cualquier atleta que hubiera ganado más de $50 debido a su habilidad atlética.
¡Si esta regla se aplicara a los atletas del día actual, los juegos olímpicos tendrían que ser cancelados! Esta definición anticuada de un aficionado es un remanente de los días en que los juegos atléticos eran el pasatiempo de las personas ricas e independientes.
De acuerdo con cierto informe reciente, Phil Mahre, ganador de una medalla de oro en los juegos olímpicos invernales, dijo que la condición de aficionado “sencillamente no existe en los altos niveles de los deportes”. Como muchos atletas arguyen, ¿quién hoy día puede dedicar la mayor parte de su tiempo a esforzarse por cumplir con las normas olímpicas sin recibir alguna clase de ayuda financiera? Por eso, atletas “aficionados” reciben dinero mediante conductos laberínticos que evitan el supuesto estigma del profesionalismo.
¿Deportividad, o nacionalismo?
Otro ideal olímpico es que la deportividad debería prevalecer sobre el nacionalismo. Se supone que los juegos representen a personas, no a naciones, compitiendo individualmente unas contra otras. Por eso, el Comité Olímpico no designa ninguna “liga” nacional. Pero la prensa y la televisión pronto compensan por tal deficiencia al publicar listas de medallas ganadas por ligas de naciones que los mismísimos medios publicitarios han formado. Como resultado, los juegos quedan impregnados de la política. La prensa los ha convertido en una competencia entre las llamadas naciones capitalistas y las naciones comunistas. Harold Connolly, ex atleta olímpico, dijo que para algunas personas los juegos se han convertido en un “campo de batalla ideológico del deporte”.
En su libro Sports in America, el escritor James Michener dice que “por todos los Estados Unidos se ha estado tratando de forjar una alianza entre los deportes y el nacionalismo. Nuestros líderes políticos han dado estímulo para que los deportes efectúen tres funciones impropias [...] 1) Han pedido que los deportes sirvan de propaganda para apoyar partidos políticos específicos. 2) Han empleado los deportes para apoyar metas militares. 3) Han hecho un flagrante mal uso de los deportes para crear un patriotismo superficial y confuso”. Además, comentó: “Estoy comenzando a sentirme sumamente intranquilo al ver que se pide que los deportes sirvan para promover la política, el militarismo y el patriotismo extravagante”.
¿Ha notado Michener esta misma tendencia en los juegos olímpicos? “En los juegos olímpicos de 1936, Adolfo Hitler llegó a ser la primera persona que explotó los deportes como arma del nacionalismo”, escribe Michener. También cita otros ejemplos de los juegos de 1968 y 1972, y añade: “Los críticos equilibrados comenzaron a advertir que si continuaba este nacionalismo desenfrenado, se tendría que poner paro a los juegos olímpicos”.
¿Son el nacionalismo y el patriotismo de los juegos olímpicos sencillamente una exageración de los medios publicitarios? ¿O se envuelven en realidad en estas cosas los que participan? Las recientes olimpiadas invernales celebradas en Sarajevo, Yugoslavia, tal vez ilustren este punto. Los estadounidenses Charles (Peter) y Maureen (Kitty) Carruthers (hermano y hermana), patinadores sobre hielo, ganaron la medalla de plata. ¿Cómo respondieron? The New York Times informó: “El momento en que se izó la bandera estadounidense —dijo Peter— fue un momento que nunca olvidaré”. “Solo vi izar la bandera —dijo Kitty—, ¡y se veía tan hermosa!”.
Cuando Scott Hamilton, de los Estados Unidos, ganó una medalla de oro en las olimpiadas invernales de Sarajevo, “después de su presentación, tomó una bandera estadounidense de un espectador que estaba en la fila del frente y la hizo ondear a medida que daba una vuelta adicional alrededor de la pista en señal de victoria” (The New York Times del 17 de febrero de 1984). Sí, tanto los atletas como los espectadores a menudo transforman los juegos olímpicos en un despliegue de nacionalismo, usando banderas como el símbolo predominante.
Pero es como lo expresa el escritor deportivo George Vecsey: “Originalmente se suponía que las olimpiadas estuvieran libres del nacionalismo, que dieran a las personas la oportunidad de probar sus destrezas contra los mejores atletas del mundo”. Todo esto ha cambiado. “El atractivo adicional de los juegos olímpicos es el nacionalismo”, añadió Vecsey.
Por supuesto, el patriotismo extremado no afecta a todos los atletas. Se informa que Phil Mahre, estadounidense que ganó una medalla de oro en la competencia del slalom, dijo que no había esquiado por su familia ni por su patria, “sino por mí mismo”. Añadió: “Nunca tuve la intención de ganar algo en el deporte. Estaba aquí para competir. Estaba aquí para ejecutar mi parte según mis habilidades. Participaba en el deporte porque me encantaba”.
Sin embargo, la presión de ganar a toda costa ha aumentado ahora a tal grado que otra influencia insidiosa ha penetrado en los juegos olímpicos... ¡las drogas!
¿Gloria olímpica mediante las drogas?
El criterio de “ganar a toda costa” ha traído ahora la plaga de las drogas a los juegos olímpicos. Por mucho tiempo se ha sabido que en muchos deportes los atletas usan drogas, tales como esteroides anabólicos para desarrollar los músculos, testosterona y otras sustancias para mejorar sus habilidades. Sin embargo, lo que hizo que la situación llegara al colmo fue lo que ocurrió en agosto de 1983, en los juegos panamericanos, cuando 13 atletas estadounidenses se retiraron voluntariamente de la competición. ¿Qué hizo que se retiraran? La descalificación súbita de otros 11 atletas debido a que habían usado drogas cuyo uso era prohibido. El corresponsal de The New York Times describió dichas descalificaciones como “las más arrolladoras de su clase en la historia deportiva internacional”.
El día siguiente el Comité Olímpico de los Estados Unidos, que era responsable por los atletas estadounidenses que participarían en los juegos olímpicos de 1984, ordenó que se hicieran pruebas al azar entre los atletas que calificaban para representar a los Estados Unidos. Cualquiera que, de acuerdo con los hallazgos, hubiera estado usando drogas de modo ilegal sería excluido de la olimpiada de Los Ángeles.
Debido a que el uso de las drogas se ha estado extendiendo en el deporte, se ha construido, a un costo de $1.500.000 (E.U.A.), un centro para hacer pruebas relacionadas con el uso de drogas, el cual está ubicado en el recinto de Los Ángeles de la Universidad de California. Se efectuaron pruebas para garantizar que ningún atleta olímpico tuviera la ventaja artificial de alguna droga cuyo uso estuviera prohibido.
Los juegos olímpicos... ¿“la fuerza social más importante del mundo”?
En 1964, Avery Brundage, quien entonces era presidente del Comité Olímpico Internacional, declaró: “El movimiento olímpico de hoy es tal vez la fuerza social más importante del mundo”. En aquel entonces, dicha opinión era controvertible, y todavía lo sigue siendo. Es tal como lo expresó el veterano periodista deportivo Leonard Koppett en su libro Sports Illusion, Sports Reality: “Los deportes reflejan las condiciones sociales; no las causan. [...] Es más, los deportes son como son debido a la manera como la sociedad los ha moldeado. [...] Cada vez que la sociedad cambia, los deportes cambian [...] los deportes no inician el cambio”.
Como todo lo demás en nuestro mundo moderno, los juegos olímpicos están sujetos a las presiones de los desenvolvimientos del siglo XX... sea en el campo de los grandes negocios, la competición, la violencia o el uso de drogas. Como resultado, muchas personas asociadas con los deportes han estado haciendo preguntas perturbadoras acerca del futuro del movimiento olímpico. ¿Será posible sostener los ideales olímpicos que Coubertin estableció al principio? ¿Pueden dichos juegos seguir siendo realmente para los aficionados en el verdadero sentido de la palabra? ¿Pondrá fin a la era de los falsos aficionados la presión que las grandes empresas ejercen en tantos atletas? ¿Será posible mantener a raya la creciente marea de la política y el nacionalismo? ¿Serán socavados el juego limpio y la deportividad por la filosofía de “ganar a toda costa”? ¿Se realizará el lema olímpico de Citius, Altius, Fortius (más rápido, más alto, más fuerte) mediante pura fuerza y habilidad, o mediante las drogas? Los años subsiguientes deberían suministrar algunas contestaciones.
Para los que practican el cristianismo hay otras preguntas también: ¿Encierran cierto sentimiento religioso los juegos olímpicos? ¿Hay algún conflicto entre éstos y los principios cristianos? ¿Cómo deberían los cristianos considerar la participación en los deportes? ¿Deberían los deportes ser el interés principal de la vida de uno? Le invitamos a leer lo que se considera en el artículo final de esta serie.
[Ilustración en las páginas 8, 9]
¿Serán derrotados los ideales olímpicos por los grandes negocios, las drogas, el nacionalismo y la violencia?
[Recuadro en la página 7]
“No es oro todo lo que reluce”
“Los atletas de las olimpiadas tal vez se esfuercen por años para ganar los codiciados premios, pero el valor de las medallas de oro, plata y bronce que finalmente llevan alrededor del cuello es más simbólico que real”, declaró el periódico The New York Times del 17 de febrero de 1984. Contrario a la creencia general, la medalla de oro no es de oro puro. Este hecho lo descubrió con bastante tristeza Charlie Jewtraw, el primero en ganar una medalla de oro en las primeras olimpiadas invernales de Chamonix, Francia, en 1924. Él es el único sobreviviente de entre los que ganaron una medalla de oro en Chamonix, y declaró recientemente: “En realidad me molestó enterarme de que la medalla no estaba hecha de oro puro. No era el valor lo que me importaba. Lo que me hizo reaccionar así fue el principio que estaba envuelto en el asunto”.
Las medallas de “oro” que se dieron como premios este año en las olimpiadas invernales de Sarajevo de hecho contenían 4,3 onzas de plata con una capa de 0,21 onza de oro puro. ¿Cuál es su valor comercial? Aproximadamente $120 (E.U.A.) cada una. Si cada medalla hubiera estado hecha de oro puro, su valor habría sido más de diez veces mayor.
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Las olimpiadas, los deportes y la religión... ¿hay algún conflicto?¡Despertad! 1984 | 8 de agosto
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Las olimpiadas, los deportes y la religión... ¿hay algún conflicto?
“EL ÚLTIMO de los juegos olímpicos antiguos se celebró en 393 E.C. El año siguiente el edicto del emperador Teodosio prohibió que se celebraran los juegos” (History of the Olympic Games, por Xenophon L. Messinesi). ¿Por qué prohibió los juegos el emperador “cristiano”? Él quería hacer una purga de toda actividad pagana en el imperio. Pero ¿por qué se consideraban paganos los juegos olímpicos?
El escritor Messinesi agrega: “Se nos dice que, durante los sacrificios a [el dios griego] Zeus [...] un sacerdote se paraba al otro extremo del estadio con una antorcha en la mano. Aquellos de entre los adoradores que eran atletas [...] corrían al otro extremo del estadio hacia el sacerdote [...] [el vencedor] tenía el privilegio de encender el fuego en el altar para los sacrificios. La llama del altar ardía simbólicamente durante todo el período de los juegos [...] Ésta es la parte de la ceremonia que ha sido resucitada para los juegos contemporáneos”.
El origen pagano de los juegos se perpetúa hasta el día de hoy de varias maneras. En una ceremonia que se celebra en la “Arboleda sagrada” de Olimpia, Grecia, la antorcha olímpica es encendida por los rayos concentrados del Sol. Una sacerdotisa principal y otras sacerdotisas participan en el acto. Entonces se lleva la llama sagrada desde Olimpia a la ciudad en la que se estén celebrando los juegos olímpicos. Mediante la televisión y la radio, millones de personas siguen el viaje de la antorcha. Se alcanza el clímax en la etapa final, cuando se lleva la antorcha al estadio olímpico para encender la llama que arderá durante los juegos.
El historiador Messinesi explica: “De todas las ceremonias parece que nada crea una impresión tan profunda como la llama proveniente de Olimpia [...] Ésta vincula los juegos que están a punto de celebrarse con la expresión religiosa que se ha santificado con el transcurso de los siglos”. (Las bastardillas son nuestras.) Esta opinión es confirmada por las palabras del fundador moderno del movimiento olímpico, el barón Pierre de Coubertin, quien un año antes de morir declaró: “Por lo tanto, creo haber tenido razón al haber intentado, desde el principio del renacimiento olímpico, reavivar una conciencia religiosa”. (Las bastardillas son nuestras.)
Aun como se notó en los juegos olímpicos de Los Ángeles, hay un ambiente casi religioso en las ceremonias... se toca el himno nacional del país organizador, se iza la bandera olímpica y se entona el himno olímpico. En vista de todo esto, ¿cómo debería el cristiano considerar los juegos olímpicos? Además, ¿qué ideales deberían servirle de guía? ¿Es ‘el ganar lo único que importa’, o puede ser una recompensa en sí el simplemente participar?
¿Qué dice la Biblia sobre los deportes?
Cualquiera que lea los escritos de los apóstoles cristianos Pedro y Pablo tiene que reconocer que ellos estuvieron expuestos a los deportes de su día. Por ejemplo, a los corintios, quienes estaban bien conscientes de las competencias atléticas que se celebraban en los juegos ístmicos, Pablo aconsejó: “¿No saben ustedes que los corredores en una carrera todos corren, pero solo uno recibe el premio? Corran de tal modo que lo alcancen. [...] Pues bien, ellos, por supuesto, lo hacen para obtener una corona corruptible [corona de hojas que se marchita, Phillips, en inglés], pero nosotros una incorruptible [una corona eterna que jamás se marchita]”. (1 Corintios 9:24, 25.)
¿Estaba Pablo en efecto diciendo que ‘el ganar es lo único que importa’ en los deportes? De ninguna manera. Él estaba señalando al hecho de que en una carrera seglar solo hay un primer premio... pero en la carrera cristiana todos pueden alcanzar el primer premio. ¡Por eso corra con su mente fija en ganar el premio!
Pedro también hace referencia a la corona del vencedor. Ambos apóstoles sabían que en los diferentes juegos se daban coronas como premio... coronas de hojas de olivo silvestre en los juegos olímpicos, hojas de laurel en los juegos píticos y una corona de pino en los juegos ístmicos. Todas éstas se marchitaban y desvanecían con el tiempo. Por eso Pedro recomendó a los ancianos cristianos “la inmarcesible corona de la gloria”. (1 Pedro 5:4.)
Por lo tanto queda claro el punto... la gloria que se logra en los deportes es efímera, pasajera. Por eso Pablo pudo decir: “Porque el entrenamiento corporal es provechoso para poco; pero la devoción piadosa es provechosa para todas las cosas, puesto que encierra promesa de la vida de ahora y de la que ha de venir” (1 Timoteo 4:8). Él indica claramente que algo de entrenamiento y ejercicio físico es provechoso o tiene cierto valor. Pero no debería desplazar o reemplazar la dedicación que el cristiano ha hecho a Dios mediante Cristo. El Reino de Dios, no los deportes, debería ocupar el primer lugar en la vida de todo cristiano (Mateo 6:33). ¿De qué valor sería tener un cuerpo atlético si estuviera dirigido por una mente degenerada o degradada, o si el cristiano se volviera apóstata por participar en eventos deportivos relacionados con la religión pagana? (2 Corintios 6:14-17.) Y en esto yace el peligro hoy. Hay mucho en la filosofía moderna de los deportes que compromete los principios e ideales cristianos, como lo hacen los que practican tal filosofía. ¿En qué sentido?
El ganar no es lo único que importa
Los deportes de hoy producen poderosas presiones. Por ejemplo, se pagan enormes sumas de dinero ya sea abiertamente o en secreto a toda clase de atletas. Recientemente un futbolista estadounidense firmó un contrato que le garantizaba $40.000.000 (E.U.A.). Por esta cantidad de dinero, y aun por sumas menores que ésta, el atleta tiene que producir... victorias. Tiene que atraer al público, que desembolsa el dinero, y a los propagandistas de televisión.
Esos atletas prominentes son los dechados, los modelos del papel que han de desempeñar millones de niños y jóvenes. Su actitud agresiva y su espíritu de competición se filtra hasta en los niveles inferiores de la participación deportiva. Por eso el dicho en inglés que dice que “las personas buenas terminan último” refleja los efectos sicológicos negativos de una gran parte de los deportes modernos.
Esto implica que usualmente para ganar es necesario ser despiadado y violento. No es exageración decir que tales actitudes son comunes aun al nivel escolar. John McMurtry, ex futbolista de la liga canadiense, escribió: “Progresiva e inexorablemente, a medida que iba pasando de la escuela secundaria a la universidad, y luego a las ligas profesionales, mi cuerpo iba siendo descuartizado. Pieza por pieza. [...] Es controvertible decir que el descuartizar cuerpos sea el mismísimo objetivo del fútbol, tal como lo es el matar y lisiar en la guerra. [...] Las heridas que se producen en una competencia organizada forman una parte íntegra de nuestro modo de vivir, y el fútbol es uno de los espejos más inteligibles de todo este proceso: una especie de drama de moralidad lleno de colorido, que nos muestra cuán emocionante y remunerador es el aplastar al prójimo”.
Jesucristo, el dechado de los cristianos, exhortó a sus seguidores: ‘Tienen que amar a su prójimo como a sí mismos’. “Por lo tanto, todas las cosas que quieren que los hombres les hagan, también ustedes de igual manera tienen que hacérselas a ellos” (Mateo 19:19; 7:12). La idea de “ganar a toda costa”, que es la fuerza motivadora que impulsa a los que participan en muchos de los deportes hoy, es obviamente incompatible con las enseñanzas de Cristo. La persona equilibrada no tiene que ganar en toda ocasión para disfrutar de una participación sana en el deporte. Tal vez a algunas personas se les haga difícil comprender esto, pero ciertamente tiene que ver con el punto de enfoque. Los deportes deberían ser un pasatiempo relajador que promueva la salud. De seguro, para el aficionado de término medio, el participar debería proporcionar en sí satisfacción. De no ser así, ¿por qué participan millares de personas en actividades atléticas, si solo puede haber una pequeña cantidad de vencedores satisfechos? La gran mayoría de las personas saben que no pueden ganar. A muchas les place el haber participado y haber terminado la carrera.
El espíritu de competición resulta en divisiones, orgullo y jactancia. Entonces la dignidad del que “pierde” no es respetada. Debido a dicho espíritu mundano, los cristianos no querrán verse envueltos en ligas competidoras, ni siquiera entre ellos mismos. Tampoco querrán hacer arreglos para que una congregación cristiana compita contra otra en algún deporte. Recuerde que sea cual sea la filosofía común, el ganar no es lo único que importa. Como escribió James Michener: “El perder un juego no equivale a la muerte. El que yo no llegue a ser número uno no hace de mí un ser humano de menos valor”.
Mucho más importante que cualesquier logros en el campo de los deportes son las cualidades que desarrollemos como imitadores de Cristo. El que derrotemos a otros en cierto deporte no hace de nosotros una mejor persona. Quizás hasta nos haga peores. El apóstol Pablo aconsejó: “No nos hagamos egotistas, promoviendo competencias unos con otros, envidiándonos unos a otros”. “Pero que él pruebe lo que es su propia obra, y entonces tendrá motivo de alborozarse respecto de sí mismo solo, y no en comparación con la otra persona.” (Gálatas 5:26; 6:4.)
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