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  • Lo sabio de examinar uno su religión
    La Atalaya 1970 | 15 de marzo
    • NO BASTA CON LA SINCERIDAD SOLA

      El hombre que quiere agradar a Dios tiene que ser sincero. Pero la sinceridad sola no hace que la religión de uno esté aprobada a los ojos de Dios. El espíritu de Dios impulsó al apóstol Pablo a escribir esto acerca de algunos de su día: “Les doy testimonio de que tienen celo por Dios; mas no conforme a conocimiento exacto; pues, a causa de ignorar la justicia de Dios pero de procurar establecer la suya propia, no se sujetaron a la justicia de Dios.”—Rom. 10:2, 3.

      Como resultado de esto, la sinceridad de ellos estuvo mal dirigida. Su problema era que esperaban instrucción de la dirección incorrecta. Se apegaron al sistema religioso judío, que había rechazado al Hijo de Dios y por lo tanto había sido rechazado él mismo por Dios.—Hech. 2:36, 40; Pro. 14:12.

      ¿Qué hay, pues, de las religiones que toman el nombre de Cristo y afirman aceptarlo como su Señor? ¿Acaso el que ellas prediquen en su nombre garantiza que tienen la aprobación de Dios? En vista de los textos bíblicos ya considerados, quizás usted haya concluido que no. Si así es, entonces en este asunto usted concuerda con Jesucristo, aquel a quien Dios ha señalado como juez celestial; porque él nos da una advertencia, diciendo: “No todo el que me dice: ‘Señor, Señor,’ entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: ‘Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre . . . ?’ Y sin embargo, entonces les confesaré: ¡Nunca los conocí! Apártense de mí, obreros del desafuero.”—Mat. 7:21-23.

      SE NECESITA HACER LA VOLUNTAD DE DIOS

      El tener conocimiento de la Biblia y de la voluntad de Dios es esencial para conseguir la aprobación de Dios. Pero, como dijo Jesús, lo que cuenta es hacer esa voluntad. Uno tiene que tener obras que sean consistentes con lo que uno ha aprendido. “La fe sin obras está muerta,” dice la Biblia. (Sant. 2:26) Para agradar a Dios, pues, la religión de uno tiene que estar en plena armonía con la Biblia y tiene que aplicarse en toda actividad de la vida.—Luc. 6:46-49.

      Jesús dijo que se podría reconocer si alguien practica o no la religión verdadera por sus “frutos,” es decir, las cosas que hace. (Mat. 7:20) De la misma manera, podemos reconocer una religión por la clase de personas que produce. La religión verdadera debe producir mejores personas... mejores esposos y padres, mejores esposas y madres. Debe producir personas que sean honradas, que sobresalgan entre otras porque hacen lo que es correcto. ¿No es eso lo que se esperaría de una religión que verdaderamente acerca a uno a Dios? Dios espera estas cosas también, y ellas determinan si una religión es aprobada por Dios o no.

      Ciertamente usted no quiere que lo clasifiquen con las personas a quienes se les rehúsa la entrada en el reino de Dios porque no hacen la voluntad de Dios. Entonces, será para su provecho familiarizarse bien con la Biblia. Siga el proceder de aquellos residentes de la antigua Berea a quienes la Palabra de Dios aprueba porque “recibieron la palabra con suma prontitud de ánimo, examinando con cuidado las Escrituras diariamente en cuanto a si estas cosas eran así.”—Hech. 17:11.

      PRUEBAS QUE AGUANTAR

      A medida que usted examine la Palabra de Dios, aprenderá que su amor a Dios será sometido a prueba. Esta prueba puede venir de amigos íntimos o parientes, quizás de miembros de su propia casa, que no aprueben el que usted examine las Escrituras. Como explicó Jesús: “Realmente, los enemigos del hombre serán personas de su propia casa.” (Mat. 10:36, 37; 1 Ped. 4:4) Es posible que estas personas se opongan a usted con toda sinceridad, porque no conocen las maravillosas verdades que se hallan en la Biblia. Por eso, en vez de abandonar la adoración que usted ha aprendido que es la correcta, quizás usted pueda ayudar a estos opositores mal dirigidos a entender las maravillosas verdades bíblicas.

      A veces la oposición quizás venga de personas que no le tienen ningún amor a Dios. Si esto ocurriera, recuerde, el tener la aprobación de Dios es mucho más importante que el tener la aprobación de los hombres. El que le dará vida eterna a usted si usted Lo ama sobre toda otra persona y toda otra cosa es Dios, no el hombre.—Mat. 22:37-39.

      Siempre acuda a Dios para ayuda y guía. Siga orando, como hizo el salmista: “Oh Jehová, oye mi oración . . . Enséñame a hacer tu voluntad, porque tú eres mi Dios.” (Sal. 143:1, 10) Si usted sinceramente quiere conocer y practicar la religión que él aprueba, él contestará su oración. Y él lo pondrá en asociación con los que verdaderamente ‘adoran al Padre con espíritu y con verdad.’—Juan 4:23; Mat. 7:7, 8.

  • Preguntas de los lectores
    La Atalaya 1970 | 15 de marzo
    • Preguntas de los lectores

      ● ¿Le dijo Jesús al apóstol Pedro que perdonara setenta y siete (77) veces, o setenta veces siete (490)?—A. L., EE. UU.

      Esta pregunta se basa en Mateo 18:21, 22. En la Traducción del Nuevo Mundo esos versículos dicen: “Se acercó Pedro y le dijo [a Jesús]: ‘Señor, ¿cuántas veces ha de pecar contra mí mi hermano y he yo de perdonarle? ¿Hasta siete veces?’ Jesús le dijo: ‘No te digo: Hasta siete veces, sino: Hasta setenta y siete veces.’”

      Como se puede ver, en esta traducción moderna y cuidadosa, Jesús le dice a Pedro que perdone setenta y siete (77) veces. Y hay buenas razones para este modo de verter. Sin embargo, no hay necesidad de ser dogmáticos en cuanto a la respuesta de Jesús. Un notable profesor de griego, A. T. Robertson, hizo notar: “No se pone en claro si este morismo significa setenta y siete o si es como lo traduce la Versión Revisada (490 veces).”

      Al tomar nota de la respuesta de Jesús según se halla en los manuscritos griegos podemos comprender por qué hay el problema. La respuesta de Cristo fue hebdomekontakis hepta, que literalmente se traduce “setenta veces siete.” La dificultad surge con el sufijo kis agregado a la palabra para setenta, hebdomekonta. En griego este sufijo se usa de dos maneras. Se puede usar como múltiplo dando a entender ‘veces.’ Por eso ‘siete veces siete’ (7 x 7) sería heptakis hepta. Pero kis también se puede añadir como sufijo para indicar ‘veces’ en el sentido de ocurrencias o casos. Por ejemplo, ‘¿Cuántas veces se cayó el muchacho?’ ‘Se cayó siete veces (heptakis).’ Por consiguiente, el problema estriba en si la respuesta de Jesús, “setenta veces siete,” debe entenderse como ‘setenta veces (multiplicadas por) siete’ o ‘setenta y siete veces (ocurrencias).’

      Una razón para preferir ésta, y verterla como se hizo en la Traducción del Nuevo Mundo, es la forma de la pregunta de Pedro. Él no usó posas, que significa ‘¿cuántas?’ Más bien, preguntó: posakis... ‘¿cuántas veces?’ Luego continuó: ‘¿Hasta heptakis?’ es decir, ‘¿Hasta siete veces?’ Lógicamente Jesús respondería de acuerdo con la fraseología de Pedro. Contestaría, ‘Hasta setenta y siete veces.’

      Presta más peso a la versión “setenta y siete veces” el relato de Génesis 4:24. Jehová había declarado que vengaría siete veces a cualquiera que causara daño a Caín. (Gén. 4:15) Más tarde Lamec, descendiente de Caín, jactanciosamente dijo: “Si siete veces ha de ser vengado Caín, entonces Lamec setenta veces y siete.” (Gén. 4:24) El texto hebreo muestra esto con exactitud como 70 veces y 7, ó 77 veces. Pero, ¿cuál es el equivalente en griego? La Versión de los Setenta griega usa hebdomekontakis hepta. Puesto que ésta es la mismísima expresión que se halla en Mateo 18:22, sugiere que “setenta y siete veces” es la manera en que debe verterse la respuesta de Jesús a Pedro.

      Pudiera agregarse que es muy posible que Cristo estuviera pensando en la amenaza de Lamec. ¡Qué excelente contraste establecerían las palabras de Jesús! En vez de ser un individuo jactancioso que amenazara con venganza setenta y siete veces, el cristiano debe ser lo contrario, uno que perdona setenta y siete veces. Jesús recalcó que no debemos titubear en cuanto a perdonar, sino que debemos ser liberales y estar dispuestos a perdonar. Antes de esto había dicho: “Felices son los misericordiosos, puesto que a ellos se les mostrará misericordia.”—Mat. 5:7.

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