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Estados Unidos de América (Parte 1)Anuario de los testigos de Jehová para 1975
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los acusados no respondieron. Entonces vino la sentencia por parte del juez Howe. Coléricamente dijo: “La propaganda religiosa en que participan estos hombres es más dañina que una división de soldados alemanes. No solo han puesto en tela de juicio a los oficiales de la ley del Gobierno y al departamento de información secreta del ejército, sino que han denunciado a todos los ministros de todas las iglesias. Su castigo debe ser severo.”
Lo fue. Siete de los acusados fueron sentenciados a ochenta años en la penitenciaría (veinte años por cada uno de cuatro cargos, a servirse consecutivamente). La sentencia para Giovanni DeCecca se tardó, pero al fin recibió cuarenta años, o diez años por cada uno de los mismos cuatro cargos. Los acusados habían de cumplir sus sentencias en la penitenciaría de los Estados Unidos en Atlanta, Georgia.
El juicio había durado quince días. El testimonio que se había registrado había sido voluminoso y a menudo los procedimientos habían sido injustos. De hecho, más tarde se demostró que el juicio contuvo más de 125 errores. Con el tiempo el Tribunal de Apelaciones solo necesitó unos cuantos de éstos para condenar todo el procedimiento como injusto.
“Fui y lo sufrí todo con los hermanos mientras se les sometía a esta prueba injusta,” comenta James Gwin Zea, que estuvo presente como observador. Continúa: “Todavía puedo ver al juez negándole al hermano Rutherford la oportunidad de defenderse. ‘La Biblia no rige en este tribunal’ fue su comentario. Me alojé con el hermano M. A. Howlett en Betel aquella noche y como a las diez vino la noticia de que se les había hallado culpables. El día siguiente fueron sentenciados.”
A pesar de que se les había hallado culpables injustamente y de las sentencias severas que habían recibido, el hermano Rutherford y sus asociados permanecieron sin arredrarse. Es interesante que el Tribune de Nueva York del 22 de junio de 1918 informó: “José F. Rutherford y seis de los otros ‘russelistas,’ convictos por violación de la Ley contra Espionaje, fueron sentenciados ayer a 20 años en la penitenciaría de Atlanta, por el juez Howe. ‘Este es el día más feliz de mi vida,’ dijo el Sr. Rutherford, en camino desde el tribunal al presidio, ‘el sufrir castigo terrestre por la creencia religiosa de uno es uno de los privilegios más elevados que el hombre puede tener.’ Una de las manifestaciones más raras que se han presenciado en la oficina del alguacil en el Tribunal Federal de Brooklyn, fue llevada a cabo por los familiares y amigos íntimos de los hombres convictos poco después que los prisioneros fueron llevados al cuarto del Gran Jurado. La compañía entera hizo resonar el viejo edificio con las melodías de ‘Bendito el vínculo que une.’ ‘Todo esto es la voluntad de Dios,’ se decían unos a otros, con rostros casi resplandecientes. ‘Algún día el mundo se dará cuenta del significado de todo esto. Mientras tanto, estemos agradecidos por la gracia de Dios que nos ha sostenido a través de nuestras pruebas, y esperemos el Gran Día que ha de venir.’”
Mientras se apelaba el caso, dos veces los hermanos trataron de obtener fianza, pero primero el Juez Howe y más tarde el juez Martin T. Manton la negaron. Mientras tanto, originalmente los tuvieron en la cárcel de la calle Raymond en Brooklyn, “el hoyo más sucio en que me he metido,” según A. H. Macmillan. Clayton J. Woodworth lo llamaba bromeando el “Hotel de Raymondie.” Aquella estadía desagradable de una semana fue seguida por otra semana en la prisión de Long Island City. Finalmente, el cuatro de julio, el Día de la Independencia de los Estados Unidos, aquellos hombres que habían sido injustamente condenados fueron enviados por tren a la penitenciaría de Atlanta, Georgia.
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Estados Unidos de América (Parte 2)Anuario de los testigos de Jehová para 1975
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Estados Unidos de América (Parte 2)
LOS ENEMIGOS SE REGOCIJAN
El encarcelamiento de estos testigos cristianos de Jehová fue un golpe de muerte figurativo, que deleitó y alivió mucho a sus enemigos. Se cumplieron las palabras de Revelación 11:10: “Y los que moran en la tierra se regocijan sobre ellos y gozan, y se enviarán dones los unos a los otros, porque estos dos profetas atormentaron a los que moran en la tierra.” Los enemigos religiosos, judiciales, militares y políticos de los “dos testigos” sí ‘se enviaron dones’ unos a otros, porque se felicitaron unos a otros por el papel que desempeñaron en obtener victoria sobre sus atormentadores.
En su libro Preachers Present Arms, Ray H. Abrams consideró el juicio de J. F. Rutherford y sus asociados y hace esta declaración:
“Un análisis de todo el caso lleva a la conclusión de que las iglesias y el clero estuvieron originalmente detrás del movimiento encaminado a acabar con los russelistas. . . .
“Cuando la noticia de las sentencias de veinte años llegó a los redactores de la prensa religiosa, virtualmente todas estas publicaciones, grandes y pequeñas, se regocijaron por el acontecimiento. No he podido descubrir palabras de simpatía en ninguna de las publicaciones religiosas ortodoxas. ‘No puede haber duda,’ concluyó Upton Sinclair, de que ‘la persecución . . . surgió en parte del hecho de que se habían atraído el odio de los cuerpos religiosos “ortodoxos.”’ Lo que los esfuerzos combinados de las iglesias no habían podido hacer el gobierno ahora aparentemente había tenido buen éxito en lograrlo para ellas... el aplastamiento de estos ‘profetas de Baal’ para siempre.”
OPTIMISMO A PESAR DEL ‘CAUTIVERIO BABILÓNICO’
Desde 607 hasta 537 a. de la E.C. los judíos languidecieron en el cautiverio en la antigua Babilonia. De manera paralela, adoradores dedicados de Jehová ungidos con su espíritu santo entraron en un cautiverio babilónico y en el exilio durante el período de la I Guerra Mundial de 1914-1918. Especialmente sintieron las profundidades de su cautiverio cuando los ocho hermanos fieles procedentes de la oficina central de la Sociedad fueron encarcelados en la penitenciaría federal de Atlanta, Georgia.
Pero durante todo este período de dificultad, ni un solo número de The Watch Tower dejó de salir impreso. Un comité de redacción nombrado mantuvo en circulación esta publicación. Además, a pesar de las dificultades que se presentaron en aquel tiempo, las actitudes que desplegaron los Estudiantes de la Biblia fieles fueron ejemplares. El hermano T. J. Sullivan nos dijo: “Tuve el privilegio de visitar el Betel de Brooklyn a fines del verano de 1918 durante el tiempo en que los hermanos estuvieron en la cárcel. Los hermanos a cargo de la obra en Betel no mostraban ningún miedo ni se hallaban desanimados. De hecho, lo contrario sucedía. Desplegaban optimismo y tenían confianza en que Jehová daría finalmente la victoria a su pueblo. Tuve el privilegio de estar a la mesa para el desayuno el lunes por la mañana cuando los hermanos que habían sido enviados en asignaciones en el fin de semana presentaron sus informes. Se obtuvo un excelente cuadro de la situación. En todo caso los hermanos mostraban confianza y esperaban que Jehová siguiera dirigiendo sus actividades.”
Es interesante el hecho de que, una mañana después del juicio del hermano Rutherford y sus asociados, R. H. Barber recibió una llamada de Rutherford pidiéndole que fuera a la estación de Pensilvania, donde los hermanos estaban esperando por varias horas un tren que los llevaría a Atlanta. El hermano Barber y otros se apresuraron a presentarse en la estación. Allí el hermano Rutherford dijo que si la policía hostigaba mucho a los hermanos en la oficina central, deberían vender Betel y el Tabernáculo de Brooklyn y mudarse a Filadelfia, Harrisburg o Pittsburgo, puesto que la Sociedad Watch Tower era una corporación de Pensilvania. Se sugirieron precios de 60.000 dólares para Betel y 25.000 para el Tabernáculo.
¿En qué resultó esto? Bueno, los que entonces estaban a cargo de la Sociedad sí se enfrentaron a muchos problemas. Por ejemplo, había escaseces de papel y carbón. Había muchas exhibiciones de patriotismo y muchas personas consideraban impropiamente a los testigos cristianos de Jehová como traidores. En Brooklyn había gran animosidad contra la Sociedad, y parecía imposible continuar las operaciones allí. Por eso, el comité ejecutivo que estaba encargado en la oficina central consultó con otros hermanos y se decidió que lo mejor era vender el Tabernáculo de Brooklyn y clausurar el hogar Betel. Con el tiempo el Tabernáculo fue vendido por 16.000 dólares, según lo que recuerda R. H. Barber. Más tarde, se hicieron
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