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  • ¡Buenas noticias de Corea!
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1952
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  • ALGUNOS FUERON MUERTOS
  • LA DISEMINACIÓN DE LAS BUENAS NUEVAS
La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1952
w52 15/8 págs. 500-504

¡Buenas noticias de Corea!

El siguiente es un informe de un misionero de la Sociedad Wátchtower que estuvo en Corea del Sur cuando ocurrió la invasión de esa república. Luego fué evacuado por el Ejército de los Estados Unidos al Japón. Ahora, de vuelta en Corea, tiene este informe animador acerca del aumento, fe e integridad de los testigos de Jehová en esa tierra desgarrada por la guerra.

LA ÚLTIMA vez que estuve en Corea fué en junio de 1950. Entonces sólo había un puñado de testigos de Jehová en toda Corea y sólo una compañía, situada en la ciudad de Seúl. Ahora, después de año y medio de guerra y privación en que muchos hermanos pasaron hambre, sufrieron a la intemperie, vivieron en cuevas y en árboles, fueron heridos, y algunos fueron muertos, la compañía de testigos de Jehová ha aumentado a tal punto que hay organizaciones de compañía, no sólo en Seúl, sino en Taegu, Chonju, Kunsan, Quejón y Pusán; también, las buenas nuevas del reino de Dios están dándose a conocer por toda Corea del Sur y en lugares donde nunca antes han sido predicadas.

En Pusán de 25 a 30 se reúnen regularmente y 8 nuevos se bautizaron la primera semana que regresé a Corea. En Taegu se reúnen 25 regularmente, y 12 nuevos se bautizaron este año. En Kunsan están reuniéndose 20 y 13 nuevos se bautizaron. En Chonju 20 están reuniéndose y 5 se bautizaron. En Quejón 7 se reúnen regularmente y 2 fueron bautizados. En Seúl sólo unas cuantas hermanas quedaron, pero siguieron predicando, y 40 asistían a las reuniones regularmente. La semana pasada se le permitió al siervo de compañía regresar a Seúl, y 56 asistieron.

El 17 de noviembre de 1951 empecé a visitar los lugares mencionados antes. Recibí órdenes por correo especial del Ejército para visitar a Seúl. Los hermanos se sorprendieron al verme. Me abrazaron y me besaron y me tocaron las piernas y brazos para ver si estaba bueno y sano. Hicieron arreglos para que estuviera con ellos en sus casas. Agradecí esto, porque hacía mucho frío en Seúl. Los coreanos calientan sus casas colocando una olla de carbón de leña ardiendo o encendiendo un fuego con leña o hulla debajo del undul, o piso. Esto calienta el piso y el cuarto. Los coreanos comen, duermen y se sientan en el suelo. El suelo siempre se limpia muy bien con un trapo húmedo. La costumbre es darle al huésped el lugar que está encima del hogar. El forastero, que no está acostumbrado a esto, a veces encuentra que se le ha dado el sitio más caliente. Los publicadores coreanos se siena ten complacidos cuando los misioneros participan de su estilo de vivir con ellos. Por la noche el suelo se limpia y los colchoncillos y cobertores se tienden para hacer una cama caliente pero algo dura. Pero después de un mes o dos los huesos de uno se acostumbran a ello.

Esa tarde anduvimos por la ciudad de Seúl hasta la casa misionera. De casi todos los edificios grandes, salvo aquellos parcialmente reparados por el ejército, sólo queda la cáscara. La ciudad estaba tan callada como el campo. El tráfico era todo militar. A la distancia pude ver la casa misionera. Todos los edificios alrededor de ella habían sido completamente demolidos, pero la casa misionera todavía estaba ahí; sin embargo, no estaba ilesa. Había sido alcanzada por una bomba en una esquina, lo que dejó un hoyo de dos pies en el muro de ladrillo. Todas las ventanas habían quedado rotas, el yeso del techo interior se había caído, casi todas las puertas habían sido rotas, y los alambres habían sido quitados, pero la casa todavía podría repararse y usarse. Nos sorprendimos al hallar unas cuantas mesas y sillas, un refrigerador y parte de una lavadora mecánica, cosas que los rojos sin duda encontraron demasiado engorrosas para llevárselas. Todo lo demás había desaparecido.

ALGUNOS FUERON MUERTOS

En frente de la casa misionera había un hoyo grande. Me fué dicho que a una hermana recién bautizada y su hijo, que se bautizó después, les destruyeron su casa y ellos se mudaron al sótano de la casa misionera. Al saber los comunistas que iban a tener que evacuar la ciudad, recogieron a todas las personas que consideraron sospechosas y las mataron. Interrogaron a las cinco personas, a la hermana y su hijo y otros tres miembros de la familia que vivían en el sótano de la casa misionera y, al no ser de su agrado sus respuestas, colocaron a la hermana y su familia enfrente de la casa y los fusilaron. El hermano joven no fué muerto, pero cayó con los otros y fué dejado por muerto. La hermana y los otros miembros de su familia murieron instantáneamente. El hoyo enfrente de la casa fué su sepulcro hasta la liberación.

Esa noche, alrededor de treinta y cinco hermanos (en su mayor parte hermanas) se reunieron para oír un discurso de servicio y arreglos para trabajo de grupo durante los días siguientes. A la mañana siguiente 18 personas se presentaron para testificación en grupo. Muchos nuevos se inauguraron en la obra de predicación. Seúl había estado teniendo un promedio de 9 publicadores desde la última evacuación, pero antes de que la semana terminara 24 publicadores habían informado y se había obtenido el elevado promedio de 29 horas por publicador para el mes. Aquellas hermanas que habían permanecido en Seúl habían trabajado con ahinco predicando a otros el mensaje del reino establecido de Jehová y ahora estaban viendo el fruto de sus labores.

Mientras estuve en Seúl me encontré con Kim Kwang Je, un periodista con quien había estudiado. Cuando Seúl fué capturada la primera vez, Kim fué raptado por los rojos y llevado a Corea septentrional. En Piengyang se escapó y se presentó como voluntario para las fuerzas de las N. U. (Hasta ese tiempo no había hecho una dedicación para hacer la voluntad de Dios y no había sido sumergido.) Los coreanos del sur no le creyeron y le acusaron de ser comunista. Fué condenado a muerte. Antes de su ejecución logró hablarle a un oficial norteamericano y le explicó al oficial que él era cristiano y que había estudiado la Biblia conmigo; también que estaba estudiando para llegar a ser un testigo de Jehová. El oficial verificó si yo había estado en Seúl, etc., y razonó que Kim no podía ser rojo y querer ser uno de los testigos de Jehová al mismo tiempo. De modo que dejó a Kim libre. Este está muy agradecido a la Sociedad Wátchtower, porque él acredita a la Sociedad y a nuestro estudio de la Biblia el haber salvado su vida. Hemos reasumido nuestro estudio ahora, y creo que pronto se dedicará a hacer la voluntad de Dios y llegará a ser un publicador para el Reino.

El último discurso público que presenté en Seúl fué el 25 de junio de 1950 cuando los coreanos del sur supieron que su patria había sido invadida. Y, cosa rara, sólo un año y medio después presenté otro discurso público en este mismo salón a unos 133 soldados coreanos heridos. El salón ahora está convertido en un hospital. Además, muchos publicadores nuevos deseaban bautizarse. Se hicieron arreglos para usar una casa de baños temprano por la mañana antes de que vinieran los soldados de las N. U. Las casas de baños son para uso exclusivo de los soldados norteamericanos. El sábado 29 de diciembre, por la mañana, antes de las 8 horas, 27 nuevos hermanos y hermanas, entre ellos la hermana de la reina, se bautizaron. Los hermanos de Seúl tienen un ánimo maravilloso. No se desaniman por nada. Están más determinados que nunca a hacer que las buenas nuevas sean conocidas en toda Corea. Y los hechos manifiestan precisamente eso.

LA DISEMINACIÓN DE LAS BUENAS NUEVAS

En Taejon pasé la noche con un grupo de cinco publicadores aislados. A pesar de las dificultades debido a restricciones bélicas, por lo menos diez personas han estado reuniéndose cada semana. Un negociante joven y su esposa, quienes habían estudiado seriamente la verdad antes de la guerra, se han dedicado desde entonces a hacer la voluntad de Dios y ahora están muy activos en el servicio en Taejon. Este hombre tiene buena educación académica y proviene de una familia bien conocida.

Dió gusto oír cómo se puso de parte de la verdad. Durante la primera ocupación de Seúl los comunistas estaban forzando a todos los jóvenes a entrar al servicio militar sin ningún recurso para resistir. Casi todos los jóvenes huyeron a los cerros y este hermano estaba entre ellos. Un día, los comunistas capturaron a un grupo en el lugar donde este hermano se escondía. Los rojos entrevistaron a cada uno de ellos, y a menudo servilmente dirían que trabajarían por los comunistas, etc. A todo el que fué interrogado antes del turno de este hermano lo habían puesto a un lado y le habían dado muerte. Parecía que él sería el próximo en morir. Así que se determinó a dar un testimonio de la mejor manera posible. Se le preguntó por qué estaba escondido en el monte. Él dijo que creía en la promesa de Jehová del nuevo mundo bajo Cristo Jesús y que en el Armagedón todos los gobiernos políticos, incluyendo a los de Corea del Sur y del Norte, que resistieran al gobierno de Cristo serían destruídos, y que él no violaría la ley de Dios obedeciendo leyes humanas que fueran contrarias a la ley de Dios. Les dijo que no tenía miedo de morir, porque creía en la resurrección. El soldado rojo encargado le dijo que él era el primero que había dicho la verdad. Dijo que no creía como el hermano pero que sí creía en que se hablara denodadamente por la posición que se tomara, y permitió que el hermano se fuera libre. Después este hermano escapó a Corea del Sur. “La verdad es poderosa,” dice él, y el objetivo de su vida ahora es hacer que sea conocida por todos los coreanos.

Una reunión grandiosa se efectuó en Kunsan y Chonju. El nuevo grupo de Kunsan es muy entusiasta. Este es un lugar donde la obra del Reino no se había hecho antes. Hay unos veinte asociados con la compañía aquí y trece fueron sumergidos en 1951. En Chonju los hermanos viven un poco mejor que algunos de los otros. Un hermano es dueño de una fábrica aquí y ha estado proporcionando trabajo a muchos de los hermanos refugiados. Él dijo que siempre quiso que alguien ayudara a predicar las buenas nuevas del Reino en Chonju, y ahora esto está haciéndose. Un pequeño Salón del Reino ha sido edificado. Hubo cuarenta y siete en la reunión pública. Hasta ahora sólo tres personas han estado informando de su predicación. Cuando los hermanos oyeron las razones que hay para rendir informes, una hermana de noventa años, que fué una de las primeras en testificar en Corea, dijo entrecortadamente, “Yo he estado predicando sin hacer informes, pero de ahora en adelante sí que lo haré.” En el taller de máquinas de la fábrica hay una tina de madera donde cuatro personas fueron bautizadas durante la guerra. Mi visita en Chonju fué, como en todos los demás lugares que visité en esta pequeña península, demasiado breve.

En diciembre visité la compañía de Taegu. Esta compañía ha servido más o menos como oficina principal para la obra durante los días tenebrosos de la guerra. El siervo de compañía es un profesor inglés y graduado de la Universidad Jesuíta de Sofía, de Tokio. Su conversión del catolicismo fué rápida y completa en 1949 y 1950. Durante la guerra ha continuado en su obra de traducir. y mimeografiar sus traducciones del material de estudio y las ha enviado a los demás hermanos en sus localidades esparcidas, para sus reuniones de estudio semanales. Taegu está atestada de refugiados, pero no tanto como Pusán.

La última vez que estuve en Pusán fué en octubre de 1949. El puerto necesitaba reparaciones y había en él muy poca actividad. No había testigos aquí en ese tiempo. Ahora, en noviembre de 1951, el puerto de Pusán está virtualmente hirviendo de actividad. La ciudad está apiñada con refugiados. Todo el mundo, incluyendo a los oficiales del gobierno, vive al estilo refugiado aquí. Dondequiera hay miles de pequeñas hakoban, casas hechas de cajas de madera y lodo, empapeladas por dentro con diarios norteamericanos. En una hay un letrero que dice, “Testigo de Jehová del Salón del Reino”—un poco al revés, pero la idea está ahí. Aquí, en el hakoban de diez pies cuadrados, treinta y uno de nosotros nos amontonamos el domingo pasado para el estudio de La Atalaya, que fué seguido de un discurso público. Atestado, sí, pero ninguno se quejó. La compañía recién organizada informó un máximo de catorce publicadores del Reino en noviembre.

Muchas de las universidades refugiadas de Seúl están tratando de funcionar aquí. Todos los edificios escolares están siendo usados por el gobierno nacional o el ejército, de modo que casi todas las escuelas usan tiendas o se reúnen a la intemperie sentándose en cajas. Las universidades están funcionando con alrededor del diez por ciento de la matrícula normal. El decano del colegio de mujeres Soongmyung de Seúl, con quien estudio, me pidió que pronunciara un discurso a los estudiantes y a la facultad. Su colegio temporáneo consiste de tres tiendas con bancos mal acabados, pero más de cien personas se amontonaron en una tienda para oír el discurso. Tuve otra sorpresa cuando estuve aquí. ¡La esposa del profesor Choi estaba allí en Pusán! Fué un gozo verla otra vez. Ella rápidamente llamó por teléfono al profesor Choi, quien salió de su oficina y vino a mi diminuto cuarto de hotel. Él también había tenido muchas escapadas difíciles. En un tiempo fué secretario del presidente Rhee y los rojos lo persiguieron con furia. Ahora es el subministro de defensa. A pesar de su elevada posición gubernamental, el profesor Choi es un hombre muy humilde y genuinamente interesado en la verdad. Es graduado en la Universidad de Oxford y es uno de los traductores mejor conocidos de Corea. Va a traducir el nuevo libro para mí. Hace un tiempo fué el candidato No. 2 para embajador a Inglaterra. Le dije que sería mejor embajador de la Teocracia. Él dijo: “¿Quiere usted decir que debo hacerme precursor?” Ha usado su elevada influencia gubernamental para ayudarme en muchas ocasiones desde que regresé. Él y su esposa me han ayudado a establecerme aquí. Él vive al estilo refugiado, como todo el mundo.

Antes de la guerra el máximo de publicadores para Corea era de sesenta y uno, incluyendo los ocho misioneros. Cuando todos los informes para diciembre se juntaron, se había alcanzado un nuevo máximo de ochenta y un publicadores. Este aumento no ha venido a través de los misioneros, sino por la obra diligente de los mismos publicadores coreanos. Sus condiciones de vida están alarmantemente por debajo de lo normal. Les falta comida, ropa y abrigo.a Tienen un ánimo sorprendente. No piensan que hayan sufrido algo más que los demás sino que están agradecidos de que, por la bondad inmerecida de Dios, tienen el privilegio de predicar hasta que la obra sea hecha. Para ellos el servicio del Reino viene primero. Están determinados a seguir adelante, venga lo que venga. Verdaderamente es una bendición estar de vuelta en mi asignación y poder asociarme con hermanos tan admirablemente llenos de fe y amor imperecederos.

[Nota]

a La Sociedad Wátchtower patrocinó una campaña para obtener ropa en beneficio de los hermanos coreanos, la cual se completó hace algún tiempo. Cerca de 4,000 libras de ropa y zapatos abrigados se juntaron y se enviaron.

[Mapa de la página 500]

(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)

Seúl

Kunsan

Chonju

Taegu

Pusán

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