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Las asociaciones edificantes allanan el caminoLa Atalaya 1972 | 15 de junio
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un intercambio de experiencias, contando lo que decía la gente y lo que nosotros decíamos.
Gradualmente desaparecieron el temor y la aprensión del nuevo idioma y de las costumbres, y el calor de amistad y la paciencia de los Testigos brasileños nos convencieron de que el amor cristiano no tiene fronteras.
Después de un año en Rio de Janeiro fuimos a una ciudad interior, Belo Horizonte. En total ahora, he estado en seis asignaciones durante mis veintidós años en el Brasil. Tres han sido para establecer congregaciones y tres para trabajar en las que ya estaban establecidas. Mi hermana más joven vino a trabajar conmigo aquí en la obra misional después de graduarse en la decimoctava clase de Galaad.
En una población pequeña, São João del Rei, por primera vez encontramos un territorio difícil. El alcalde era sacerdote, y de noche por medio de un programa de radio se expresaba opuesto a que la gente escuchara el mensaje que traíamos de la Biblia. En una puerta el señor de la casa le arrebató la Biblia de las manos a un misionero y la despedazó, aunque era una versión católica. A veces trabajábamos por tres horas o más sin poder dejar una sola pieza de literatura bíblica con nadie, puesto que la gente temía lo que dijeran o pensaran sus vecinos. No obstante, hallamos a algunos que querían tener un estudio bíblico, y pudimos ver el principio de una nueva congregación antes de ser transferidos a otra ciudad.
Mi presente asignación es Belem, Pará, en la desembocadura del río Amazonas, una ciudad de unos 600.000 habitantes. Tenemos cinco congregaciones en la ciudad, con más de 400 Testigos.
Un sábado por la mañana mientras ofrecía La Atalaya y ¡Despertad! en el territorio comercial de esta ciudad, encontré a un señor que me pidió que le llevara una Biblia “protestante,” pues dijo que había leído la traducción “católica” y deseaba compararlas. Pudo aprender que la verdad de Dios es la misma sin importar qué traducción se utilice. Con el tiempo llegó a ser el ministro presidente de mi congregación.
En otra experiencia, una señora con quien yo había estudiado la Biblia se mudó al interior debido al trabajo seglar de su esposo. ‘¿Cómo le irá?’ me preguntaba yo, pues era recién bautizada, y no había Testigos en ese pueblito. Cuando se mudó de vuelta a Belem cinco años después, dejó una congregación floreciente con su propio Salón del Reino.
Recientemente nos mudamos a un nuevo hogar misional amplio y ventilado construido arriba del primer Salón del Reino que es propiedad de una congregación de Belem. Aquí disfrutamos de asociación edificante con nuestros hermanos y hermanas cristianos, asociación como la de aquellos con quienes he vivido y trabajado durante los pasados veintiocho años. ¡Qué agradecida estoy de que esta asociación haya allanado el camino para tantas bendiciones, tal como el haber pasado más de la mitad de mi vida aquí en una asignación misional, y el ayudar a otros a disfrutar del servicio del Reino!
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Recompensas por aguantar persecuciónLa Atalaya 1972 | 15 de junio
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Recompensas por aguantar persecución
● En Nigeria un joven testigo de Jehová se vio obligado a asistir a una escuela católica, ya que las únicas escuelas en su zona estaban a cargo de la iglesia. Rehusaba asistir a las clases de catequismo y a causa de esto sufría castigo con frecuencia.
Con el transcurso del tiempo tuvo que presentarse delante de toda la escuela para ser azotado públicamente. Pero este suceso solo sirvió para despertar compasión por él en los otros estudiantes. Después de un largo período de fielmente aguantar oposición dolorosa, su conducta efectuó un cambio en la actitud del director de la escuela. ¿Cuál fue el resultado de esto? El director, su esposa y tres hijos dejaron su iglesia y ahora son testigos de Jehová. Un estudiante a quien el Testigo joven ayudó a aprender la Biblia ahora es ministro viajante de tiempo cabal de los testigos de Jehová.
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