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  • Sufriendo en armonía con la voluntad de Dios
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1959
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1959
w59 15/2 págs. 105-107

Sufriendo en armonía con la voluntad de Dios

¿ES LA voluntad de Dios que persona alguna sufra? ¿Deriva el Creador amoroso alguna felicidad de las tribulaciones y pruebas que les sobrevienen a sus criaturas? ¿Podrán servir algún propósito bueno tales experiencias amargas? ¿Dijo toda la verdad el consolador falso de Job cuando exclamó: “No del mero polvo procede lo que es dañino, y del mero suelo no brota la dificultad. Porque el hombre mismo nace para la dificultad, como las chispas mismas vuelan hacia arriba”?—Job 5:6, 7.

Cuando Pedro y sus compañeros en el ministerio cristiano fueron aprehendidos y azotados por las autoridades político religiosas de la nación judía y se les prohibió hablar en el nombre de Jesús, ellos “salieron . . . regocijándose porque habían sido tenidos por dignos de ser afrentados por causa de su nombre.” (Hech. 5:41) La gran mayoría de sus contemporáneos en Palestina sin duda adoptó el punto de vista de que habían procedido insensatamente, se habían acarreado dificultad a sí mismos, y sólo estaban sufriendo el debido castigo por su necedad. Nadie los molestaría si se quedaran callados con su religión y no hablaran de ella a otros. Pero no se quedaron callados, y sufrieron por ello, y se regocijaron con la experiencia, contrario a todo lo que se esperaba.

Esos apóstoles no eran fanáticos llenos de emociones irrazonables e incontrolables que los volvieran indiferentes a las crueldades y penalidades que los acosaban. Este hecho se certifica por sus argumentos claros y el cariño compadecido que manifestaban a todos sus compañeros cristianos. No estaban aislados de modo que fueran insensibles a las flaquezas y sufrimientos de otras criaturas por medio de penitencias y dolores autoimpuestos. Siguiendo en las pisadas de su Líder, nunca buscaban la dificultad ni una corona de mártir, pero cuando les sobrevenían pruebas ardientes como resultado de su fiel desempeño del ministerio ellos permanecían firmes y se regocijaban. ¿Cómo podían hacer esto?

Esos ministros cristianos primitivos bien sabían que en Edén Dios había decretado guerra incesante entre la prole (simiente) del inicuo y la prole del justo. (Gén. 3:15) Ese estado continuo de guerra produciría su larga serie de sufrimientos, tristezas y bajas, ¡pero con qué contraste vívido de efectos! Para los que abogaran por la causa de la iniquidad—incertidumbre, temor, amargura y falta de esperanza; pero para los que amaran y apoyaran la justicia—confianza, denuedo, fortaleza y fuerte esperanza con paz. (Pro. 6:22, 23; Gál. 5:22) La historia sigue cumpliendo ese decreto de largo alcance. Desde ese día de juicio edénico es la voluntad de Dios que las criaturas que quieran mantenerse firmes en su lealtad a él aguanten el odio y la oposición de sus enemigos y den evidencia de su integridad bajo prueba. Podemos traer felicidad al amoroso Padre en el cielo por medio de mostrar fiel aguante en medio de sufrimientos inspirados por el Diablo, pues éste es el precioso consejo que él mismo da a los que quisieran conseguir aprobación: “Sé sabio, hijo mío, y alegra mi corazón, para que responda al que se está mofando de mí.” (Pro. 27:11) ¡Qué respuesta más apropiada al gran vituperador, Satanás, que la de nuestro aguante firme a través de todas sus presiones diabólicas, de ese modo probando que él es el archimentiroso y demostrando nuestro amor y confianza en el Soberano Supremo!

EXAMINE LA CAUSA DEL SUFRIMIENTO

Viene a ser vitalmente importante, entonces, examinar la causa y fuente de nuestros sufrimientos para determinar si estamos sufriendo de acuerdo con la voluntad de Dios o no. Ciertamente si no estamos felices al tener la experiencia, entonces aparentemente algo no marcha bien y puede que esto sea un indicio de que no estamos aguantando en la causa correcta. Jesús declaró: “Felices son ustedes cuando la gente los vitupera y los persigue y mentirosamente dice toda clase de cosas inicuas contra ustedes por mi causa. Regocíjense y salten de gozo, puesto que su galardón es grande en los cielos.” (Mat. 5:11, 12) Eso no quiere decir que el sufridor feliz siempre tendrá una sonrisa en el rostro o una canción indicadora de despreocupación en los labios. Sin embargo, sí quiere decir que tendrá un sentimiento profundo de satisfacción derivado de una conciencia que está libre del sentimiento de haber ofendido a Dios. (1 Ped. 3:21) Tiene que estar convencido de que sus tribulaciones se originan de su apoyo sincero del lado de Jehová en el punto en disputa universal. ¿Tiene usted esta satisfacción y esta convicción?

Multitudes hay que se aplican ellas mismas el nombre de cristianas y que experimentan sufrimientos y pruebas a través de la vida, abrigando la creencia porfiada de que sufren inmerecidamente. Algunos están siempre tan industriosamente empeñados en reformar a otros o en darles consejos expertos que nunca tienen tiempo para considerar y corregir sus propias insensateces notorias. ¡Cuán horrorizados están cuando se les propina la llana acusación de que son entremetídos en los asuntos de otros! Otros arreglan sus problemas domésticos y maritales y de salud según lo que ellos creen es la manera correcta sin pensar en lo más mínimo en lo que la Palabra de Dios ofrece para su dirección. Al mismo tiempo dicen que están cumpliendo la voluntad de Dios. Cuando su proceder insensato conduce al sufrimiento ellos claman y se quejan y se ofenden en gran manera cuando esa misma Palabra de Dios los identifica como malhechores.

Algunos les manifiestan odio a sus semejantes, verbalmente y por sus hechos, y se alinean de parte de movimientos políticos que no sienten compunción al perjudicar a los hombres que estorban sus ardides egoístas y a veces causar su muerte. Dios clasifica como asesinos a todos los tales. (1 Juan 3:15) Hay otros que dicen ser cristianos que tratan de atraerse el apoyo de sus prójimos para la promoción de algún propósito egoísta—político, comercial o personal. Muchos, también, consistentemente dejan de rendirle a Jehová Dios el honor y servicio y adoración que se le deben. A todos los tales el Omnipotente los considera engañadores y ladrones.—2 Sam. 15:6; Mal. 3:8, 9, Mod.

Las personas de estas diferentes clases son infelices, rencorosas, amargadas, cuando les toca la adversidad. No han prestado atención alguna a la amonestación expresada por el apóstol Pedro: “Que ninguno de ustedes sufra como homicida o ladrón o malhechor ni como entremetido en los asuntos de otras personas.” (1 Ped. 4:15) Mientras se burlan de las leyes de Jehová y pasan por alto su consolador mensaje del Reino del día presente, afirman que sufren a causa de la justicia. Por medio de su proceder insensato y actitud quejumbrosa están en realidad censurando al perfecto y amoroso Soberano del universo.—Rom. 9:20.

SUFRIENDO A CAUSA DE LA JUSTICIA

La reacción de los cristianos verdaderos ante el sufrimiento contrasta muy refrescantemente con ésa. A medida que cumplen la voluntad de Dios y sirven su propósito, soportan todas las cosas pacientemente. Saben por qué se les pide que sufran, y siempre ante sus ojos está el Líder y Perfeccionador de su fe, Jesús, quien “en los días de su carne” sufrió muchas cosas y “aprendió la obediencia de las cosas que padeció,” aunque era hombre perfecto. (Heb. 5:7, 8) Y aun él llevó sus dificultades, sus súplicas y sus lágrimas al Dios de todo consuelo, su Padre celestial. ¡Qué gran ejemplo para nosotros! Aquí está una gran fuente de poder para aguantar: la comunión estrecha y constante con nuestro Padre y nuestro Dios. Recuerde, se dijo de Moisés que él “continuó firme como si viera al que es invisible.”—Heb. 11:27.

No nos conviene jamás pasar por alto el maravilloso efecto disciplinario del sufrir a causa de la justicia. Pablo sin duda estaba expresando una conclusión derivada de su estudio de los santos escritos antiguos cuando escribió para provecho nuestro: “Ninguna disciplina parece gozosa por el momento, sino dolorosa; sin embargo después a los que han sido entrenados por ella les produce fruto pacífico, a saber, justicia.” (Heb.12:11; Pro. 3:11, 12) ¿Estamos siendo entrenados por la disciplina de Jehová? La respuesta es Sí, si es que nos mantenemos genuinamente felices a través de las experiencias de nuestro ministerio y seguimos sirviendo fielmente y sin quejarnos. Nuestra propia disposición, la oposición en nuestra propia casa, el habla constante y contraria de los pecadores, el odio del mundo—sea cual fuere la causa inmediata de nuestros sufrimientos—debemos retener el ánimo correcto si estamos realmente sufriendo en armonía con la voluntad de Dios. (Gál. 5:22) Con seguridad su mano poderosa está amoldándonos y preparándonos para privilegios de servicio mayores y todavía más felices en el nuevo mundo que está por delante. Por lo tanto Pedro apropiadamente nos anima por medio de estas palabras: “Sigan regocijándose por cuanto son participantes de los sufrimientos del Cristo, para que también puedan regocijarse y alegrarse sobremanera durante la revelación de su gloria.”—1Ped.4:13.

Esa revelación en poder cuando él se vengará de sus enemigos ya se ha acercado. Ya se ha acabado el tiempo de aguantar pacientemente a los vituperadores de su Padre. Cuando estaba en la carne Jesús aceptó voluntariamente el vituperio y la vergüenza, pero ahora se han invertido los papeles y toda la hueste de los enemigos de Dios irá a derrota vergonzosa y cabal. La gloria de esa victoria ya parece envolver a los valientes guerreros del Rey del nuevo mundo a medida que éstos ahora ‘toman su parte en sufrir el mal.’—2 Tim. 2:3.

Mientras se acerque el ataque final de Gog y sus fuerzas, y por lo tanto también el tiempo del más grande sufrimiento, que se mantengan firmes todos los siervos de Jehová. Consuélense en la promesa que bondadosamente se nos da: “Dios es fiel y él no permitirá que sean tentados más allá de lo que puedan soportar, sino que junto con la tentación él también abrirá el camino de salida para que puedan soportarla.”—1 Cor. 10:13.

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