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  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1983
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  • Los oficiales reaccionan
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  • ¿Dios o César?
  • ¿Qué opina usted?
La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1983
w83 1/4 págs. 15-18

Persecución en un país tranquilo

POR MÁS de 60 años había sido un país tranquilo, y un rey bondadoso gobernaba a un pueblo amigable. Entonces el rey murió. Casi de la noche a la mañana este pacífico país se convirtió en el escenario de persecución de un grupo minoritario conocido mundialmente por su amor al prójimo y respeto a la autoridad. ¿Por qué se les perseguía? Porque deseaban vivir de acuerdo con los principios bíblicos. ¿En qué país ha sucedido esto? En Suazilandia.

Suazilandia es un país pequeño y agradable que mide 17.363 kilómetros cuadrados y está ubicado entre África del Sur y Mozambique. Verde y montañoso al oeste, y de tierras bajas y seco al este, su población es de poco más de medio millón de habitantes. La nación suazi ocupó el territorio a principios del siglo dieciocho. En 1903 vino a estar bajo el dominio británico, pero se estableció como reino independiente en 1968 y lo gobernaba el rey Sobhuza II.

Este notable hombre alcanzó la distinción de ser, en su día, el monarca activo de más edad de la Tierra y el que había gobernado por más tiempo, pues gobernó desde 1921 hasta su muerte, el 21 de agosto de 1982. Era célebre por su sabiduría y discreción. Puesto que su país está situado entre África del Sur y Mozambique, y por la gran diferencia que hay en las normas de ambos países, él se mantuvo en una posición neutral. Como resultado, Suazilandia siguió siendo un país pacífico y de creciente prosperidad.

Antecedentes religiosos

Como la mayoría de los pueblos africanos, los suazis han practicado por muchos siglos el culto de los antepasados. En tiempos recientes muchas misiones e iglesias han operado libremente en Suazilandia, pero las costumbres y ritos tradicionales siguen desempeñando un papel importante en la vida de la mayoría de la gente. A principios de los años treinta, los testigos de Jehová enviaron varios misioneros a ese país para esparcir las buenas nuevas del Reino de Dios. A menudo estos misioneros visitaban al rey Sobhuza, quien siempre les dio una bienvenida regia.

Con el tiempo, un grupo de personas del pueblo suazi respondieron favorablemente al mensaje que predicaban los testigos de Jehová. Puesto que ahora obedecían la ley de Dios según se expone en la Biblia, estas personas ya no podían seguir practicando ciertas costumbres religiosas que no eran cristianas. Algunos jefes se opusieron a eso, pero el rey no permitía que se persiguiera a los testigos de Jehová. Por eso los Testigos tenían razón de estar agradecidos a él, y sinceramente lamentaron su muerte. Pero ¿quiere decir eso que ellos deben participar en las costumbres tradicionales y religiosas relacionadas con los ritos fúnebres, como el afeitarse la cabeza?

Ceremonias fúnebres

Estas ceremonias son muy importantes para los que las practican. El Dr. I. Schapera, experto en costumbres africanas, escribió: “El culto de los antepasados se basa en la creencia de que cuando el hombre muere sigue ejerciendo influencia en la vida de los demás parientes aquí en la Tierra”. Respecto a los que han muerto, explica lo siguiente: “Si se ofenden porque se haya violado alguna costumbre, pueden enviar una sequía, una peste al ganado, un desastre tribual o personal, una enfermedad o muerte”. Si el que muere es un jefe, lo anterior “aplica aún más vigorosamente”. De aquí que sería inconcebible para los creyentes de estas costumbres tradicionales no llevar a cabo los ritos fúnebres en honor a un rey.

No obstante, los cristianos tienen que tomar en cuenta cómo Jehová Dios considera dichas prácticas. Hace miles de años Dios dijo a su pueblo escogido: “No deben hacerse cortaduras ni imponer calvicie sobre sus frentes por una persona muerta. Porque eres un pueblo santo a Jehová tu Dios”. (Deuteronomio 14:1, 2.)

Esto es lógico, porque nada de lo que hagamos puede complacer o desagradar a una persona que haya muerto. “Los muertos [...] no están conscientes de nada en absoluto” (Eclesiastés 9:5). Hasta cuando un gobernante muere “vuelve a su suelo; en ese día de veras perecen sus pensamientos” (Salmo 146:3, 4). En la muerte él está dormido, inconsciente. Su única esperanza reside en la futura resurrección que Dios llevará a cabo. No puede ayudar ni hacer daño a los que fueron sus súbditos.

El que uno se afeite la cabeza en honor del difunto indicaría que uno cree que su alma todavía está viva. Sería un acto de hipocresía el que un testigo de Jehová hiciera eso (Ezequiel 18:4). Estarían ‘llevando a cabo una mentira’ y desagradando a Dios (Revelación 22:15). Además, a los cristianos verdaderos se les advierte estrictamente que no mezclen su adoración con prácticas no cristianas (2 Corintios 6:14). No pueden participar a conciencia de ritos fúnebres que estén en conflicto con la Biblia, prescindiendo de lo profundamente apenados que estén por la muerte de un amigo.

Los oficiales reaccionan

El 13 de septiembre de 1982, The Times de Suazilandia publicó este informe: “El gobernador de la Residencia Real de Lobamba ha anunciado ciertas instrucciones que la nación suazi debe obedecer durante el período de luto que se guardará en honor del finado rey Sobhuza II. El concejal Vusumuzi Bhembe ha anunciado por radio a toda la nación que, como señal de duelo, todos los varones suazi tienen que cortarse el pelo [afeitarse la cabeza hasta quedar calvos]. [...] Las mujeres casadas han de cortarse todo el pelo de la cabeza, más arriba de las orejas”. Pronto se empezó a ejercer presión sobre las personas cuya conciencia no les permitía acatar ese decreto.

El jueves 23 de septiembre de 1982, el Sr. Mavimbela preguntó a uno de sus empleados, Andreas Xaba, quien trabajaba de veterinario para el gobierno de Suazilandia, por qué no se había afeitado la cabeza. Cuando Andreas trató de explicarle, el Sr. Mavimbela no quiso escucharle y mandó a buscar a tres soldados de un campamento militar cercano. Los soldados, sin embargo, decidieron que la policía debería encargarse del asunto.

Mientras esperaban a la policía, el Sr. Mavimbela pidió a uno de los soldados que fuera a buscar a la esposa de Andreas, pues tampoco se había cortado el pelo. La policía llegó, pero el agente de más alto rango dijo que dejarían en paz al Sr. y la Sra. Xaba, pues el gobierno no había dado la orden de que se arrestara a los que no se hubieran cortado el pelo.

Sin embargo, aquella noche siete soldados fueron a la casa de Xaba acompañados del Sr. Mavimbela y se llevaron a la pareja a un campamento militar. Todos los soldados del campamento se reunieron y, después de interrogarlos, golpearon repetidas veces a Andreas y a su esposa. Luego, los detuvieron y los obligaron a acostarse de espaldas mientras los soldados les golpeaban los pies. Finalmente les afeitaron la cabeza a la fuerza y les permitieron marcharse.

El 11 de octubre de 1982 cuatro testigos de Jehová fueron enjuiciados en el tribunal nacional de Manzini. Antes de dictar la sentencia, el presidente del tribunal, Mabhula Shongwe, ordenó a la policía que les afeitara la cabeza. Se cumplió la orden brutalmente. Varios testigos oculares informan que la sangre manaba de las heridas que tenían en la cabeza. Entonces se dictó sentencia: un año de cárcel o pagar una multa de 100 rands.

Dos días más tarde 11 Testigos, 10 hombres y una mujer, fueron arrestados en su lugar de empleo, la Compañía Mhlume. Al día siguiente varios agentes de seguridad de esta firma fueron a los hogares de estos hombres, reunieron a sus respectivas esposas e hijos, y los arrestaron también. El 20 de octubre a todos se les dio la oportunidad de explicar ante el tribunal por qué no se habían afeitado la cabeza. De manera respetuosa explicaron el asunto, y para ello usaron varios pasajes bíblicos, como Deuteronomio 14:1 y Mateo 6:17, 18. Sin embargo, fueron sentenciados a un año de cárcel o pagar una multa de 100 rands. Además, tanto a ellos como a sus esposas e hijos les afeitaron la cabeza a la fuerza. Más tarde fueron despedidos de la Compañía Mhlume.

El 28 de septiembre de 1982, el príncipe Logiyela Dlamini, en el Tribunal Nacional en Bhunya, sentenció a 13 Testigos, empleados de la Compañía de Pulpa Usuthu, a pagar una multa de 60 rands. Después se les impidió entrar en su lugar de empleo. Pidieron ver a los de la gerencia, pero en su lugar se les obligó a comparecer ante el Consejo Supremo del rey, en Lobamba, el 7 de octubre.

El presidente de ese consejo, el Sr. Lusendvo Fakudze, permitió que los Testigos explicaran su posición. Mientras exponían sus razones, uno de los jefes los amenazó así: “En 1975 queríamos eliminarlos, pero el finado rey los protegía. ¿Quién los va a proteger ahora?”. Finalmente se dijo a los Testigos ‘que se referiría el asunto al cuerpo de príncipes y luego a la reina madre, en Lobamba. Mientras tanto, se notificó a los patronos que no los recibieran, a menos que se hubieran afeitado la cabeza.

Se volvió a arrestar a estos Testigos a la semana siguiente. Seis de ellos serían enjuiciados el 19 de octubre, en el mismo Tribunal Nacional de Bunya. Cuando llegó el día, el presidente del tribunal no compareció. Se hizo necesario posponer el caso hasta el día siguiente y nombrar a un nuevo presidente, el Sr. Magomba Dlamini. Este dio la orden de que, por la fuerza, se les afeitara la cabeza a los Testigos y los sentenció a tres meses de cárcel o a pagar una multa de 30 rands.

Entre los que fueron sentenciados estaban Aaron Phakathi, Leonard Mabuza, Bartholomew Mbuli, Stephen Mngomezulu, John Shabangu y Lina Mbuli. Ya esta era la segunda vez que se les sentenciaba por el mismo delito. Todos fueron despedidos de la Compañía de Pulpa Usuthu.

Cuando se escribía este artículo, por lo menos 90 Testigos habían sido arrestados y sentenciados, según los informes recibidos. Algunos han sido arrestados más de una vez.

Algunos buenos resultados

A pesar de las dificultades, algunas experiencias animadoras han resultado de esta persecución inesperada. Considere el siguiente informe de los Testigos detenidos en la prisión de Manzini:

“Cuando llegamos a este lugar, el carcelero estaba muy opuesto a nosotros y decía que luchábamos contra el gobierno. No permitió que nuestros hermanos vinieran a vernos y los envió de regreso con toda la comida que habían traído. Pero seguimos mostrándole profundo respeto y le contestábamos cortésmente. Al ver esto, su actitud cambió. Nos dio su Biblia y nos pidió que les predicáramos a todos los presidiarios. Con el tiempo, todos allí sabían que estábamos en la cárcel porque estábamos de parte de la justicia, y tanto los presidiarios como la policía nos estimulaban a que nos mantuviéramos firmes”.

¿Dios o César?

Los testigos de Jehová tienen presente las palabras del apóstol Pablo: “Toda alma esté en sujeción a las autoridades superiores” (Romanos 13:1). Recuerdan también que Jesús enseñó: “Paguen de vuelta a César las cosas de César”. No obstante, Jesús añadió: “ [...] pero a Dios las cosas de Dios” (Mateo 22:19-21). Cuando a los apóstoles de Jesús se les ordenó que dejaran de hacer algo que Dios les había mandado que hicieran, respondieron: “Tenemos que obedecer a Dios como gobernante más bien que a los hombres” (Hechos 5:29). No querían desobedecer a los gobernantes humanos. Pero cuando esos gobernantes los obligaban a escoger entre la obediencia a Dios y la obediencia a los hombres, tenían que obedecer a Dios primero.

Los testigos de Jehová siguen este ejemplo cristiano. Al mismo tiempo oran que las autoridades lleguen a entender el punto de vista de ellos. El apóstol Pablo escribió: “Por lo tanto, exhorto, ante todo, a que se hagan ruegos, oraciones, intercesiones, ofrendas de gracias [...] respecto a reyes y a todos los que están en alto puesto; a fin de que sigamos llevando una vida tranquila y quieta”. (1 Timoteo 2:1, 2.)

No cabe duda de que las autoridades suazi se dan cuenta de que los testigos de Jehová tratan de llevar “una vida tranquila y quieta”. Como grupo, pagan sus impuestos y viven una vida limpia y honrada. No obstante, desde la muerte del rey Sobhuza, se ha establecido un peligroso precedente de persecución religiosa. Además, puesto que se les ha despedido de su empleo, muchos hombres y mujeres Testigos ya no tienen medios de ganarse la vida.

¿Qué opina usted?

¿Le sorprende que en esta era moderna se obligue a toda una nación a practicar ritos para apaciguar a los muertos? ¿Cree usted que la gente debería poder adorar a Dios de acuerdo con su conciencia? ¿No se compadece de los que sufren porque se les niega esto? Si así es, puede que usted desee enviar un telegrama o una carta —de manera respetuosa y bondadosa— a uno o más de los funcionarios del gobierno suazi. En el recuadro adjunto se han alistado los nombres de algunos altos funcionarios a quienes tal vez usted desee escribir.

[Recuadro en la página 18]

Su Majestad la Reina Regente

Ndlovukazi Dzeliwe

Residencia Real de Lobamba

P. O. Box 1

LOBAMBA

Suazilandia

Presidente del Consejo Supremo

Príncipe Sozisa

Residencia Real de Lobamba

P. O. Box 1

LOBAMBA

Suazilandia

Ministro de Asuntos Interiores

Príncipe Gabheni

P. O. Box 432

MBABANE

Suazilandia

El Primer Ministro

Príncipe Mabandla

P. O. Box 395

MBABANE

Suazilandia

Ministro de Justicia

Sr. Polycarp KaLazarus Dlamini

P. O. Box 924

MBABANE

Suazilandia

Comisario de la Policía

Sr. Titus Msibi

P. O. Box 49

MBABANE

Suazilandia

Federación de Empleados de Suazilandia

P. O. Box 386

MBABANE

Suazilandia

Concejal Vusumuzi Bhembe

Residencia Real de Lobamba

P. O. Box 1

LOBAMBA

Suazilandia

Concejal Lusendvo Fakudze

Residencia Real de Lobamba

P. O. Box 1

LOBAMBA

Suazilandia

Presidente del Tribunal

Sr. C. J. Nathan

P. O. Box 924

MBABANE

Suazilandia

Oficial de enlace del Rey sobre

Asuntos Religiosos

Sr. A. K. Hlophe

P. O. Box 162

MBABANE

Suazilandia

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