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    La Atalaya 1959 | 1 de diciembre
    • Las palabras de Jesús aquí no se refieren a ese arreglo u orden constituído, grande, amplio, formado de cielos y tierra simbólicos, “los cielos y la tierra actuales.” Aquí Jesús está hablando de gente, de gente que vive en la tierra literal y que vive según cierto orden o arreglo, conforme vive bajo el invisible “gobernante de este mundo,” Satanás el Diablo. (2 Ped. 3:7; Juan 12:31) Ciertamente Dios no amó a los cielos simbólicos, compuestos de Satanás el Diablo y sus demonios. Por consiguiente el mundo que Jesús dijo que Dios amó es un mundo limitado y no incluye a los simbólicos “cielos . . . actuales.”

      Ciertamente al enviar a su Hijo a este mundo de gente sobre la tierra Jehová Dios el Padre estaba ejecutando un acto amoroso hacia este mundo. El dar pasos para salvar a gente de este mundo, en vez de destruir completamente a este mundo de gente con todo miembro de él, fué un acto de amor a este mundo. No se escogió con especialidad a ninguna persona en particular de este mundo de gente, aunque Jesús fué enviado directamente a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Por esto cualquiera y todos los de este mundo de gente podrían aprovecharse de lo que Dios estaba haciendo por medio de su Hijo. Debido a que fué un acto de amor de Dios para provecho de cualquiera y de todos los de este mundo de gente, el dar Dios a su Hijo fué una expresión de amor para el mundo de gente que vive bajo el “gobernante de este mundo,” Satanás el Diablo.

      Sin embargo, esto no significó que todos los de este mundo de gente organizada responderían a ese amor y entrarían en el amor de Dios y probarían ser dignos del amor de Dios. Por eso, sin mencionar el nombre de ninguna persona y sin especificar a ciertas personas, Jesús agregó las palabras condicionales: “Para que todo aquel que ejerza fe en él no sea destruído sino tenga vida eterna.” Sólo será “todo aquel que ejerza fe en él” el que ‘tendrá vida eterna.’ Los que no ‘ejerzan fe en él’ ‘serán destruídos.’ Los que no ejercen la fe necesaria resultan ser la mayoría, por la cual razón el mundo de gente en general, sin mencionar nombres, será destruído.

      Por eso, de ser un amor general a este mundo de gente, el amor de Jehová llega a ser un amor específico a los que ejercen fe en su Hijo y que aman a su Hijo y entran en unión con él. Estos son los que ‘tendrán vida eterna’ en ese justo nuevo orden del futuro y que forman parte de sus nuevos cielos y nueva tierra. Verdaderamente son gente del nuevo orden, porque al entrar en unión y asociación amorosas con el Hijo que Dios dió dejan de ser parte de este mundo de gente.

      Dios sabía que había personas dignas de ser amadas, o personas que podrían llegar a ser dignas de ser amadas, en este mundo de gente. Él, con sus ojos perspicaces, sabía que había personas que por nacimiento eran parte de este mundo de gente pero cuyo corazón realmente no estaba en armonía con el “pecado del mundo” y que deseaban libertarse de la condenación que existía a causa del “pecado del mundo.” (Juan 1:29) Por consiguiente Dios no envió a su Hijo a este mundo de gente para pronunciar una condenación general de este mundo entero de gente, una condenación que abarcara, sin hacer distinciones, a todo miembro de este mundo de gente sin primero dar a las personas individuales la oportunidad de mostrar cómo se sentían concerniente al pecado e iniquidad condenables del mundo. Por eso Dios envió a su Hijo al mundo de gente, “para que el mundo fuese salvado por medio de él.”

      Esto no es decir que todo el mundo de gente será salvado por medio de Jesucristo, el Hijo de Dios. Es decir que está abierta la oportunidad para que cualquiera y para que todos sean salvados, sin parcialidad para nadie. Sin embargo, el mundo de gente llega a ser juzgado. Este es el significado de las palabras que Jesús dijo más tarde a una muchedumbre de judíos: “Ahora hay un juicio de este mundo; ahora el gobernante de este mundo será echado fuera. Sin embargo yo, si soy levantado de la tierra, atraeré a hombres de todas clases a mí. Yo he venido como una luz al mundo, para que todo el que ponga fe en mí no permanezca en las tinieblas. Pero si alguien oye mis dichos y no los guarda, no lo juzgo, porque vine, no para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo. El que me desatiende y no recibe mis dichos tiene quien lo juzgue. La palabra que he hablado es lo que lo juzgará en el último día.”—Juan 12:31, 32, 46-48.

      No toda la gente de este mundo se salva; no todo este mundo de gente escapa el juicio que resulta en una condenación a la destrucción, aunque Jesús en su primera venida no vino a juzgar y a condenar al mundo de gente en su totalidad. Por lo tanto, ¿por qué no se salva todo el mundo de gente y escapa del juicio? Se debe a que, como Jesús agregó, “el que ejerce fe en él no ha de ser juzgado. El que no ejerce fe ya ha sido juzgado, porque no ha ejercido fe en el nombre del Hijo unigénito de Dios. Ahora ésta es la base para el juicio, que la luz ha venido al mundo pero los hombres [no ángeles] han amado las tinieblas más bien que la luz, porque sus obras eran inicuas.” (Juan 3:18, 19) En consecuencia, los únicos de este mundo que no son juzgados desfavorablemente y que son salvados son los que cifran la fe en el Hijo de Dios y salen de las tinieblas del mundo y entran en la luz para que sus “obras sean hechas manifiestas como habiendo sido obradas en armonía con Dios.” (Juan 3:21) Con la excepción de éstos, al mundo de gente en general se le juzga como indigno de la salvación.

      Concluyendo ahora la discusión, decimos que el “mundo” que Dios amó tanto y al que envió a Jesús, no a juzgar, sino a salvar, es el mundo de gente sobre la tierra según se representa por los miembros que se desprenden de la gente mundana, organizada y que ejercen fe en la dádiva de Dios de su Hijo unigénito y luego entran en unión con él o en asociación con él, probando que son dignos del amor de Dios por medio de su Hijo unigénito. Tales creyentes y seguidores fieles son reservados para la vida eterna en el nuevo orden prometido de Dios de “nuevos cielos y una nueva tierra.”—2 Ped. 3:13.

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    La Atalaya 1959 | 1 de diciembre
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      MINISTERIO DEL CAMPO

      “Es la voluntad de Dios,” dicen muchos cuando se enfrentan con sucesos dolorosos. ¡Cuán tristemente yerran en su concepto de lo que es la voluntad de Dios! Y cuando oran a Dios: “Hágase tu voluntad en la tierra,” pocos se dan cuenta de que la voluntad de Dios en lo que concierne a la tierra quiere decir la restauración del paraíso. Para ayudar a las personas de buena voluntad a conseguir este importante conocimiento bíblico, los testigos de Jehová durante diciembre ofrecerán una colección de siete folletos bíblicos por 25c (dinero de E.U.A.). Estos folletos tratan una variedad de temas y aclaran de la Biblia lo que es la voluntad de Dios y cómo proceder para disfrutar de la paz y felicidad que existirán en el paraíso restaurado.

      ESTUDIOS DE “LA ATALAYA” PARA LAS SEMANAS

      10 de enero: Manteniendo los intereses del Reino en el lugar de primera importancia. Página 716.

      17 de enero: Resistiendo el enredarse en los intereses de este mundo. Página 722.

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