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  • Buenas nuevas para la humanidad perpleja
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1956
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1956
w56 15/10 págs. 613-616

Buenas nuevas para la humanidad perpleja

Hay buenas nuevas. Hay mayor razón para regocijo ahora que en cualquier otro tiempo de la historia, a pesar de la inundación de angustias que llena la tierra. Aprenda usted cuál es esa razón leyendo lo siguiente.

EN ESTE mundo intranquilo y descontento simplemente no existen buenas nuevas. Por eso, para que lleguen buenas nuevas a la humanidad perpleja, es menester que vengan de una fuente aparte de este mundo. Y tal es el caso. De hecho, vienen del Creador de un nuevo mundo, de un sistema de cosas enteramente nuevo, en el cual mora la justicia, un mundo que “tiene fundamentos verdaderos y cuyo edificador y creador es Dios.” Aunque esto probablemente les parezca traído de los cabellos a los escépticos y pesimistas, sin embargo este hecho se está haciendo más definido con cada día que pasa.—Heb. 11:10, NM.

Para contrarrestar las buenas nuevas del acercamiento irresistible del nuevo mundo, el viejo mundo ridiculiza y befa, hasta aviva un espíritu esperanzado que él mismo crea. Por ejemplo, el “espíritu de Ginebra,” el cual por corto tiempo disminuyó la tensión mundial y dió alguna esperanza al corazón de la humanidad, fué uno de tales esfuerzos. Pero las buenas nuevas que se ofrecieron en la conferencia cumbre de Ginebra no fueron de buena fe, ni fueron sinceras ni genuinas. Fueron de breve duración, y la guerra fría pronto brotó de nuevo.

Esta tendencia de proclamar paz, a la que sigue desilusión, está en armonía con las palabras del profeta: “Y curan la llaga de mi pueblo livianamente, diciendo: ¡Paz! ¡paz! cuando no hay paz.” “¡Esperábamos la paz, pero no vino ningún bien; tiempo de sanidad, mas he aquí el desmayo!” “La esperanza retardada hace enfermar el corazón.” Y ¿quién puede negar que el corazón de una humanidad perpleja no sólo ha estado afligido sino que está enfermo hasta el punto de morir debido a sus promesas diferidas de paz?—Jer. 8:11, 15; Pro. 13:12.

Otro arranque esperanzado en que ya se notan señas de ruina es el mismísimo auge religioso. Al principio un despertamiento religioso sonaba como buenas nuevas, especialmente al mundo occidental, el cual sufre de un caso grave de agnosticismo, ateísmo y materialismo. Pero al mismo tiempo que la religión mundana ha ganado popularidad y ahora está muy de moda, hay una baja en la moralidad, una alza en el crimen y en la corrupción, un aumento de delincuencia adulta y juvenil, y todo esto muy notablemente entre el público que frecuenta las iglesias.

En otras palabras, el auge religioso no es genuino, ni real, ni emana desde el fondo del corazón de la humanidad. Es una religión superficial; por lo tanto no puede producir frutos buenos. El poder propulsor detrás del despertamiento no es el espíritu que dice: “Hacer tu voluntad, oh Dios mío.” (Sal. 40:8) Es más bien: “Sea hecha mi voluntad con Tu ayuda.” La nueva religión procura usar a Dios como instrumento y no se interesa en llegar a ser instrumento de Dios. El tratar de usar a Dios para cualquier propósito, sin importar cuán noble aparente ser, siempre es incorrecto. Aun el usarlo para el propósito vital de resistir y finalmente derrotar el comunismo es hacer de Él un instrumento, y por lo tanto es incorrecto. Él no se dejará usar de esa manera. Dios dará lo que se merecen a todos los gobiernos inicuos a su debido tiempo. “Así,” dice el Dr. Eugene Carson Blake, un destacado vocero protestante, “el aumento de interés religioso llega a ser un posible peligro. En realidad, quizás se haga trágico si llega a ser un apoyo y una justificación para una vida esencialmente irreligiosa en vez de una ayuda hacia nuevas penetraciones del entendimiento en lo moral y espiritual.”

Por lo tanto, este creciente fingimiento religioso no constituye buenas nuevas. Es de hecho una señal que denota los últimos días de este inicuo sistema de cosas. Dijo Pablo el apóstol: “En los últimos días se presentarán tiempos críticos y difíciles de manejar. Porque los hombres serán amantes de sí mismos, amantes del dinero, presuntuosos, arrogantes, blasfemos, desobedientes a sus padres, . . . amantes de placeres más bien que amantes de Dios, teniendo una forma de devoción piadosa pero mostrándose falsos a su poder; y de éstos aléjate.” El profeta Oseas habló típicamente acerca de nuestro día, diciendo: “Jehová tiene una contienda con los habitantes del país, por cuanto no hay verdad, y no hay misericordia, y no hay conocimiento de Dios en la tierra. ¡No hay más que perjurio, y mala fe, y homicidio, y hurto y adulterio! ¡rompen por todo; y un charco de sangre toca a otro! Por esto se lamentará la tierra, y todos los que habitan en ella desfallecerán.” Debido a su corrupción inherente, es imposible que del viejo mundo salgan buenas nuevas.—2 Tim. 3:1-5, NM; Ose. 4:1-3.

¿QUÉ CONSTITUYE Y DÓNDE SE HALLAN BUENAS NUEVAS?

Por desagradables que sean las condiciones que se han descrito aquí, no obstante son una señal de buenas cosas venideras. ¿Cómo es eso? Después de referirse a las guerras, hambres, pestilencias, terremotos y temores que inundarían esta generación, Jesús dijo a sus discípulos: “Al empezar a suceder estas cosas, levántense erguidos y alcen la cabeza, porque su liberación se está acercando.” La indicación de que habrá salvación de las presentes condiciones embrolladoras en sí misma constituye buenas nuevas. Pero las buenas nuevas a que Jesús se refería tenían que ver con el establecimiento del reino de Dios, ese gobierno prometido por largo tiempo que ha de bendecir al género humano con paz, prosperidad y vida eterna en un nuevo mundo de justicia. Esas son las buenas nuevas, el evangelio, que “se predicarán en toda la tierra habitada con el propósito de dar un testimonio a todas las naciones,” antes del fin consumado de este sistema de cosas. ¡El hecho de que ese gobierno real está aquí, ahora, sí, hoy, en operación actual, es la más grande noticia de buenas nuevas que jamás se ha oído en la tierra!—Luc. 21:28; Mat. 24:14, NM.

Pero, ¿dónde está?, pregunta usted. El Reino mismo es un gobierno celestial; por tanto no lo pueden ver los ojos humanos. Pero la sociedad del Nuevo Mundo, que es una consecuencia de la operación del Reino, sí la pueden ver los hombres. Esta ha estado funcionando en la tierra desde 1919, con resultados definitivos visibles. Por eso, la misma presencia de la sociedad del Nuevo Mundo es una señal del establecimiento del Reino, por consiguiente buenas nuevas y razón para gran regocijo.

¿Cómo podemos estar seguros de que esto es así? ¿Qué prueba hay? Y ¿por qué no lo han aclamado las naciones? ¿Cuándo se llevó a cabo todo esto? La Biblia contesta.

El otorgamiento del Reino a Jesús, según la profecía, tenía que ser cuando expiraran los “siete tiempos” del dominio ininterrumpido de las naciones por Satanás. Esos tiempos tuvieron su principio en 607 a. de J.C., al tiempo de la destrucción de Jerusalén, y continuaron por siete tiempos simbólicos ó 2,520 años. Esos años llegaron a su fin en 1914 d. de J.C. El año 1914 marcó el tiempo del establecimiento del gobierno del Reino en los cielos. El establecimiento de un nuevo gobierno universal es el primer requisito para la introducción de un nuevo mundo. Es por eso que al tiempo de su establecimiento se entona el grito: “El reino del mundo ha llegado a ser el reino de nuestro Señor y de su Cristo, y él gobernará como rey para siempre jamás.”—Apo. 11:15, NM; Dan. 4:16, 25, 32.

Mediante todas las expresiones mojigatas de las organizaciones religiosas de la cristiandad se engaña a la gente haciéndola creer que al tiempo en que el reino de Dios mediante Cristo toma su poder las naciones, especialmente las naciones de la cristiandad, se regocijarán y darán gracias a Dios y en seguida cederán su soberanía terrenal al Cristo de él. Pero la hipocresía de la religión falsa se manifiesta en el hecho de que exactamente lo contrario ocurre. Jesús amonestó de antemano que así sería. Él dijo que los favorecedores de su gobierno dirían: “Te damos gracias, Jehová Dios, el Todopoderoso, el que eres y que eras, porque has tomado tu gran poder y has comenzado a gobernar como rey.” Pero en cuanto a las naciones de la tierra al tiempo de esta asunción de poder divino, Jesús siguió diciendo: “Pero las naciones se airaron, y tu propia ira llegó, y el tiempo señalado . . . para traer a la ruina a los que están arruinando la tierra.” El mismo hecho de que esta ira de las naciones se desencadena al tiempo del establecimiento del gobierno divino para la tierra constituye parte de la señal que pidieron los discípulos de Jesús. Ocurrió exactamente al final de los 2,520 años de dominio gentil. Este hecho muestra que tal ira es evidencia de que el fin del viejo mundo ha llegado y ha comenzado el tiempo en que el Reino domina.—Apo. 11:15-18; Mat. 24:7, 8; Luc. 21:7-28, NM.

El nacimiento del Reino en 1914 d. de J.C. quiso decir que no faltaba mucho para el fin del mundo de Satanás, lo cual, por supuesto, no son buenas nuevas para los apoyadores de este sistema moribundo. Pero son buenas nuevas para la humanidad perpleja, porque significa que tampoco falta mucho para un justo nuevo mundo de vida, gozo y paz. Las buenas nuevas acerca de este hecho han sido predicadas particularmente desde 1920, y siguen predicándose en toda la tierra por un número creciente de testigos de Jehová, en cumplimiento de Mateo 24:14. Hoy en día el mensaje va a más de 158 tierras, y más de 642,929 proclamadores dedicaron más de 85,832,250 horas durante 1955 a llamar a la atención de la gente estas buenas nuevas. Se han distribuído centenares de millones de libros, Biblias, revistas y tratados y se han empleado otros medios para anunciar esta verdad incontrovertible.

Como resultado del diluvio de información publicada el mundo ha experimentado un sacudimiento, y gente de toda nación, tribu y lengua ha venido a la sociedad del Nuevo Mundo y ha ejercido fe en el Dios de ella. Sólo en el año pasado, más de 63,640 individuos se declararon de parte del nuevo mundo por medio de la inmersión en agua, de este modo llegando a ser nuevos proclamadores activos de las buenas nuevas. Estos, junto con centenares de miles de otras personas, forman una sociedad que no es parte de este mundo. Ellos forman una sociedad del Nuevo Mundo por medio de la Palabra y el espíritu de Jehová. Como tal sociedad, ellos han dejado atrás las normas del viejo mundo, las tradiciones políticas y religiosas, las riñas, los odios raciales y religiosos, los orgullos y rivalidades, y un sinnúmero de otras cosas divisivas. Se mantienen sin mancha del mundo.

Estas personas, como pueblo limpio y sano del Nuevo Mundo, tienen la promesa de Dios de sobrevivir a la guerra universal de esta generación—el Armagedón—y, como pueblo unido, pasarán al justo nuevo mundo de Dios, para gozar allí de las bendiciones de Dios para siempre jamás. Esta gran perspectiva puede pertenecerle a usted. Hágala suya por medio de prestar atención a estas buenas nuevas del Reino que ahora se están predicando.

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