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  • Las iglesias se inmiscuyen
    La Atalaya 1982 | 15 de marzo
    • Las iglesias se inmiscuyen

      “YA ES tiempo de que la gente piadosa tenga una participación en el gobierno.” Así se expresó un pastor de California. ¿Está usted de acuerdo con él en que las personas religiosas deberían envolverse en la política? Muchas personas, al ver con consternación las decadentes normas de moralidad, el aumento en los delitos, la depresión económica, las tensiones internacionales, la pobreza y el hambre y la creciente incredulidad alrededor del mundo, piensan que la religión debe participar en la política.

      Es verdad que los gobiernos son los que tienen que encargarse de muchos de estos problemas. Pero a menudo los gobiernos no saben qué hacer para poner fin a esos problemas. Peor aún, escándalos han corrompido a muchos de los gobiernos. Informes acerca de la corrupción y el engaño han debilitado la confianza que la gente tiene en sus gobiernos a tal grado que mucha gente comparte el parecer de una madre de mediana edad que dijo: “Estoy llegando a creer que el entero sistema político se ha vuelto corrupto e inmoral.”

      Por consiguiente, a muchas personas sinceras les parece que la religión debería tratar de prestar ayuda. Piensan que la religión representa a Dios, y creen —correctamente— que se necesita más que sabiduría humana para resolver los problemas de la humanidad. Piden ayuda en oración, pero no están seguros de qué manera Dios les ayudará. Piensan que tal vez les toca a ellos hacer algo de su parte. Por lo tanto, les gusta ver a la “gente piadosa” envuelta en la política a fin de introducir un elemento de “santidad” en el gobierno. Los ministros, los sacerdotes y la gente que se entrega a la religión están cada vez más activos en la política.

      ¿Es ésta la mejor forma en que la religión puede ayudar hoy día? Consideremos lo que algunos de estos religiosos están haciendo, y veamos lo que esperan lograr.

      La religión en la política

      En los Estados Unidos algunas organizaciones religiosas mantienen cabilderos en la misma capital de la nación, para que éstos ejerzan influencia en las decisiones de los legisladores. ¿Qué esperan lograr? Cierto sacerdote católico explicó: “Creemos que ejercemos mucha influencia duradera sobre las actitudes morales que determinan el carácter político de la nación.” Un ministro protestante agregó: “Deberíamos poder decir a los que dirigen el gobierno: ‘ustedes han cometido una falta; han escogido el derrotero incorrecto.’

      Dicho cabildeo se ha estado efectuando de manera discreta por mucho tiempo. Un fenómeno más reciente —y mucho menos discreto— ha sido la aparición de grupos con intereses particulares que han sido organizados por fundamentalistas protestantes. Estos grupos, tales como el de la Mayoría Moral de los Estados Unidos, se han expresado con vigor sobre asuntos como el prestar apoyo a Israel, los derechos de los homosexuales, el tratado del Canal de Panamá, la defensa de Taiwan y el aborto. Los políticos han aprendido a no menospreciar la influencia que tienen estos grupos. Senadores que han apoyado programas con los cuales estos grupos no simpatizan han sufrido derrota en las elecciones.

      El Concilio Mundial de Iglesias, con su sede en Europa, se envolvió en la política de otra manera. Se informa que desde 1970 el Concilio ha contribuido 3 millones de dólares (EE. UU.) a varios movimientos políticos revolucionarios.

      Por otra parte, algunos ministros ordenados aspiran a puestos electivos en el gobierno. Pero tal vez el máximo ejemplo de envolvimiento político lo muestre un titular reciente que decía: “Sacerdotes filipinos abandonan las parroquias y se unen a la rebelión.” El artículo informó acerca de cuatro sacerdotes católicos que se unieron al movimiento de los guerrilleros comunistas. El envolverse en tales movimientos radicales es algo común, pero ha costado caro. En Latinoamérica ha resultado en la muerte, el secuestro o el exilio de aproximadamente 850 sacerdotes, monjas y legos durante la década pasada.

      ¿Cómo considera usted dicha actividad política en la que participan los líderes religiosos? ¿La encomiaría usted? O, ¿tiene usted sus dudas tocante a esto? Puede que usted no se oponga a que la religión discretamente hable con franqueza respecto a cuestiones políticas pero quizás sí le perturbe el que los sacerdotes participen en revoluciones.

      Pero, si aprobamos el que la religión se envuelva en la política hasta cierto grado, se hace difícil determinar el límite hasta el cual debe inmiscuirse. Si es admisible que algunos ministros ordenados sirvan discretamente de cabilderos en la capital del país a fin de dar su apoyo a los programas que ellos aprueban, ¿por qué es incorrecto el que fundamentalistas protestantes organicen grupos de presión por todo el estado para adelantar programas que ellos consideran importantes? Además, si la Mayoría Moral puede hablar a favor de la defensa de Israel, ¿por qué no puede el Concilio Mundial de Iglesias contribuir dinero a las causas militares que ellos favorecen? Y si eso no es impropio, ¿qué tendría de malo el que, en vez de pagar a otros para que corran los riesgos, los sacerdotes católicos pelearan y murieran por las causas que ellos apoyan en Sudamérica y Asia?

      Y sin embargo . . . ¿halla usted algo incorrecto con esta cadena de razonamientos lógicos? ¿Es ésta realmente la mejor forma en que la religión puede ayudar al género humano en estos tiempos difíciles?

      El que la religión trate de ejercer influencia en la política no es nada nuevo. En el recuadro que sigue se alistan algunas ocasiones sobresalientes en que la religión se mezcló con la política.

  • ¿Cómo puede la religión aliviar las tensiones?
    La Atalaya 1982 | 15 de marzo
    • ¿Cómo puede la religión aliviar las tensiones?

      LA OPRESIÓN, el hambre, las normas morales en decadencia, el abuso de las drogas, la amenaza de una guerra nuclear... éstos son algunos de los problemas a los que están dando su atención en su activismo político algunos ministros ordenados de la religión. Claro está que todo cristiano se interesa intensamente en esos asuntos. ¿Pero es por medio de envolverse en la política que se podrá aliviar las tensiones del mundo?

      Los líderes religiosos se envuelven en la política porque quieren fijar un “tono o carácter moral” o porque quieren advertir cuando los gobiernos van por una “senda indebida.” Sin embargo, ¿qué hay cuando ellos mismos toman la senda indebida? Por ejemplo, en el interés del nacionalismo serbio, hace poco un sacerdote serbio bombardeó el hogar estadounidense de un cónsul yugoeslavo. Seguramente, semejante acto de terrorismo es incorrecto, ¡especialmente cuando el que lo comete es un sacerdote! Prescindiendo de lo que sean sus motivaciones, el sacerdote dice que representa a Dios. Sin embargo, la Palabra de Dios da la siguiente advertencia clara a todos los que creen en El: “No se venguen ustedes mismos, . . . porque está escrito: ‘Mía es la venganza; yo pagaré, dice Jehová.’” (Romanos 12:19) Acciones como la de ese sacerdote debilitan la dirección moral que algunas religiones están tratando de proporcionar.

      Además, aun en la Iglesia Católica, muchos dudan seriamente de los sacerdotes y las monjas que se inmiscuyen en las revoluciones. Un jesuita colombiano dijo: “Las primeras personas que sufrirían en una rebelión armada serían los pobres mismos, no el clero ni los obispos. ¿Cómo podemos apoyar tal posición?” El papa mismo ha tratado de restringir cierto activismo político, pues dijo que el sacerdote o la monja tiene el deber de atender a las necesidades espirituales del rebaño, más bien que organizarlos para rebeliones.

      Similarmente, las contribuciones monetarias que el Concilio Mundial de Iglesias ha hecho a grupos revolucionarios han suscitado controversias, ¡especialmente cuando pareció que algunos de estos grupos tenían un historial de haber perseguido a misioneros! A causa de este asunto el Ejército de Salvación dejó de ser miembro del Concilio.

      Hasta los grupos de presión protestantes de los Estados Unidos han sido objeto de crítica. El redactor de una revista comentó: “En las actividades de la derecha cristiana, todo lo que queda de Jesús es su nombre.” Evidentemente el redactor opinaba que al hallarse envueltas en la política, esas personas se comportaban más como políticos sin escrúpulos que como ministros de religión. Esto nos recuerda la amonestación que dio el escritor bíblico Santiago de que el cristiano verdadero debe mantenerse “sin mancha del mundo.”—Santiago 1:27.

      Por eso, el activismo religioso suscita preguntas difíciles en la mente de personas meditativas. Pero, ¿qué hay si los líderes religiosos limitan su actividad de modo que solo dieran consejo “discreto” sobre planes de acción específicos del gobierno? Aun esto causa problemas, puesto que estos líderes dan consejos contradictorios. No contribuye nada al alivio de las tensiones.

      Por ejemplo, en los Estados Unidos algunos religiosos favorecen el desarme. Sin embargo, hay otros que quieren ver que su país tenga las “fuerzas armadas más poderosas desde la Creación.” La Mayoría Moral trabaja a favor de la “supervivencia de los Estados Unidos” y su sistema capitalista. Sin embargo, un funcionario del Concilio Mundial de Iglesias escribió esto: “Se necesita una revolución mundial para librar a la humanidad de la destrucción, del desperdicio y de la explotación y opresión, que el sistema capitalista ha generado.” Tras eso, pasó a alabar la versión cubana de esta “revolución mundial.”

      Aun en los asuntos relacionados con la moralidad sexual, los líderes religiosos expresan opiniones diferentes. Así pues, ¿cómo ha de saber el no afiliado o la persona independiente qué norma “moral” es a la que debe atenerse, y qué sendero es el “sendero indebido” que debe evitarse? ¿Acaso el que algo sea “correcto” o “incorrecto,” depende de la nación en que uno nazca, o del partido político del cual es miembro, o del color de su piel o de su estado económico? ¿O ha establecido Dios una norma que aplica a todos en todas partes?

      La participación de la religión en la política ha causado confusión de muchas maneras, más bien que introducir un elemento “piadoso” en los asuntos del mundo. ¿Significa esto que a la religión no le corresponde desempeñar algún papel? ¿No tiene nada que contribuir hacia el alivio de las tensiones del mundo?

      La manera más excelente de ayudar

      La realidad es que la religión verdadera puede hacer una contribución inmensa. Pero a fin de ver lo que es esa contribución, tenemos que comprender algunos hechos básicos.

      Primero, para tener valor, la religión tiene que hablar con la voz de Dios, no la del hombre. ¿Cómo puede hacer eso? La Biblia dice: “Toda Escritura es inspirada de Dios y provechosa para enseñar, para censurar, para rectificar las cosas, para disciplinar en justicia, para que el hombre de Dios sea enteramente competente, estando completamente equipado para toda buena obra.” (2 Timoteo 3:16, 17) Si un ministro religioso expresa su propia opinión, aunque tenga una Biblia en la mano, esa opinión no tiene más valor que la opinión de cualquier otra persona. Pero, si lo que él dice realmente es lo que se declara en la Biblia, o en la “Escritura,” representa los pensamientos de Dios.

      Segundo, Jesús dijo: “Mi reino no es parte de este mundo.” (Juan 18:36) Por eso, la religión verdadera, basada en la Biblia, se mantiene neutral en cuanto a la política del mundo. No está ni a favor ni en contra de ninguna nación, raza, ningún sistema político o arreglo económico. Los cristianos promueven el reino de Dios, no algún “reino” de este mundo. El cristiano no debe declararse de parte de un lado ni del otro en las disputas políticas de este mundo, tal como Jesús no lo hizo respecto a las controversias enconadas entre los judíos y los romanos de su día.—Marcos 12:17.

      Tal como lo hacen los cristianos hoy día, Jesús dio ayuda física a los enfermos y necesitados siempre que pudo. Pero no se envolvió en la política. Su trabajo principal era el de predicar “las buenas nuevas del reino.” (Mateo 9:35) La predicación de estas mismas “buenas nuevas” es la manera más excelente que el cristiano tiene para ayudar a su prójimo en vista de las condiciones difíciles que afligen al mundo hoy día.

      ¿Por qué es tal proceder mejor que el envolverse en la política? Porque, como tiene que admitir cualquier persona que se atiene a la realidad, la acción política jamás podrá resolver cabalmente los problemas de la humanidad a pesar de los esfuerzos diligentes y sinceros de algunos políticos. Se requiere autoridad y poder sobrehumanos para eliminar la pobreza, la enfermedad, la corrupción y todos los otros males. Y la Biblia explica que Dios es el único que logrará esto, y lo hará mediante su reino, su gobierno celestial con Jesucristo de rey.—Jeremías 10:23; Daniel 2:44.

      Por lo tanto, la comisión que Jesús dio a sus seguidores no fue la de tratar de influir en los políticos del mundo, sino la de hacer discípulos, comisión que sus seguidores llevan a cabo hoy día al predicar “estas buenas nuevas del reino” en toda la

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