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  • ¡Obra en defensa de la verdad bíblica!
    La Atalaya 1979 | 1 de julio
    • ¡Obra en defensa de la verdad bíblica!

      MIENTRAS viajaba en su carro hacia el sur, el funcionario hizo lo que usted probablemente habría hecho al viajar en tren, autobús o avión. Leía. Estaba leyendo la Biblia y se vio ante un problema que usted quizás haya tenido.

      El relato, que se halla en el libro bíblico de Hechos, dice que el evangelista Felipe se acercó al viajero etíope y le preguntó: “¿Verdaderamente sabes lo que estás leyendo?” El etíope respondió: “¿Realmente cómo podría hacerlo, a menos que alguien me guiara?”—Hech. 8:27-31.

      La mayoría de las personas de nuestro día que leen la Biblia han sentido necesidad de guía. El hecho de que las iglesias que usan la Biblia tienen tantas doctrinas contradictorias intensifica esta situación. De seguro no todas estas diferentes enseñanzas pueden ser verdad bíblica. (1 Cor. 14:33) Pero ¿dónde puede uno conseguir ayuda valiosa en cuanto a hallar y conocer la verdad bíblica?

      Fue para suministrar precisamente esa ayuda necesaria que se empezó a publicar la revista La Atalaya en 1879. Esta obraría en defensa de las muy importantes verdades de la Palabra de Dios. La página de la portada de su primer número en inglés mostró claramente que la revista no estaba dedicada a la propagación de doctrinas eclesiásticas en conflicto, sino a diseminar verdades sacadas de las Escrituras, que son beneficiosas “para corregir, para instituir en justicia.” (2 Tim. 3:16, 17, Versión Valera) Por ejemplo, hay la significativa pregunta:

      ¿ES USTED INMORTAL, O NO?

      En lo que se refiere a lo que está en la Biblia, la mayoría de las personas piensan ante todo en lo que la Biblia quizás diga acerca de ellas y su futuro. Lo que con frecuencia les viene a la mente es algo que quizás hayan oído desde su niñez, que cada persona tiene dentro un alma inmortal; la mayoría de las iglesias enseñan eso. Así, muchas personas esperan que su alma vaya al cielo a estar con Dios cuando les llegue la muerte.

      ¿Apoyaría La Atalaya estas creencias populares? Al contrario, obró en defensa de la verdad de la Palabra de Dios en este asunto. En fecha tan temprana como la de abril de 1881, el artículo “La resurrección” dijo:

      “A cualquier ser se le llama correctamente un alma o persona. Este es el sentido y uso bíblico de la palabra alma. . . . Leemos acerca de la creación de Adán... ‘Y el Señor Dios formó al hombre del polvo del suelo y sopló en sus narices el aliento de vida (ruach... el mismo aliento que se dice que se da a las bestias, los pájaros y los peces) y el hombre llegó a ser alma (ser) viviente.’ Gén. 2:7.”—Pág. 1.

      Con amplio apoyo bíblico, el artículo mostró que, cuando llega el momento de la muerte, el alma —la persona— muere. (Sal. 33:19; Isa. 53:10-12; Eze. 18:4) Bíblicamente, cuando una persona (un alma) muere está en condición de inconsciencia, o en un estado semejante al del sueño, hasta el tiempo futuro de la resurrección. Por medio del milagro de la resurrección uno puede recibir vida inmortal en el cielo, como sucedió en el caso de Jesús, o la perspectiva de tener vida perfecta en una Tierra paradisíaca.—Ecl. 9:5, 10; 1 Cor. 15:12-16, 50-53.

      Puede ser que personas que hayan leído verdades como ésa en las páginas de esta revista durante el último siglo se hayan alarmado, porque los líderes de sus iglesias no les habían enseñado estas cosas. Pero los tiempos están cambiando. Por todo el mundo, una cantidad cada vez mayor de clérigos y teólogos están admitiendo estas verdades bíblicas que por mucho tiempo han sido defendidas en La Atalaya. Note estos ejemplos:

      Oscar Cullmann, profesor de la Facultad de Teología de la Universidad de Basilea y de la Sorbona, de París, escribe:

      “Si fuéramos a preguntar a un cristiano ordinario hoy día . . . la concepción que tiene de la enseñanza del Nuevo Testamento acerca del destino del hombre después de la muerte, con pocas excepciones obtendríamos la respuesta: ‘La inmortalidad del alma.’ Sin embargo, esta idea extensamente aceptada es uno de los mayores malentendidos del cristianismo.”—Inmortality of the Soul or Resurrection of the Dead (Inmortalidad del alma o resurrección de los muertos) (1958), pág. 15.

      El teólogo bautista Dr. Robert Laurin explica:

      “El Nuevo Testamento no enseña la inmortalidad del ‘alma’ incorpórea del pensamiento platónico. El destino final del hombre está en un cuerpo en una localidad terrestre.”—The Expository Times, febrero de 1961, pág. 132.

      Robert Koch, profesor católico del Antiguo Testamento en Roma, escribe:

      “El alma no existe como una masa independiente en el cuerpo, como si estuviera en una prisión, de la cual sería liberada al momento de la muerte. El ‘alma’ es el hombre en su totalidad. El hombre no tiene un alma, es un alma.”—Teologia della redenzione in Genesi 1-11 (1966), pág. 69.

      El “fraile” Pierre Pascal escribe en La Vie Catholique, de Francia:

      “La Biblia enseña que cuando el hombre muere, su entera persona muere. Sin embargo, sí tiene la promesa de salir de la nada de la muerte y ser restaurado a la vida al fin del tiempo por medio de una resurrección.”—Julio de 1975, pág. 37.

      Sorprenderá a algunos el que haya clérigos que admitan estas cosas. Sin embargo, éstas son verdades bíblicas que han sido defendidas por esta revista durante 100 años.

      LA RELACIÓN DE ESTO CON EL INFIERNO

      Llevemos este asunto un paso más allá. Si el alma no es inmortal y los muertos están inconscientes, esperando la resurrección, ¿cómo pudiera ser cierta la doctrina eclesiástica de que Dios envía a las personas inicuas a sufrir tormento en el infierno? La realidad es que la Biblia no enseña tal cosa. La Atalaya frecuentemente ha defendido la verdad bíblica sobre este asunto; fíjese en este solo ejemplo:

      “Hallamos que [infierno] es la traducción de la palabra hebrea sheol, que sencillamente significa el estado o condición de muerte. En ella no hay ni la más remota idea de vida ni tormento; . . . Pero todavía [el clero] sigue predicando esta idea falsa del infierno, que, ni más ni menos, es una difamación del carácter de Dios.”—Noviembre de 1883, pág. 4.

      ¿Aceptan ahora los clérigos la posición bíblica acerca del infierno? Aunque algunos quizás vacilen en decirlo directamente, cuando hay líderes que admiten lo que la Biblia dice acerca del “alma” están mostrando que el “infierno de fuego” no tiene base bíblica. Por ejemplo, el pastor danés Kai Jensen reconoció la situación resultante:

      “El habla acerca de la perdición eterna no tiene sentido. No es cristianismo. Era solo en el pasado que había predicadores del infierno que desde el púlpito tronaban acerca del diablo y del fuego que no se podía extinguir. Pero ese tiempo ha pasado.”—Hvor gaar vi hen (¿A dónde vamos?), pág. 119.

      Aunque la mayoría de las personas quizás no oigan mucho acerca del infierno de fuego en su iglesia en estos tiempos, probablemente tampoco aprenden lo que la Biblia dice sobre este asunto. Muchas son como el secretario de un oficial de la Iglesia Presbiteriana en Australia, quien dijo: “Evitamos el cielo y el infierno, porque eso perturba a demasiadas personas. De hecho, me gustaría hablar con alguien que me ayudara a entender bien este asunto.”

      ¿A QUIÉN ADORA USTED?

      Otra verdad bíblica que ha sido defendida en La Atalaya tiene que ver con la identidad del Dios verdadero a quien adoramos. Millones de personas han repetido lo que se llama el “padrenuestro,” la oración que Jesús enseñó. (Mat. 6:9-13) Pero ¿han pensado en el significado de la frase: “Santificado sea tu nombre,” o han dado la importancia que Jesús dio al asunto de honrar el nombre de Dios? (Juan 12:28; 17:6) ¿O será que no conocen ese nombre debido a que el clero lo evita y los traductores lo reemplazan con “Señor” y “Dios”?

      Muchos doctos ahora admiten la importancia del nombre. El teólogo católico John L. McKenzie escribe en el Bible Dictionary (1965):

      “Al Dios de Israel se le llama por Su nombre personal con mayor frecuencia que por todos los demás títulos combinados; el nombre no solo identificaba a la persona, sino que también revelaba su carácter.”—Pág. 316.

      J. A. Motyer, principal de la Universidad de la Trinidad, en Inglaterra, añade:

      “Mucho se pierde en la lectura de la Biblia si olvidamos mirar más allá de la palabra que obra como sustituto [Señor o Dios] y considerar el nombre personal, íntimo, de Dios mismo. Al decir a su pueblo su nombre, Dios se proponía revelarles su carácter íntimo.”—El manual bíblico The Lion Handbook to the Bible (1973), p. 157.

      La Atalaya ha usado de modo consistente el Nombre Divino. Por ejemplo, después de explicar que la palabra hebrea el significa “dios,” el número de octubre de 1881 (pág. 9) pasó a declarar:

      “Jehová es el ‘el’ principal y gobierna sobre todo otro el... poderoso. Y toda persona debe conocer que JEHOVÁ es el nombre que se aplica nada menos que al Ser Supremo... nuestro Padre, y aquel a quien Jesús llamó Padre y Dios.”

      Y el número del 1 de enero de 1926 consideró el importante tema: “¿Quién quiere honrar a Jehová?” Todavía continúa esta defensa del Nombre de Dios. Desde que salió a la luz pública la Traducción del Nuevo Mundo (1950-1961), ésta ha sido la versión más frecuentemente citada aquí, porque usa el nombre de Dios hasta en el “Nuevo Testamento” en los casos en que la evidencia favorece eso. Recientemente el profesor G. Howard consideró el uso del nombre de Dios en el “Nuevo Testamento.” Es interesante el hecho de que señaló lo siguiente:

      “Es razonable creer que los escritores del N[uevo] T[estamento], al citar de las Escrituras, conservaban el Tetragrámaton [el nombre de Dios en hebreo] dentro del texto bíblico.”—Journal of Biblical Literature (Revista de literatura bíblica), 1977, págs. 63-83.

      La Atalaya había dicho esto mismo años antes.

      El profesor Howard también dijo que posteriormente, cuando el nombre de Dios fue quitado de donde estaba y en lugar de él se colocó la palabra “Señor,” esta acción probablemente creó confusión en cuanto a distinguir entre el Señor Jesús y el Señor Jehová; esto contribuyó a la doctrina de la Trinidad, en la cual tantas personas creen.

      ¿UN DIOS TRINO Y UNO?

      La fórmula “Dios el Padre, Dios el Hijo y Dios el Espíritu Santo” sale fácilmente de la boca de muchas personas. Resume el punto de vista de que hay tres personas coiguales y coeternas en Dios.

      Sin embargo, por espacio de un siglo La Atalaya ha instado a sus lectores a examinar lo que la Palabra de Dios en realidad dice sobre este asunto, como el hecho de que muchas veces se muestra que Jesús no es igual a su Padre, sino una persona en posición inferior a la de Jehová y sujeta a él. (Juan 14:28; 17:3; 1 Cor. 11:3) Como ejemplo de esto, lo siguiente se publicó, junto con textos bíblicos en apoyo, en 1882:

      “Creemos entonces en un solo Dios y Padre, y también en un solo Señor Jesucristo . . . . Pero éstos son dos seres, y no un solo ser . . . . Rechazamos como totalmente antibíblica la enseñanza de que [Jehová, Jesús y el espíritu o fuerza activa de Dios] son tres Dioses en una sola persona, . . . La doctrina de la Trinidad surgió en el siglo tercero.”

      Van aumentando las admisiones de que la Trinidad no es una doctrina que se dé en la Biblia, sino que es un desenvolvimiento eclesiástico posterior. En Suiza, el Vocabulaire biblique (1954, pág. 72) declaró: “Ningún escrito del Nuevo Testamento suministra seguridad explícita de que haya un Dios trino y uno.” Ian Henderson, de la Universidad de Glasgow, escribe en la Encyclopedia International (1969):

      “La doctrina de la Trinidad no formó parte de la predicación de los apóstoles, según el informe que se da de ésta en el Nuevo Testamento.”—Pág. 226.

      Además, el Observer de Londres informó lo siguiente el 3 de diciembre de 1978:

      “Uno de los principales teólogos anglicanos de la Gran Bretaña, el Revdo. Dr. Geoffrey Lampe, . . . ha presentado un fuerte desafío a la histórica doctrina cristiana de la Trinidad . . . . Dijo que la doctrina de la Trinidad —que Dios consiste en tres ‘Personas’— ‘no tiene mucho’ futuro.”

      Cuando los teólogos se limitan a lo que la Biblia dice acerca de Dios y Cristo, más bien que a lo que es doctrina eclesiástica posterior, el resultado suele ser lo que esta revista ha estado defendiendo por mucho tiempo. Desde Berlín, Alemania, el doctor en teología J. Schneider escribe:

      “Jesucristo no usurpa el lugar de Dios. Esta unidad con el Padre no significa absoluta identidad de ser. Aunque el Hijo de Dios en su existencia anterior estuvo en la forma de Dios, resistió la tentación de ser igual a Dios (Fili. 2:6) . . . . Aunque completamente coordinado con Dios, sigue siendo subordinado a él.”—Theologisches Begriffslexikon zum Neuen Testament (1965), tomo 2, pág. 606.

      EL VITAL REGRESO DE CRISTO

      Con el hecho de que Dios resucitó a Jesús está enlazado un acontecimiento de la mayor importancia para todos los cristianos. Ese es el del regreso o vuelta de Cristo, o la segunda venida. Jesús hizo que sus seguidores dieran gran importancia a este asunto vital, y ellos esperaban con gran anhelo este regreso. Poco antes de la muerte de Jesús, imploraron: “Dinos: ¿Cuándo serán estas cosas, y qué será la señal de tu presencia [griego: parousia] y de la conclusión del sistema de cosas?” (Mat. 24:3; Hech. 1:6) La Biblia termina con estas emocionantes palabras de Jesús: “Sí; vengo pronto,” a las cuales el apóstol Juan respondió fervientemente: “Ven, Señor Jesús.”—Rev. 22:20; 1:7.

      Una enciclopedia luterana menciona lo vital que es esta enseñanza:

      “Todas las expectativas en cuanto al futuro estaban dominadas por la seguridad de que el Señor regresaría y estaría para siempre con su congregación, . . . Esta esperanza daba a los cristianos primitivos confianza absolutamente firme en el hecho de que todos los poderes y todos los cambios de este mundo son solo temporáneos: ¡Cristo viene!”—The Encyclopedia of the Lutheran Church, tomo III, pág. 2149.

      Sin embargo, ¡qué contraste alarmante hay en las influyentes creencias de los teólogos modernos! Por ejemplo, recientemente el Dr. A. C. Thiselton, de la Universidad de Sheffield, Inglaterra, resumió las principales:

      El teólogo católico Teilhard de Chardin “dice poco acerca de la parusía [o presencia].” Paul Tillich suministra “una teología del futuro en la cual la parusía casi no desempeña ningún papel.” Rodolf Bultmann “considera como mito escatológico la parusía.” Y J. A. T. Robinson alega que ‘Jesús mismo no esperaba que hubiera una segunda venida.’—Tyndale Bulletin, 1976, págs. 27-53.

      Debido a que el clero ha restado énfasis a la vuelta de Cristo, esta verdad principal tiene poco significado en la vida de la mayoría de los que asisten a las iglesias. Considere un solo ejemplo de lo serio de esto: El regreso o vuelta de Cristo envuelve el triunfo final de la justicia sobre la iniquidad, por eso ¿qué le sucede al interés de la gente en la justicia cuando los líderes espirituales dan a entender que Jesús quizás nunca regrese?

      Sin embargo, en consistencia con las Escrituras y el patrón o modelo de pensamiento de los cristianos primitivos, desde su primer número en 1879 Zion’s Watch Tower and Herald of Christ’s Presence (La Torre del Vigía de Sión y Heraldo de la Presencia de Cristo, como originalmente se conoció a La Atalaya en inglés) ha anunciado y defendido la enseñanza sobre la vuelta y presencia de Cristo.

      Además, lo que hemos visto durante nuestra vida —guerras, hambres, terremotos, desafuero en escala mundial— es suficiente prueba de que AHORA somos testigos de la ‘señal de la presencia de Cristo’ que Jesús profetizó. (Mat. 24:3-14) Eso significa que se ha acercado el fin del sistema de cosas. Ciertamente estas verdades bíblicas y otras que hemos considerado merecen que se les defienda y proclame. Eso debe hacerse especialmente porque Jesús dijo que los que agradan a Dios “tienen que adorarlo con espíritu y con verdad.”—Juan 4:24.

  • El reino de Dios... la única esperanza
    La Atalaya 1979 | 1 de julio
    • El reino de Dios... la única esperanza

      LA HUMANIDAD está plagada por toda suerte de dificultades. Pero hay una solución. Lo que se necesita es un gobierno mundial justo que administre los asuntos de la Tierra de manera amorosa, considerada, para beneficio de todos. ¿No esperaría usted que esa solución fuera el tema de la enseñanza de Jesús?

      Lo fue. “El Reino fue el tema dominante de su enseñanza,” hace notar la publicación religiosa Christiany and Crisis, y añade: “Ningún otro asunto ocupaba tanto su mente ni era tan central con relación a su mensaje. Se menciona más de cien veces en las narraciones de los Evangelios.” Sí, Jesús dijo: “Tengo que declarar las buenas nuevas del reino de Dios, porque para esto fui enviado.” (Luc. 4:43) Enseño a sus seguidores a orar por la venida del reino de Dios.—Mat. 6:9, 10.

      ¿Qué es el reino de Dios? ¿Cómo vendrá para resolver los problemas mundiales?

      UNA VITAL VERDAD BÍBLICA

      La mayoría de la gente sabe que un rey es un gobernante, y que el reino de un rey abarca el dominio o región sobre la cual él gobierna. Por eso, no debería ser difícil comprender que el reino de Dios será una gobernación o gobierno sobre toda la Tierra, administrado por su propio Hijo, Jesucristo. Este reino de Dios reemplazará a todos los gobiernos de la Tierra.

      Por 100 años esta verdad bíblica acerca del reino ha recibido énfasis en La Atalaya. De hecho, desde 1939 el nombre oficial de la revista ha sido “La Atalaya... anunciando el reino de Jehová.” El número de diciembre de 1881 dijo: “El establecimiento de este reino envolverá, por supuesto, el derribo de todos los reinos de la Tierra, puesto que todos ellos —hasta el mejor de ellos— están fundados en la injusticia y la desigualdad de derechos y la opresión para muchos y el favor para unos cuantos... como leemos: ‘Romperá en pedazos y consumirá todos estos reinos y él permanecerá para siempre.’”—Dan. 2:44.

      Sin embargo, la mayoría de las personas, incluso cristianos profesos, no conocen esta verdad bíblica. Investigue ese hecho. Según se le presente la ocasión, haga esta pregunta a la gente: ‘¿Qué es el reino de Dios, y cómo vendrá?’ Le sorprenderá la mucha confusión que hay sobre este asunto, y el poco entendimiento. ¿A qué se debe esto?

      LÍDERES RELIGIOSOS CULPABLES

      Esto se debe a que los líderes religiosos mismos están confundidos respecto al Reino. Un artículo de fondo en The Church Quaterly Review (Revista trimestral eclesiástica) confiesa:

      “Por algún tiempo hemos estado en peligro de ser arrollados por la marea creciente de teorías y contrateorías en cuanto a lo que realmente es la idea esencial del reino.”

      Debido en gran medida a la confusión religiosa, las iglesias han dicho poco acerca de este asunto. Francis P. Miller, un prominente presbiteriano, se lamentó en estos términos:

      “El silencio de la mayoría de los cristianos acerca del Reino de Dios es una de las mayores tragedias de nuestro tiempo.” Por eso escribió, en conclusión: “En calidad de lego suplico a nuestros teólogos y a nuestro clero: Dígannos acerca del Reino de Dios; explíquennos qué es y cómo debe ser relacionado con el mundo de nuestro tiempo . . . la necesidad es urgente. Nuestros teólogos y nuestro clero deben hablar en palabras que los legos puedan entender acerca del Reino de Dios que se ha acercado.”—Christianity and Crisis, 13 de junio de 1960.

      Pero ¿han hecho eso? La ignorancia y la confusión que despliega la mayoría de las personas con relación al reino de Dios revela que no. Piense por un momento en las ideas que usted quizás haya oído a la gente expresar acerca del reino. ¿Reflejan los siguientes puntos de vista que las iglesias han enseñado?

      PUNTOS DE VISTA ECLESIÁSTICOS

      Por mucho tiempo se enseñó que la Iglesia Católica Romana era, en realidad, el reino de Dios en la Tierra. Pero para principios de este siglo, The Catholic Encyclopedia (1910) dijo bajo “Reino de Dios”:

      “El ‘reino’ no significa tanto una meta que haya de alcanzarse ni un lugar . . . es más bien una disposición mental (Lucas, xvii, 20-21), representa una influencia que tiene que calar la mente de los hombres para que ellos sean uno con Él y alcancen Sus ideales.”

      ¿Le suena familiar ese punto de vista? Ha sido muy popular y ha sido expresado por muchos líderes eclesiásticos. Por ejemplo, la Conferencia de Bautistas del Sur, de 1925, lo dijo así:

      “El Reino de Dios es el reinado de Dios en el corazón y la vida del individuo en toda relación humana, y en toda forma e institución de la sociedad organizada . . . . El Reino de Dios estará completo cuando todo pensamiento y voluntad del hombre haya sido puesto en cautiverio a la voluntad de Cristo.”

      Sin embargo, hay otro punto de vista popular. Las iglesias también han identificado el reino de Dios con esfuerzos políticos humanos por resolver los problemas mundiales. El sacerdote católico Martin K. Hopkins, al considerar la oración que Jesús enseñó, escribe: “Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Esto explica cómo vendrá al fin el reino de Dios. Exige mirar hasta más allá del día actual y trabajar para la restauración de todas las instituciones humanas en Cristo.”

      ¿Qué hay de estas diversas ideas? ¿Depende de algún modo el Reino de los esfuerzos humanos que se hagan por cristianizar a instituciones y pueblos? ¿Es el Reino un “reinado de Dios en el corazón y la vida del individuo”?

      PUNTOS DE VISTA INCORRECTOS

      Los puntos de vista ya mencionados acerca del reino de Dios, que son los de muchas personas, son incorrectos. No están en armonía con la Biblia. Y en los últimos tiempos esto ha sido admitido por líderes eclesiásticos mismos. The Dictionary of the Apostolic Church, publicado por James Hastings, declara:

      “En las epístolas difícilmente hay indicio de la idea medieval de que la Iglesia en la Tierra era el Reino de Dios. Y la idea de algunos escritores teológicos modernos, en el sentido de que este mundo como lo conocemos se desarrollará bajo la influencia cristiana hasta llegar a ser el Reino, está muy alejada del pensamiento que ellas expresan.”

      Aunque comúnmente los líderes eclesiásticos solían referirse al Reino como una ‘disposición mental,’ o ‘dominio en el corazón de uno,’ este punto de vista ahora por lo general se rechaza, como lo hace notar The Church Quarterly Review (Revista trimestral eclesiástica):

      “Algunos de nosotros podemos recordar los días en que esta cuestión no encerraba absolutamente ninguna dificultad. El Reino era simplemente el dominio de Dios en el corazón y la vida del individuo . . . Hoy esa simplicidad ha llegado a ser solamente la nota de una manera de escribir anticuada o de la política de la plataforma pública.”

      Sin embargo, en contraste con los puntos de vista eclesiásticos incorrectos, el mensaje del Reino proclamado a través de las columnas de La Atalaya ha resultado estar en armonía con la Biblia. Sí, las Escrituras muestran con claridad que el reino de Dios es un reinado por Dios ejercido por medio de su Hijo, Jesucristo. Esta gobernación fue predicha en la Biblia en estas palabras: “Porque un Niño nos ha nacido, un Hijo nos es dado: y el dominio estará sobre su hombro . . . Del aumento de su dominio y de su paz no habrá fin.” (Isa. 9:6, 7, Versión Moderna) El gobierno del reino celestial de Dios se ha acercado. Pronto derribará y reemplazará todos los gobiernos humanos.—Dan. 2:44.

      LA POSICIÓN CRISTIANA

      Por eso, ¿cuál es la posición cristiana apropiada para con este sistema, que será reemplazado por el reino de Dios? La Biblia explica que el mundo actual está bajo el dominio o gobernación de Satanás. (Mat. 4:9; Juan 12:31; 14:30; 2 Cor. 4:4) Hace mucho tiempo la revista La Atalaya, en su número de diciembre de 1882 en inglés, explicó:

      “Si vemos claramente que los gobiernos actuales son los del ‘príncipe de este mundo’ y todos han de ser desbaratados y reemplazados por el Reino de Dios por el cual oramos: ‘Venga tu reino,’ entonces ya no tendremos más deseo de mezclarnos con ellos de ninguna manera.”

      En contraste con las iglesias de la cristiandad, por los pasados 100 años La Atalaya ha mostrado a sus lectores la posición cristiana apropiada, según la declaró Jesús: “Ustedes no son parte del mundo.” Vez tras vez ha dado énfasis a la enseñanza de Jesús: “Mi reino no es parte de este mundo.” (Juan 15:19; 18:36) Por eso, en vez de mezclarse en los asuntos políticos de este mundo, los cristianos verdaderos han apoyado de todo corazón el gobierno del reino de Dios.—Juan 6:15.

      LO QUE EL REINO DE DIOS TRAERÁ

      ¿Qué esperaría usted de un gobierno por Dios? Ante todo, de seguro que esperaría que el gobernante de éste fuera justo, bondadoso y compasivo. Y Jesucristo ha demostrado que es tal clase de persona. (Mat. 11:28-30) Bajo la dirección de Dios, Cristo ha seleccionado a personas que tienen las

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