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    ¡Despertad! 1983 | 8 de noviembre
    • Compuertas en el Támesis

      Por el corresponsal de “¡Despertad!” en Gran Bretaña

      ESTA noche un millón de londinenses pueden dormir más tranquilamente. Hasta ahora su vida y sus casas habían estado en peligro. Aproximadamente 120 kilómetros cuadrados del gran Londres quedan debajo de los niveles más altos de la marea. En el mapa de arriba, las partes más oscuras representan las áreas más bajas. Una inundación grave hubiera causado daños que habrían costado por lo menos $6.000 millones (E.U.A.), lo cual hubiera paralizado gran parte de la ciudad. Hoy, la respuesta a este problema consiste en una barrera de 10 compuertas o esclusas que se extiende de un lado al otro del Támesis. Éstas comenzaron a funcionar en noviembre de 1982.

      El Támesis no siempre era la vía fluvial definida que es hoy día. En un tiempo la zona entre Londres y el mar era tan solo una extensa zona pantanosa, que se inundaba periódicamente cuando las mareas alcanzaban su punto máximo. Pero a medida que la ciudad fue creciendo, la gente fue reclamando cada vez más terreno y construyeron diques para que la tierra se mantuviera seca. Aun así, las mareas altas a veces rompían o sobrepasaban estas barreras de hechura humana. Se informa de una inundación severa en el año 1099 en una crónica anglosajona. Luego, el historiador John Stow escribió que en 1236 el Támesis se desbordó y “se ahogaron muchos habitantes de esta zona, y en el gran Palacio de Westminster los hombres, en efecto, remaban en esquifes en medio del salón”.

      Las inundaciones llegaron a ser tan frecuentes —ocurrieron más o menos cada década— que parece que se aceptaban como algo inevitable. Por siglos, el construir defensas contra las inundaciones era la responsabilidad individual de los terratenientes, quienes reforzaban las orillas de la ribera y las mantenían para proteger su propiedad. Luego en 1879, mediante un decreto del Parlamento, las autoridades de la localidad llegaron a ser los responsables de hacer esto. Con todo, el peligro de inundación fue aumentando.

      ¿Por qué? Como lo explica la revista New Scientist: “Primero, Londres está hundiéndose gradualmente. No solo se está comprimiendo poco a poco el fondo de barro sobre el cual descansa, sino que en el transcurso de los siglos toda Gran Bretaña ha estado inclinándose, y [...] el sudeste gradualmente se está hundiendo a un paso de 30 centímetros por siglo. Segundo, las mareas del mar del Norte son más altas cada año”. Se cree que esto se debe al hecho de que se están derritiendo las masas de hielo polares. Tercero, el volumen de agua del mar que fluye en el Támesis río arriba y río abajo ha aumentado. Debido a que se ha dragado repetidas veces y se han elevado los diques, se ha formado un canal más profundo y más despejado, de modo que el agua pasa rápidamente. Todos estos factores se han combinado para aumentar los niveles de la marea en el centro de Londres en unos 76 centímetros durante los pasados cien años.

      Las oleadas... el verdadero peligro

      Pero la peor amenaza tiene que ver con las oleadas que resultan de las tormentas en el mar del Norte. Cuando una línea de máxima depresión atmosférica pasa por el Atlántico y por encima de Escocia, hace que el mar que queda debajo se levante como una “joroba” de agua. Cuando los ventarrones propulsan el enorme volumen de agua excesiva en la dirección de la corriente del flujo del mar del Norte, que tiene la forma de embudo, y la superponen en una marea alta, Londres se ve amenazada. Además, pueden surgir complicaciones adicionales si sucede que el río de agua fresca está inundado debido a lluvias fuertes.

      La última vez que Londres central misma estuvo inundada fue en 1928. Se ahogaron catorce personas, una gran cantidad de mercancía quedó arruinada y sufrieron enorme daño los edificios e instalaciones. En 1953, más abajo en la desembocadura, hubo una inundación aun más desastrosa, en la que murieron 300 personas. Esa misma oleada del mar del Norte costó 2.000 vidas en los Países Bajos. Pero Londres central se salvó, puesto que allí las defensas resistieron. Luego, el 8 de abril de 1982, la ciudad casi volvió a experimentar una tragedia. Una oleada empezó a descender por el mar del Norte, de modo que coincidía con una marea alta de primavera. Pero faltando tan solo unas cuantas horas para que la oleada y la marea se encontraran, el viento cambió y pasó el estado de emergencia.

      Una barrera protectora movible

      Se necesitaba algo que protegiera a Londres de las inundaciones y, no obstante, permitiera que el río permaneciera abierto para la navegación. Se presentaban dos posibilidades. Una era la de elevar los muros y los diques otros 2 metros. Las ventajas eran que es fácil el mantenimiento de las paredes y no es probable que éstas fallen debido a error humano o falla mecánica. Pero el seguir elevándolas resultaría en que fueran desagradables a la vista y obstruirían ésta. Por eso se abandonó esta idea.

      La otra posibilidad era la de construir alguna clase de barrera de un lado al otro del río y elevar las defensas contra la inundación río abajo. La primera idea que se propuso fue la de construir un dique que tuviera esclusas para dejar pasar a los barcos. Por un siglo los dueños de los muelles se opusieron firmemente a este proyecto, pues temían que las esclusas voluminosas hicieran que los barcos se fueran a otra parte. Luego, la recién formada Autoridad del Puerto de Londres también presentó objeciones debido a que la represa haría aumentar grandemente la acumulación de cieno en el río, y esto significaría que se incurriría en enormes gastos para dragarlo. Después de extensas discusiones, junto con varios estudios y experimentos de viabilidad, se decidió construir una barrera movible que, si fuera necesario, podría convertirse en represa. En agosto de 1972, mediante un decreto del Parlamento, se hizo posible que empezara el trabajo. El sitio que se escogió quedaba en Silvertown, en Woolwich Reach, a unos 13 kilómetros río abajo del Puente de la Torre.

      Cómo funciona

      En términos sencillos, la barrera consiste en tres partes principales: las compuertas, los batientes y los rompeolas. Las diez compuertas, que quedan lado a lado entre los rompeolas, abarcan la anchura del río, que es de 520 metros. Seis de ellas son compuertas que tienen un “sector que se levanta”, como se muestra en los esquemas. Éstas se han diseñado de tal modo que permanecen planas en batientes y hundidas en el lecho del río cuando no se las está usando. Así no obstruyen el tráfico en el río, las mareas ni el flujo del río mismo. No obstante, cuando se levantan, proporcionan protección contra oleadas que sean 1,7 metros más altas que la marea desastrosa de 1953. Cuatro de estas compuertas miden 61 metros de ancho, lo cual deja bastante espacio para que pasen barcos. De hecho, cada una de ellas equivale en tamaño a la abertura del Puente de la Torre. Además, estas compuertas de acero miden 16 metros de alto, lo cual significa que cuando se las está utilizando se levantan por encima del lecho del río a una altura que sobrepasa la de un edificio de cinco pisos.

      Un aspecto interesante de los batientes, que con el lastre pesan 23.000 toneladas, es que no dependen del lecho suave del río para soporte. Como en el caso de las compuertas mismas, los rompeolas sostienen el peso de los batientes. Además, caben tan exactamente entre los rompeolas que solo una cantidad insignificante de agua puede pasar.

      Los nueve rompeolas, con el enorme peso de las compuertas y los batientes, tuvieron que ser enterrados profundamente en la marga, que es tan dura como concreto, a 15 metros debajo del lecho del río. Encima de los rompeolas se encuentra la maquinaria pesada que se utiliza para hacer funcionar las compuertas. Cobertizos revestidos de acero inoxidable, que se parecen a la proa de un barco y preservan el motivo náutico de los rompeolas mismos, protegen la maquinaria contra las inclemencias del tiempo.

      Cómo se hace frente a una emergencia

      Todas las partes vitales de la maquinaria de la barrera han sido duplicadas para minimizar la posibilidad de un fracaso durante una emergencia. Hay tres fuentes de energía: la planta generadora de la barrera misma y el abastecimiento nacional que proviene sea del norte del río o del sur. No se ha dejado nada al azar. Pueden cerrarse todas las compuertas en tan solo 30 minutos... hasta en 15 minutos en casos de extrema necesidad. Dos veces al mes se cierran todas las compuertas sucesivamente para asegurar que estén funcionando bien.

      Los barcos y las naves más pequeñas que viajan por el Támesis se controlan continuamente por radar, tal como se hace en el caso de los aviones que vuelan sobre un aeropuerto. En caso de una emergencia se da aviso de dos horas. Entonces las vigas masivas levantan las compuertas; éstas se aseguran en la debida posición y Londres queda protegida... sin que las aguas del mar la puedan alcanzar. Esto se comprobó por primera vez desde que la barrera empezó a funcionar cuando, la noche del 1 al 2 de febrero de 1983, una combinación de mareas altas y ventarrones del mar del Norte presentaron una amenaza a Londres. Las autoridades informaron que “el sistema funcionó perfectamente”.

      Dado que el costo de este sistema es de más de $875.000.000 (E.U.A.), una pregunta que se plantea es: ¿Vale la pena... especialmente cuando se considera que puede esperarse que se tenga que usar la barrera solo dos o tres veces al año durante el resto del presente siglo? Pero si la marea sigue subiendo al mismo paso en que ha ido subiendo en los pasados 200 años, y si Londres sigue hundiéndose, la barrera tendrá que usarse cada vez más. Ha sido construida para que dure cien años. Puesto que el costo de hacerla funcionar es relativamente bajo, puede considerarse como el precio de un seguro para proteger la capital, el cual se pagó por completo desde que empezó la póliza. La población de Londres y la cantidad colosal de dinero invertido en la propiedad, la industria, el comercio y los servicios esenciales están seguras ahora.

      Las reclusas del Támesis ciertamente son un ejemplo excelente de los beneficios de los que el hombre puede disfrutar si utiliza sus asombrosas aptitudes de ingeniería para fines pacíficos.

      [Ilustraciones/Fotografía en la página 25]

      A. Compuerta inactiva, hundida en el lecho del río

      B. Compuerta elevada para protección contra inundaciones; no deja pasar el agua del mar

      A Posición abierta

      B Posición cerrada

      [Mapa en la página 24]

      (Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)

      Westminster

      Lambeth

      City

      Southwark

      Tower Hamlets

      Lewisham

      Greenwich

      Lugar de la barrera

      Newham

      Bexley

      Barking

  • ¿Cristo, o E.T.?
    ¡Despertad! 1983 | 8 de noviembre
    • ¿Cristo, o E.T.?

      E.T.... el Extraterrestre, apareció en la escena estadounidense el verano pasado y atrajo a grandes cantidades de personas a los auditorios teatrales. En solo seis semanas recaudó en bruto casi 150.000.000 de dólares. Junto con los productos relacionados con E.T., como los muñecos, juguetes y otra mercancía —y el estreno de la película en otras partes del mundo— se estima que el público podría gastar la enorme cantidad de mil millones de dólares en E.T. ¿A qué se debe esta fiebre de E.T.?

      La película presenta a una desgarbada criatura del espacio que mide unos 90 centímetros de alto, la cual anda perdida en la Tierra y traba amistad con un niño de diez años de edad llamado Elliott. La amistad de E.T. y sus facultades benignas, como las que demuestra al curar al niño cuando éste se corta el dedo y al hacer revivir las flores, le ganan el cariño de Elliott y de su familia. Lamentablemente, parece que una enfermedad degenerativa le quita la vida a la criatura. Pero cuando “resucita” de manera inexplicable ante los ojos de Elliott, el público vitorea. La conmovedora despedida de E.T., cuando los amigos extraterrestres de éste vienen a buscarlo, difícilmente deja ojos que no estén lagrimosos en el teatro.

      Es interesante que muchas personas han notado que se pueden establecer ciertos paralelos entre este cuento y la vida de Jesucristo. El profesor Albert E. Millar, hijo, expresó lo siguiente: “Creo que lo que me impresionó más fue la idea de que la criatura podía curar, y, entonces, cuando E.T. murió y fue resucitado”. Tenemos, pues, en E.T. una encantadora figura parecida a un Mesías que nos proporciona provisionalmente un medio de satisfacer nuestra necesidad emocional de tener un amigo dotado de poderes mayores que los nuestros. Éste es el atractivo de la película.

      Sin embargo, a pesar del mensaje aparentemente cristiano, la película excusa sutilmente la mala conducta juvenil. En una de las primeras escenas se ve a los jóvenes jugando “Dungeons and Dragons” en una habitación llena de humo, con un cigarrillo encendido sobre la mesa. Después, E.T. se emborracha como resultado de probar cerveza, y Elliott llega a sentir los efectos mediante la telepatía; todo esto se presenta como una situación graciosa. Además, dichos niños usan en ciertas ocasiones lenguaje obsceno. Esto, junto con los aspectos sobrenaturales de la película, ha perturbado a muchos cristianos.

      El que los padres o sus hijos vean esta película es, por supuesto, asunto de decisión personal. Pero debido a la gran popularidad de la película, no olvidemos que ésta se convierte en un medio eficaz de hacer parecer inofensiva cierta conducta juvenil que definitivamente es incorrecta.

      Tal vez E.T. sea una película hábilmente hecha y muy entretenida. Pero de ningún modo suplanta a nuestro Verdadero Amigo, Jesucristo, quien nos rescata de este mundo inicuo y moribundo. Después de todo, E.T. es un personaje ficticio. Cristo es una realidad.

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