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    ¡Despertad! 1979 | 22 de junio
    • Penetrando en los ríos de la selva con el mensaje de la vida

      Por el corresponsal de “¡Despertad!” en el Perú

      ¿QUÉ le parece hacer un viaje en lancha por una selva llena de árboles gigantescos y copiosa vegetación que vibra con el canto exótico de una gran variedad de aves, el zumbido de innumerables insectos y los gritos de animales silvestres? Dirá que ciertamente es una experiencia excitante.

      La zona donde hay que proclamar las “buenas nuevas”

      La selva peruana provee una abundancia de oportunidades para hacer esto porque abarca una zona de 747.287 kilómetros cuadrados, casi tres quintas partes del país. En el occidente tiene por límite la elevada cordillera de los Andes. Esta tremenda selva tropical tiene un enredo de vegetación repleta con miles de insectos, algunos de ellos dañinos, tales como los mosquitos, jejenes e isangos (cierta clase de horadador que se mete en los poros de la piel, especialmente en los tobillos y causa un dolor extremo). Además, hay una gran variedad de animales salvajes, incluso jaguares, caimanes y guanganas (cerdos salvajes de la selva). El río es el único medio de comunicación disponible, especialmente en las tierras bajas.

      Hay miles de vías fluviales, algunas de gran tamaño y volumen. Tres ríos inmensos atraviesan esta región selvática completamente y en toda dirección: el Ucayali y el Marañón, que se unen para formar el tercero... el poderoso río Amazonas. Arroyos de todos tamaños desembocan en estos tres ríos principales para formar una red de líneas de comunicación parecida a las arterias y venas del cuerpo humano. Esta red acuática alcanza hasta las regiones más inhóspitas.

      Esta zona amplia se halla poblada por aldeanos que cultivan la tierra durante ciertas épocas del año. Además, hay numerosas tribus indígenas como las cashibo, shipibo, campa y machiguenga, que se mudan constantemente de un lugar a otro en esta gran selva.

      Consideremos unos cuantos detalles acerca del río Ucayali. Éste (junto con el Apurímac, su tributario más largo) tiene 2.700 kilómetros de longitud. En sus márgenes se hallan ciudades grandes como Pucallpa, Contamana y otras. Al tiempo presente estas ciudades están prosperando, y la actividad comercial y la navegación fluvial aumentan diariamente debido al desarrollo en años recientes de las industrias petrolera y maderera.

      Cuando los testigos de Jehová empezaron a declarar el mensaje de vida contenido en la Biblia a la gente del Perú, les era fácil llegar a la gente que vivía en la costa y en las montañas. Pero, ¿cómo podrían dar a la gente de esta región selvática la oportunidad de oír las “buenas nuevas”?

      Se halla la solución

      Puesto que los testigos de Jehová estaban deseosos de ensanchar su actividad cristiana de hacer discípulos, estaban dispuestos a aceptar el desafío que les presentaba este territorio de difícil acceso. Se les ocurrió la idea de construir un barco habitación que pudiera viajar por los ríos. Los estimuló un colaborador animoso y celoso, Walter Akin, que se cuenta entre los primeros misioneros de los testigos de Jehová que vinieron al Perú (a mediados de los años cuarenta). Él ayudó a ver que el proyecto alcanzara su feliz fin.

      El barco habría de ser suficientemente fuerte para viajar por los ríos, y suficientemente grande para suministrar alojamiento a seis personas. Se le presentó el proyecto a un grupo de ingenieros que lo diseñaron con las siguientes características: un casco de nueve metros de largo y tres metros de ancho de cinco toneladas de peso, construido completamente de hierro, y equipado con un motor diesel de 50 caballos de fuerza, especialmente diseñado para la navegación fluvial. El barco tenía espacio adecuado bien arreglado para servir de dormitorio, comedor, cocina y baño.

      El trabajo de construcción empezó en El Callao en el taller de un Testigo. El Callao es el principal puerto del Perú, pero no en el Atlántico, sino en la costa del Pacífico. Esto presentó un problema verdadero: cómo transportar un barco de hierro de 15 toneladas desde la costa del Pacífico a través de la cordillera de los Andes, por un desfiladero 4.815 metros sobre el nivel del mar, y de allí abajo a la selva. La única solución era construir el barco en dos secciones y montarlas al otro lado de las montañas, allí mismo en la selva.

      Se volvió a montar el barco habitación en Pucallpa, un puerto en el río Ucayali. ¿Qué deberían llamar este barco de “salvamento”? Se decidió que El Refugio era un nombre muy apropiado.

      Un barco de este tamaño solo podía navegar en los ríos más grandes. ¿Cómo sería posible llegar a la gente que vivía a lo largo de los tributarios no navegables que desembocan en estos ríos, así como a los lagos de poca profundidad cercanos? Se construyó un barco pequeño con motor fuera de borda, un pequepeque. El Refugio navegaría en los ríos grandes, y el pequepeque sería usado para los ríos pequeños y los lagos. Se podría alcanzar el resto de la zona a pie.

      Pues bien, todo estaba listo en Pucallpa. Se necesitaba una tripulación de clase especial. La oficina sucursal de la Sociedad Watch Tower en Lima, después de una búsqueda, escogió a seis personas que podían dedicar todo su tiempo a esta obra interesante pero desafiadora de alcanzar a cuantas personas les fuera posible en la selva... una verdadera tarea, puesto que hay una gran variedad de costumbres y dialectos entre los aldeanos y tribus.

      Francisco Echegaray, un superintendente con experiencia en una congregación peruana, fue puesto a cargo de la lancha. Había dedicado muchos años a la predicación de tiempo completo y, puesto que había sido marino, tenía buen conocimiento de la navegación. Entonces se escogieron los cinco miembros restantes de la tripulación. De vez en cuando ha sido necesario reemplazar a algunos de éstos porque se les ha hecho difícil acostumbrarse al cambio de clima y ambiente.

      Estos “precursores” tenían dos metas principales, a saber, llevar el mensaje de la vida al mayor número de personas posible y, al hacerlo, mantener un alto nivel de espiritualidad entre ellos mismos. Por lo tanto, El Refugio empezó a funcionar como una pequeña congregación, y hasta disfrutó de los beneficios que resultan de una visita del superintendente de circuito.

      Se le estableció una rutina bien ordenada a la tripulación. Los miembros de la tripulación habrían de cumplir con los diferentes servicios necesarios, incluso la tarea de la cocina, en turnos, bajo la supervisión de uno designado como “superintendente del hogar.” Se ha ajustado y perfeccionado este arreglo, de modo que la rutina de un día se puede describir como sigue: La hora de levantarse es a las cuatro de la mañana, y lo primero que se hace es tomar un baño activo en el río... activo, porque si uno deja de moverse, los peces, incluso las pirañas (aunque éstas no son tan voraces como las pirañas que se hallan en las regiones más remotas), empiezan a mordiscar a uno. Al oír el sonido de la campana, todos inmediatamente vienen y se sientan a la mesa para una consideración del texto bíblico, después de lo cual el que tiene el deber de cocinero sirve el desayuno. El alimento principal de esta comida es tacacho, que se hace de plátanos, avena y pescado frito.

      Entonces, a las seis de la mañana, el grupo sube a su pequeño barco de motor, pequepeque, cargado de literatura, para empezar el servicio del día. Se ha hallado ventajoso empezar temprano porque para esa hora la mayoría de la gente ya ha comenzado las actividades del día, y cuando anochece, alrededor de las siete u ocho, toda actividad cesa.

      Experiencias

      ¿Qué se ha logrado por medio de usar este barco habitación para predicar el mensaje de la vida? Desde septiembre de 1976 hasta julio de 1977 se usó como centro de operaciones la aldea de Nuevo San Juan, que yace al sur de Pucallpa. De allí la tripulación viajó por el río Ucayali en ambas direcciones y por sus tributarios, visitando a los pueblos y aldeas en ambos lados. Hasta fueron a la lejana y escasamente poblada región del río Sepa. Al llegar a uno de estos lugares, los “marinos misionales” hablan con las autoridades locales para hacer los arreglos para un discurso público a la hora en que los aldeanos puedan reunirse. Después de la conferencia, se distribuye literatura bíblica a las personas que manifiestan interés. Se valen de aulas, casas particulares, vestíbulos de hoteles y otros lugares para celebrar estas reuniones.

      En el poblado de Nuevo San Juan, donde viven 500 personas, la mayoría son protestantes. Cuando los hermanos llegaron, los residentes estaban seguros de que podrían convertir estos recién llegados a su religión. Pero, dentro de poco, ocurrió precisamente lo contrario. Los marineros de El Refugio empezaron muchos estudios bíblicos con personas interesadas, y en poco tiempo un promedio de 23 personas asistían a las reuniones que se celebraban.

      Las tribus shipibo y conibo viven en esta zona, y los “marinos misionales” han logrado efectuar un trueque extraño pero interesante con los indígenas. Han intercambiado idiomas. Los indígenas enseñan a los misioneros su dialecto, y los misioneros les enseñan a los nativos español, usando para ello las publicaciones de la Sociedad Watch Tower.

      En agosto de 1977 el barco habitación se mudó hacia el norte, y al llegar a Contamana estableció allí su nuevo centro de operaciones. Los residentes de esta ciudad manifestaron gran interés en la Biblia. De día y de noche las personas buscaban a los misioneros para hacerles preguntas y obtener literatura bíblica. Se establecieron estudios bíblicos. Estos avanzaron hasta el punto en que los grupos de estudio pudieron formarse en reuniones de congregación. Fue allí en Contamana que las palabras del apóstol Pablo acerca de “peligros de ríos” fueron vívidamente recordadas por los seis misioneros de la tripulación. (2 Cor. 11:26) ¿Por qué?

      De repente se desató en la zona una tempestad severa con vientos de huracán, y el volumen del río creció rápidamente. La crecida rompió las sogas de amarre del barco, y el miembro de la tripulación que estaba de guarda bajó a tierra para tratar de asegurarlas. Pero la fuerza de los elementos partió todas las sogas, y El Refugio comenzó a ir a la deriva. Tres de los misioneros que estaban dormidos en la lancha despertaron y trataron de empezar el motor a fin de controlar el barco en la corriente cuya velocidad aumentaba a paso veloz. Pero con violencia las aguas llevaron el barco río abajo y lo forzaron contra una sección de la ribera que en ese momento fue socavada y cayó en el río. Esto hizo que el barco se inclinara hacia estribor con los hermanos atrapados en el interior. En cosa de minutos el barco estaba hundiéndose. Pero una puerta corrediza estaba abierta de modo que los que estaban adentro pudieron salir a las aguas turbulentas, entonces nadaron a la orilla para ponerse a salvo.

      Fue un momento de feliz reunión para los cuatro misioneros allí en la ribera del río, algunos con lágrimas en los ojos debido al gran temor que tenían por la vida de sus colaboradores. ¡Cuánto le agradecían a Jehová Dios que ninguno se había perdido! ¿Qué pasó con El Refugio? Se había volcado por completo, con su quilla señalando hacia el cielo. “Gracias a Dios,” dijo Francisco Echegaray, el que estaba encargado del grupo, “podemos salvar nuestro hogar.”

      Inmediatamente, a las cuatro de la mañana, hicieron las preparaciones para recobrar la lancha antes que se hundiera y desapareciera de la vista. A las siete horas, por medio de dos tractores que los dueños de las compañías madereras locales bondadosamente les prestaron, lograron tirar el barco a la orilla del río. Vez tras vez la tripulación trató de restaurar el barco habitación a su posición normal, pero no fue sino hasta que consiguieron una grúa de un lugar cercano que por fin pudieron hacerlo. Esto fue a las cuatro de la tarde, después de 12 horas de trabajo agobiador. Por lo menos entonces el grupo pudo descansar un rato y conseguir algo de comer. Al fin de ese día agotador, aunque habían perdido todas sus posesiones, se sentían felices porque habían recobrado su hogar, el barco habitación, que les era indispensable para llevar a cabo su propósito. Después de algunas reparaciones, de nuevo les serviría como su medio para alcanzar los moradores de la selva con las “buenas nuevas,” el mensaje de la vida contenido en la Biblia. Con la ayuda financiera de los testigos de Jehová del Perú, y después de varios meses de compostura, El Refugio estaba listo para volver a navegar.

      ¿Qué está delante de nuestros “marinos misionales”? Bueno, les espera la selva que circunda el río Marañón, con sus centenares de tributarios, y la tremenda extensión de la región amazónica. Oramos que esta tripulación intrépida, con la bendición y protección de Jehová, pueda llegar a todo su territorio asignado con el mensaje de la vida y ayudar a muchas personas de la selva peruana a tener la oportunidad de servir a su Gran Creador, Jehová.

  • Tribunal reconoce el cambio
    ¡Despertad! 1979 | 22 de junio
    • Tribunal reconoce el cambio

      HACE varios años una joven canadiense que estaba envuelta en el narcotráfico ilícito vendió drogas inadvertidamente a un agente secreto del departamento de la policía. Se emitió una orden nacional para su detención, pero pasaron más de siete años sin que la policía lograra arrestarla. Entretanto, ella empezó a estudiar la Biblia con los testigos de Jehová, y lo que estaba aprendiendo atormentaba su conciencia. Por fin decidió entregarse voluntariamente a las autoridades.

      Sin embargo, un abogado le aconsejó que se declarara inocente, puesto que había pasado tanto tiempo y porque no sería posible conseguir testigos. El que ella insistiera en hacer lo que era honrado perturbó tanto al abogado que se puso a describir gráficamente las condiciones degradadas que existen en las prisiones para mujeres y las consecuencias de dejar a sus hijos sin madre.

      Pero ella, más bien que ir contrario a su conciencia, consiguió otro abogado, y su causa fue vista por el Tribunal Supremo de Alberta. La defensa presentó el registro de la completa rehabilitación de ella por medio de su asociación con los testigos de Jehová y el papel que los estudios bíblicos habían desempeñado en desarrollar una conciencia fuerte. Aunque solo circunstancias verdaderamente excepcionales disuadirían al Tribunal de imponer una sentencia de prisión debido a la gravedad de la ofensa, ¡recibió una condena condicional de seis meses sin multa y sin la obligación de tener que presentarse a un agente judicial de vigilancia!

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