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  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1981
La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1981
w81 15/3 págs. 28-29

Educación bíblica en la república más pequeña del mundo

EN EL norte de Italia, cerca del mar Adriático, queda la república más pequeña del mundo. Abarca un área de solamente 61 kilómetros cuadrados. Nos referimos a San Marino, república independiente que linda por todos lados con la república de Italia.

Al entrar en la ciudad capital, San Marino, los visitantes no tardan en quedar impresionados por el diseño medieval de los edificios. Según el relato tradicional, un albañil llamado Marino, proveniente de Dalmacia (región costera de lo que ahora es Yugoslavia), fundó la república en el cuarto siglo E.C. Él fue allí huyendo de la persecución que llevaba a cabo contra los cristianos el emperador romano Diocleciano.

Las actividades de los testigos de Jehová en San Marino comenzaron hace unos 20 años. A fines de los años cincuenta, un anciano enfermero italiano empezó a compartir las verdades de la Biblia con los residentes de la república. Sus esfuerzos al respecto no estuvieron sin oposición. Varias veces la policía local, incitada por sacerdotes católicos, lo condujo a la frontera y le dio órdenes de no regresar. No obstante, imitando a cristianos valerosos mencionados en la Biblia, este enfermero desplegó la resolución de “obedecer a Dios como gobernante más bien que a los hombres.” (Hech. 5:29) Siguió hablando a la gente de San Marino acerca de las verdades bíblicas.

Su labor no fue en vano. Una anciana escuchó atentamente su mensaje basado en las Escrituras. Con el tiempo, ella aceptó como la verdad lo que estaba aprendiendo y se bautizó. Luego, algunos miembros de su familia hicieron lo mismo, aunque al principio se opusieron a los testigos de Jehová. Para agosto de 1968, el número de personas que componían el grupito de Testigos de San Marino había aumentado a nueve. La primera vez que un representante viajante de la Sociedad Watch Tower les visitó, hubo 31 personas presentes para escuchar su discurso. Entonces el Salón del Reino estaba situado en territorio italiano, justamente al cruzar la frontera occidental de San Marino.

Con el tiempo, algunos ciudadanos de San Marino se hicieron testigos de Jehová. Esto estableció un fundamento sólido para aumento en el futuro. Los Testigos de la localidad podían predicar libremente en el territorio. Al principio la policía solía interrumpir la actividad de ellos. Pero después de llegar a saber que eran ciudadanos de San Marino, la policía ya no estorbaba sus esfuerzos por predicar públicamente y de casa en casa.

Para 1971, el número de testigos de Jehová en San Marino había aumentado a 17. En aquel año la sucursal italiana de la Sociedad Watch Tower recomendó que el grupo se organizara como congregación. En 1972 se hizo posible transferir el Salón del Reino a San Marino. En aquel tiempo las autoridades permitieron que se usara un edificio gubernamental, el Kursaal, para celebrar la primera asamblea de circuito de los testigos de Jehová en San Marino. ¡Qué gozosa experiencia fue para los Testigos de la localidad el ver en aquella asamblea una multitud de 1.749 personas, de las cuales 35 se bautizaron!

La congregación de San Marino ha crecido hasta tener actualmente 70 miembros. A la Conmemoración de la muerte de Cristo en 1980 asistieron 134 personas, es decir, una por cada 151 habitantes de la república. Actualmente hay un Testigo por cada 257 habitantes de San Marino.

Aunque a veces el clero católico de esta república lanza campañas desde el púlpito contra la obra de educación bíblica de los testigos de Jehová, la gente de San Marino frecuentemente responde de manera favorable a ésta. Los que toman en serio el mensaje de la Palabra de Dios hallan que éste tiene un efecto maravilloso en sus vidas.

Algún tiempo atrás, mientras predicaban de casa en casa, los Testigos encontraron a una señora que manifestó interés sincero. Se consideró la Biblia con ella con regularidad y después de cierto tiempo la señora se bautizó. La suegra de ella también se hizo Testigo. Debido a que estaban muy envueltos en actividades seglares, los demás miembros de la familia se mostraron indiferentes al principio. No obstante, dos ancianos de la congregación local les hicieron unas cuantas visitas amistosas y con el tiempo establecieron un programa de considerar la Biblia con ellos con regularidad. El resultado ha sido que ocho personas de esa familia han expresado el deseo de dejar que los principios bíblicos guíen su vida.

Un miembro de esta familia, una mujer, se encaró a oposición al esforzarse por comprender la Palabra inspirada de Dios. De hecho, un sacerdote católico la sometió a presión, de modo que ella firmó una declaración en la cual renunciaba a continuar sus estudios bíblicos con los testigos de Jehová. Algún tiempo después esta mujer se casó y viajó al extranjero. Sin embargo, al regresar a San Marino empezó inmediatamente a escudriñar de nuevo las Santas Escrituras. Declaró: “Uno no puede olvidar la verdad.” Al principio el esposo de esta señora se opuso a los estudios de ella. Pero entonces decidió considerar la Palabra de Dios él mismo y quedó convencido de que ésta era la verdad. Gracias al poder de la Biblia para mejorar la vida de las personas, esta familia en la actualidad está sólidamente unida en su adoración al Dios verdadero, Jehová.

Con relación a la actividad principal en la cual habrían de participar los cristianos verdaderos, Jesús declaró: “Estas buenas nuevas del reino se predicarán en toda la tierra habitada para testimonio a todas las naciones.” (Mat. 24:14) Felizmente, este mandato se está llevando a cabo en la república más pequeña del mundo.

“Serán testigos de mí tanto en Jerusalén como en toda Judea y en Samaria y hasta la parte más lejana de la tierra.”—Hech. 1:8.

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