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  • g84 8/6 págs. 4-6
  • Su peor enemigo... ¿quién es?

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  • Su peor enemigo... ¿quién es?
  • ¡Despertad! 1984
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¡Despertad! 1984
g84 8/6 págs. 4-6

Su peor enemigo... ¿quién es?

CLARO, nadie niega que con frecuencia el hombre es la causa del mal. Sin embargo, la verdadera cuestión es: ¿Pudiera atribuirse sólo al hombre la culpa de la monstruosa crueldad y violencia que ha presenciado nuestra generación? Muchas personas rehúsan siquiera considerar otra causa fuera del hombre como otra fuente del mal. Pero ¿debería usted desechar esta posibilidad sin por lo menos investigarla? Reconocemos que la representación popular de un Diablo con cuernos, una larga cola y un traje de malla rojo provoca risa. Pero no sucede así con respecto a la intensificación de la iniquidad en escala mundial.

¿No le parece increíble que el hombre, una criatura capaz de desplegar gran amor y ternura, sea también el autor de las bombas nucleares y las torturas como las de los campos de concentración? Si el mal es solamente una cuestión sencilla de sicología o del ambiente, ¿por qué ha aumentado hasta alcanzar niveles espantosos en una era en que el hombre sabe supuestamente más acerca de sí mismo y del ambiente que nunca antes? ¿Por qué informan aumentos en la cantidad de delitos casi todas las naciones? ¿Por qué han inundado este siglo diversas formas de maldad que eran casi desconocidas en tiempos anteriores? Si la iniquidad es solamente de hechura humana, ¿por qué han resultado ser fracasos catastróficos los más grandes esfuerzos del hombre por eliminarla?

¿Pudiera ser que Eugène Ionesco, famoso dramaturgo rumano, tuviera razón cuando dijo: “La historia sería incomprensible si excluyéramos el elemento demoníaco”?

El curioso silencio del clero

Aunque al parecer los teólogos podrían resolver mejor la cuestión de si existe o no un “elemento demoníaco”, el clero religioso está, por extraño que parezca, tan dividido como lo están los investigadores científicos. La publicación Providence Journal-Bulletin hizo una vez a varios clérigos de la localidad la pregunta: ¿Existe realmente Satanás? Hubo algunos que afirmaron que, en efecto, habían usado exorcismos contra demonios; otros que creían en el Diablo, pero que tuvieron dificultades para ‘personificarlo’ (‘Lo veo más como un poder que es contrario a la voluntad de Dios’), y aún otros que dijeron que el Diablo no es una persona (‘No creo que tengamos que personificarlo’).

Es curioso que hasta la Iglesia Católica ha guardado silencio en lo que tiene que ver con el Diablo, aunque el creer en la existencia del Diablo es una doctrina eclesiástica oficial. Como hace notar E. V. Walter en Disguises of the Demonic, el escepticismo moderno ha afectado a la iglesia. Al comparar las ediciones de 1907 y 1967 de The Catholic Encyclopedia, Walter nota algo “más que una diferencia sutil” en los artículos que tratan sobre “demonios”, “endemoniados”, “posesión diabólica” y “exorcismo”. Aunque la vieja enciclopedia reconocía claramente la realidad de la posesión demoníaca, la edición más nueva había adoptado un modo más sofisticado de abordar el asunto: “La siquiatría [...] ha demostrado que el funcionamiento del subconsciente explica muchas, si no la mayoría, de las condiciones anormales que generaciones anteriores habían atribuido a la actividad diabólica”.

Sin embargo, allá en 1972 el papa Paulo VI causó un alboroto teológico cuando dijo: “Sabemos que ese ser [el Diablo] oscuro y perturbador realmente existe y que todavía obra con astucia pérfida”. Los teólogos liberales retrocedieron ante eso. La iglesia patrocinó un estudio teológico de la cuestión. ¿Cuál fue el resultado? Un documento titulado “Fe cristiana y demonología”, que reafirmó claramente la creencia de la Iglesia Católica en la existencia del Diablo. Pero, como comenta Herbert Haag en la publicación Journal of Ecumenical Studies, la iglesia escogió un método extraño y poco notable para publicar ese estudioa. Y rompió con la tradición de modo sorprendente al guardar en el anónimo el autor del estudio. Haag concluye: “[Las autoridades eclesiásticas de] Roma escogieron el camino del anónimo, que difícilmente puede interpretarse como algo diferente a una admisión de incertidumbre”.

¿Podemos considerar a Satanás “de modo realista y serio”?

Aunque los medios de información y el mundo casi pasaron por alto el documento del Vaticano, la cuestión de la existencia del Diablo no se puede dejar de lado. Las consecuencias simplemente son demasiado enormes. Por ejemplo, si no existiera el Diablo, ¿cómo podría conciliar usted la existencia de un Dios de amor con la continuación de la existencia del mal? Como escribe Howard R. Burkle en God, Suffering, & Belief: “No obstante, de todos los factores que dificultan para las personas modernas el creer [en Dios], el más importante es el sufrimiento humano”. Por consiguiente, ¡el negar la existencia del Diablo pudiera estar a un paso de negar la de Dios!

Además, la creencia en la existencia del Diablo es casi universal. Como comenta Jeffrey Burton Russell, historiador, hay “fórmulas paralelas acerca del Diablo en culturas diferentes y a gran distancia unas de otras”. Al Diablo se le ha llamado Ahrimán entre los antiguos persas; Iblīs, entre los musulmanes, y Māra, entre los budistas. Pero en el mundo occidental tal vez se le conoce mejor por el nombre de Satanás. La creencia en la existencia del Diablo persiste a pesar del escepticismo de la ciencia y las negaciones de los teólogos.

Sin embargo, algo sumamente importante para los cristianos es la pregunta: ¿Enseña la Biblia que el Diablo existe? Es cierto que los teólogos liberales tratan de justificar la mención del Diablo en la Biblia, y algunos hasta afirman que Jesucristo no creyó que él existiera. La actitud de ellos, según lo que escribió el profesor Richard H. Hiers para el Scottish Journal of Theology, es ésta: “Nosotros no creemos en Satanás ni en demonios; ¡seguramente Jesús tampoco podría haber creído en eso!”. Pero después de un estudio cuidadoso de los Evangelios, Hiers concluyó: “No hay razón para que supongamos que Jesús no consideró a los demonios de la misma manera que lo hicieron sus contemporáneos y los evangelistas sinópticos: de modo realista y serio”.

¿Hay, pues, razones válidas para que usted, también, considere la existencia del Diablo “de modo realista y serio”? ¿Qué dice exactamente de él la Biblia?

[Nota a pie de página]

a El documento, dice Haag, apareció solo en algunas ediciones de L’Osservatore Romano, periódico oficial del Vaticano.

[Comentario en la página 5]

“La historia sería incomprensible si excluyéramos el elemento demoníaco”

[Comentario en la página 5]

Los esfuerzos por limitar el Diablo al mal dentro del hombre han resultado ser poco satisfactorios

[Fotografía en la página 6]

¿Ha sido sólo el hombre el responsable de todo esto?

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