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  • Extendiendo el sonido de buenas nuevas por toda la Tierra
    La Atalaya 1977 | 15 de mayo
    • dando “testimonio cabal de las buenas nuevas de la bondad inmerecida de Dios.” (Hech. 20:24; Efe. 6:15) Sí, ‘portémonos de una manera digna de las buenas nuevas acerca del Cristo, . . . estando firmes en un mismo espíritu, con una misma alma esforzándonos lado a lado por la fe de las buenas nuevas, y en ningún sentido atemorizados por nuestros contrarios.’ (Fili. 1:27, 28) ¡Las “buenas nuevas” tienen que triunfar! Que cada uno de nosotros esté muy ocupado en ‘dejar oír el sonido de las buenas nuevas en toda la Tierra.’ ¡Así continuaremos adquiriendo felicidad, y continuaremos haciendo a otros muy, muy felices!

  • Encontré la causa por la cual luchar
    La Atalaya 1977 | 15 de mayo
    • Encontré la causa por la cual luchar

      Según lo relató Laurier Saumur

      EL AIRE invernal era frío, refrescante y diáfano. Los trineos crujían y los caballos resoplaban al moverse con paso mesurado por las serpenteantes veredas para el transporte de trozas entre el abeto y la picea. Aun mientras cortábamos los árboles y los tiros arrastraban los troncos, yo daba gracias al Dios que había hecho esta maravillosa Tierra.

      Esos eran mis pensamientos de adolescente en un típico día invernal en la granja de mi padre en las ondulantes colinas Gatineau del oeste de Quebec. La vida era dura, pero saludable. Yo era uno de catorce hijos de una familia canadiense-francesa católica.

      La Iglesia Católica dominaba la vida en nuestra pequeña comunidad de habla francesa, como lo hacía en otras partes de Quebec. Yo asistía con regularidad a misa, comunión y otras actividades católicas. Pero aunque deseaba servir a Dios, percibía que algo faltaba.

      La educación seglar estaba entonces bajo el control de la Iglesia Católica, no del gobierno. Y la norma de la Iglesia era restringir la educación de la gente, y así hacer más fácil el que los sacerdotes la controlaran. Como resultado de esto, muchas personas eran analfabetas, entre ellas mi padre y dos de mis hermanos. Este enfoque negativo de la educación y la falta de libros y bibliotecas me dejaba descontento, con sed de conocimiento.

      En 1939, a los dieciocho años de edad, fui a Montreal para adelantar mi educación. ¡Al fin, bibliotecas, libros para leer! A menudo leía casi toda la noche. Esto resultó en que yo aprendiera acerca de la horrible Inquisición católica. Empecé a ver a la Iglesia desde un punto de vista diferente.

      No obstante, por medio de un primo me asocié con el movimiento de la Acción Católica. Este era un grupo político con inclinaciones fascistas y fuertes sentimientos antisemíticos. Se reunía en la iglesia católica bajo la guía de sacerdotes. El mensaje de la Acción Católica era sencillo: ‘Hitler no es tan malo. Son los judíos y los protestantes de habla inglesa los que nos están oprimiendo a nosotros los católicos franceses.’ El oír proposiciones de violencia me hizo sentir incómodo, y pronto me retiré de la Acción Católica.

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