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  • Respondieron a la llamada “macedonia” a Guam
    La Atalaya 1980 | 1 de octubre
    • esfuerzos que se han efectuado por hacer discípulos en Guam. Como resultado, ahora hay 145 proclamadores del Reino en la isla. Fieles testigos de Jehová nativos han servido lado a lado con compañeros de otros países. Dios ha bendecido a los Testigos de la localidad, así como a los misioneros y a las varias familias que han venido aquí en respuesta a la gran necesidad de ‘cultivadores.’ (Mat. 9:37, 38) Como cristiano dedicado, ¿puede usted responder a una semejante llamada “macedonia” para servir donde haya gran necesidad de ayuda en alguna parte de la Tierra?

  • ‘Lo que las naciones sacrifican, a demonios lo sacrifican’
    La Atalaya 1980 | 1 de octubre
    • ‘Lo que las naciones sacrifican, a demonios lo sacrifican’

      ESCRIBIENDO a los cristianos que vivían en la ciudad notoria de Corinto, el apóstol Pablo dio la siguiente advertencia: “Las cosas que las naciones sacrifican, a demonios las sacrifican, y no a Dios; y no quiero que ustedes se hagan partícipes con los demonios.” (1 Cor. 10:20) ¿Cómo pueden los cristianos del siglo veinte beneficiarse de esta advertencia? ¿Pudiéramos nosotros realmente hacernos “partícipes con los demonios” aunque no ofreciéramos sacrificios de animales? ¿Qué principio hallamos detrás de las palabras del apóstol?

      SACRIFICIOS DEL PASADO

      En la antigüedad, muchas personas presentaban sacrificios y ofrendas a sus dioses. El que lo hicieran era un acto de devoción, hasta de amor, de parte de ellas. Por medio de su sacrificio, el que lo ofrecía deseaba complacer o apaciguar a la divinidad a quien adoraba.

      Como pecador impenitente, el primer hombre, Adán, nunca ofreció un sacrificio a Dios. Los primeros sacrificios que se mencionan en la Biblia fueron los que hicieron los hijos de Adán, Abel y Caín. La ofrenda de Caín consistía en “algunos frutos del suelo,” mientras que Abel sacrificó “algunos primogénitos de su rebaño.” Se nos dice que “aunque Jehová miraba con favor a Abel y su ofrenda, no miraba con ningún favor a Caín ni a su ofrenda.”—Gén. 4:3-5.

      Jehová, quien puede leer los corazones, rechazó la ofrenda de Caín, pues veía que él era formalista y la hacía sin fe fundamental. Su ofrenda pudiera tender a ensalzar al individuo que la presentaba, más bien que manifestar amor por el Ser Divino. Para Jehová era obvio que Caín no estaba tratando de acercarse más a su Hacedor en una relación íntima correcta. Sin embargo, las intenciones de Abel eran completamente contrarias a las de su hermano.

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